Mi primera cita como sumisa

Una chica que por primera vez se atreve a hacer sus deseos realidad

Había llegado el día. Después de muchas horas de chatear con toda clase de hombres por fin había encontrado uno, de cerca de mi ciudad, que parecía compartir mis gustos y fantasías. Y ahora, después de una temporada conociendonos por escrito, me pedía que diera el paso de quedar con él y hacer realidad esas fantasías.

Le había contado mis fantasías más ocultas, y que nunca había llevado a cabo: ser humillada, exhibida, tratada como una zorra sumisa, obedeciendo sin rechistar. De hecho me había masturbado más de una vez con el hablando de lo que me haría hacer, de cómo me trataría. También le había mostrado algunas fotos mías, sin enviárselas, y con la cara siempre borrada.

Yo soy una chica joven, 34 años, 1,65 de altura, 52 kilos de peso, 85 de pecho, morena con media melena. Como podeis ver por mis medidas no tengo un tipo despampanante, puedo pasar desapercibida si quiero, pero sí me considero a mi misma suficientemente atractiva como para no tener problema para ligar un sábado de fiesta (me refiero a poder elegir, je).El era mayor que yo, 41 años, o eso me dijo. Casado, y de buen tipo según un par de fotos que me mostró. Dominante, pero no por ello carente de amabilidad, y con experiencia en tratar a más de una chica deseosa de ser sumisa como yo. Por supuesto no me quedaba más remedio que fiarme de su palabra, la experiencia en el tema no se podía demostrar.

Ciertamente, no tenía excusa para no quedar. Parecía un hombre atractivo, y el hecho de que estuviera casado me gustaba porque así el debería ser aún más discreto que yo. Además no era de mi misma ciudad, con lo que la probabilidad de conocerle era menor, pero sí de cerca, con lo que no había dificultad para quedar. Era atento conmigo, y su forma de dominarme y de tratarme por el messenger me gustaba y, la verdad, me llegaba a excitar fácilmente. Había dejado que pasase el tiempo mientras nos conocíamos, había hecho que confiara en él, hasta que me propuso dar el siguiente paso y conocernos de verdad.

Así que me dije a mí misma: Diana, o quedas con él, o no vuelves a chatear más con nadie, porque la verdad, no tiene sentido. Me armé de valor, le dije que estaba dispuesta. Eso sí, le avisé de que sólo me comprometía a quedar con él, que tal vez sólo charlaramos y que si no me sentía segura me iría, y que lo más probable es que no hubiera nada de sexo ese día entre nosotros. Y por supuesto, quedaríamos en un sitio público.

A él le pareció todo bien. Sólo una condición: debería ir en minifalda. La que yo quisiera, no tenía por qué ser excesivamente corta. Quedaríamos en la cafetería del Corte Inglés al día siguiente, a las 12 de la mañana. Así se acabó nuestra conversación, y al día siguiente no nos conectariamos, sólo nos veríamos allí a las 12 de la mañana. Ah si, por último me ordeno cumplir una cosa más: por supuesto, no se me debía ocurrir masturbarme ni tocarme lo más mínimo hasta nuestro encuentro.

Llegó el día, y llegaron las 11 de la mañana. Debía vestirme, estaba supernerviosa, pero m armé de valor: tenía que ir, no había opción. Cojí la mini, era una mini sexy pero no excesivamente provocativa, se podía llevar bien, eso sí, tenía algo de vuelo. Me puse la mini, el suje, un top verde, y unas braguitas de encaje, negras, sexys. El top me quedaba ceñido, con un pelín de escote. Para rematar unas sandalias, con un poquito de tacón; no suelo usar mucho tacón, no es muy cómodo. Me vi en el espejo, iba guapa y sexy, pero elegante. Estás loca, me dije. Cojí aire para respirar y salí de casa.

Iba andando por la calle, muy nerviosa, pensaba un sinfín de cosas: lo que pensaría cualquier persona que me conocía si supiese lo que estaba haciendo, el porqué lo estaba haciendo…la gente que me cruzaba por la calle vería en mi a una zorra que va a junto de su amo?

