Mi primera cita (Parte2 de confesión al psicólogo)

En esta segunda parte sigo explorandome a mi misma. Quedo al fin con un macho y disfruto como la niña que soy

Pasaron cuatro días hasta que quedé con un chico al fin. Hice lo que me pidió Carlos: no venirme. No me quité la castidad, pero además tuve la suerte de que me adelantaron las vacaciones, pues al parecer con el verano aquella zona no tenía tanta gente y decidieron darme descanso para después trabajar unos días más en navidades.

Así pues comencé a charlar con algunos hombres y también mujeres. Al final, quedé con un chico llamado Junior, que venía de vacaciones a España. Quedamos en vernos en un restaurante del centro de la ciudad. Yo debía ir vestida de nenita claro. Así que me duché y luego me pinté los labios, maquillé un poco; me coloqué una peluca rubia y me puse un collar plateado en forma de corazón. Me puse pendientes de corazón también. Como íbamos a un sitio algo lujoso, tenía que ponerme algo que no fuera de niña, ya que no daba el pego. Las braguitas si me las dejé de Barbie, pero me puse una faldita de colegiala y un mini top blanco. La faldita era perfecta para ser levantada y que me manosearan por debajo. Por último apliqué un perfume infantil, de Hello Kitty.  Me coloqué zapatitos negros y ya lista, salí a la calle.

No era la primera vez que salía vestida de niña a la calle. Los que leyeran la primera parte de esta historia lo sabéis. Pero estos días he estado saliendo de casa toda caliente vestida de niña. Paseos  cortos y largos. Cada vez pasaba más desapercibida, lo cual significaba que mejoraba y cada vez pasaba mejor por una niña.

El chico con quien quedaba tendría unos treinta años. Venía de Colombia por vacaciones. Pasaría una semana aquí solo para según él disfrutar de tranquilidad y un poco de sexo.

El caso es que llegué al centro en quince minutos y allí estaba él (me mandó una foto y así supe quien era). Tenía el cabello castaño, ojos azules. Nos dimos dos besos y entramos en el restaurante. Teníamos una mesa reservada al fondo, de manera que tuviéramos intimidad. Nos sentamos ahí y empezamos a pedir. Tras pedir la comida empezamos a charlar.

— Que bien  que por fin nos vemos ¿nunca te has visto con un hombre?

Negué con la cabeza al tiempo que lo negaba en voz alta.

— Y ¿como de caliente estás? Me contaste por correo que llevabas castidad.

— Sí. Ando muy caliente, llevo días sin venirme.

Aquello le encantó.

— Excelente... eso hará que disfrutes mucho más preciosa.

Me enrojecí toda. Vino entonces la comida, tras un rato más de charla. Comimos y charlamos sobre diversas cosas: que tipos de hombres me gustaban (le dije que me encendía cualquiera), que sexo me agradaba (le dije anal, oral y todo en general). También le conté que me encantaba ser usada como WC y que me excitaba muchísimo el perfume masculino. Quizá porque transmitía olor de hombre. Para aumentar la calentura le dije también que me excitaba la idea de fingir que tenía un novio, solo para disfrute sexual (ya que los hombres solo me gustan sexualmente). Aquello le gustó mucho. Finalmente, cuando estábamos terminando la cena, me preguntó:

— ¿Te atreverías a manosearme el pene con uno de tus pies?

Aquella pregunta me dejó bloqueada un momento pero andaba tan cachonda que acepté. La mesa donde estábamos tenía un gran mantel blanco, así que nadie tenía porque notar que pasaba nada. Además estábamos en una esquina algo oculta, por lo que nadie nos prestaba atención.

Me quité el zapato derecho y fui directa a su miembro. Noté sus bolitas primero. Eran blanditas y hermosas. Me encendí toda. Con el pie ascendí por el tronco, que ya estaba bien duro. Llegué el glande. Empecé entonces a frotar todo el miembro de arriba abajo y viceversa. Mi hombre estaba muy complacido, ya que su rostro mostraba placer. Al cabo de unos minutos me dijo:

— Hazme una mamada nenita, finge que se te cae algo y hazme una buena mamada.

