Mi primera cita

La historia de como me ligué a una mujer y me encontré dentro de una situación de infidelidad, cuernos consentidos y situaciones morbosas... al menos para mi.

Te escribo esta nota porque no veo correcto invitarte a cenar esta noche delante de tanta gente. Hay algo en ti que me ha dejado prendido y quisiera conocerte más… si tú quieres, claro. Mi teléfono está por detrás, si aceptas llámame

Esta fue la nota que le di a Marisa cuando me fui de la central hortofrutícola donde estaba haciendo controles de calidad.

Me llamo Ángel, divorciado, un tipo normalito físicamente, 1,75 de alto, 76 kilos de peso y 45 años de edad. Soy auditor y esa tarde estuve haciendo controles de calidad en una pequeña central hortofrutícola de Badajoz.

Llevo yendo a ese sitio varias veces y la jefa de administración que me atiende cuando llego es muy agradable y tiene un tipazo de infarto. No es muy guapa, pero sabe sacarse partido de todo lo demás. Siempre que voy lleva una minifalda con volantes que te hacen quitar el hipo.

Un día le pedí un folio para tomar unas anotaciones y se levantó, se giró y se fue a un armario que había detrás. En la parte de abajo tenía un paquete de folios y cuando se agachó, de espaldas a mí, lo hizo deprisa lo que hizo que se levantara la faldita lo suficiente para que viera su estupendo culito y el mini tanga que vestía, de color morado. Supe que lo hizo a propósito, pues había folios sueltos en la impresora que tenía en su escritorio. Me puso muy cardiaco ver esa escena. Se levantó y me sonrió.

  • ¿Te vale con esos o quieres más?
  • No, tranquila si con un par de folios me sobra.
  • Bueno de todas formas tenía que coger más para mí.

Me despedía de ella y volví al día siguiente a terminar mi trabajo.

Volvía a llevar mini falda con vuelo, y quizás era un poco más corta que la de ayer. Casi no me puedo centrar en mi trabajo y cuando me fui, fue cuando le di la nota. Cogí mi coche y me largué para casa. Vivo a unos 100 kilómetros de distancia. Cuando iba conduciendo sonó el whatsapp que tenía un mensaje. Me puse un poco nervioso, no puedo negarlo, me latió el corazón rápido pensando que podía ser ella. Sé que no está bien coger el móvil mientras conduces pero la intriga y el deseo fue delante de la razón y cogí el móvil. Lo miré, nervioso, impaciente y vi que era un poco largo el texto, por lo que decidí parar en un sitio apropiado para poder leer detenidamente el mensaje.

Me metí en la entrada de una finca, paré el coche, cogí el móvil, lo encendí y me dispuse a leer:

“Me ha sorprendido tu nota, pero por otra parte me ha gustado. Si esta noche estás libre podríamos quedar a cenar. Mi dirección es calle XXX, nº XX, si aceptas, manda un mensaje diciéndome a que hora me recoges”

Dios mío, no me lo podía creer. Qué sencillo ha sido. Me puse como loco, mis pantalones se hincharon de emoción al leer ese mensaje. Pensé en contestarla enseguida, pero luego decidí contestarla cuando llegara a casa, no quiero que piense que soy un imprudente y leo mensajes de móvil mientras conduzco. Supongo que eso será una tontería, pero me gusta cuidar los detalles que parecen sin importancia.

A la que llegué a casa decidí mandarle un mensaje.

“ Muchas gracias por contestarme, guapa. No pude ver el mensaje antes porque iba conduciendo, ya no sé si es tarde para la cita. Me voy a duchar, a prepararme y en una hora te recojo?”

No tardó ni un minuto en contestarme. Me temía que todo se quedara en agua de borrajas, por mi tardanza en contestar, pero pensé que si seguía queriendo quedar, es la forma de confirmarlo.

“Perfecto, en una hora me recoges en casa. Te espero”.

Mi corazón empezó a bombear sangre por todo el cuerpo y especialmente hacia mis partes bajas. Tuve una erección solo de pensar que iba a quedar con ese pedazo de hembra.

Me duché, me rasuré mis sexo, solo lo fundamental, dejando pelitos por la parte de arriba pero lo demás bien rasurado por si había oportunidad de enseñarlo, que tuviera buena presencia. Me excité pensando y haciéndolo que tuve que masturbarme para relajarme un poquito.

Ya dispuesto a salir mandé otro whatsapp diciendo que salía ya, que  en tres cuartos de hora estaría allí. Que si quería quedar en otro sitio que me daba igual.

Esperé un ratito y me contestó.

“Yo acabo de terminar y me voy para casa. Así que mejor quedamos en mi casa. Un besito y nos vemos en un ratito”

Salí a por el coche, excitado, contento y un poco nerviosillo por la circunstancia tan extraña en que se ha realizado todo y sobre todo por la predisposición de ella.

Durante todo el camino imaginé como sería la velada, donde llevarla, como actuar ante ella, etc. Pero luego pensé que mejor sería dejar pasar la noche y que todo fuera saliendo como sea.

Llegué a su calle, busqué su número y me encontré con un bloque de pisos y en la puerta no había nadie, no estaba allí esperándome. Me acongojé un poco, pasó por mi cabeza que fuera una broma, que ya se le pasara el calentón, que... mil cosas y todas malas.

Me quedé un rato esperando sin saber que hacer hasta que por fin me atreví a mandarle un whatsapp:

“Hola Marisa, estoy en la puerta. Estoy esperándote, no tardes mucho, ok?”

No recibí contestación. Mi cuerpo estaba como un flan. No sabía que hacer. Pasó un minuto, dos, tres, cinco...

“Lo siento, estaba empezando a ducharme y no había sentido el móvil. Llama al portero automático y sube”.

¡Qué alivio!, pensé que se había ido todo al carajo, pero no. Había una buena razón para todo.

Llamé al portero automático y...

  • ¿Quién es?, dijo una voz de hombre.

No sabía si me había equivocado y dije:

  • ¿Soy Ángel es la casa de Marisa?
  • Sí, sube.