Allí estaba el Corte Inglés, imponente. Entre por la sección de perfumería, y subí los nueve pisos hasta la cafetería. Noté algunas miradas de algún chico joven y no tan joven, y mientras iba en las escaleras automáticas preferí no saber si habia alguien observándome por detrás. Estaba demasiado nerviosa, incluso casi mareada.

Llegué a la cafetería, eché un vistazo y no me parecio verle. Había un par de mesas con señoras de mediana edad, alguna pareja joven, una madre con dos niños, y otra con dos ejecutivos. Miré una segunda vez, y definitivamente no había nadie que pudiese ser él. Tal vez no aparecería? Con todos los nervios que he pasado? Bueno, si no viene mejor, yo cumplí con mi parte, yo he venido como dije que haría. Me senté en una mesa, una en la que no había nadie pegado, y enseguida vino el camarero. Pedí una caña, necesitaba algo fuerte, y una caña a las doce del mediodía para mi lo era.

Entre la caña y los diez minutos que pasaron me tranquilicé bastante. El hecho de pensar que el no aparecería me había sosegado, pero de repente, y sin saber por donde había entrado, lo tenía delante de mi. "Hola Diana" me dijo una voz desde arriba, enfrente de mi, y a la que solo pude responder con un silencioso "hola". Me observó detenidamente antes de sentarse, me clavó su mirada, con la que me indicaba quien era el que mandaba.

La primera impresión fue buena: era atractivo, varonil, y parecía limpio y educado. Además primero me tranquilizó: se presentó, me habló de él e incluso me enseñó una foto con su esposa; charlamos normalmente con otra caña para cada uno. Más adelante, cuando nuestros vasos estaban apunto de quedarse vacíos, entró en materia:

  • Bueno, no hemos venido aquí para charlar de la vida, verdad Diana?

  • No , es cierto.

  • A que hemos venido entonces, Diana?

-

  • A presentarte a tu Señor. Presentate, zorra.

Pensaba en que nos podía escuchar alguien, y además estaba tan nerviosa que no sabía ni que decir. "Presentate, zorra", volvió a decirme, esta vez en un tono más imperativo y con mayor volumen de voz. Supongo que el miedo a que volviera a repetirlo me hizo decidirme a hablar

  • Soy su sumisa Diana
  • Tratame con respeto, por favor
  • Perdón señor. Soy su sumisa Diana, Señor
  • Muy bien zorra. Levántate y date una vuelta

Le miré sorprendida, y el me devolvió la mirada. Esto va en serio, me dije, pero aún así no era capaz de reaccionar. No sabí si debía obedecer a ese hombre, o si debía salir corriendo. Además observaba la cafetería: que pensarían si me estuvieran mirando? Pero otra vez una frase suya me cortó mis pensamientos "Cúal es el problema puta?" Me levante, le miré, me di una vuelta, me quedé allí de pie.

  • Muy bien, has traído la minifalda que te mandé. Mira a tu alrededor…..te gusta que puedan pensar que eres una putita verdad?
  • Si
  • Cómo has dicho?
  • Si , señor.
  • Date otra vuelta, despacito, y siéntate

Ya está, me dije, ya no hay vuelta atrás. Lo estoy haciendo, estoy obedeciendo a este extraño. Me sentía nerviosa, pero estaba empezando a estar excitada. Estaba segura de que alguien se había dado cuenta de la situación, especialmente algún camarero.

Siguó haciéndome algunas preguntas íntimas, dirigiéndose a mí como zorra, puta; no soy capaz de reproducir toda la conversación, pero si recuerdo el final.

  • Bien zorra, y que llevas por debajo de la mini?
  • Unas braguitas señor
  • Bien. Las zorritas como tú no deben usar ropa interior, pero es cierto que no te di ninguna orden, por lo que no puedo castigarte por eso. Ahora vamos a bajar a la planta de moda, y vamos a ver si realmente mereces ser mi zorra. Si no eres capaz de hacer lo que te pido, no serás más que una calentona, y eso no me interesa. Vamos puta, tu delante siempre.

Así salimos de la cafetería, entre alguna mirada. Nos dirigimos a las escaleras automáticas, y bajamos hasta la planta de moda joven, y me llevó casi directamente hacia unos probadores, cerca de los cuales cojió unos jeans, sin pararse en ver cómo eran ni de que talla.

