Mi primer viaje fuera de la ciudad con Sandra

Despues de abrirme al mundo lesbico, Sandra me convido a pasar un largo fin de semana en un cabaña cerca del mar en el norte del país.

Me quedo gustando esto de escribir mis experiencias, o talvez sin saber soy chauvinista. También puede ser que gustándome como me gustan los machos, y ahora estas maravillosas experiencias con mi amiga Sandra me este poniendo un poco rayada. Pero sea como sea o la razón que tenga y ya que no me atrevo a contarla entre mis amistades, les contare mi última experiencia con no tan dulce amiga.

Desde la última vez que estuve con Sandra han pasado más de tres, solamente nos hemos comunicado vía teléfono o correo electrónico. No hemos podido estar juntas, y no ha sido por falta de interés, el problema es mi trabaja y les cuento.

Trabajo para una transnacional fabricante de equipos y sistema, específicamente en el área de apoyo a la post venta en software para comunicaciones y control de procesos.  Este trabajo me obliga a viajar por el mundo, presentemente América latina y muy en especial por el norte de Chile donde se encuentran las grandes mineras de este país. Así que encontrándome en la zona de Iquique (norte de Chile) recibí una llamada por celular de mi amiga Sandra convidándome a pasar unos días aprovechando las fiestas patrias que este país celebra el 18 y 19 del mes de septiembre, y que por costumbre comienzan las fiestas el 17 a medio día. Se dan cuenta este año, este año el 19 fue lunes, por lo tanto tres y medio día de parranda.

Su llamada entre otras cosas era para convidarme a pasar las fiestas a un lugar pegado al mar cercano a Antofagasta, muy exclusivo que se denomina Hornitos. Este lugar es de unos personajes chilenos muy, pero muy adinerados y que consta de unas cabañas a todo trapo, y que para hacer uso de ellas hay que ser primo del Papa, confidente de Omaba y tener contactos con estos señores que por respeto a mi amiga no los nombrare. Tiene mucha guita como dicen los hermanos argentinos.  No los voy a entretener detallando nuestra conversación telefónica, ya que creo que no es de interés para Uds., pero solamente les contare que me encontraba muy cansada después de una ardua semana de trabajo en un lugar muy inhóspito, así que trate de sacarme la invitación diciéndole que estaba totalmente agotada y sin ropa apropiada para ir a pasar unos días de playa. En las faenas mineras a grandes alturas se utiliza ropa que difícilmente exciten a una persona, inclusive sí sus últimos años han sido en un presidio en una isla remota.

De más estuvieron mis excusas, todas fueron allanadas e inclusive con relación a la ropa me ofreció comprarme  las tenidas más sexies y como solo eran pocos días el gasto no era mucho. Allanadas los inconvenientes quedamos en encontrarnos en el aeropuerto de Antofagasta el sábado a medio día. Yo volaba de Iquique al sur y ella de Santiago al norte.

El sábado 17 nos encontramos cerca del medio día en el aeropuerto de Antofagasta. Sandra siendo una bella y atrayente mujer vestía bluejeans sueltos y que junto a su pelo corto al estilo muchachito la hacían verse muy masculina. Yo viniendo de faena parecía una campesina recién llegada  a la ciudad. Pero sí arreglada y bien femenina.

Después de los saludos de rigor y los reclamos de Sandra por mis vestimentas poco sexy y atrayentes, partimos rumbo al lugar denominado los Hornitos.

Llegamos en una hora y media de viaje, y mi primera impresión fue rechazar como absolutamente falso el dicho ese de; “la plata no hace la felicidad”.

Que lugar más espectacular. Un conjunto de esplendidas cabañas muy reservadas que si no quieres compartir con otras personas, nadie se da cuenta que estas ahí. Con un mar calmo, azul y tibio que no encuentras en el litoral chileno más al sur. Con una vegetación espectacular traída con el dinero de sus propietarios. Realmente paradisíaco el lugar.

Estacionamos el auto e ingresamos a la cabaña. Mi primer pensamiento fue; “que castigo ser pobre”.  Sandra como buena ejecutiva bancaria inmediatamente dio las órdenes.  Tu me dijo; “lo primero un buen baño y ponte atractiva para mi, mientras te duchas y arreglas te dejo sobre la cama lo que te compre y me voy a preparar un trago”.

