Mi primera cesión

Mi amo me disciplina, soy usada por otro.

Era el día. La semana pasada me había comportado de forma rebelde y había sido informada de que el martes recibiría un castigo.

Llegué del trabajo, hacia las siete como siempre. En cuanto abrí la puerta mi Amo me indicó que fuera inmediatamente a asearme y ponerme la ropa que tenía preparada.

Al rato me presenté ante él, perfectamente limpia, peinada y vestida. Llevaba una camisa blanca, sujetador de encaje blanco, falda negra de tubo y bragas a juego con el sujetador. En los pies unos zapatos de salón, clásicos, con 7 cm de tacón.

En el salón me indico un sillón que estaba vuelto hacia la pared.

-Beatriz, apóyate en el respaldo del sillón, mirando a la pared. No quiero que te vuelvas en ningún momento. Las piernas rectas y juntas, el torso inclinado sobre el respaldo.

Adopte la posición.

Tras unos minutos sonó el timbre, mi Amo fue a abrir, entró con otra persona que yo no veía puesto que mi cara estaba hacia la pared y debía mantener la posición.

-Beatriz, mantén la posición y súbete la falda, que quede arremangada sobre los riñones.

Me sentía muy humillada, con el culo en pompa, mostrando mis bragas a un desconocido. Se acercaron, mi amo me bajo las bragas hasta las rodillas y me separó las piernas para que las bragas quedaran tensas y no cayeran.

:Beatriz, separa tus nalgas con las manos, inclínate un poco más si es necesario, quiero que quedes bien expuesta.

Cumplí la orden. A esas alturas ya me resbalaban lágrimas de humillación.

-Quiero que pienses en tu rebeldía, Beatriz, deja de abrirte y vuelve a poner las manos hacia delante.

Se acercó y recibí veinticinco fuertes azotes con la palmeta en el culo. Tras azotarme mi amo se colocó donde pudiese verlo y el otro hombre tras de mí, me abrió y fui usada sin ningún miramiento. Me penetró largo rato de manera violenta y profunda mientras mi Amo me miraba a los ojos. No disfruté. Temía todo el tiempo que el desconocido quisiera usarme también por el ano, pero solo fui usada vaginalmente.

El desconocido terminó, me azoto un par de veces con la mano y ambos se marcharon. Desde la puerta mi Amo me ordenó exponerme y mantener la postura hasta su vuelta, pensando en mi rebeldía y mi futuro comportamiento.