Entramos al probador, al último que había tiró los jeans y cerro la cortinilla. Me miró, y me dijo "Dame las bragas". Casi sin pensarlo me las empezé a bajar, luego levanté una pierna, luego las otras, y se las entregué como me ordeno. Estaba empezando a estar excitada de verdad…le estaba dando mis bragas a un desconocido!

Las cojió, las miró, las olió. "Es una pena, son muy bonitas. Pero ya sabes que una sumisa nunca debe llevarlas" y acto seguido las rompió. No me atreví a protestar, y estaba más excitada aún. Las tiró al suelo.

  • Esta es tu prueba de iniciación: Quítate toda la ropa, menos las sandalias, y ponla en esta esquina en el suelo. Me esperas así aquí de pie, mirando hacia la cortina, pegada al espejo de detrás, y con las manos hacia atrás, detrás de tu culito. Volveré en un par de minutos. Comprendido?
  • Si señor

Salió y cerró la cortinilla. Pero que? Cómo podía hacer eso? Pero tengo que hacerlo. Me quite el top, me quite el suje. Me giré y me vi los pechos en el espejo. No estaba segura, quería parar todo pero algo en mi interior me obligaba a hacerlo. Me baje la minifilda, me la quite, la tiré al suelo. Me puse mirando a la cortinilla, pensaba en que cualquiera la podría abrir. Me entraron ganas de tocarme, me acaricié un momento pero paré. Puse las manos atrás. Me puse lo más hacia atrás que pude, mi culito tocaba el espejo frío.

Pasaba el tiempo, no sabía qué hacer. Esperaba como el me había ordenado. De repente se abrió la cortina, totalmente. Era él: "Buena puta". Me observaba desde fuera, con la cortina aún abierta.

  • Te he traído algo para que te pruebes. Pruebátelos sin el sujetador.

Me acerco un par de minis y un par de tops. Cerró la cortina y me esperó fuera. Eran unas minis muy cortas, y los tops, buf, me probe los dos rápido, pero eran demasiado sexys. Mucho escote, y sin el suje me marcaban los pezones. Con la mini y ese top parecía una zorra. Abrió de repente la cortina.

  • Que sexy y guapa que estás. Ven a verte fuera, hay un espejo mejor.

Me agarro del brazo y tiró de mi hacia fuera. Salimos del probador a la tienda, me quería morir. Me vi en un espejo grande, parecía una buscona, era una mini muy corta, apretada al culo. Y los pechos casi se me querían salir de la camiseta, notándose además claramente los pezones. Había gente por allí, aunque parecía que no se fijaban en mí. Me volteó varias veces. Aprovechando que pasaba cerca de nosotros un dependiente se dirigió a él:

  • Perdone, podría traernos una talla más de este top? Creo que no hemos pasado de pequeño
  • Si, claro

Era un tipo de unos 40 años, elegante como todos los del Corte Inglés. Me miró, de arriba a bajo. Me sentía como si me estuviese viendo desnuda. Mientras tanto cogimos algún modelito más y volvimos al probador.

Yo me metí dentro y el se quedo fuera en la cortina, con la cortina medio abierta.

  • Disfrutas siendo una zorra, verdad? Disfrutas exhibiéndote
  • ..
  • Responde puta
  • Si señor, disfruto
  • Quítate el top para ver que guapa estas

Parecía de una porno. Sandalias, supermini y tetas al aire. Me miré al espejo, le miré a él.

  • Acaríciate las tetas para mi

Empece a cariciarmelas con las dos manos. Primero despacio, y luego cada vez más fuerte, más excitada. Me pellizqué también los pezones como el me ordenó. Estaba empezando a excitarme de verad, deseaba poder tocarme el coño, pero no sabía si hacerlo o no, no sabría se a él le gustaría que lo hiciese. Tenía los pezones duros, me estaba mordiendo ya los labios, seguro que parecía una zorrita en celo.

De repente se oía una voz que venía para aquí, decía algo de una talla. Claro, era el dependiente con el top en otra talla. Me di cuenta de que estaba allí solo tapada por aquella supermini, y que la cortina del probador estaba abierta , con mi amo (podría llamarle así ya?) tapando un poco, pero tapando la esquina por la que no venía el dependiente. Instintivamente deje de tocarme los pechos, pero no hice nada mas, con lo que deje mis manos apoyadas en ellos, pero sin moverlas. El dependiente le dio el top a mi amo, y, supongo que sin mala intención ni esperando ver nada raro, miró hacia donde yo estaba.

