Mi primer piso de estudiante 3
No creo que hubiera podido tener más suerte encontrando mi primera casa. No la habría cambiado ni por un colegio mayor con todo lujo ni por una mansión. Era cómoda, confortable, pequeña y allí había encontrado a una chica especial, pese al bruto de su novio. Todos los requisitos para un primer año de facultad donde me iba haciendo al ambiente y a la vez me daba tiempo a mis proyectos con la moda.
No creo que hubiera podido tener más suerte encontrando mi primera casa. No la habría cambiado ni por un colegio mayor con todo lujo ni por una mansión. Era cómoda, confortable, pequeña y allí había encontrado a una chica especial, pese al bruto de su novio. Todos los requisitos para un primer año de facultad donde me iba haciendo al ambiente y a la vez me daba tiempo a mis proyectos con la moda.
Un día llegué a casa con un book de fotos que me habían hecho en una agencia y las chicas lo vieron entre risas e indirectas. Nos llevábamos tan bien los tres que cada broma era bien encajada entre nosotros, teniendo un clima de amistad perfecto. Laura sugirió poner una de mis fotos con un imán en el frigorífico, cuestión que a mí no me importó y me lo tomé con gracia pues había más fotos allí pegadas.
Pero de nuevo se rompió el buen rollo un viernes… llegue a casa y estaba allí Juanjo. No lo había visto desde el fin de semana anterior y tras decirle un “hola…” él no abrió la boca. Pasé y miré a la derecha, mi foto estaba en el mismo lugar pero convertida en un gurruño y con el imán en la frente. Como comprenderéis no me paré a preguntar. Marta estaba en su cuarto mirando al suelo y yo pasé al mío, sabiendo que se estaba cociendo allí. Cerré la puerta y la broca tomó forma mientras ella le explicaba que la foto la había puesto Laura y que estaba sacando todo de quicio. En fin, portazos, zarandeos y llantos que se mezclaban con los bruñidos e insultos de él. Podría haber salido y encararme con aquel cerdo pero sabía que mi papel era otro. Él no tardo en irse diciendo:
«Mañana a las 9 estaré aquí a por ti, ¡a ver si eres capaz de quedar mal con mi familia!»
Cerró de un portazo y se fue, haciendo gala de su nula educación. Yo aproveché para salir del cuarto y ver a Marta. Ella, sentada en su cama con las manos puestas en su cara me contó que al otro día tendría que ir al bautizo de un sobrino de Juanjo. Yo le intenté explicar que procurara quedar bien delante de toda su familia y que a él seguro que ya lo conocerían por su tozudez.
Me daba realmente lastima la situación de una chica sensible, maja, responsable y que vivía cautiva de un ignorante con dinero. Sí, las cosas de los pueblos y las familias que muchos no entendemos en pleno Siglo XXI.
Esa noche cenamos en casa sin sobresaltos, teníamos que estudiar y decidimos no salir. De vez en cuando, Laura pasaba jocosa por mi foto y hacía la señal de los cuernos con sus manos como si de un cantante heavy se tratase, mientras Marta la miraba riéndose compensando tantos malos ratos. En esa semana habíamos dejado un poco en silencio lo sucedido pero se palpaba en el aire.
Laura propuso estudiar todos juntos y así no nos dormiríamos y aquél que se durmiera pagaría una deuda que escribiríamos en un papel secreto. Vamos, una chorrada de estudiante que servía de acicate para aprovechar la noche de estudio. Yo le di al papel mil vueltas entretenido en que poner y sin pensar entro en juego mi lado más morboso. Y por fin. Tras un rato escribí:
-Hacerlo con Marta y que su novio “el simpático “esté en casa-
Yo lo escribí y me eche a reír. Así con café dieron las dos y allí no se movía nadie. Hasta que Marta dijo bostezando:
«Chicos me habéis ganado, mañana tengo el puñetero bautizo y debo descansar»
Yo ni corto ni perezoso saqué mi folio dobladito de debajo de la carpeta y le dije:
«Olvidas esto… que concertamos en las reglas de estudio de esta noche…»
Marta abrió el papel ceremoniosa, con los ojos adormilados y exclamó:
« ¡Joder que locos estáis… »
Soltó una carcajada incrédula y desapareció a su cuarto con el papel en el bolsillo de su pijama.
