Mi primer partido de futbito

Mi primer partido de futbito en la universidad de mostró lo mucho que me atraían los chicos en vez de las chicas.

Tengo 18 años y vengo de un pueblo de la España profunda. Por ello no he tenido mucho contacto sexual, más allá de tocar alguna teta de alguna chica por encima de la blusa.

Al terminar el bachillerato convencí a mis padres para poder ir a la universidad a estudiar informática a la capital.

Al poco tiempo de empezar a estudiar hice buenas migas con Juanjo. Es un chico alegre, más alto que yo, que dicho sea de paso soy un poco tapón, y con un buen cuerpo.

Según me cuenta va a nadar todos los días, y la verdad es que se le nota una gran espalda tenga puesta la ropa que sea, aunque no sea ceñida.

Un día, hablando con él, me dijo:

  • ¡Oye! que se va a crear una liga de futbito en el campus y estoy intentando juntar un grupo de amigos. ¿Te apuntas?

  • Bufff… yo soy muy patoso tío, en el pueblo apenas éramos gente y no he jugado mucho.

  • Tranqui, si lo que quiero es jugar, me da igual quedar últimos jajaja lo importante es hacer un poco de deporte y echar unas risas.

  • OK, si tu lo dices me apunto. Al fin y al cabo llevo un tiempo diciendo que tengo que hacer deporte y nunca encuentro tiempo, así que igual me vale de excusa.

  • Bien, ya te iré diciendo si encuentro más gente.

Al cabo de unos días:

  • Listo. Ya nos hemos apuntado. Somos “Los Pelotudos”. Tenía que hacer la inscripción y no se me ocurrió otro nombre jaja

  • Jajaja… vale y ahora ¿como va?

  • Esta tarde quedamos y te presento al resto.

A la tarde, cuando me reuní con él, estaba con otros 3 chicos.

  • Os presento, este es Pablo - dijo señalándome a mí - y estos son Raúl, Iván y Adrián.

Tras las presentaciones iniciales estuvimos hablando un rato sobre en qué puestos jugaríamos cada uno y al final decidimos que yo sería portero.

Total que llegó el día del primer partido y fuimos sin entrenar ni nada. Llevamos la ropa para poder cambiarnos después, ya que había vestuarios y duchas para después del partido.

Tras una derrota estrepitosa por 7 a 2, fuimos a ducharnos, ya que habíamos sudado mucho, incluso yo que era el portero. Como había dos vestuarios fuimos a uno, mientras el otro equipo iba al otro.

  • Vaya paliza nos han dado

  • Ya te digo. Como no mejoremos quedaremos últimos

  • Bueno, es normal, si no hemos entrenado…

Y mientras íbamos hablando así, nos quitamos la ropa para ducharnos. Era la primera vez que les veía desnudos, y la primera vez que me daba cuenta de que me gustaban los cuerpos de los chicos. No pude evitar que se me pusiera dura.

  • Joder con el Pablo, no para ningún balón pero aquí está a tope - dijo Juanjo señalandome

  • Es que cuando sudo mucho se me pone dura - mentí, avergonzado

  • Pues nosotros hemos sudado el doble - dijo Iván, mientras enseñaba su cuerpo desnudo y sudado, y se agarraba las pelotas y el rabo mientras reía.

Tenía un cuerpo bastante atlético, aunque delgado. Muy poco pelo en el cuerpo, y sobre su rabo, un poco de pelo que no se había afeitado nunca. El rabo era oscuro y parecía bastante grueso.

Juanjo se desnudó y mostró un cuerpo terriblemente musculado, posiblemente por las horas que le dedicaba a la natación. No tenía un solo pelo en el cuerpo.

  • Jode, si pareces el muñeco de la Barbie, sin un solo pelo

  • Es por la natación. Así soy más aerodinámico

  • Entonces por qué te afeitas también el rabo. ¿es que nadas desnudo? jaja

  • Que va, pero es más fácil afeitar todo el cuerpo a dejar solo un poco. ¿Dónde paras si no? jeje

Pude observar mientras, que su polla estaba morcillona y también parecía bastante grande, con el prepucio tapándole parte del glande.

Raúl era un chico muy delgado. Apenas pesaba 50 o 60 kilos, por lo que su polla y huevos parecían tener más tamaño del que aparentarían si tuviera algo más de grasa. También la tenía morcillona y parecía más grande que la mía.

Finalmente estaba Adrian, que estaba algo más entrado en carnes, pero que también tenía bastante musculado el cuerpo. Tenía mucho pelo en la entrepierna y un rabo gordo y largo asomaba, incluso estando en reposo era más grande que la mía, que apenas mide 14 cm.

Nos metimos a las duchas, que eran comunitarias, sin separación entre unas y otras, y sin separación tampoco con el vestuario. Yo puse el agua fría, ya que no conseguía que bajara la erección. Finalmente, aunque acabé helado, conseguí que bajara un poco hasta quedar morcillona.

Por suerte, todos éramos jóvenes y no nos parecía raro que nuestras vergas tuvieran voluntad propia, y mis compañeros no me dijeron nada, así que salí airoso de aquel primer partido de futbito.