¿Cómo?, ¿un hombre en su casa?, todo se me vino abajo. ¿será su hermano?, ¿estará casada?, si es así... entonces lo de la cena no será tan excitante como me había plateado en mi cabeza. ¡Qué cagada! Pensé. Bueno ya metidos en faena, vamos a ver que ocurre. A lo mejor es solo su hermano o un familiar, no tiene porqué estar casada. No hubiese aceptado la cena.... Mi cabeza era un hervidero de ideas contrapuestas, mi estómago lo tenía en la garganta, el corazón empujaba la sangre pero esta vez hacia mi cara, me estaba ruborizando.

Llegué a la puerta de la casa y después de respirar profundamente toqué le timbre.

Mi sorpresa fue mayúscula cuando me abrió un hombre, más o menos de mi edad, vestido con un mandil y con pinta de estar cocinando.

  • Hola soy Pedro el marido de Marisa, pasa y acomódate, que ella no tardará en salir.

Me presenté yo también y absorto por la escena me quedé mudo y me fui al salón y me senté en el sofá.

  • ¿Quieres una cerveza o un refresco mientras sale ella?

Yo no sabía que decir, estaba un poco cortado y dije: Gracias una cervecita no me vendría mal.

Se fue a la cocina y me trajo una cerveza bien fría y unos cacahuetes para picar.

No sabía donde me había metido, mis ideas de tener una velada algo picantota de esa noche se esfumaban por momentos, pero bueno... una cena con una chica escultural como Marisa, siempre merece la pena, pensé.

  • Yo sigo con la cocina que tengo que preparar la comida de mañana, te dejo aquí solo. Ella saldrá pronto, está terminando de prepararse. ¿No te importa, verdad?
  • No, por supuesto, sin problema. Gracias.

Los cinco minutos de espera se me hicieron eternos. Miré todo, la decoración, el estilo de la casa, hasta que descubrí un marco con una foto de los dos del día de su boda. Ya no había duda era su marido con seguridad. Mi gozo en un pozo. ¡Qué se le va a hacer!, no siempre se gana. Me relajé y me lo tomé con filosofía.

En ese momento aparece Marisa por el salón...

¡Guauuu!, ¡Qué pasada!, ¡Impresionante! Venía con el pelo rizado, un top blanco que solo tapaba sus turgentes pechos, ligeramente translúcido que insinuaba sus pezones sonrosados pero sin ser descarado, la imaginación hacía lo demás. Por supuesto no se le veía sujetador. El ombligo al aire con un piercing en forma de colgante pequeñito, una super minifalda con vuelo, como las que le gusta llevar al trabajo y unos tacones de infarto. Me quedé boquiabierto viendo tanta sensualidad que desprendía ese cuerpo escultural.

  • Hola, perdona el retraso pero es que no calculé bien el tiempo.
  • No hay nada que perdonar, la espera ha merecido mucho la pena, dije yo con una sonrisa en la cara.

Nos dimos dos besos y acto seguido llamó a su marido.

  • Pedro, ven aquí.
  • Dime cariño, ¿ya estás?
  • Sí. Vete por la tobillera que tienes que ponérmela.

Qué raro, pensé, tanto tiempo acicalándose y no le ha dado tiempo a ponerse la tobillera y encima le manda al marido por ella. No entiendo nada.

Ella se sentó en una silla enfrente al sofá y me dijo. Tú siéntate ahí en el sofá y sigue tomándote la cerveza tranquilamente.

Me senté y la miré, ella me miró y bajó la vista hacia su falda, como diciéndome, mira que cortita es y que piernas se me ven.

En ese momento llegó Pedro con una cadena con un colgante que no pude distinguir desde yo estaba. Y sin decir nada se arrodilló delante de ella y se la puso en el tobillo izquierdo. Ella hizo un giro de la pierna dejando sus piernas abiertas enfrente a mí. No me lo podía creer, me estaba enseñando el tanga que llevaba, minúsculo, negro, se le notaba todo coñito rasurado con una tirilla de pelitos encima del tanga.

Ella me miró y se rió. Ufff, delante de su marido me estaba enseñando su zona más íntima, con todo el descaro. El marido no levantaba la mirada y no se dio cuenta que yo estaba absorto mirando el coño de su esposa y ella enseñándomelo sin pudor.

En eso que ella dijo:

  • El as de picas hacia fuera, cariño, que se vea bien, ¿de acuerdo?
  • De acuerdo cariño, como digas. Dijo Pedro, mientras le terminaba de colocar la tobillera.

Cuando se levantó su marido del suelo, tras haberle puesto la gargantilla, dijo, bueno cielo, me voy a la cocina que se me quema la comida.

  • Bien, no te preocupes por nosotros, que ya nos vamos.

Él se metió en la cocina y Marisa me miró sonriente, se levantó de la silla me dio la mano y me llevó hacia la puerta para irnos.

  • Cariño, despídete de Ángel.
  • Hasta luego Ángel, perdóname que no salga pero es que ahora no puedo. Pasadlo bien.
  • Lo haremos cielo, no me esperes despierto que seguramente vendremos tarde, ok?
  • De acuerdo. Hasta luego.

¿Que vendremos tarde?, ¿qué tenía pensado Marisa, traerme luego a su casa cuando acabemos de la velada?, dios mío, me estoy muriendo de excitación. Espero que me explique algo cuando estemos solos, estoy un poco confundido y no quiero sacar las cosas de contexto, pero todo me parece un poco extraño.

Bajamos por el ascensor, ella me miraba y se reía. Me preguntó que qué tal el viaje y cosas sin importancia, como para romper el hielo. La verdad es que funcionó pues yo no sabía que decir después de lo que había visto.

Nos montamos en el coche y me dirigió donde quería ir a cenar. Al sentarse en el asiento del copiloto, abrió las piernas con esa minifalda, que no se veía nada pero era muy excitante, no dejaba de mirarle las piernas y cuando subía la vista, sus tetas, había mucho donde mirar...