Me duche, me peine recogiéndome con bastante gel el pelo al igual que las españolas pero sin el moño sino que terminando en una cola de caballo, como se dice acá en Chile o pony tail  como dicen los gringos. Me maquille y me perfume. En el dormitorio encontré la ropa que me compro Sandra. Bastante atrevida o mejor dicho muy atrevida. Al mirar las prende me excite e inmediatamente pensé en que ponerme para volverla loca.

Elegí un  enterito de encaje negro totalmente transparente (llamamos enterito cuando es todo junto), sin espalda que el escote terminaba en la mitad de mis nalgas. Por delante con un escote en V que dejaba a la vista casi la totalidad de mis senos y terminaba como 4 dedos más abajo de mi ombligo. Para cortar el negro, ya que Yo también soy morena, me calce dos argollas enormes plateadas como aros. Lista me dije vamos a matar.

Entre a la sala de estar y mirando a la terraza vea a mi amiga Sandra quién también se había cambiado de ropa y estaba vestida completamente de negro. Lleva puesto unos pantalones negros de cuero con botas largas más arriba de las rodillas del mismo color y material y en la parte de superior una camisa igualmente negra abrochada hasta el cuello. Su pelo peinado con gel estaba echado atrás dando la apariencia de un muchacho medio nazi.

Lentamente y contorneando mis piernas como una modelo en desfile cruce la sala de estar y salí a la terraza. Sandra giro me miro fijamente a los ojos y diciendo; “este fin de semana te voy a gozar y te haré olvidar tus deseos de estar con un hombre. Serás mía  hasta que diga basta.”

Nunca lo hubiese pensado y si me lo hubiesen dicho lo hubiera negado como verdad. Pero esta vez estaba realmente excitada y deseaba ser objeto de su placer.

Ella se acerco a mi con un andar más bien masculino, en ese momento pensé que ella quería establecer una diferencia entre ella y Yo. Ella sería la dominadora y Yo su objeto voluntaria o obligada por su fuerza y voluntad. Ese papel de objeto y ama que ella estaba estableciendo me  excitaba. Comenzaba a desearla. A desear su dominio, su fuerza y ese placer que me iba a  infligir y talvez junto a un dolor. Pero con dolor y todo lo estaba deseando y ya.

Sandra sin hablarme se acerco hasta estar centímetros de mi cuerpo. Lentamente tomo de mi mano y me acerco a ella hasta que nuestros cuerpos se juntaron. Su mano tomo mi mentón y acercándome a ella me beso en los labios suavemente varias veces. Eran besos suaves llenos de ternura, pero a la vez firmes y dominantes. Lo hizo por varias veces y sin soltar mi mentón.

Luego retirándose unos pasos y tomándome de la mano me llevo hasta donde había una pequeña mesas con bebidas y me ofreció un trago.

Paradas de frente una a la otra bebimos nuestros tragos en silencio, mirándonos fijamente a los ojos. Estuvimos así un buen rato hasta que con una de sus manos me toma de la cintura y me lleva a apoyar mi espalda en la baranda, me quita el vaso de mi mano dejándolo sobre una mesa junto al suyo. Ahora estábamos paradas una frente a la otra y Yo apoyada contra la baranda, solamente nos mirábamos, sin decirnos una palabra o hacer un gesto.

Por mi mente corrían muchas cosas excitantes. Me veía desnuda, amarrada a un palo y Sandra con su vestimenta negra paseándose a mí alrededor con un látigo castigándome  y dominándome. En mis oídos sentía mis gritos y llantos de dolor, mientras que ella con furia me gritaba norme y me castigaba con fuerza. Sentía un goce maravilloso correr por mi cuerpo. Estaba deseando locamente que tomara la iniciativa.

Así estuvimos un largo rato hasta que sentí que sus manos me tomaban de mi cintura y al tenerla desnuda sentí su piel. Mirándome a mis ojos comenzó acariciarme con su suavidad y firmeza. Lentamente sus manos empezaron a cubrir con sus caricias mi cuerpo. Lentamente sus manos se movían por mi contorno subiendo y bajando. Cubriendo todo mi cuerpo, pero sin llegar a mis senos. Esta vez ella me besaba, mordía mis labios, mi cuello y los lóbulos de mis orejas. Una veces suave y delicadamente, otras veces infligiendo un poco de dolor, pero otras veces dando fuertes mordidas. Ella sabía cuando ser suave y cuando morder fuerte. Yo sin querer le estaba indicando. Mis sensuales gemidos y movimientos se lo indicaban.

Abruptamente paro, se detuvo y me ofreció un trago. Que hija de puta eres, estuve a punto de decirle y talvez mi cara se lo dio a entender, ya que me miro y se río.

