Mi primer trío

Cómo Laura se convenció de lo bueno que sería formar un trío con su chico y otro voluntario. Paso a paso, confiesa cómo resultó la "noche señalada"

Estaban en la cama. Habían terminado de follar y, como siempre, había sido totalmente satisfactorio. Después del coito en sí, hubo mimos, charleta y más tarde el silencio, adoptando ambos la postura típica de irse a dormir y quedándose cada uno con sus más recónditos pensamientos.

Él se sentía totalmente enamorado e íntimamente satisfecho. Todo, absolutamente todo lo buena que ella era en la cama, se lo había enseñado él. Le había enseñado a gozar, tanto dando como recibiendo. Le había enseñado algo en lo que él creía profunda-mente. Que, a la hora de follar, todo aquello que produzca placer es lícito. Todo. No existen ninguna clase de tabúes. Y ella había sido siempre una alumna completamente receptiva que había aprendido a gozar como poca gente lo lograba y, además, había aprendido a producir un goce extremo y a disfrutar con el goce que ella producía. Una alumna aventajada. Bien, extraordinariamente bien.

Pero ahora era el momento de dar un paso más. El trío. Se quedó pensando en cómo planteárselo...

Ella se sentía totalmente satisfecha. No podía creer que le quisiese tanto y que pudiese gozar tantísimo con él. A veces, incluso, creía ser ninfómana. Le encantaba follar, disfrutar e incluso había llegado a correrse eyaculando. Parecía un tío. Llegaba un momento en el cual el placer era tan extremo que su vagina se convertía en un surtidor y había que poner toallas debajo para que las sábanas no estuviesen mojadas toda la noche...

No se podía inventar nada nuevo. No existía. Esto era el éxtasis completo. No hay nada más.

  • ¿Sigues despierta?

  • Si. Todavía tengo la adrenalina a 100 y necesito calmarme en poco antes de poder dormir.

  • Te quería plantear algo

  • Tu dirás

  • El otro día, por internet, tuve acceso a un chico que me pareció muy agradable. Estuve un rato charlando con él y me planteó algo que me pareció, en principio, una buena idea. Pero antes de quedar en nada quería charlarlo contigo.

  • Pues ya sabes, cuéntamelo todo.

  • Ya te he dicho que me pareció muy agradable. Le conté que vivía con una chica muy atractiva y simpática y me propuso o le propuse, no lo recuerdo muy bien, quedar una noche los tres a cenar y, si vemos que entre los tres hay feeling, irnos a su apar-tamento a follar.

  • Pero, ¿qué dices? ¿un trío? Yo no necesito a nadie sino a ti. No quiero a nadie más. Y por otra parte ¿es que a ti no te importaría verme follar con otro?

  • Vamos a ver. Pongamos las cosas en su sitio. Sería un juego. Un juego en el que participaríamos los tres. Él no follaría conmigo. Ya lo hemos hablado y eso no le apetece nada. A mi tampoco. La idea sería jugar los dos contigo, acariciarte los dos a ti, que tu nos acariciases a los dos y los dos follar contigo o uno follarte mientras el otro te mete mano. Es un juego que puede gustarnos y cuando se acabe, si así lo queremos, si te he visto no me acuerdo. Incluso yo creo, a no ser que tu tuvieses algo que objetar, que esa sería la mejor opción. Se termina el juego y lo hemos pasado muy bien, adiós muy buenas.

  • Yo no lo he hecho nunca -insistió- pero es algo que me apetece probar e, incluso te diré que si nos gusta, en otro momento lo podemos probar con otra chica y tú. De todas formas, te lo digo por tu tranquilidad, podemos quedar a cenar y si, en el transcurso de la cena ves que no te gusta la idea, me haces una seña, una palmada en la rodilla o una negación con la cabeza y yo me las arreglo para despedirnos una vez que hayamos terminado de comer sin que haya ninguna situación delicada. Él, por supuesto, sabe que puede hacer lo mismo, si ve que no hay feeling, se despide y a otra cosa.

Ella se quedó un ratito en silencio, pensando a toda velocidad, y luego dijo:

  • Queda con él. Ya veremos que pasa...

