Mi primer trio.

- Pues ahora que lo dices, tengo la solución. Mi amiga es un poco puta, como ya imaginarás, y últimamente me está pidiendo que le presente algún amigo mio y que hagamos un trío. ¿A ti te apetecería? – me dijo con cara de salido. - ¿Un trío?... no sé yo… - Venga tío, ¿cuántas veces se tiene la oportunidad de un trío en la vida? – me imploró.

Hace unos meses, y después de una bronca monumental de en mi casa, cogí los bartules y me largué a la ciudad, a casa de un amigo.

Juan, mi amigo de toda la vida me acogió desde un primer momento, aún a sabiendas que no trabajaba y no podría pagarle nada por ahora.

Yo me volqué en limpiar, ya que no tenía trabajo con algo debía colaborar.

Juan estaba muy feliz conmigo, No sólo porque le limpiase la casa, que buena falta le hacía pues un poco cochino si era, sino porque le hacía compañía ya que el pobre se sentía muy sólo en la ciudad.

Juan trabajaba de banquero en el centro, estaba bien colocado y el piso se lo compro al poco de hacerle fijo, justo al lado en un buen barrio.

El piso era pequeño, un ático viejo pero muy cómodo. Tenía un salón con cocina, un dormitorio y un pequeño baño, lo justo para un soltero.

Pese a lo  pequeño del piso me acomodó en su sofá cama (el más pequeño que he visto nunca). Cuando nos sentamos los dos juntos para ver una peli o jugar a la play parece que seamos  novios pues más pegados no podemos estar.

Los viernes por la noche Juan siempre me invitaba a salir por ahí. Yo intentaba que no me invitara a más de un cubata pues me sentía un gorrón, pero Juan era muy buen amigo y no dudaba en pagarme uno detrás de otro.

Uno de esos viernes en el que bebimos más de la cuenta, Juan me dijo que no montara la el sofá cama y me acostase con él en la cama. Yo no pensé mal, más lo vi natural. Lo raro fue cuando nos estábamos quitando la ropa para quedarnos en calzoncillos (hacía ya calor en mayo) y Juan sin cortarse un pelo se quito hasta los calzoncillos y se tumbo boca abajo en la cama.

-          ¿Pero qué haces?. – le dije.

-          Yo es que duermo así, ¿te molesta a estas alturas de la vida?

No supe que contestar, así que le deje hacer, yo me acosté a su lado intentando no rozarle (pero dos hombres enormes en una cama de 135, ya me diréis).

Me desperté sintiendo un calor abrazador, Juan estaba con una pierna y un brazo sobre mi y su pene bien tieso sobre mi costado, con hasta un poco de liquidillo preseminal que brillaba sobre mi piel.

Me levanté de golpe y con el susto (y mis maneras bruscas) desperté a Juan.

-          ¿Qué hora es? – me pregunto.

-          No sé, pronto supongo, pero córtate un poco que estabas sobre mí en bolas y con la polla to tiesa.

-          Perdona Roberto, es que como siempre son chicas las que duermen conmigo pues me he acostumbrado y me lié… jajaja.

-          ¿Qué chicas?, si llevo un par de meses y aquí sólo entro la vecina de enfrente para medirnos sal.

-          Hombre, no querrás que me traiga a las churris contigo durmiendo en el sofá, no te jode. – me contesto muy tosco.

-          Pues si quieres  me voy a buscar otro sitio donde vivir y no te molesto más.

-          No seas así, que yo últimamente quedo con una amiga los miércoles después del curro cuando su marido no está en casa y con eso me apaño bastante bien, lo malo serás tú que no follas por lo menos desde hace un año.

-          ¿Pero qué dices?, y noche me metí en el baño con esa gorda y me la follé en el baño. –No recordaba mucho lo ocurrido pero sí recuerdo sus grandes tetas.

-          Si yo entre a mear y la chica salió del baño gritando por que le había vomitado encima, so fantasma.

-          Ahhh… ya recuerdo, que asco. La puta olía a tabaco que echaba para atrás.

Pues eso, que si alguna vez, aunque sea un milagro, consigues ligarte alguna pues me mandas un mensaje y te dejo mi piso libre unas horas.

-          Me sabe mal, es tu piso.  Aquí no se me ocurriría traerme a nadie, no tengo tanto morro, pero si a ti te apetece traerte a esa “amiga tuya” pues yo me largo a pasear unas horas o toda la noche, lo que haga falta  - le dije sinceramente.

-          Pues ahora que lo dices, tengo la solución. Mi amiga es un poco puta, como ya imaginarás, y últimamente me está pidiendo que le presente algún amigo mio y que hagamos un trío. ¿A ti te apetecería? – me dijo con cara de salido.