  • Mira a la carretera que nos la vamos a pegar, me decía ella riéndose.
  • Lo siento, es que estás impresionante. Estás divina y muy sexy.
  • ¿Te gusta como me he preparado para ti?
  • ¿Esto lo has hecho es para mí?
  • Pues claro, no me invitan a una cena todos los días y hay que aprovechar para ponerse guapa de vez en cuando.
  • Pues sí que lo has conseguido, voy a tener que ir de guardaespaldas, pues seguro que tendrás muchos moscones alrededor.
  • No te creas, ya verás como no. Vamos como si fuéramos pareja y se cortarán de darme el coñazo. Tú déjame a mí.

Llegamos al restaurante en cuestión y nos dirigimos a la puerta.

  • Agárrame de la cintura, que eres mi pareja, hay que empezar desde el principio para que no se note que no somos pareja. Dijo ella con voz maliciosa y una sonrisa perversa, sabiendo que llevaba las riendas y se estaba divirtiendo entre su descaro y mi incredulidad.
  • ¿Mesa para dos, tienen?, pregunté al metre.
  • Sí, por favor.

Nos llevaron a una zona como más reservada. El metre se pensaría que somos novios y querríamos intimidad y yo no puse objeción al sitio.

Nos acomodamos y pedimos la cena. Mientras nos la preparaban nos trajeron una botella de vino de reserva que pedí yo y ya me empecé a envalentonar.

  • Oye, Marisa, necesito que me expliques que ha pasado en tu casa, me he quedado de piedra y no sabía como reaccionar allí con tu marido.
  • Jajaja. ¿No te ha gustado la cerveza que te puso mi marido? ¿O te refieres a otra cosa?
  • Qué mala eres. Ya sabes a qué me refiero. Tu marido allí poniéndote la tobillera y tú enseñándome tus braguitas, cochinorra.
  • Eso no ser mala. Eso es ser morbosa. Me encanta hacer que mi marido me vea así vestida delante de los demás y lo de la tobillera era para darle más morbo a la situación. ¿no te gustó que estuviera allí arredilado delante de mí mientras yo jugaba contigo?
  • Me encantó, pero si te llega a pillar, hubiera sido un compromiso para mí.
  • No, en absoluto. ¿sabes que significa la tobillera que le hecho ponerme?
  • No, ¿es que tiene significado?
  • Pues claro. No hace mucho entré en el ordenador de casa y me dio por investigar en qué páginas de Internet entraba mi marido y descubrí que le gustaban la páginas guarras. Al principio lo vi lógico, pues nosotros hacemos poco el amor. No se excita como antes, debe estar con la pitopausia, pero con las páginas porno de Internet por lo visto se debe excitar.

Así que un día le espié. Me fui a la cama pronto y él dijo que se iría al ordenador. Al cabo de un rato me levanté sigilosamente y desde la puerta observé lo que hacía. Estaba pajeándose mirando páginas porno, hasta que se corrió y me fui a la cama sin que se diera cuenta.

Al día siguiente fui al ordenador a investigar que porno le excitaba para poder usarlo yo y ponerle como una moto y volver a retomar nuestra vida sexual y cual fue mi sorpresa que descubrí páginas de cornudos, corneadores, sumisos, etc.

Empecé a investigar y descubrí que una Q dentro de un as de picas, significa que tu marido es un cornudo y tú eres libre para follar con quien quieras con su consentimiento.

Pedí la tobillera por Internet y la puse a su nombre para fuera él a recogerla. Jajaja. Si llegas a ver la cara que puso cuando abrió la caja y descubrió lo había dentro... te mueres de la Risa, al menos yo me estuve riendo más de media hora.

  • y... ¿qué pasó?
  • Había dos opciones, que le gustaran esas páginas porque se ve como un macho alfa y semental o porque le escita ser sumiso y cornudo. Como le conozco, de macho semental tiene poco así que… pasço lo que has visto hoy. Que él asumió que le excita que pueda dar placer a otros hombres, pero que le daba vergüenza decírmelo por si dejaba de quererle y cosas así.

No sabíamos cómo empezar a ponerle los cuernos y al recibir tu nota, se me encendió la bombilla y tú eres el elegido para la experiencia, llamé rápidamente a Pedro y le pareció perfecto. ¿te molesta ser el conejillos de indias?

  • Jajajaja. Pues la verdad es que todo esto me excita mucho, eres la hostia. Jajaja.
  • ¡Qué alivio!, pensé que te asustarías.
  • ¿Asustarme? Nada más lejos de la realidad. Además has dado con la persona perfecta para hacer esto.
  • Anda no seas prepotente.
  • Jajaja. Ni mucho menos, ahora te explico.

Resulta que yo estoy divorciado y con mi mujer jugábamos al rol de zorra-cornudo, donde yo era el cornudo, jajaja. Así qué se muy bien de qué va todo esto y ahora estar en el papel de corneador, sabré hacerlo a la perfección, pues sé lo que le gustará a él. Y espero que a ti también.

  • ¡¡¡No jodas!!! Y qué pasó, ¿por qué te divorciaste por que desapareció el amor?
  • Se nos escapó de las manos y me engañó. Cuando dejó de contarme sus hazañas, cuando se veía a escondidas con su último macho, me di cuenta que ya no había morbo, que la situación resultaba dolorosa. Se lo comenté y me dijo que me aguantara. Que todo el mundo ya sabía que era un puto cornudo y se hizo insostenible la situación. Estuvieron viviendo juntos en mi casa casi un año y yo allí con ellos. Al principio me gustaba la humillación que me hacían pasar dentro de nuestros juegos pero cuando las cosas salieron de las puertas de casa a la calle, ya no pude con ello.

Se iban de fin de semana juntos y me mandaban fotos y videos de lo que hacían y lo bien que se lo estaban pasando. Hasta que una vez me obligaron a ir con ellos. Les hacía de chofer y ellos detrás haciendo de todo. Eso no me molestaba, me excitaba, pero lo que sí me molestaba que fuera de ahí no sabían comportarse y seguían ellos como pareja y yo detrás de maletero, de pagador de sus cenas copas, pero delante de la gente ya no me gustaba tanto, así que aguanté un año más y se acabó.

Por eso te digo hasta donde llegar con esta situación y evitar los errores que yo cometí. Además, saber que soy el primero, me pone que te cagas. Le vamos a poner como una moto, aunque ya veo que tú sabes muy bien de que va esto.