Esto es muy extraño. La verdad es que no puedo entenderlo. Dice que no le importa verme follar con otro. Pues a mí si me importa verle follar con otra. Yo le quiero para mí sola. No le quiero compartir. ¿Y si al estar con otra chica ésta le gustase más que yo? ¿Y si esa otra es más guapa, más atractiva o más apetecible? ¿Qué le impediría quedar otra vez con ella sin que yo lo supiese? Al fin y al cabo es él quien hace los contactos...Vamos, que no. No se va a dar el caso. Quedaremos a cenar con el chico ese. Luego le diré que no, que no me ha gustado lo suficiente o que no “me pone”. No haremos ese trío y así rompo toda posibilidad de que se haga otro con una chica. Bien, Laura, ya tienes tu estrategia. Ahora ya puedes dormir.

Y se durmió.

Al día siguiente, se levantó con una sensación de pesadez y mal humor que le hubiese desconcertado mucho si no fuera porque era una sensación totalmente habitual en ella hasta que se tomaba el primer café de la mañana.

Una vez hecho esto, se dirigió al baño y se dio su ducha mañanera que era el antídoto ideal contra esa especie de amodorramiento que le embargaba todo el cuerpo y así, sentirse ya totalmente despejada. Es curioso, no quería para nada volver a pensar en la charla mantenida con su chico la noche anterior, pero su cabeza no hacía más que traerlo a su memoria. Con el segundo café decidió dejar de luchar consigo misma, recordar cada detalle y especular sobre ello.

Vamos a ver, Laura. La cosa no es para darle más impor-tancia de la que tiene. No se trata, seguro, de que a él no le importe que folles con otro porque, en realidad, no es que tu folles con otro es que los dos juguéis y seáis cómplices en el juego del sexo pero, esta vez, involucrando a un tercer personaje que nunca va a interferir en el amor que sentís Antonio y tu. Es un juego más. Solo eso, un juego más... Pero ¡coño! Me pongo nerviosa solo al imaginarme con otro tío, nerviosa y, a la vez, excitada. Me conozco y sé que, si me gusta, voy a querer gustarle. Pero no gustarle un poquito, gustarle un montón y que luego no pueda dejar de pensar en mí y, aquí viene lo malo ¿y si luego me gusta a mí también un montón? Laura, seamos serios. Estás enamoradísima de Antonio. El estómago te hace mil chiribitas en cuanto él te mira, y no digamos ya si te toca. No existe mayor éxtasis que el que sientes cuando follas con él. Entonces ¿de qué vas, en realidad? ¿qué te pasa? ¿no será que lo único que te altera es que la idea te gusta y te está poniendo cachonda perdida?

Jo, tengo que ir a comprar pan y leche y hacer la comida...¡Vamos, acelérate!

Cuando llegó Antonio, a la hora de comer, aunque se moría de ganas de hablar sobre “el tema”, se mordió la lengua para no hacerlo. Él tampoco habló nada sobre el asunto y la comida transcurrió como lo hacía habitualmente. Interés en la mañana de cada uno de ellos, alabanzas sobre el menú, comentarios sobre las noticias emitidas por el telediario, piropos, risas…, en fin, como siempre.

Pasó una semana, más o menos, hasta que Antonio, en mitad de una cena, un jueves, le dijo:

  • ¿Te parecería bien que quedáramos este sábado para cenar con el chico ese que te comenté?

  • ¿Ya has contactado con él? Como no me comentaste nada...

  • Sí, bueno, en realidad lo concretamos ayer y le dije, que si no había contraorden, quedábamos el sábado a las 21.00h., en un restaurante italiano, muy agradable, llamado Paparacci. Por cierto, el chaval se llama también Antonio.

  • Qué casualidad. Bueno, por mí encantada. Cuéntame algo de él, para ir preparada.

  • Bueno, como ya te he dicho, se llama Antonio. Tiene 28 años y está estudiando para opositar al Ministerio de Economía. Por supuesto, estudió económicas y, si quieres, te enseño su foto, ya que la publicó e Internet. Vive solo, en un apartamento y su familia vive en Logroño. Él se vino a estudiar aquí y ya se quedó. Parece muy agradable. No tiene pareja fija y le gusta experimentar.

  • ¿No es ningún adefesio ni está contrahecho?

  • No, por Dios.

  • Bueno, me fío de ti. No quiero verle en foto. Quiero conocerle sin tener prejuicio ninguno. El sábado tenemos “cita”, niño.

Menudos par de días que pasó la “pobre” Laura. Nerviosa, alterada, pensando todo el tiempo qué iba a ponerse y cómo se iba a vestir y arreglar. Al final decidió que iba a ir vestida sexy pero sin pasarse. Elegante a la par que discreta. No muy pintada, muy natural. Como si esta cita fuese el pan nuestro de cada día. Como si no tuviese ningún interés especial en gustarle pero, a la vez, gustándole de tal manera que le quitase el hipo (en caso de que tuviese hipo).