Nos servimos, lo que creo que hizo nada más que para demostrarme que me tenía a su voluntad, ya que no alcance ni a dar dos sorbos cuando suavemente me hizo dejarlo a un lado y me llevo a su cuerpo. Esta vez besándome apasionadamente me desabrocho los tirantes que amarraba detrás de mi cuello y me dejo desnuda y con mis pechos al aire. Fuerte mente los tomo en sus manos mientras me besaba. Me los apretaba y volvía apretar con mucha fuerza y pasión mientras mordía mis mejillas, lóbulos y labios. Me lamía la cara y con su lengua recorría con lugar de mi cara. Bajó por mi mentón y recorriendo mi cuello fue acercándose a mi pechos mientras que con sus dedos con fiereza apretaba mis pezones, sacando alaridos de dolor y placer. Estos apretones me los daba con mucha fuerza y muy prolongados infligiéndome mucho dolor que finalizaban en un gran placer. Así estuvimos un largo, largo rato. Yo sólo maullaba como gata calientes y rogaba por más. Ella apretaba mis pezones y mordía. Sus mordidas me causaban dolor y un placer incalculable.

Mientras abusaba de mi cuerpo, lentamente y a causa de mi excitación me fui bajando mi enterito hasta que finalmente pude quedar desnuda completamente que era lo que deseaba localmente. Deseaba entregarle mi cuerpo y que lo disfrutara como mejor quisiera. No pondría ninguna barrera. Deseaba ser completamente el objeto sexual de Sandra. Deseaba ser humillada, castigada. Deseaba que hiciera conmigo lo que deseara, inclusive mostrarme a todas sus amistades como su objeto de placer. Era de `propiedad de Sandra. Su desprecio me hubiera llevado a la locura.

Sandra sintiéndome completamente desnuda me dijo que fuera a la pieza  y me tendiera de espalda en la cama y que la esperara.

Acostada de espalda en la cama y completamente desnuda espere a Sandra. A los minutos ella llego cambiada de ropa. Traía un sostén negro de cuero que dejaba sus senos completamente al descubierto. Un corto short de igual material y color y largas botas negras sobre la rodilla y un maletín que deposito sobre el piso al lado de la cama.

El primer objeto que saco del maletín era una especie de plumerillo de plumas negras con el que comenzó a recorrer todo mi cuerpo desde mi cuello pasando por mis pechos, bajado y jugando con mi ombligo, bajando por una de mis piernas y subiendo para bajar nuevamente por la otra. Este juego lo hizo un montón de veces, produciendo un cosquilleo indescriptible y que me hacia desear que fuera a jugar entre mis piernas cosa que no pasaba. Ella jugaba y Yo gemía y manoteaba para atraerla a mi y que me besara.

Jugo y jugo conmigo. Yo la deseaba cada vez más. Mi manoteo y tratar de agarrarla era persistente y ella lo notaba y reía.  Fueron largos y maravillosos momentos, Momentos de un placer maravilloso que dudo volver a tener. Jugo conmigo hasta que ella decidió darme el placer de besarme. Ella me lo dio y no fueron mis ruegos y gemidos los que la llevaron a besarme.

Que besos. Su lengua acuosa y caliente recorría toda mi cavidad. Trataba con fuerza de introducirla hasta el fondo dejando su baba entremezclarse con la mía. Era placer tras placer. Gemido tras gemido. Aullido tras aullido.

A sus caricias Sandra había incorporado el plumerillo. Jugaba con él entre mis piernas. Utilizando este juguete me había llevado a abrirme completamente de piernas. Ella aprovechado mi posición me plumereaba mi vagina. Que placer me estaba entregando esta mujer. Si me hubiesen grabado mis gemidos, aullidos y gritos de placer, al escucharlos días después creo que me hubiese avergonzado.

Después de un largísimo rato ella jugando y Yo recibiendo un placer mayúsculo, me pidió que girara y me recostara de guatita. Lo hice y el juego comenzó.

El plumerillo recorrió mi espalda y ella me mordía la nuca. El placer era grande pero no tan intenso como era el que recibía cuando estaba de espalda, hasta que el plumerillo llego a mi cola.