  • Ya lo creo. Me he empapado todas las páginas de cornudos y he entrado en foros y más o menos, con eso y conociendo a mi marido, creo saber como excitarle y que nuestra vida sexual sea diferente y excitante.
  • Pues empecemos la fiesta. Que debe estar que se muerde las uñas.
  • Y ¿qué propones hacer?
  • Vamos poco a poco ya verás.

Te vas a ir al baño y le vas a escribir un mensaje, diciéndole algo así como... este tipo me está poniendo muy cachonda, saber que estoy casada le ha dado alas y estoy muy mojada, tendrías que estar aquí y lamerme el coñito como un perrito fiel y calmar mi sexo.

Luego te haces una foto del Chichi metiéndote un dedito y se la mandas. Después  vienes y esperamos a que conteste.

  • Uffff, realmente no será mentira, me estás poniendo muy cachondona. Jajaja. Ahora vuelvo.

Yo me quedé esperando tranquilamente saboreando el segundo plato cuando apareció un mensaje en el móvil.

“¿Te gusta la foto?, ¿le mando está?”

“Guauuuu, perfecto, mándasela.”

Se me puso la polla polla a 100, me empalmé ne décimas de segundo con la imagen que me enseñó.

Realmente estaba excitada. Que rajita tan rica tenía mi acompañante, pensé. Me lo voy a comer enterito.

Al cabo de pocos minutos regresó ella con una sonrisa de oreja a oreja. Se sentó a la mesa y me dio el teléfono para que lo viera.

Al encenderlo, estaba la conversación que había tenido con su marido.

“Madre mía, cariño, de verdad estás excitada, ya lo veo”

“Es que este hombre me pone mucho y además es muy simpático. No sé si decirle lo poco macho que eres para ver qué pasa.”

Ahí se quedó la conversación y en ese momento entró otro mensaje.

  • Toma, acaba de mandar un mensaje tu marido. Léelo y me cuentas.
  • Léelo tú y dime lo que pone.
  • Dice: “ No cariño, aún no le digas nada, no vaya a ser que se acojone y no quiera seguir. Sigue poniéndole cachondo y ve contándome”
  • Jajaja, que bueno. ¿Y qué le contesto?
  • Tranquila, ya le contesto yo: “¿es que te estás echando para atrás?, ¿solo quieres que le ponga cachondo y ya está?
  • Muy bueno, sí señor, a ver qué dice.
  • Ahora, no le hagas caso en un rato. Hay que ponerle nervioso.

Efectivamente, dejamos el teléfono encima de la mesa y escuchamos que mandaba mensaje tras mensaje. Los íbamos leyendo pero sin contestar.

Decía que tenía dudas, pero que si ella quería que adelante. Que estaba nervioso por la situación, qué por qué no contestaba. Que qué estaba haciendo….

Nosotros nos reíamos y acabamos la cena.

  • Ahora dile que si es cierto que quiere que te lo demuestre y que te mande una foto de su estado, pero que se ponga unas braguitas tuyas y según como le veas, actuará en consecuencia.
  • ¿no será muy fuerte?
  • No tranquila ya verás como cumple como un buen calzonazos.

Efectivamente al cabo de 2 minutos sonó el nuevo mensaje del móvil y con foto.

Nos reímos mucho al ver la foto y decidimos dedicarnos a nosotros en vez de a él.

  • Ahora deberíamos a ir a otro sitio a tomar algo.
  • Por mí perfecto.

Salimos del restaurante y me llevó andando a una zona de pubs. Íbamos agarrados por la cintura. Yo, en un momento dado me atreví a darle un beso en los labios, ella se giró del todo y me respondió con un beso increíble. Estuvimos un buen rato besándonos en la calle, con gente pasando a nuestro lado. Acariciándonos la espalda, el culo, era pura lujuria. Aún no habíamos tenido sexo, pero esa sensación fue por mucho, más placentera que otras situaciones puramente sexuales. Me invadió una sensación de energía, de poder, de ser el controlador de la situación, tremenda.

Nuestros labios se despegaron, nos miramos a los ojos y sonreímos. No dijimos nada, no hacía falta.

Pasamos por delante de un bar y le dije a Marisa que me apetecía tomarme un café y que me habían aconsejado el de ese bar.

  • Ok, me parece bien. Así te despejarás un poco de todo el día, pues esta noche vas a dormir poco, me temo. Dijo ella entre risas.
  • Eres muy golfa, ¿lo sabes, verdad? No me imaginaba que fueses así y la suerte que he tenido encontrándote.
  • La suerte ha sido mutua,

Dijo ella, mientras se arrimó a mí, cara con cara, desafiante, a menos de 5 cm el uno del otro y su mano apretaba mi prominente bulto que tenía debajo del pantalón.

Entramos en el bar y le dije que se fuera a quitar el tanga, que iba a tocarla allí descaradamente y el tanga me molestaba. Ella con su genial sonrisa de pícara colegiala, se quiso ir al baño, pero la paré.

  • ¿Dónde vas?, te lo quitas aquí y ahora.
  • ¿No jodas?, ¿y yo soy la golfa?, pues tu eres el pervertido. Jajaja.

Disimuladamente se fue quitando el tanga, hasta que cayó al suelo y me agaché yo, prudentemente, sin que nadie se diera cuenta, y lo recogí. Ahora tenía el chochito libre y la vista mía y de todo aquél que se percatara y mirara a su entrepierna.

Pedimos dos cafés y seguimos a lo nuestro.

  • Bien, ya lo he hecho. Ahora tú tienes que mostrarme tu herramienta, que me tienes loca de la curiosidad. Quiero vértela.
  • Es justo lo que pides,

Me desabroché la cremallera y se la enseñé. Ella al verla, allí, con gente alrededor que podía verme en cualquier momento, la agarró para semi esconcerla, pero se hacía cada vez más evidente que mi polla creía y crecía por segundos.

En ese momento hice una foto con el móvil y me fijé bien que tenía un arito en el chochito. ¡Dios mío! Como me excita eso en una mujer.

No pude resistir más y quise penetrarla allí mismo, un poquito, para comprobar que sus jugos resbalaban por su muslos sólo de pensar que mi polla entraría en su conejito.