  • Disculpe, no sabía…..
  • No se preocupe. Por cierto, que tipo de top cree usted que le ira mejor con esta mini que se está probando? Toma Diana el top

Levantó el brazo para darme el top, pero no se acercó hacia mí, con lo que tuve que acercarme yo a ellos, y levantar mi mano del pecho para coger la camiseta. Ante la pregunta de mi amo al dependiente no le quedó más remedio que volver a mirarme, si bien se puede decir que llevó la situación que se estaba dando con profesionalidad. Se ofreció a buscarnos algo, pero mi amo le hizo ver que no era necesario.

Una vez se volvió a la tienda, mi amo me miraba con una sonrisa burlona.

  • Te gusta exhibirte como una zorra verdad? Tira eso, no lo necesitas. Sácate la mini también.

Tiré el top al suelo, y me quité la minifalda. Estaba otra vez allí desnuda, sólo con las sandalias puestas. Me toco el coño por primera vez.

  • Tienes el coño mojado. A mi también me la has puesto algo dura. Pídeme permiso para chuparme la polla

Dios y si me oía alguien? Se metió dentro del probador y corrió la cortina. Estábamos muy cerca el uno del otro.

  • Señor le pido permiso para chuparle la polla
  • Puedes hacerlo mejor
  • Por favor señor, le suplico que me deje comerle la polla.
  • Ves? Así está mejor. Muy bien, permiso concedido. Tienes permiso para tocarte mientras me la comes, y también para correrte si quieres. Venga puta, de rodillas.

Me puse de rodillas. Le desabroche el vaquero, se la saqué con la mano. La tenía excitada pero no dura del todo. Me la metí en la boca, empecé a chuparsela con fuerza, con ganas. Quería complacerle, y además yo estaba muy excitada, quería chuparsela como se la chuparía una puta de verdad. Además quería que se corriera rápido, era una locura estar así en el probador. Ninguno de los dos gemía, pero el ruido de su polla golpeando mi boca, el ruido de la saliva moviéndose, tenía que escucharse perfectamente en el probador de al lado. Al mismo tiempo me masturbaba acariciando mi clítoris. Estaba muy caliente por todas las situaciones vividas, y no tardaría en correrme. Al mismo tiempo notaba como me agarraba del pelo, me movía la cabeza a su antojo. Me sentía una versadera zorra sumisa.

No se cuanto tiempo estuvimos así, supongo que poco más de cinco minutos. Estaba corriéndome. Supongo que el algo notó, me apartó la cabeza un poco hacia atrás, "mírame a los ojos mientras te corres puta". Le miré y vi como me estaba mirando fijamente. En ese momento se empezó a correr él también. Note cómo su semen me salpicaba la cara, y rápidamente tiró de mi cabeza hacia su polla para introducírmela totalmente en mi boca, empecé a notar su semen en mi boca, me empezaba a ahogar y tras hacer algún ruido me solto, cayéndome hacia atrás. Me había corrido con mucha intensidad, y por la cantidad de semen que expulsó, supongo que él también.

Estaba empezando a darme cuenta de donde estaba. Allí de rodillas y aún casi tempblando por mi orgasmo, notando el semen en mi boca, en mis labios. Aún así me mando limpiarle la polla, lo cual hice con mis manos e incluso con la boca por orden de él. "Muy bien puta" y aún me golpeó con su polla aún dura en la cara. Se la guardó en el pantalón que ni siquiera había llegado a bajarse, recojió la ropa que habíamos cojido para probar. "Te espero fuera zorra, tus bragas rotas las dejas aquí".