-          ¿Un trío?... no sé yo…

-          Venga tío, ¿cuántas veces se tiene la oportunidad de un trío en la vida? – me imploró.

-          Hombre, un trío con dos mujeres molaría, pero contigo enfrente no se yo si me molaría. Seguro que ni se me empalma.

-          Si ahora la tienes ya morcillona, que esos calzoncillos no disimulan nada. Que yo estaré en bolas pero esos calzoncillos que me llevas desgomados son de todo menos discretos.

-          Bueno, vale, acepto. Pero tendremos que poner unas normas básicas.

-          Tranquilo que no te rozaré tu culito blanquito.

-          Ya te gustaría a ti tocármelo, que esta noche bien dura se te ha puesto encima de mí, que casi te corres en mi espalda. – en plan broma se lo comenté, pero no se lo tomó muy bien.

-          Pero que dices. – me dijo medio enfadado.

-          Que sí, que tenía hasta la babilla de tu polla pegada en el costado.

Juan, cogió el cojín y al fin se tapo un poco.

-          A buenas horas te tapas, guapo. – le dije en broma.

-          Bueno, entonces la llamo o no que parece que no quieres.

-          Que sí, tú llámala.

Se giró, cogió su móvil  y empezó a marcar. A los pocos segundos ya hablaba con ella y empezó a preguntarle si ahora tenía un momento para pasar por casa que tenía una sorpresa.

-          ¿Pero ahora? –le dije susurrando.

-          Sí, ahora estoy muy cachondo y lo necesito. – me dijo tapando con una mano el micro del móvil.

-          Vale, me voy a la ducha.

Acababa de empezar a enjabonarme cuando de repente se abrió la puerta del baño y oí entrar a Juan.

-          Hombre Juan, pasa, como si estuvieras en tu casa.

-          Tengo prisa, me estoy meando y Ana viene en media hora.

-          Que prisa, ¿no?.

-          Sí, es que en tres horas viene su marido y tiene que estar en casa para recibirle.

-          Ok, pues démonos prisa.

-          Vale, pues déjame entrar. – de repente se abrió la puerta de la ducha y Juan sin inmutarse se metió conmigo.

-          ¿Pero qué haces? – le reproché.

-          Tenemos prisa, anda, pásame el jabón.

-          Lo nuestro parece un matrimonio ya.

No nos dio tiempo a terminar la ducha, Ana llegó a los cinco minutos escasos. Juan cogió una toalla y empapando todo el suelo se fue así a abrir la puerta.

-          Hola Juan, perdón por acelerarme pero estaba cerca y tu llamada me puso muy caliente. ¿Cuál es la sorpresa que me tienes preparada? – dijo Ana mientras le quitaba le sobaba el paquete a Juan.

-          Pues hoy vas a cumplir una de tus fantasías que siempre me pides. Mi amigo Roberto, el que vive conmigo se ha animado a lo del trío. Así que si aún estás interesada pasa a la cama.

Ana y juna entraron besándose y se tumbaron en la cama. Yo salí de la ducha un poco cortado y sin ni una toalla para secarme, me asomé un poco a la puerta y desde allí le pedí la toalla a Juan.

-          No me seas tonto y ven, que no te vamos a comer.

-          Habla por ti. –dijo Ana.

Yo me acerque así en bolas, como quien no quiere la cosa, pero a esas alturas no era el único. Ana ya estaba ya casi desnuda. Sólo un pequeño tanga negro separaba su cuerpo del cuerpo de Juan el cual estaba bien centrado mordiéndole los pezones.

-          Mira Roberto, que par de melones tiene. Cogiéndolos y jugando con ellos, mostrándolos con orgullo.

-          Ven aquí Roberto. – Me dijo Ana dejándome un sitio a su lado.

-          Es que estoy muy mojado.

-          Tranquilo, Roberto, ya limpiaremos luego.

Me acerque y me senté al lado de Ana. Juan volvía a estar centrado mordiéndole las tetas mientras que Ana se acerco a mí y sin más empezó a besarme.

-          Juan me cogió una mano y la llevo a una de sus tetas.

La sensación era increíble. Jamás había estado con una chicas con semejantes melones, turgentes y suaves y (lo más importante) naturales.

Sin más me agache un  poco he imité a Juan con la otra teta. Parecíamos un par de bebes amamantándonos.  Yo estaba frente a Juan y el muy cabrón disfrutaba como nadie.

Mi mano se introdujo por dentro del tanga de Ana y noté lo muy mojada que estaba. Juan era más brusco que yo y sin miramientos se agachó. Le tiro del tanga y se lo quitó y con un buen movimiento le abrió de piernas y se tiro de frente a por el coño, comiéndoselo de lujo.