Por fin, el gran momento llegó...

Tardó casi un hora en arreglarse. Bien es verdad que hubo ducha, lavado de pelo, repaso de la depilación de las piernas, crema hidratante por todo el cuerpo, retoque de labios, un poco de colorete, su perfume -al que era terriblemente fiel, no usaba otro, Eau de Rochas, vestirse...

  • ¿Qué tal estoy, niño?

  • Arrebatadora

  • ¿Me he excedido en algo, o voy bien?

  • Vas perfecta. Pero es inevitable, eres arrebatadora. ¿Y yo? ¿Qué tal estoy?

  • Arrebatador, ja, ja, ja. No, completamente en serio, estás “buenísimo”. Pobre Toni -le llamo así para distinguirle-, tiene todas las de perder. No le voy a hacer ni caso y es que... Me gustas. No lo puedo evitar.

  • Venga, venga, ya será menos..., pues, cuando quieras, niña

  • ¿Ya?... Perdón. Jo, el “ya” me ha salido como un grito estremecedor.

  • Ja, ja, ja. Ya. Vamos.

El viaje hasta el sitio en cuestión duró 10'. En buscar aparcamiento, 30'. Cuando estaban pensando en darse por vencidos y dejar el coche en plena esquina descubrieron a un aparcacoches que -el muy ladino- había permanecido medio escondido, con lo cual, salieron del coche en la mismísima puerta. Dejaron las llaves del coche al “aparca” y entraron.

Toni ya estaba allí. Se había pedido una cerveza y estaba en la barra del bar esperándoles. Antonio se dirigió directamente hacia él saludándole con un apretón de manos y las frases de rigor que se dicen en estas circunstancias.

  • Hola, ¿que hay? Perdona, me parece que llegamos un poquito tarde pero es que hasta que descubrimos al “aparca” estuvimos buscando aparcamiento como locos. Mira, te presento a Laura, mi chica.

  • Hola, niño. Encantada. Por cierto, no te ofendas si te llamo niño. Es una costumbre independiente de la edad. Supongo que se puede decir que es una denominación cariñosa.

  • No hay problema, “niña”. Encantadísimo.

  • Ja, ja, ja...¿Pedimos algo en la barra o nos sentamos y lo pedimos en la mesa?

  • Vayámonos a la mesa. Esperad un momento, que le voy a preguntar al maître cuál es la nuestra.

Siguieron al maître hasta la mesa en cuestión y una vez ahí pidieron unas cervezas mientras echaban un vistazo a la carta.

Dios, no es que sea guapísimo. Pero sí sumamente atractivo. Tiene un cuerpo atlético y sano. Ojos preciosos, de un azul verdoso, con mirada franca y simpática, nariz correcta y boca bonita pero, sobre todo, lo que más me ha llamado la atención de él, es su aspecto pulcro y su olor corporal. No me refiero al agua de colonia, sino al olor a limpio. Ese olor que incita a arrimarse. Y encima, es sumamente simpático, parece muy listo y sabe llevar una conversación intrascendente sin que parezca nada aburrida. Definitivamente, Laura, te gusta.

Cenaron con apetito y muy bien, por cierto. Fue una reunión muy grata regada de risas, anécdotas y amena charla. Con cierto coqueteo de miraditas y gestos mínimos y discretos entre Toni y Laura. Terminaron de cenar y hubo una pequeña discusión sobre cuál de ellos pagaba la cena. Al final y mientras ellos discutían, Laura se disculpó con la excusa de ir al baño y pagó ella. Cuando, por fin, decidieron cuál de ellos pagaba, el camarero les dijo que la cena ya había sido abonada y cuando Laura volvió del baño, se encontró con dos hombres que se quitaban uno al otro la palabra para echarle una pequeña bronca. Pero Laura terminó saliéndose con la suya y se fueron, cada uno en su coche pero Antonio siguiendo a Toni. En el coche, Antonio preguntó:

  • Bueno, ¿que te ha parecido?

  • Muy, muy agradable

  • Y ¿físicamente?

  • Muy, muy agradable

  • ¿Estás dispuesta, entonces?

  • Yo si ¿y tu?

  • También. Vamos a divertirnos.

  • ¿Estás mojada?

  • ¿Tu qué crees?

Bajaron del coche, se reunieron con Toni en el portal y subieron al apartamento.

  • No lo vais a creer pero, sinceramente, estoy algo nerviosa.