De repente me vi allí sola, en un probador solo cerrado con una cortinilla, totalmente desnuda, aún medio de rodillas, y llena de semen en las manos, en las tetas y en la cara, con mi mini, mi top, mi suje y mis bragas rotas tiradas en el suelo. Por lo menos una buena noticia, me había dejado allí mi sujetador, algo es algo. Tenía mi bolso también pero ya sabía que no llevaba ningún kleenex. Me limpié como pude con la cortinilla, sobretodo me esmeré en limpiarme la cara, era lo más importante. Me quedaba algún rastro seco de semen en las tetas y en la barriga, pero bueno, eso no se vería. Me vestí, me miré al espejo, estaba más o menos presentable, lo peor era un poco de semen que me había manchado el pelo y que daba la sensación de algo mojado. Dejaba allí las bragas rotas, que vergüenza cuando se enterara aquel dependiente, seguro que sabría que eran mías. Peor aún sería cruzármelo ahora. Me di un último retoque a la ropa y salí fuera.

Tenía la sensación de que todo el mundo sabía lo que había hecho. No me atrevía a levantar mucho la mirada. Oí su voz que me llamaba y lo vi en el mostrador: estaba charlando con aquel dependiente en el mostrador. Me acerqué hasta allí, no me atrevía a mirar a la cara al dependiente. Nada más llegar me metió la mano por debajo de la mini, acariciándome el culo.

  • Le he dicho al dependiente que vendrás tú luego a por la bolsa con la mini que hemos comprado, así no tendremos que ir ahora con la bolsa.
  • Ah…vale muy bien

Nos dimos la vuelta y salimos hacia las escaleras. A los tres o cuatro pasos del mostrador volvio a ponerme la mano sobre el culo por debajo de la minifalda, supongo para que lo viera el dependiente. Ya había visto mis tetas, ahora veía como me sobaba el culo sin protestar, y probablemente viera mis bragas rotas y tiradas en el mostrador. Y luego debería hablar con él para pedirle la bolsa con la minifalda.

Subimos hasta la cafetería de nuevo, nos sentamos en una mesa y pedimos unas bebidas frías.

  • Bueno, te has portado muy bien. Y creo que te ha gustado también. Dale las gracias a tu Amo y habrá acabado nuestra sesión de hoy.
  • Gracias señor por haber estado conmigo

Seguimos charlando de lo que había pasado, de lo que más me había gustado y excitado, y de cómo me había sentido. Por fin me relajaba un poco. Tampoco estuvimos así más de veinte minutos, hasta que el decidió que debíamos irnos. Sólo una última orden: ir a por la mini que ya estaba pagada, y ser amable en todo momento con el dependiente, dijera lo que me dijera. Seguramente no me diría nada, pero si me decía algo debía der amable y sumisa, tratarlo como un amigo de mi amo, y no mentir. Si llegaba a ordenarme alguna cosa debería llamarle para exponerlo lo que estaba pasando, nunca obedecer nada sin su permiso. Pero tampoco irme sin contestarle o ponerle mala cara. Me dio dinero para pagar las consumiciones y se fue.

Me levanté y pagué las consumiciones. Me dispuse a ir hacia la planta donde habíamos estado. Estaba más tranquila de lo que había estado, pero sabía que iba hacia mi última humillación del día.

Ya lo veía a lo lejos, me dirigí hacia el

  • Hola, venía a por la bolsa que dejamos pagada
  • Así, la minifalda verdad
  • Si, gracias
  • Por cierto…… encontré unas braguitas negras en el probador donde estuvisteis, no se si serán tuyas

Supongo que enrojecí, pero tenía la orden de no mentir y ser amable

  • Si, son mías
  • Lo suponía. Y como hiciste para que se te rompieran?
  • Me las rompio él
  • Si? Y qué más cosas hicisteis en el probador?

Qué debía contestar yo ahora? Sin ser indiscreto me estaba llevando a su terreno. Si seguía contestando iba a tener que contarle todo, y si me negaba a seguir estaría desobedeciendo a mi amo. Le habría contado él algo?

  • Disculpa, debo irme
  • Perdona si te he molestado, pense que eras una chica sumisa
  • si, lo soy, pero no creo q a mi amo le haga gracia lo que me estas preguntando
  • Perdona otra vez, no quiero meterme en vuestra relación, no se qué instrucciones tienes por parte de él.