Yo volví a besar a Ana, estaba vez más fuerte y con más ganas sintiendo sus gemidos cada vez que Juan le restregaba más fuerte la lengua.

Ana me cogió de la mano y me la llevo a su chocho. Juan no apartaba su boca así que algún lengüetazo me dio, pero no me importo, mi mano se restregaba por el chocho con la la lengua de Juan jugando. Y de repente le metí un dedo mientras Juan se centraba en el clítoris.

-          Fóllame. - Me dijo Ana al oído.

Y sin más la tumbe en la cama, le abrí más las piernas y me acerque mientras Juan se levantaba y le acercaba su rabo a la boca.

Se la hundí sin miramientos. Hasta el fondo. Mientras que el bestia de Juan se follaba la boca de Ana. Verla tragarse todo aquel pedazo de carne me puso a mil y sin poder evitarlo me corrí.

-          ¿ya? – me pregunto Juan.

-          Sí, hacía tanto que no pude evitar. – me excusé.

-          Déjalo y fóllame tú.

Yo me la saque y me aparte para dejarle vía libre a Juan.

-          Coño, que lubricado me lo has dejado. - guiñándome un ojo.

-          Fóllame bien fuerte y tú ben otra vez aquí a mi lado, que te voy a recalentar. – dijo Ana.

-          Uf, pedazo de corrida te has pegado ahí dentro so guarro. Menos mal que somos amigos y no me da asco estas cosas. Hasta me sirve de más lubricante natural. Jajaja – se rió Juan.

Me acerque a Ana y después de un beso bien apasionado se puse mi polla flácida en la boca. La cual después de unas buenas succiones me la puso bien dura otra vez.

-          Tu amigo no habrá aguantado mucho pero tiene una forma de calentarse tan rápida que si me cumple un par de veces más por mi encantada. – le dijo Ana a Juan.

-          El pobre lleva más de dos meses sin follar, tu déjale ahora y verás cómo te cumple.

La puta de Ana me estaba comiendo la polla como nunca antes me la habían comido. Suelo presumir de tener un buen rabo pero al ver con la facilidad que se lo tragaba parecía un meñique en su boca.

-          Esperad, vamos a cambiar ya. Roberto túmbate en la cama. Y tú Ana, siéntate encima mirándome.

-          Ok.

-          Bien. Ahora túmbate hacía atrás y ábrete bien que ahora viene lo bueno.

Y sin mucho pensárselo Juan se coloco entre nuestras piernas y empezó a meterla junto a la mía.

-          ¿Qué haces? – le dije yo.

-          Calla y verás.

-          Con cuidado, no me partas. – susurro Ana entre gemidos.

Empecé a notar una presión sobre mi polla. Me sentía raro al sentir sobre mi polla la suya pero en el fondo había un gustazo increíble y de repente noté como entro hasta el fondo. Sus huevos bien pegados a los míos. El gusto fue increíble. Tanto que me volví a correr sin querer al notar los primeros movimientos de Juan, el cual al darse cuenta de mi corrida me guió un ojo y me dio a entender sin gestos que aguantara un poco allí dentro.

Lo bueno que tengo, ya que soy de gatillo fácil, es que una vez me corro puedo mantener la erección sin sentir las molestias que a mayoría siente. La verdad es que me viene un bajo increíble pero si no pienso mucho y lo persigo puedo mantener la erección hasta volver a ponerme cachondo y empezar otro polvo. Así que eso hice, aguante un poco notando como Juan subía y bajaba y en un par de minutos volvía estar a mil otra vez.

Juan me vio otra vez cachondo y sin saber porque se acerco a mí, me cogió del cuelo  y pego su frente a la mía jadeando y follando bien fuerte y de repente sus gemidos eran como bufidos de toro y note como su polla se hinchaba a lo bestia, estaba a punto y su corrida iba a ser bestial y ya mientras se corría sin permiso me planto un beso a los morros (debería haberme asqueado) pero en ese contexto hizo que por tercera vez sin quererlo me corriera de nuevo  pero esta vez junto a Juan y Ana que también al ver el subidón final de Juan no pudo resistirlo y se corrió soltando un chorro increíble sobre nosotros.

Nos quedamos tumbados Juan y yo mientras que Ana se levanto corriendo y con la toalla del suelo se limpio toda la lefa que le caía por la pierna y después de vestirse se fue corriendo, no sin antes asegurarnos que esto lo íbamos a repetir.

Juan y yo nos quedamos de frente tumbados, mirándonos fijamente a los ojos. No hacia falta decir nada. Habíamos roto todos los tabús. Ahora no había vuelta atrás. Todo había cambiado.

Continuara…