Obedecí, cachonda perdida. Fingí que algo se me caía y me arrastré bajo la mesa. Al llegar, vi su pantalón donde su pene ya sobresalía de lo duro que estaba. Desabroché el cinturón y el pantalón y le bajé los pantalones y calzoncillos. Y allí estaba. Una verga de al menos dieciocho centímetros sino más. Gruesa, con líquido pre seminal y atractiva.

Empecé lamiendo el líquido. El gusto del semen fue exquisito. Lamí lentamente el glande nuevamente y deposité un tierno beso en él. Procedí a dar besitos al tronco y luego lamí los testículos de mi hombre. Luego lamí lentamente toda la pija, desde huevos, hasta glande. Mi lengua pasaba lentamente por el tronco, deleitándose. Repetí dos veces más y entonces metí aquella verga en mi boca. Tragué hasta tocar los huevos y mi nariz tocó su hermosa barriga. Como ya había practicado con plátanos y vibradores, no tuve problemas en tragar ese hermoso miembro. Olía a hombre, a macho de verdad. Tragué lentamente y saqué lentamente. Fui mejorando la velocidad, tragando mientras él gemía. Paré inmediatamente cuando él me ordenó hacerlo. No quería parar, pero mi regla de nenita decía que si un macho te pide parar, lo haces.

Le abroché el cinturón tras subirle el pantalón y regresé a mi sitio tras cerciorarme de que nadie miraba. Pero nadie prestaba atención, estaban demasiado ocupados charlando y comiendo como para echarnos cuenta.

Tomamos el postre y después mi hombre me invitó a su piso. Mi primera cita con un macho estaba resultando genial: ya había comido un pene y tenía claro que quería más. Realmente la ayuda de mi Psicólogo estaba resultando excelente sin duda.

Me monté en su vehículo y empezó a conducir.

— Anda princesa, hazme una mamadita en el coche amor.

— Sí señor.

Dije obediente. Las nenitas éramos obedientes hacia los machos, así debía ser.

Así que nuevamente le desabroché la bragueta y bajé el calzoncillo. Y ahí estaba: el olor a hombre. Mi pollita de bebé se retorcía queriéndose hacer grande, pero gracias a mi castidad de color rosa, lo impedía. Lamí las bolitas de Junior, mi macho. Las lamía y besaba y aspiraba su hermoso aroma. El gemía de placer. Conducía despacio, a velocidad moderada para evitar accidente. Lamí toda la pija y luego la metí en mi boquita y chupé. Diez minutos más tarde llegamos a su apartamento y tuve que ponerle otra vez los calzoncillos y el pantalón. Entramos a su apartamento. Este era parecido al de Carlos, pero diferente a su vez: tenía el baño en el dormitorio, el cual estaba a la izquierda del pasillo. Tenía una cocina a la derecha y luego estaba el salón. Me llevó directo a su dormitorio y me echó a la cama.

— Desvísteme nenita mía.

Lo hice. Le quité cada botón de la camisa, luego desabroché el pantalón y finalmente los calzoncillos. Él se quitó los zapatos y luego procedió a quitarme la ropita hasta quedar desnudita.  Me colocó a cuatro patitas y comenzó a meterme un dedo. Lo sacaba y metía como si de su pene se tratara. Gemí como la perra que era. Metió dos dedos. Pedí más. Él rio y metió un tercer dedo. Luego metió al fin su verga.

Metió el glande primero. Luego poco a poco fue metiendo el tronco hasta que noté sus huevos dentro de mí. Me mordí el labio, excitada total. Lo sacó lentamente y luego otra vez lo metió. Casi sin darme cuenta empezó a penetrarme duro mientras me decía zorra, puta, guarra y maricona. Cada embestida me hacía más femenina y puta. Me dio la vuelta, subió mis piernas a sus hombros y siguió embistiendo. Acercó su boca a la mía y nos besamos. Fue mi primer beso. Mi primera vez y mi primer beso eran con un hombre. Aquello me excitó de tal manera, que de no haber estado en castidad me habría venido toda.