  • No hay por qué -dijo Antonio-. En principio esto es una reunión entre amigos que se han juntado para pasar un buen rato.

  • Lo primero, os voy a enseñar mi casa. Como es terrible-mente pequeña, no vamos a tardar nada. Ya veréis. Bueno, primero dadme vuestros abrigos y los dejamos aquí, en la entrada. Justo enfrente está el cuarto de estar/comedor y cocina americana. Todo, como veis, en una única habitación. Seguidme. Aquí mi alcoba y despacho y esta puerta da al mini cuarto de baño. Ya está. “Eso es todo, amigos…” Si os parece, nos sentamos en el cuarto de estar y tomamos una copa.

  • Laura, ¿qué quieres beber?

  • Coca-cola, si tienes

  • Sí, por supuesto. ¿Y tu, Antonio?

  • ¿Tienes Ron?

  • Habana 7

  • Pues un cubata de ron

  • Fenómeno. Yo también

Puso algo de música y se sentaron los tres en el sofá, con Laura en medio. Al principio, estuvieron hablando de banalidades hasta que, de repente, Antonio cogió la mano de Laura y, con toda naturalidad, la depositó en la entrepierna de Toni.

Oh, oh, ahora ¿qué hago?. Bueno, en principio actuar como si esto fuese lo más natural del mundo. Le acaricio. Jo, ¿Será el pantalón o es que ya se ha puesto dura? Me está gustando eso de notar cómo se le agranda la polla en mi mano. Y esto que me está pasando a mi, ¿qué coño es? Siempre le he dicho a Antonio que entendía perfectamente que las putas no se dejan besar en la boca. El beso es el contacto más íntimo que existe. Mucho más que el coito puesto que es un cara a cara y un saborear a tu pareja que no lo da que te meta la polla puesto que no hay papilas gustativas en la vagina. Sin embargo…, me apetece muchísimo besarle. De hecho...mmmmm, qué bien sabe y cómo me gusta.... Él responde a mi beso y me besa, a su vez, con gran fervor. Y me está acariciando…, pero, ¿cuántas manos tiene? Ah, no, es que me están acariciando los dos ¡que gozada! Me abren la camisa y me acarician por debajo del sujetador. Toni me aprisiona el pezón de su lado y lo aprieta, pero sin hacerme daño. Beso a Antonio, beso a Toni, bajo la bragueta de Toni, bajo la de Antonio…, mientras estoy besando a mi chico siento que una mano se mete en mis braguitas y me acaricia la zona del clítoris, despacito pero con urgencia. Antonio, sin darse cuenta, echa mano abajo y se encuentra con la de Toni ocupando su objetivo. Nos levantamos del sofá y nos vamos a la cama. Le quito los pantalones y el jersey a Toni en un pispás, hago lo mismo con Antonio y entre los dos me terminan de desnudar a mí. Prefiero no pensar en cómo me desplacé hasta la cama, las tetas al aire, el sujetador de medio lado, el pantalón por los muslos, el culo al aire... Me meto la polla de Toni en la boca y le hago una de las mejores mamadas que he hecho nunca. Le acaricio todo el cuerpo. me pongo de rodillas con él entre mis piernas y comienzo a besarle los ojos, la nariz, la boca (y en ésta me entretengo un poco) la barbilla el cuello, el pecho, los pezones (ahí, en cada uno de ellos, también me entretengo) bajo, lamiendo, hasta el ombligo, las ingles (muerdo el vello y cuando lo tengo entre los dientes, tiro un poco, pero sin hacer daño, solamente que note el tirón) cojo su polla entre mis labios, la trato de meter entera en mi boca, pero no puedo, está ya muy grande. La meto todo lo que puedo dentro, la voy sacando poco a poco. Con los dientes, con muchísimo mimo, bajo el pellejo y beso y succiono un pelín el glande mientras con la punta de la lengua le repaso el frenillo. Cuando noto que está a punto de correrse, paro y vuelvo a su boca. Él ha sacado un condón y se lo está encajando. Me coge por la cintura, me aparta de él y me tumba sobre la cama, me abre las piernas y me mete la polla. Damos algunos empellones y no da tiempo a más…, se corre enseguida. Se quita de encima y se aparta para quitarse el condón y lo tira debajo de la cama. Se disculpa porque ha sido todo excesivamente rápido y, según él, yo no he disfrutado ¡ingenuo! Es entonces cuando miró a Antonio y veo en sus ojos una expresión que depara sorpresa y tal vez un poco de frustración. Rápidamente giro sobre mí misma y comienzo a hacerle una mamada, pero está tan desconcertado que ni siquiera logro ponérsela dura. Su mente está dándole vueltas a otra cosa y yo, muy a mi pesar, sé a qué. Se me olvidó que estaba en la cama y pasé absolutamente de él y de sus caricias. El trío se convirtió en una pareja con él de mirón, cuando en todo caso tenía que haber sido al contrario. Una pareja -Antonio y yo- y el otro, Toni. Es entonces cuando mi mala conciencia hace que me dedique únicamente a él. Le empujo, suavemente, para que quede totalmente tumbado en la cama, boca arriba, me pongo en la misma postura que practiqué anteriormente con Toni, y comienzo el recorrido bucal sobre su cuerpo.

