Mi primer y Unico Tutor

Mis malas calificaciones y mi inexperiencia me llevan a la cama de un hombre por primera vez.

Mi primer y único Tutor

A mis once años, era un niño menudo, bajito, muy infantil; un pequeño que nunca había tenido ningún tipo de experiencias sexuales.

En ese año descubrí que mi cuerpo llamaba un poco la atención de algunos hombres.

Yo estudiaba en el centro de la ciudad, y a diario debía viajar de ida y regreso en bus a mi colegio.

Estos buses siempre llenos eran el lugar preferido de señores adultos que gozaban del contacto de las chicas o de los niños y jóvenes.

En ellos fui manoseado varias veces por diferentes tipos que se dieron gusto con mi trasero y con mis partes, o por lo menos lo que se puede disfrutar sobre la ropa.

En estas ocasiones, me quedaba como congelado y permitía lo que fuera, luego me bajaba del bus y caminaba a casa o al colegio aun colorado de la vergüenza quizá.

En el colegio, realmente no me iba nada bien, el cambio de la primaria al bachillerato me dio muy duro, de manera que me enviaron donde un tutor, el coordinador de un grupo de oración del que entre a formar parte.

Quizá me había acostumbrado a la presión sexual de algunos adultos, así que desde el principio, me convertí en el centro de las atenciones del tutor. Muchos abrazos, una que otra palmada, regalos y trabajos extraclase en su oficina.

Pasados cerca de dos meses, el tutor se había convertido, me solicito en mi gran amigo y confidente, de manera que cuando surgieron los cuestionamientos de orden sexual, parecieron muy espontáneos y adecuados a la confianza que nos teníamos.

Hablamos de chicos y chicas, e mostró fotos de chicas desnudas inicialmente y luego de chicos. Hay surgieron cuestionamientos sobre mi, sobre mi cuerpo. Quiso probar sus teorías sobre no tener vergüenza de mi propio cuerpo, quitándose la ropa una tarde en su oficina.

Me insto a tocarlo y a hacer lo mismo que el. Esa tarde no me sentí capaz, pero no tarde en compartir su desnudez.

Aprendimos a tocarnos, nos masturbabamos, reiamos, nos bañabamos juntos. Sus frecuentes exploraciones con el dedo en mi ano, concluyeron en largas sesiones de exitación anal con dedos y lengua y me llevaron a aceptar que metiese su pene dentro mio

. Hicimos cita para el fin de semana; el llamó a mis padres y aclaró la razón de mi necesaria presencia en el colegio, en fin de semana, “ponerme al día en materias atrasadas y prepararme para los examenes”.

El colegio era un desierto en sábado, así que entre y me dirigí a sus aposentos en el piso cuarto de la institución. Allí el me recibió en bata con un beso en la boca, el primero de muchos. Retiró su bata y dejó ver su completa desnudez. Al fondo una película porno gay y velas de olor. Me acercó a su cuerpo y me contó al oido su amor por mi. Comenzó a retirar lentamente mis vestidos hasta lograr mi desnudez. Bajo con su boca a mi pene y lo introdujo de una vez, mientras sus manos buscaban mi ano. Me sugirió que fuese muy inquieto con el, que lo tocase a cada momento. Sumiso como siempre, acabé en un 69 con su gran pene dentro de mi boca y mis dedos buscando alcanzar su ano. No faltaron las cremas para suavizar la penetración anal y un acostumbrador que ya había sentido dentro con anterioridad.

Sentado en el suelo y recostado contra su cama, me colocó frente a el y me fue bajando lentamente hasta que su pene quedó en la entrada de mi ano. Hizo algún esfuerzo, pero mi dilatado ano le permitió su entrada sin mayores molestias. Algo de dolor quizá, pero sobre todo la sensación de estar lleno. Sus manos sujetaban mi cintura y mi cuerpo subía y bajaba cada vez a mayor velocidad. En unos instantes comencé a disfrutar, ahora ya sin temor y sin dolor alguno. Eyaculó con fuerza dentro mío y me hizo venir con una fuerza brutal. Nos abrazamos entre sollozos y me llevó de la mano al baño mientras aún yo tenía mi mano sobre los ojos, absorto por ese cúmulo de sensaciones que acababa de experimentar.

Se hizo tarde y tuve que poner mi ropa en su lugar, nos abrazamos y besamos entre risas, y nos condujimos al parqueadero. Amablemente y como habíamos acordado previamente, me acerco a unas cuadras de mi casa. Al llegar, entre sonrisas otra vez tímidas -por lo menos de mi parte-, nos prometimos otro encuentro.

Esto me sucedió hace cerca de 25 años. Luego de ese tiempo con mi tutor, no he vuelto a vivir experiencias semejantes. Quizá esperando la ocasión adecuada.

Escríbeme, mi correo es azul.33@gmail.com