Laura me interrogaba pintándome con el bolígrafo para saber qué había puesto en ese papel. Aunque se conformó diciendo:
«Mientras jodas a ese machista y lo pongas en su sitio tengo más que suficiente» -y puso una cara de perversa nunca vista… Era normal, ella vivía también los miedos y los desprecios que repartía Juanjo a diestro y siniestro.
Pasó la noche y me levanté a desayunar. Sabiendo que al “insensato” no le gustaba que saliera yo a la cocina vestido de dormir me puse unos vaqueros y una sudadera. Sonó el timbre y era él. No fallaba. A la hora en punto entró sin saludar y con cara de pocos amigos. Apestaba a vaca y venía sin arreglar con un traje en una funda de plástico agarrada como un conejo. A la vez, Marta salió de su cuarto impresionante pero él ni la miró. Al preguntarle su novia el motivo de no ir arreglado él contestó desairado que él trabajaba, no como ella que era una princesa mimada de mierda. Pegando otro portazo entró a ducharse. Mi cara era un poema ante tanto insulto gratuito.
Marta resopló ante un nuevo desprecio. Ella iba al bautizo guapísima con un vestido azul marino, medias azules a juego y unos tacones altos. Se había maquillado resaltando sus largas pestañas y estaba realmente guapa pero enfadada. Me acerqué, no sin antes escuchar como cerraba la puerta del baño el degenerado de su novio, y le dije a Marta:
«O me sonríes o me cobro la sanción de anoche»
Ella respondió sonriente: «No seas cabrón Marcos» - y me miro mordiéndose el labio mientras yo le daba un beso tierno en el cuello con mis labios y con la punta de mi lengua… Olía genial a perfume y era realmente una princesa arreglada para un acto que mandaba más el protocolo que el cariño.
Comencé a buscar su boca y nuestras lenguas jugaban tímidas mientras le susurré:
«Tan sólo tenemos desde que se encienda el calentador del gas hasta que se apague»
Mientras le comía la boca masajeaba esas redondas tetas apretadas dentro de su vestido. Y ella comenzó a jugar con su mano en mis vaqueros que iba tomando forma. Yo alargue la mano y puse la radio de la cocina para que no se nos oyera nada y en un segundo comenzó a sonar fuerte Katy Perry con “I Kissed a Girl”…
La música animaba a Marta que soltó el botón de mis vaqueros, mientras mis manos entraban por debajo de su vestido acariciando sus muslos. Bajo la cremallera despacio y comenzó a jugar con su mano sobre mis bóxers donde se adivinaba el contorno de mi miembro excitado. A la vez., mi mano subía y frotaba por encima de sus medias y sus braguitas a la altura de su coñito. Ella suspiraba y jadeaba entregada al deseo. Estiro la goma de mi ropa interior y mi polla salió como un resorte, con el tronco de venas marcadas y mi capullo en forma de redondo fresón. Mirándola con la boca abierta y sonriente comenzó a pajearla con destreza, descapullándola una y otra vez al mismo tiempo que uno de sus dedos se ocupaba de jugar con mi húmedo capullo.
En ese momento, “Brummmm-“sonó como se encendía el calentador del gas… y fue para ella como el pistoletazo de salida. Se dio la vuelta y puso sus manos en la mesa alta de la cocina, levantado su vestido y dejando ver su culo enmarcado en sus medias y un culotte negro de encajes. Ella dijo con voz sugerente:
«Marcos debo cumplir mi castigo, fóllame como me merezco…»
Me aferré tras ella y baje sus medias y su culotte a mitad de sus muslos. El espectáculo era admirable: las formadas y fuertes piernas de Marta y su culo redondo, muy respingón, mediano y duro como un balón. Desde detrás se veían los labios rosas de su coñito. El contraste de su ropa oscura y su piel clara era un deleite.