Pero esta vez fue todo diferente. Toni, su vez, también se puso de rodillas, tras de mí y con las piernas de Antonio entre las suyas, sus manos en mis pechos. Antonio tenía las suyas en mis nalgas y, entre los dos iniciaron una serie de caricias que me pusieron a mil. Después, empecé a notar los labios de Toni viajando desde mi cuello hasta el comienzo de la raja del culo y la boca de Antonio lamiendo mis tetas y mordisqueando mis pezones. Yo, a mi vez, había llegado al ombligo de Antonio pero tengo un defecto enorme, soy incapaz de hacer ningún movimiento que distraiga mi mente cuando ésta se encuentra ocupada concen-trándose en sentir cada uno de los recovecos del placer. Por lo tanto, y no fue premeditado sino instintivo, dejé de ocuparme de proporcionar placer a Antonio para estar totalmente concentrada en sentir el mío.

Comencé a gemir guturalmente, que es, no sé por qué, como gimo yo cuando estoy cerca de correrme. De repente noté cómo la polla de Antonio ocupaba mi vagina ¡y de repente noté la polla de Toni invadiendo mi culito! Un sándwich total en el cual la mejor parte se la llevaba el jamón. Cuando Antonio tenía sus manos sobre mis nalgas, había ido dilatando poquito a poquito mi ano, incluso, tras humedecerse un dedo en mi boca, me lo introdujo en el culo y luego, cuando me metió su polla en la vagina había separado con sus manos mis nalgas, abriéndolas como para indicar a Toni lo que debería hacer. Los dos empezaron a sacarla hasta la mitad y a clavarla luego entera a una velocidad que a mí me parecía vertiginosa y tan simultáneamente que daba la impresión de que lo tuviesen ensayado.

No solo me corrí, ¡eyaculé tanto por el culo como por la vagina! Nunca había sentido un orgasmo tan estremecedor. Y encima, una vez que terminó ese primer orgasmo, tuve, aunque ya sin eyacular, tres o cuatro posteriores porque los dos se corrieron a la vez que yo pero, una vez que la sacaron, siguieron, ambos, besándome y acariciándome y me hicieron sentir como ese juguete siempre deseado y nunca obtenido que, por fin, tienes la oportunidad de jugar con él. ¡Dios! Fue algo tan totalmente recomendable que debiera ser obligatorio sentirlo, al menos, una vez en la vida. Yo tuve la inmensa suerte de poder experimentarlo con la mejor compañía que nadie pudiera desear.

Se vistieron, se despidieron muy amigablemente y Antonio y Laura se fueron. Una vez en el coche Antonio le preguntó que si había ido todo bien, Laura contestó que sí. Él arguyó que, sin embargo, él no se había sentido del todo bien, que había tenido, incluso, la sensación de sobrar en la primera parte del encuentro pero que después había disfrutado un montón sobre todo, notando y viendo cómo disfrutaba ella. Laura le dijo que sentía lo que había pasado al principio pero que como esto era nuevo para ella a lo mejor no había sabido cómo comportarse para que ambos se encontrasen bien pero que luego, cuando se dio cuenta, lo había intentado rectificar.

  • Pues te salió de puta madre la rectificación, niña, creo que es una de las veces que más he disfrutado.

  • Pero, qué dices, si de verdad que intenté rectificar pero luego me sentía tan llena de placer que me olvidé completamente de vosotros dos y me dediqué a disfrutar yo.

  • Pues a lo mejor fue por eso pero, y creo que hablo también por Toni, fue un polvo inolvidable, niña.

Ya muy entrada la noche, Antonio y Laura llegaron a casa, se metieron en la cama y follaron como posesos. No volvieron a quedar con el chico ese. Pero fue una bonita experiencia.

Y ahora es un precioso recuerdo.