La operación fue rápida y efectiva. Metí mi polla en su rajita durante unos segundos. Allí sentados en unos taburetes, en la barra de una cafetería, con gente cerca de nosotros y encima haciendo fotos con el móvil. Más descarado no se puede ser.

Pensé que cuando le metiera la polla a Marisa, estaríamos desnudos, en una cama, disfrutando de nuestros cuerpos, pero… no fue así, fue morboso, erótico, especial. Ya se sabe que lo que no se planea sale siempre mucho mejor.

Por cierto… el café estaba muy bueno.

Salimos de allí y nos dirigimos a un pub con luz tenue y muy confortable.

En ese momento le dije a Marisa que mirase el móvil a ver si había algún mensaje del cornudo de su marido y nos pusimos a leer. Había muchos mensajes, pero el mejor fue el último

“Cariño, ya veo que no me contestas, supongo que te estarás dedicando en cuerpo y alma a tu macho. Bueno te dejo, no molesto más, solo decirte que me encantaría saber que estás haciendo, me conformaré con que me lo cuentes cuando regreses. Te quiero.”

  • ¿Le decimos algo, o le hacemos esperar un poco más?
  • Sí, hazle esperar y le mandaremos una foto para que veas cómo te lo estás pasando, pero dentro de un rato.

Nos sentamos en unos sillones, pedimos unas cervezas y empezamos a jugar. A meternos mano, la principio discretamente, besándonos, acariciándonos…

otra cerveza. Más beso, mis manos en sus tetas, mi boca en la suya, en su cuello. Sus manos sobándome por encima del pantalón…

Otra cerveza. Ya no podía disimular mi bulto en el pantalón y, la verdad, no me importaba que se notara, que todo el que me viera supiera cómo me estaba poniendo la putita mujer casada con la que me estaba magreando.

Ya la cosa se descontroló un poco. Ella sacó mi polla del pantalón, con todo el descaro del mundo y empezó a hacerme una paja.

¡Qué manos más sabias! Mi polla empezó a tomar medida. Ella miraba fijamente a mi sexo, sin importarle que alguien pudiera vernos. Yo estaba en otro mundo, solo respiraba y la miraba. Esa cara de lujuria, de deseo, con ganas de metérsela en la boca para saborear mis jugos.

Estuvo así un ratito, jugando con ella. La guardaba, la sacaba. Cuando se acercaba alguien, ella se arrimaba mucho a mí, me besaba, me rozaba con sus tetas, notaba sus pezones duros, y así ocultaba mi polla a la vista de los que pudieran verme.

En un momento dado, cuando nadie miraba se agachaba y saboreaba la puntita de mi polla, poniéndome a mil por hora. Hacía lo justo para tenerme muy excitado. La cabrona sabía como controlar la situación y como controlarme a mí.

Me cambiaba de conversación, hablando del trabajo, cuando veía que me tenía muy duro y eso hacía que me bajase la excitación, pero nunca dejaba de agarrarme la polla mientras me miraba y hablaba.

Estuvimos así bastante rato y le dije que me mostrara algo de ella, así me tranquilizaría un poco. Quería vez esos pezones como escarpias que me rozaban cada vez que se acercaba a mí. Tenía unos pitones increíbles, además de unas tetazas de locura. Se podía observar su excitación sin que se desnudase.

A ella, por lo que pude observar, le encantaba el exhibicionismo, ese morbo especial que hay en que puedan pillarte y me aproveché de eso para pedirle que hiciese algo fuera de lo normal, a ver hasta donde llegaría ella con este juego.

Luego le propuse algo más arriesgado, algo más fuerte.

  • ¿Qué te parece si te metes la botella de cerveza en el chochito, te hago una foto y se la mandas a tu marido, diciéndole que soy un pervertido y que crees que la iniciación de sus cuernos será mejor de lo que jamás pensamos?
  • ¿cómo?, ¿que me meta la botella?, no me entrará y menos aquí, es complicado.
  • No, cielo, la botella no, solo la puntita, que note lo salida que estás y las cosas que te obligo a hacer. Eso le pondrá como una moto. Ya lo verás.
  • Ok. Pero espera que no haya nadie y me haces la foto con mi móvil.

Cuando hubo oportunidad hizo lo que le pedía y ella empezó a gustarle, ya que estuvo un buen rato jugueteando con la botellita en su conejito. Al principio parecía reacia pero luego... casi se masturba con la botella, la muy guarra.

Después de meterse la punta de la botella dio un trago y puso sus labios en la zona donde segundos antes tenía el coño y se recreó pasando su lengua de forma sensual por la boca de la botella.

Es una de las escenas más sexys y eróticas que he vivido nunca en primera persona.

Después de eso le mandamos la foto al cornudo y servil, que tenía mi putita por marido.

La reacción del mismo fue instantánea.

“CARIÑO, ¿qué me has mandado?, estás loca?????”

“si no te gusta que me traten como a una ramera y yo goce como una verdarea hembra... dejo este juego ahora mismo”

“NOOOO, ni se te ocurra, estoy nervioso, no soy capaz de pegar ojo y me tienes excitadísimo, mira...”

y el cerdo del cornudo le mandó una foto de su miembro en erección total.

Nos reímos y decidimos pasar de él. Queríamos saber que estaba disfrutando como un enano, al igual que nosotros con la situación que estábamos provocando.

Así que desde ese momento ya no volvimos a hacerle saber nada más de nosotros.

  • Marisa, me has puesto como una moto y tengo ganas de follarte ya.
  • Bien, te propongo que nos terminemos la consumición y nos vayamos...
  • ¿Y donde tienes pensado que vayamos?,

dije yo, pensando que nos iríamos con el coche a algún sitio escondido y que follaríamos en la parte trasera del coche.

  • A mi casa, claro. Me encantaría terminar la noche de forma que mi marido sea y sepa definitivamente que es ser un cornudo y si lo asumirá de ahora en adelante o se rajará.. ¿quieres ser nuestro macho iniciador de mi marido?
  • ¿Hacerlo delante de él y procurar que él lo disfrute también?
  • Efectivamente esa s la idea. ¿qué te parece?
  • Que vuestra ida cambiará desde esta noche. Empezaréis a vivir vuestra relación desde otra perspectiva. Me parece bien. Empecemos.