Primero, me dio dos golpes con la varilla del plumerillo, que sacaron dos gritos o aullidos de mi garganta. Luego comenzó a jugar con el plumerillo entre mis piernas que solitas comenzaron a separarse hasta quedar completamente abiertas. El plumerillo entro entre mis piernas y recorría mi cola. Mi clítoris se apretaba y se soltaba del placer que me ocasionaba el plumerillo jugando con mi ano. Después de un rato brincaba como potranca chucara que trata de desprenderse de su  jinete. Ella seguía besándome y mordiendo mi nuca. Lentamente comenzó a recorrer mi espalda con su legua. Bajo lentamente, parándose a mordisquear cada centímetro de mi espalda  hasta llegar a mi cola. Ahí paro y sin dejar de acariciarme con el plumerillo comenzó a dar pequeño mordisquitos en mis nalgas que paulatinamente aumentaba su fuerza hasta causarme dolor y luego bajaban y cambiaban de lugar y vuelta a subir y otro dolor. Así fue hasta llegar a mi ano y ahí vino mi grito más desesperado producto de un placer incalculable e indescriptible que me produjo cuando su lengua lo toco y jugo con el buscando penetrarlo. Si corcove ahí si que bote a mi jinete. Fue un alarido y un brinco de placer cuando toco mi ano. Cuando pudo introducir su lengua, fue algo fuera de este mundo.

Jugo conmigo hasta que sentí una cosa como de cuero, media tibia que vibraba sobre mi pierna y se acercaba a mi ano. No le di importancia, o mejor dicho no estaba en condiciones o no quise o no desee darla importancia hasta que lo sentí cerca de mi ano y que botaba algo cremoso y tibio que Sandra con uno de sus dedos esparció por lo alrededores de mi ano y empujo un poco de este liquido dentro de él. A los segundos sentí esta enorme cosa caliente y vibrante que trataba con fuerza de penetrar en mi ano. Era virgen en esa parte, prometo que por más relaciones anteriores, mi cola era virgen y antes me lo había hecho por ahí. Un empujón y adentro. Como consecuencia un brinco y un grito de dolor como nunca lo había hecho. Trate de sacármelo, pero  Sandra recostada sobre mí y con más fuerza que Yo me impidió. Todo lo contrario se afirmo mejor sobre mi y lo empujo más adentro. Le grite que me soltara, que era una maldita, que cuando me soltara me desquitaría. Gritaba y volvía a gritar. Nada y era para peor, ya que a mis gritos e insultos, más me lo metía. Yo no se que paso después de unos segundos que para mi fueron horas. Pero la vibración y ese aparato dentro de mi culo comenzaron lentamente a producir una sensación de placer dentro de mi que me llevaron a relajarme y finalmente a sentir placer. Descaradamente después de mis gritos e insultos contra Sandra le tome la mano donde tenía el vibrador y lentamente comencé a empujarla para que lo metiera más adentro. Me dejo y Yo la empujaba un poquito más y ella le agregaba un poco más. No se cuanto me había metido (después me contó que nunca lo había metido tanto)  cuando comenzó a aumentar la vibración. Este vibrador metido adentro vibrando inicio en mí un placer nunca antes sentido. En mi cabeza veía el firmamento en distintos colores, galaxias indefinidas, aullidos salidos de mi garganta nunca antes escuchados, gritos y más gritos. Gritos de aliento para que le diera más velocidad y lo metiera más. Más gritos y más aullidos, hasta que llego. Fue una explosión, pero antes de llegar y justo en el segundo antes, sentí una cosa que pienso que deben de sentir las personas que salen en un cohete a la luna, ese impulso inicial que saca al cohete de su estado inerte y lo dispara para el espacio, porque ese punto fue como un disparo seguido de una caída al relajo total. Mi cuerpo quedo inerte por unos momentos chorreando jugo a más no poder.

Rápidamente Sandra me giro y hundió su cabeza entre mis piernas para chupar y tragar mis jugos vaginales que salían a borbotones. Succiono hasta chupar la última gota.

Sandra se recostó en la cama junto a mí, me abrazo y hundió mi cara entre sus pechos. Dormimos como unos angelitos por varias horas.

Me desperté y cuidadosamente me levante sin hacer ruido para no levantarla. Quería darme un baño de agua caliente para desprenderme de todos los dolores que tenía producto del salvaje momento de sexo que me había producido las caricias y el trato dado por Sandra.

No voy a continuar escribiendo sobre este fin de semana, pero les recuerdo que recién eran las 20:00 horas del día sábado y no volvíamos hasta  el martes a primera hora.

Quedaban dos días y algo más de sexo. Metida en la tina de baño con sales y jabones relajantes y perfumados acariciando mi cuerpo pensaba en lo que estaba por venir.