Mi primera confesión

No creí que mi padre fuese tan moderno, pero

Un día estaba limpiando, recuerdo que era sábado y mi padre preparaba la comida mientras lo hacía. Cuando llegué al salón vi en el revistero algunos periódicos viejos y decidí tirarlos. Al cogerlos cayó al suelo una pequeña revista que estaba entre sus pliegues, al cogerla leí su título: Private.

Era una revista porno, tal vez la que mi padre estaba usando para pajearse días atrás cuando lo pillé in fraganti en el salón. Así que me senté a echarle un vistazo y descubrí que aquellas mujeres eran todas gordas, de carnes exuberantes, grandes tetas, grandes culos, grandes muslos y grandes chochos. Escandalizada sonreí, y pensé en lo mucho que se parecía a la madre de Santi a aquel tipo de mujer.

Entonces mi padre apareció, listo para poner la mesa.

—Clara, ¡por favor no mires esas cosas! —dijo sintiéndose culpable por haberse descuidado de esa manera.

Se acercó e intentó cogerla, pero yo la retiré ante su cara.

—¡Vamos papá ya soy mayor, no pasa nada! El padre de Lisa también ve estas revistas y ella y yo se las hemos cogido prestadas —le dije para su asombro.

Se sentó a mi lado y se dio por vencido

—Es que me da vergüenza que las veas, Clara, es como si vieses una parte de mi que no quiero que conozcas, una parte muy íntima.

—Lo entiendo papá, pero no pasa nada, ¡créeme! Yo lo veo normal y también me excito en cierta medida mirándolas.

—¡Vale! Bueno supongo que esto también nos hará confiar maś el uno en el otro, ¿no?

—Por supuesto papá. Oye, estaba pensando que bueno, ¿te gustan asi, entradas en carnes?

—No sé, la compré por ver algo distinto. Lo cierto es que ellas también son excitantes.

—Como la madre de Santi, ¿no?

—Bueno si, ella supongo que desnuda será como ellas —admitió mi padre sonriendo.

—¿Oye y por qué no la invitas un día al cine? Yo creo que le gustas.

—¿Tú crees? —dijo él dudando de mi afirmación.

—Estoy segura, invítala al cine, luego llévala a bailar y quien sabe, lo mismo te muestra sus encantos —dije yo riendo.

—Está bien Clara, ¡me estás liando, pero lo voy a intentar! Tú pondrías alguna pega si me enamorase de ella.

—¡En absoluto papá!

Entonces decidí aprovechar para sacar otro tema.

—Por cierto, hay algo que me gustaría pedirte. Y sé que te parecerá raro y seguramente me digas que no, pero tengo que intentarlo.

—Está bien hija adelante —dijo él con cautela.

—Santi y yo tenemos relaciones, creo que ya lo sospechabas. El caso es que nos gustaría dar un paso más pero no tenemos condones y a él le da mucha vergüenza pedirlos a su madre o peor ir a la farmacia.

Mi padre sonrió ante mi atrevido razonamiento y esperó mi pregunta pacientemente.

—¿Tú nos podrías dar alguno? Y sabes, para probar y eso… —dije yo mostrando la mejor de mis sonrisas.

—Clara, sé que te va a parecer raro, pero si. Prometo comprar una caja y te daré algunos para que los uses como quieras con Santi. Porque si no lo hago sé que no parareis y sería peor que tuvieses un accidente y quedaras embarazada por mi culpa.

—¡Gracias papá! —dije dándole un beso.

No creí que mi padre fuese tan moderno, pero creo que como en el fondo se sentía atraído por la madre de Santi, pensó que también le podrían servir a él. Doble fin, ¡doble satisfacción por nuestra parte!

Nota del autor: Este relato corresponde al septimo capítulo de mi novela

El Despertar

... Si te ha gustado puedes leer los capítulos previos a través de mi perfil de autor.