Me plantó un besazo en la boca, me lamió los morros, me abrazó, parecía casi era de amor su actitud.

Me levantó, me cogió de la mano como a un enamorado y nos fuimos dirección a su casa.

En el camino al coche no dejó de abrazarme, de tocarme, de besarme...

En el coche siguió acaramelada a mí y esa situación me gustaba, me hacía sentirme el dominador, el dueño de la situación.

Llegamos a su casa. Estaba nervioso aunque no se me notara, tenía que ir de macho corneador, duro y en mi lugar, aunque por dentro no sabía muy bien estar seguro de hacerlo bien, pero lo vi tantas veces en mi vida anterior que seguro que sabré hacerlo, me decía a mí mismo.

Las luces apagadas, no hicimos mucho ruido. Ella me dijo si quería tomar algo. Le dije que me apetecía algo caliente.

  • ¿Un té?
  • Noooo, jajaja, tu chochito. Me refiero a tu chochito.
  • Uyyy, que malo eres, qué tonta soy, jaja.
  • ¿Y tu marido, donde está?
  • No tengo ni idea, supongo que estará espiándonos, y si está dormido no pienso despertarle, que se despierte cuando empecemos a chillar de placer. ¿no crees?
  • ¿Y yo soy el malo?, eres una víbora.

Se desnudó del todo delante de mí y empezó a tocarse lujuriosamente, contoneándose como una zorra profesional. ¡qué cuerpazo, Dios mío!

Yo estaba algo intranquilo sin saber donde estaba su marido, me ponía nervioso no saber si nos estaría mirando o se lo estaba perdiendo por quedarse dormido como un ceporro.

Se agachó, se arrodilló ante mí y me desabrochó el pantalón, lo bajó, quedando mi polla erecta a la altura de su cara de viciosa.

Comenzó el ritual de la mamada, me encantaba lo que me estaba haciendo. Yo empecé a dejar de pensar en Pedro, solo pensaba en el placer que me estaba dando la boca de esa mujer arrodillada ante mí.

En un momento que abrí los ojos y giré la cabeza, vi de raspajillón al cornudo de la casa, mirando desde la esquina del pasillo, con la mano en su polla, machacándosela como un mono. Eso me hizo gracia, tantas veces lo había hecho que me reí sin poder remediarlo. Él no se dio cuenta que le había visto, pero sí que le daría una buena excusa para que se pajeara adecuadamente.

Coloqué a marisa de tal manera que le ofreciera una buena visión de la boca de su mujer tragándose mi rabo entero.

Ya estaba muy caliente y decidí levantar a mi amante y colocarla encima de mí y empezar a penetrarla suavemente.. entré en ella como un cuchillo corta la mantequilla. No opuso nada de resistencia su chochito. Estaba empapada. Empezó a moverse, primero despacio, besándome lentamente y poco a poco empezó a coger velocidad, estaba muy excitada. No me puse protección y creo que eso a ella le excitó más cuando se lo dije.

  • ¿me pongo preservativo?
  • A buenas horas, joder, a buenas horas. Fóllame bien follada.
  • ¿Avisamos a tu marido para que te vea?
  • Que se joda, tú folla a tu putita, vamos, cabrón, folláme más fuerte, quiero notarte bien dentro.

Esas palabras me excitaron muchísimo y empecé a acompañar su movimientos con los míos, mientras miraba a su marido en la esquina pajeándose y sin decir nada. Me estaba follando a su mujer sin preservativo en su puta cara de cornudo.

Cuando estaba a punto de correrme, me paré. No quería correrme tan rápido, deseaba que esto durara más tiempo y gozar de la situación todo lo que pueda.

Me acerqué a su oreja y empecé a chupársela y le dije bajito.

  • Tu cornudo está en el pasillo pajeándose, me encanta la visión.
  • ¿ah, sí?, pues cambiemos de postura, quiero mirarle  la cara mientras me follas.

Se sacó mi polla de su coño y se puso a cuatro patas mirando hacia el pasillo, para que la follase por detrás. Así los dos podríamos estar mirando al cornudo mientras follábamos.

Me mostró su pedazo de sexo, rico, increíble, palpitando, esperando a ser penetrado.

Aceruqé mi sexo al suyo y se lo metí de un golpe asta dentro, lo que hizo que ella diera un grito de placer que tendría que oir su marido sin lugar a dudas.

En eso, Pedro asomó la cabeza y se dejó ver. Tenía la polla dura como un mástil y no dejaba de mover su mano y sus ojos se quedaron fijos en los de ella. Era una mirada de morbo, de placer, mezclada con impotencia y un sin saber que hacer.

  • Te gusta lo que ves, cariño?, decía ella mientras se movía hacia delante y atrás al ritmo de mis embestidas.

Él callaba. Supongo que al ser la primera vez estaba cortado y no sabía como reaccionar.

  • No te gusta como goza tu hembra conmigo?, ¿dejo de follarla o sigo? Tu decides?. Dije yo para que hablara algo y no se quedara con esa cara de pánfilo y embobado que tenía en ese momento.

Seguía sin decir nada, solo movía su mano por su falo, cada vez más rápido.

  • ¿sabes que tu mujer me ha dejado follarla sin preservativo?, lo mismo quiere que la preñe para ti.

A ver si así despertaba ya de su letargo. Pero ni por esas.

  • Pégame en el culo, que vea como gozo contigo, a ver si se corre pajándose mientras me haces conmigo lo que quieras.

Eso me resultó extraño, pero lo hice. Empecé a pegarle en las nalgas, y con cada palmetada, decía.

  • Ayyy, más, más fuerte, dame, dame todo.

Seguía metiendo mi polla todo lo más dentro que podía y sacudiéndola en su culito cada vez más fuerte. En cada embestida, ella chillaba más y más.

Le di bastante fuerte y se la clavé a la vez, en ese momento, empeczó a a arquear el cuerpo y metió la mano por debajo tocándose el coño y mis huevos. Agarrándomelos con fuerza, como para que no se escapara mi polla de dentro de su coñito. Sus chillidos eran bastante claros y evidentes de que se estaba corriendo como una perra.

