Mi primer y Unico Tutor (2)
Aún confundido por mi primera vez, acabo metido en una tina de agua caliente y placer con mi tutor.
Les he contado mi primera experiencia con el tutor. Ahora es tiempo de que conozcan como sucedió mi segunda vez. Yo huía de mi tutor, me escondía en todas partes para evitar tener contacto con el. La verdad no sabía con precisión las causas de esto, quizá mi trasero adolorido, pero sobre todo la falta de certeza sobre la bondad de esta situación y la desventaja en la que me sentía. Pasaron algunos días, hasta semanas y no tuve noticia de el. Un viernes por la tarde apareció en la puerta del colegio a la hora de salida, me tomó suavemente por el hombro, me miró a los ojos y me dijo que mañana sábado, requería de mi ayuda. Yo quede mudo, y como siempre asentí. Fuimos a su oficina desde donde llamó a mi casa para explicar las razones de mi necesaria presencia en la institución el día siguiente. Al día siguiente, madrugué y tomé camino al colegio, quizá con cara de pendejo que aún no atina a explicar la situación en la que se está envolviendo. Llegué muy a las 8 de la mañana y el me esperaba en la entrada del parqueadero como habíamos acordado. Me saludo muy amable y me condujo de nuevo a su aposento. Una vez allí, me entregó un pequeño regalo, un hermoso par de carros MatchBox. Agradecí efusivamente y el me tomó en sus brazos, diciéndome con voz pausada, que solo era por mi felicidad. Sin mas rodeos, me invito a desnudarme, con el ánimo de que tomara una ducha. Yo permanecí congelado y el se dispuso muy activo a despojarme de mis ropas. Me condujo al baño y me introdujo en una tina aún a medio llenar. El aroma de flores que emanaba de una vela, hacía marco a esta mi segunda vez. Se aseguró de que quedara a gusto y se retiró. Yo jugaba con mis nuevos carritos cuando el entró con una bata de baño y me pregunto si me incomodaba que me acompañara, yo de nuevo congelado, asentí con mi silencio. Se retiró la bata y se metió junto a mi, me abrazo tiernamente y comenzó a acariciarme aquí y allá, mas allá que aquí. Sus manos me recorrieron por completo y sentí una vergonzosa erección que el notó inmediatamente. Tomo mi pene con su mano y comenzó a masajearlo mientras su dedo comenzaba a juguetear con mi ano.
Tratando de no soltarme, me levanto y con su boca tomó posesión de mi pene mientras sus ahora dos dedos hacían de las suyas en mi ano. En ese punto, yo me sentía vencido por el placer y me relajé. Tomo mi mano y la condujo a su gran pene, allí la puso a hacer su trabajo. Luego se sentó al borde de la tina y aprovechó mi exitación para acercar e introducir su pene en mi boca. Al principio no sentí gran agrado, pero pronto me dejé llevar y lo hice gemir de placer. Mi cabeza daba vueltas, realmente estaba fuera de mi. Alcanzaba a distinguir que eran tres dedos ahora los que atacaban mi ano, cuando se sentó dentro de la tina, me puso de espaldas, destapó un tarrito transparente de vidrio del que extrajo un líquido viscoso, que fue poniendo en mi ano y en su pene. Me fue sentando en sus piernas mientras me daba la vuelta para quedar finalmente sentado de frente a el, hasta que su pene alcanzó la entrada de mi ano. De inmediato, sentí que comenzaba a penetrarme suavemente, entraba y salía muchas veces ganando terreno, para evitarme sentir algún dolor. No tardé en estar totalmente penetrado y en una acalorada relación sexual. Tomado de la cintura, subía y bajaba a un ritmo muy veloz. En medio de todo el me besaba, y aunque no me agradaba del todo, no sabía como decirle que no. Además estaba realmente gozando y me sentía atacado por corrientazos de placer. Me levantó y me puso en cuatro al borde de la tina, el se acercó rápidamente por detrás y me penetró de una sola vez. Me sentí lleno y muy a gusto en esta posición. No fueron muchos los momentos que transcurrieron antes de que me viniese copiosamente en medio de espasmos, mientras el seguía penetrándome ahora casi con furia. Pasados pocos instantes de mi eyaculación, me sentí inundado por dentro, su semen me llenaba mientras el gemía de placer. Cuando todo termino, estábamos exhaustos, sentados dentro de la tina abrazados, sin decir palabra. Suavemente, el comenzó a bañarme el pene y el ano. Me agradeció, yo asentí y salí de la tina buscando una toalla. Aún confundido como en la mañana, ahora me preguntaba, el porque lo había disfrutado tanto y porque no dudaba que volveríamos a encontrarnos desnudos y jadeantes en su tina.
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