No sabía que hacer. Decidí llamarlo por teléfono, le expliqué lo que me estaba preguntando. Me respondió con voz fuerte, enfadado:

  • Cual es el problema zorra? Te dije claramente que hablaras con el, amablemente, como si fuera mi amigo. Ahora mismo vas a ir a pedirle disculpas por maleducada, y te vas a ofrecer a cumplirle un deseo por haber sido tan impertinente. Un solo deseo, pero sea cual sea lo cumplirás entendido?
  • Si señor
  • Muy bien. Y no vuelvas a preguntarme estupideces imbécil.
  • Si señor

Fui a junto de el. Le pedí disculpas por no haber sido amable. Me humillé y me ofrecí a cumplirle un deseo, sólo uno. Me miraba con deseo. Me sentía una puta zorra de nuevo y volvía a sentirme excitada. Le expliqué cómo me había masturbado en el probador desnuda, cómo se la había chupado, cómo me había manchado con su corrida. El muy cabrón me preguntaba todos los pequeños detalles.

  • Pareces una putita muy obediente, además estas de muy buen ver. Lástima que esté aquí trabajando, sino te follaría bien para cumplirte ese deseo que me quieres conceder. Como no puedo hacer eso quiero que te masturbes para mí, como lo hiciste antes. No puedo arriesgarme a que me vea mi compañera, sino te ibas a enterar. Así que vete al mismo probador, y mastúrbate desnuda como antes, yo iré en seguida

Me fui hacia el probador sin protestar. Si antes pensaba que había hecho algo fuerte ahora tenía que repetirlo con un total desconocido. No tenía miedo, porque allí no podía pasarme nada peligroso, pero me sentía totalmente sumisa obediendo esta orden. Llegué al probador, le corrí la cortina.Me desnudé, me quedé en sandalias, me empecé a tocar. Me senté en una pequeña silla que había. Miraba la cortina, me excitaba pensando que se abriría en cualquier momento. Hasta que se abrió.

Entró y cerró la cortina. Se me quedó delante, de pie, observándome. Se empezó a tocar la polla por fuera del pantalón. Yo me empecé a acariciar más fuerte, mirándolo, excitada. Se sacó la polla, empezó a masturbarse delante de mí.

Me ordenó que se la chupara. Le dije que no con la cabeza, los dos sabíamos que el deseo era uno sólo y ya estaba cumplido. Aún así deseaba que me forzara, que me la metiera en la boca, que me diera la vuelta y me follara. Se acercó a mí, me empezó a tocar las tetas. No estaba en el trato, pero que podía hacer yo. Tenía su polla a pocos centímetros de mi cara, me rozaba con ella la cara a propósito. Con una mano se masturbaba y con la otra me sobaba. Se agachó un poco y me tocó el coño, me empezó a acariciar, poco a poco empezó a meterme un dedo por mi rajita, la tenía supermojada. Luego otro dedo más, me estaba follando con sus dedos. Me moría de gusto…no se cómo pasó pero tenía ya su polla en la boca...que puta me sentía. Me corrí por segunda vez en poco tiempo, de una forma aún más intensa que la anterior.

Mientras me acababa de recuperar de mi orgasmo noté su leche caliente en mi boca. Me eché hacia atrás, pero no se si eso sería peor, porque me mancho toda la cara, incluso el pelo al estar yo más debajo que él.

Me quedé allí sentada recobrando fuerzas, dándome cuenta de cual era la situación. Yo allí desnuda, relajada por mi orgasmo, pero totalmente manchada de semen, por segunda vez en el día. Observé cómo el se guardaba la polla y se colocaba bien ña ropa. "Ha sido un placer". Me miró por última vez y salió. Allí quedaba yo sola y manchada de nuevo, como una puta barata. Me sentía sumisa, puta, sentía cómo había sido el objeto de placer de dos hombres, ambos los cuales se me habían largado una vez que me habían usado.

Me volví a limpiar en la cortina como pude. Me vestí. Además de encontrarme yo sucia y humillada por dentro, ahora mirándome en el espejo también me veía peor. La ropa más arrugada, incluso con una mancha en el top (de semen por supuesto), el pelo algo manchado también. Realmente ahora me daba vergüenza salir de allí. Además seguía sin bragas. Cojí la bolsa con la minifalda que me habían regalado y salí de allí caminando rápido y mirando hacia abajo. Lo último que quería era encontrarme con alguien.

Espero os haya gustado este mi primer relato. Se agradecen comentarios a joakim6@live.com.