  • Mira como se corre esta puta que tienes por mujer, ves?, increíble, que zorra tienes en casa amigo. Mira como goza.

Ella no podía decir nada, solo suspirara y decir, ¡Diosss! ¡Diosssss!, ¡Diosssss!

En ese momento, él aceleró su paja y empezó a eyacular como un cerdo, cayendo todo su semen en el suelo del pasillo. Del goce, se cayó al suelo de rodillas, jadeando como un perrito.

Cuando ella entró otra vez en su cuerpo y empezaba a ser persona otra vez, se dio cuenta de lo que había pasado, se empezó a  reir. Sacó mi polla de su coño y fue donde estaba su marido. Él de rodillas y ella de pié, dando una imagen de superioridad ante él.

  • Buen perrito, buen marido, buen cornudo. Me has hecho feliz, mi cariño, pero... esto no ha acabado. Nuestro invitado no se ha corrido aún y tendré que dedicarme a él un ratito más. ¿no te importa, verdad?
  • Claro que no, cielo, tú sigue con lo tuyo, yo miraré.
  • Ahora nos vamos a la cama y tú mirarás desde la puerta, me excita que nos espíes.
  • Lo que tú digas mi amor.

Yo estaba allí como un objeto, nadie me pedía consejo, jajaja, y es que en estos casos, son ellos los que mandan y ponen las premisas.

Me fui con ella a la habitación, pero... como tenía la polla aún muy dura, pensé que era buena idea llevarla insertada.

Esta zorra no tiene fin. Es muy viciosa. Me cuesta creer que no le haya puesto los cuernos a su marido antes. Sabe muy bien como manejar los tiempos, las palabras, las frases, las formas...

Yo encantado de todo lo que estaba sucediendo. Me encontraba en mi salsa. No tenía que ser yo quien llevara la batuta, era ella y lo hacía de forma magistral.

Llegamos a la cama, sacó un bote de gel y me dijo.

  • Ahora quiero que me taladres el culo, para que vea ese pichafloja como se folla un culo, él nunca a sido capaz de metérmela en el culito.
  • ¿Verdad, cielo que nunca has sido capaz de follarme el culito?
  • No, mi amor, nunca pude.
  • ¿Ves?, este tío no sabe, pero tú sí sabes, ¿a qué sí?
  • Por supuesto. Si quieres le enseño como se hace.
  • Jajaja. Sí enséñale, seguro que se hace otra paja viéndonos.

Nos metimos en la habitación de matrimonio, para mancillar el lecho conyugal con una sesión de sexo infiel con consentimiento de ambas partes. Eso me hacía ponerme muy burro. La sensación de poder que tenía Marisa ante su marido y la sensación de ser utilizado para sus fines, me hacía sentirme enorme, ser alguien intocable y eso me gustaba.

Tumbé a mi amante en la cama boca arriba.

  • Primero quiero follarte el coñito un poco para ir mojando bien mi polla dentro de ti y que te vayas abriendo.
  • Sí, por favor, fóllame delante de mi querido esposo. Quiero que me vea disfrutar como una perra.

Comencé a follarla con agresividad delante del cornudo, empujaba con fuerza, la insultaba, le insultaba a él también, estuvimos un buen rato jadeando y sudando, hasta que en un momento ella me dijo algo que me dejó alucinado.

  • Pégame.
  • ¿qué?
  • Que me pegues, coño. Pégame.
  • ¿En la cara?
  • Sí, vamos, pégame.

Marisa estaba fuera de sí. Quería que le pegase. Nunca había pegado a nadie y no sé si sabré hacerlo, pero… todo es empezar.

La pegué con la mano abierta en la cara, no muy fuerte.

Noté como ella se convulsionaba, noté que le gustaba. Jamás había estado en una situación semejante. Volví a sacudirla, ya un poco más fuerte y ella reaccionaba con jadeos mayores y retorciéndose de gusto.

Seguí pegándola en la cara, la tenía roja. Yo pegándola delante de su marido, ella gozando y él impávido, sin inmutarse, con la polla a reventar. Les gustaba a ambos que yo maltratase a su esposa.

Le di otra bofetada, no eran muy fuertes, pero como ya llevaba unas cuantas, su cara estaba roja como un tomate, sus ojos saltones y cara de lujuria. Cuando le di la última estalló en una corrida increíble. Empezó a convulsionar, su coño parecía una fuente, no paraba de chilar ¡Diossssssssssss!, ¡me muero, me muero!

Yo seguí empujando para correrme con ella, pero no pude, apretaba tanto las piernas y se puso tan tensa que era incapaz de moverme, me tenía inmovilizado. Me araño, me mordió. Estaba como loca. Su orgasmo duró al menos un minuto largo. Fue indescriptible lo que conseguí con ella.

Cuando se relajó. Me miró, me besó como lo hizo en la calle, con dulzura, pasión y sensualidad.

Me sentí un poco raro, estando allí su marido que había sido espectador de la alucinante corrida de su esposa, pero rápidamente ella rompió esa situación diciendo:

  • Joder, cariño, nunca me había corrido así, no sabía que podría correrme así, casi me desmallo. ¿ves como tenía yo razón que no tienes ni puta de idea de tratar a una mujer como yo? A ver si aprendes, cornudo de mierda.
  • Ya lo veo, cielo, ha sido espectacular. Me ha encantado.
  • Pues si me dejáis que opine… jamás había visto correrse a una mujer como se acaba de correr la tuya.

Todos nos reímos y nos tumbamos en la cama. Al rato ella dijo que si tomábamos algo que estaba deshidratada. Yo dije que perfecto.