Nos seguimos besando a la par que sentía su hermosa lengua jugar con la mía. Nuestras salivas se juntaban. Toque sus brazos, fuertes, musculosos. Junior entonces me agarró en brazos. Rodeé su cuello con ambas manos y lo acaricié mientras lo besaba. A la par, él seguía penetrándome mi culito de nenita. Gemía como la nenita que era.

— Mi hombre — gemí.

Mi chico acabó tumbándose sobre la cama.

— Cabalga mi niña, cabalga. Que papi se sienta orgulloso de su hijita putona.

— Sí papi.

Dije y empecé a cabalgar como una  niña buena. Cabalgaba rápidamente, gimiendo y completamente dominada por la calentura. Paré nuevamente cuando me lo ordenó y pasamos entonces a la ducha. Esta se trataba de un plato de ducha. Entramos y Junior encendió la ducha. Ambos nos pusimos bajo el agua a besarnos. Nuevamente nuestras lenguas jugaron traviesas. Junior agarró un bote de gel y empezó a untármelo por mi cuerpecito. Primero las tetitas, luego la barriguita. Pasó a la espalda, las piernas y luego a mi culito. Metió un dedo suyo enjabonado en mi ano y lo penetró un par de minutos. Luego tuve que enjabonarle a él. Empecé por brazos, piernas, espalda, barriga, pectorales y finalmente su verga. Mientras la enjabonaba le hacía una masturbación. Cuando la enjaboné bien, me dijo:

— Ahora tesoro hazle una mamadita a papi. Así le quitas el jabón.

— Enseguida papi.

No pensaba. Estaba demasiado caliente y solo podía obedecer.

Empecé como antes, lamiendo los huevos, el tronco y glande, escupiendo el jabón. Mamé entonces aquella hermosa polla enjabonada. Con el jabón, tenía un punto más de excitación. Necesitaba correrme urgentemente, pero me dije a mi misma que esperaría a mi sesión del psicólogo, tal como el me dijo que hiciera. Mi macho no esperó más y cuando le limpié la polla me dijo:

— Buena niña.

Entonces me cogió en brazos otra vez y de nuevo me penetró. Nos besamos. Al cabo de un rato, me dijo:

— Ahora viene la lechita. Pero antes apaguemos la ducha tesoro.

Apagó la ducha y salimos afuera, mojados. Me arrodillé y comencé a chuparle el pene otra vez. Cuando gimió bestialmente, supe que el regalo que tanto ansiaba venía hacia mí. No me equivocaba. Un potente chorro de semen bien calentito disparó y me llenó la boquita. Me encantó. Pero aún no tragué, pues me dijo mi hombre:

— No tragues aún zorra, voy a hacerte fotos.

Así hizo: me hizo fotos con la boquita abierta llena de semen y en posturas sexys. Tras eso, me tragué la leche. Entonces fue hora de dormir. Para eso, mi macho cogió un tampón que había comprado especialmente para mí y me lo colocó en el ano.

— Una buena niña debe tener el culito siempre abierto. Mañana te voy a volver a coger perra, te llenaré de leche y saldrás así a la calle. Puta.

Y dicho esto apagó la luz. Me recosté en él, aspirando su olor de macho. Nos dimos un beso en la boquita de buenas noches y nos dormimos.

Nota del Autor: Hola amores. Espero que hayan disfrutado este relato tanto o más que yo. Solo decir que si quieren conversar, ya sean charlas convencionales o charlas calientes, pueden hacerlo en mi correo nenitaviciosa069 @gmail.com  También pueden enviar fotos o videos calientes propios o no. Aparte os dejo mi Twitter por si quieren seguirme; @jotita069 Besos amores que tengan un buen día :)