Mi primera cita

Hola, me llamo Lourdes y es el nombre menos sexy del mundo. Os contaré mi primera cita con mi esposo.

Mi primera cita con mi esposo fue de lo más excitante que uno puede imaginarse. Fui solamente a mirar una película en su casa.

Tenía 18 años era una chica tranquila y simple. Me podía conformar con poca cosa y de cuerpo era una chica con sus curvas y lo que llamaba más de mi eran mis pechos.

En cambio él para mi era el chico perfecto estaba un poco gordito pero al ser alto no se le notaba era alegre y como ya he dicho perfecto para mi.

Yo, toda ingenua pensando que iría a mirar una película pero la cosa no fue así. La película que me puso fue una porno, en ese momento recé porque sus padres no estuvieran en casa.

Yo no podía dejar de mirar a la pantalla y él solo sabía reír y mirarme con lujuria. Empezó dándome pequeños besos en el cuello y sin darme cuenta solté un pequeño gemido.

  • ¿Eres mía? – dijo él con esa voz de excitación

  • Si – conteste rápidamente

No me lo podía creer hacía un par de horas que era su novia y ya me tenia sumisa de esta manera.

Nos empezamos a besar más intensamente hasta el punto que cada respiro que dábamos era para sacarnos una prenda de ropa.

Quedamos los dos expuestos y solo deseábamos juntarnos y dejar que todo fluya.

Yo joven inexperta y él lleno de sabiduría, con la mirada hizo que me tumbara en el sofá. Atacó mi cuello de nuevo pero esta vez fue bajando hasta mis tetas, allí estuvo jugando un rato mientras su mano estaba jugando con mi clítoris. Me daba pequemos mordiscos en los pezones para que se me pusieran duros y su mano acariciaba mi clítoris con mi humedad. Su boca continuo bajando y mis gemidos iban aumentando de volumen no podía parar de gemir estaba enloquecida y se paró para preguntarme otra vez lo mismo.

  • ¿Eres mía?

  • Si – conteste rápidamente

Su mano dejo de jugar conmigo y solo jugaba su boca con mi sexo. Sus dedos estuvieron poco tiempo fuera de juego ya que los introdujo dentro de mi.

No podía parar de gemir estaba a punto de explotar él continuaba lamiendo y metiendo sus dos dedos dentro de mi.

Entraba y salía y yo solo gemía y me retorcía de placer. Los últimos segundos de correrme él paró me beso y me dijo en el oído:

  • Ahora si que eres mía y de nadie más.

A continuación puso su miembro dentro de mi me abrazó y me envistió con fuerza varias veces cogiéndome del cuello y gimiendo en mi oído hasta que los dos nos corrimos a la vez soltando gritos de placer.

Después de eso supe que era suya y él mío.