Ya en el salón los tres, desnudos…

  • Ha sido una velada fantástica, espero que podamos repetirlo en más ocasiones.
  • ¿qué?, a ver si te crees que has terminado, guapito. Aún no te has corrido y queda pendiente que sodomices a mi mujer.
  • Jajaja, por mí encantado, pero no creo que ella esté para más sesión de sexo esta noche.
  • ¿Pero tú que te crees?, tú no te vas de aquí hasta que se haga de día. Para una vez que pillo a un buen macho follador… tú no te vas tan pronto, dijo ella entre risas.
  • Joder, pero que para de viciosos sois. De acuerdo, pero en esta ocasión, quiero que Pedro me ayude.
  • ¿qué propones?
  • Cuando descansemos iré a dar por el culo a Marisa, te mostraré como se debe hacer y cuando ya esté bien insertada… tú le vas a follar el coño. Quiero que tenga dos pollas dentro. Le dolerá si es la primera vez, pero como hemos descubierto esta noche, le encantará a la muy zorra.
  • ¿Estás de acuerdo Marisa?
  • ¿Tú crees que mi perrito estará a la altura?
  • Por supuesto, tu es que no has visto como tenía la polla de dura cuando te estaba follando. Seguro que no nos fallará. Yo confío en él.

Aclarado este punto, estuvimos tomando un refrigerio y unos frutos secos durante un ratito. Me levanté y me fui a su habitación sin decir nada. Yo actuaba como si fuera mía la casa.

Al ratito vino ella con una sonrisa picarona y detrás él a cuatro paras por todo el pasillo.

  • Venga perrito, ponte ahí y observa como es enculada tu mujercita.

Ella se puso a cuatro patas para que la sodomizara, pero…

  • No Marisa, no, primero tienes que estar muy caliente y excitada para que dilates bien, así que alguien tiene que comerte el coño y ese será tu marido. Vamos perrito, come el chochito de tu ama y lubrícamela bien.

Él, sin el mayor apuro, se subió al a cama y empezó a lamer el coño de su mujer. Lo hacía tan mal que le tuve que apartar.

  • Mira, inútil, mira como se hace.

Tomé las riendas y me agaché, empecé a pasar mi lengua por sus labios exteriores, y de vez en cuando pasaba por su clítoris aún hinchado. Notaba como respondía a mis caricias linguales.

Poco a poco me fui centrando en su clítoris, lo metí entre mis labios y succionaba despacio a la vez que empecé a meterle un dedo en su rajita, luego dos dedos y los movía acompasadamente.

Cuando lo creí oportuno metí un dedo en su agujerito trasero manteniendo los dos dedos dentro de su rajita. Ella dio un respingo. Lo tenía muy cerrado y lo apretaba al notar mi dedo hurgando en su ano.

  • Relájate, zorrita, no te pasará nada, relájate.

Empecé a mover los dedos en círculos, eso nunca falla, para relajar el esfínter y dilatarlo un poquito. Poco a poco empezó a dejarse llevar y relajarse.

La puse a cuatro patas y me mojé la polla con el gel lubricante y un poco en su culito. Metí dos dedos, ya en esa posición y descubrí que no hacía presión, ya la tenía lo suficientemente relajada para poder insertarla con mi polla.

  • Ahora acércate, cornudín. Mira como se la meto. ¿ves?, poco a poco, observa.

Así es como tiene que estar el culito. Bien preparado

  • Ahora se pone la punta en el agujerito, ¿ves?

  • y poco a poco se va metiendo la puntita primero

  • Hasta poder meterla entera. ¿Has captado la idea? Y ella ni se ha inmutado.

Mentira, jajaja, ella si que se inmutó, se quejó un poco al principio, pero según iba entrando mi polla despacito iba abriéndose ella el culito para que la metiese entera y hasta el fondo.

Una vez bien metida empecé a moverme para ir follándola y que su agujerito se fuese dilatando y amoldándose a mi polla, cosa que conseguí en poco tiempo.

Seguí así un rato, escuchando los gemidos de ella y los sonidos que hacía él mientras se masturbaba. Marisa no podía decir nada, estaba concentrada en sentir mi polla dentro que no podía decirle a su marido lo cornudo y mierda que era, pero seguro que lo estaba pensando.

Cuando ya noté que su culo estaba bien abierto y mi polla entraba y salía perfectamente, le hice darse la vuelta, para que Pedro pudiese ver bien como tenía mi pollón bien insertado en su culo y su coño a disposición para qué posteriormente él ingresara su pollita dentro del coño de la puta que tenía por esposa.

Él casi se corre de ver a su mujer siendo sodomizada por una polla desconocida y lo fácil que me había sido doblegar el ano virgen de su mujer.

Le dije que se pusiera encima y que se la metiese en el coño.

  • Me voy a morir si me la mete, lo juro me muero. Dijo Marisa, ya empezando a estar fuera de sí otra vez.
  • No hagas caso, y fóllatela, como un buen macho, venga campeón.
  • Lo intentaré. Estoy muy excitado.

Pedro se montó encima y poco poco noté sobre mi polla una presión. Era la suya entrando en la vagina se su señora, estaba metiéndole su herramienta con mi polla dentro se culo.

Ella no dejaba de gritar que se moría de placer y él empezó a moverse ala compás. Yo noté como si me estuviera haciendo una paja con su polla, notaba perfectamente su polla rozar con la mía atracés de las paredes vaginales de Marisa. Estaba inmovil por el peso de los dos, pero muy excitado.

La presión de las dos pollas dentro de Marisa yla sensación de estar llana, hizo que la zorrita estallase en otro orgasmo convulsivo y más bestial, si cabe que el anterior. No dejaba de apretar con el culo, la vagina, las piernas. Haciía tanta fuerza con todo su cuepro que pensé que me rompía la polla y en ese momento estallé en un orgasmo bestial. Empecé a correrme y agitarme con ella y Pedro no pudo contenerse y se corrió con nosotros.

Hubo golpes, codazos, movimientos, pero en ese estado de euforia solo sentimos placer y como si una fuerza superior nos poseyese a los tres a la vez.

Cuando nos desenganchamos de la posición. Auqelló parecía un desembarco. Que pasada de follada, que pasada de noche, que pasada de sexo, que pasada de pareja.

Lo cierto es fue una de las mejores noches que lo he pasado con una pareja y solo espero que Marisa se quede preñada, de mí o de su marido, y hagamos cositas “diferentes” entre los tres.

De momento lo estamos intentando. Ella quiere quedarse en cinta, espero que lo consigamos y experimentemos todos la vida de un corneador, un cornudo, y su zorra esposa que le ama con locura.