Acerque mi capullo y lo roce contra su culo inocente de princesita y poco a poco mi polla comenzó a chocar contra los labios de su coñito. Ella me hablaba excitada pero la música tapaba nuestras voces:
«Métemela Marcos, me gustas mucho, me encantas, te deseo»
Yo agarrando mi miembro con la mano fui empujando con mis caderas y mi glande fue abriendo ese coñito precioso que iba mojando mi polla, lubricándola y llegando más adentro. Agarré su culito y comencé a darle un rico mete y saca donde ella no sabía cómo ahogar sus gemidos. Estaba muy caliente por la situación y la saque entera, erecta, firme, llena de flujo que resbalaba como néctar en forma babeante cayendo al suelo. Y sin previo aviso se la metí de un golpe, soltando Marta un gran gemido que no sé cómo no escucho en la ducha Juanjo. Mi polla entraba y salía chocando mis caderas fuertes contra su redondo culo una tras otra vez… sus cachetes blancos lucían rojos de mis manos que lo amasaban y de mi intencionadas embestidas.
En un minuto más Marta no pudo aguantar y me dijo a duras penas:
«Marcos me corro, no puedo más estoy, ooohhhh, joder sí, que me gusta por favor, que rico, joder… ohhhhhhhh»
Le temblaban las piernas y respiraba agitada, pareciendo que sus enormes tetas iban a romper las costuras de aquel precioso vestido. Saque mi polla erecta y me dijo que aún estaba encendido el gas y se agachó. Sujeto mi polla con la mano y la comenzó a pajear suave contra su lengua, poco a poco se la fue metiendo en la boca mamándola con auténtica devoción y sin darme cuenta le estaba follando su boca llegando donde jamás había llegado nunca. Soportando las arcadas y sin dejar de mirarme. Claro está, que tras hacerlo con ella y estar follándome su boca no podía aguantar más sin correrme… Acariciaba su cuello y su nuca hasta que no pude más:
«Me corro Marta… ohhhhhhhh…ufffff sí nena que rico»
Mis chorros de leche salían descontrolados directamente a su garganta mientras ella se tragaba todo sin dejar de moverse. Me quede perplejo y muy contento, los dos habíamos disfrutado tanto en tan poco… y en ese momento dejo de sonar el “ Brummmm” del calentador de gas. Marta se arregló subiéndose las medias y el culotte y yo me fui a mi habitación.
Pronto salí de mi habitación con un chándal y el albornoz encima, pase por la cocina con recochineo diciendo que iba a la ducha que era mi turno. Con esa vestimenta seguro que él estaba feliz con su censura y yo riéndome en su cara.
Marta aprovecho que él se terminara de vestir y poniendo como excusa que necesitaba un cepillo del baño entró dándome un húmedo muerdo y me susurró:
«Siempre sabes cuidarme y sorprenderme»
Y saliendo del baño me guiño un ojo sonriente y feliz por todo lo que había entre nosotros.
Hoy os dejo una enseñanza:
Aquellos que pensáis que vuestra novia o mujer es una propiedad privada, que podéis tratar de cualquier manera y que estáis por encima de ellas os equivocáis. Siempre puede haber uno más cualificado, mejor dotado, más sensual, más cariñoso, más detallista, más humano y que sepa despertar el morbo de ellas. El morbo es algo que tenemos y que jamás sabemos cuándo se puede encender por muy formales e inocentes que seamos.
**Os dejo mi email para todos/as aquellos/as que quieran dar ideas y sugerir versiones para seguir desarrollando esta serie de relatos. [email protected]
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