Mi primer partido de futbito - 04

Raúl nos invita a su casa para pasar la tarde y tomar unas cervezas, pero el tema se nos va de las manos

El fin de semana, el sábado en concreto, quedamos todos en casa de Raúl. Era la primera vez que quedábamos los 5 fuera de los partidos. Era cierto que solía ver a Juanjo a menudo, ya que coincidíamos en muchas clases, y a los demás de casualidad por el campus. El día del partido, Raúl nos dijo que iba a tener la casa para el solo, ya que sus padres se iban a pasar el fin de semana al pueblo, por lo que nos invitó a pasar el sábado por su casa.

Fuimos llegando poco a poco. Yo llegué sobre las 7 de la tarde, y aún faltaban por llegar Adrián y Juanjo.

  • ¿Qué quieres para beber? ¿Agua? ¿Coca-cola? ¿Cerveza?

  • Sácame una birra por favor

Vi alejarse a Raúl hacia la cocina, y no pude evitar fijarme en su culo marcado en su pantalón corto. Iván se dio cuenta de cómo me había quedado embobado mirando a Raúl, pero a pesar de ello no dijo nada, aunque me entró algo de vergüenza cuando vi cómo me miraba y me hice el tonto, como si hubiera coincidido que miraba en esa dirección, pero pensando en otra cosa.

Según me dio la lata de cerveza sonó el timbre, y entraron Adrián y Juanjo, que al parecer habían quedado antes para llegar juntos.

Tras las cortas presentaciones, nos juntamos todos en el salón tomando cerveza (menos Juanjo que, al ser nadador, no debe tomar mucho alcohol, por lo que empezó tomando un refresco sin azúcar).

Al no haber sillas para todos, Adrián y yo nos sentamos en el suelo. Fuimos charlando y poco a poco, a pesar de empezar hablando de cosas del día a día, la conversación se fue tornando más caliente, debido en gran parte a que en nuestra edad las hormonas están desbocadas.

  • Qué ganas tengo de que me hagan una buena mamada – dijo Raúl

  • Ya te digo. Yo estoy que me subo por las paredes – contestó Juanjo

  • Es que ¿no os la han chupado nunca? – dijo Iván

  • Sí, una chica lo intentó, pero me hizo mucho daño con los dientes – matizó Raúl – para chuparla bien hay que abrir bien la boca.

  • Yo también estoy a dos velas - dije – lo más cerca que he estado de una chica ha sido tocarle las tetas – mentí, ya que la única vez que había hecho eso, fue por encima de la blusa.

Según se calentaba el ambiente, veía como la mayoría de las entrepiernas de mis amigos empezaban a mostrar una bonita tienda de campaña. Además, mientras iban hablando, se iban tocando el paquete de forma instintiva, algo que yo también hacía como acto reflejo al notar que tenía el rabo tan duro como una estaca.

  • ¿Y si jugamos a algo? ¿Algún juego para beber? – Dijo Raúl

  • Estaría bien – dijo Iván – Así nos vamos animando

  • Yo no debería – comentó Juanjo – mi entrenador ha dicho que no tengo que beber.

  • Pues tú bebes Coca-cola – le dije

  • ¡Eso no es justo, vamos a acabar todos borrachos menos él! – Dijo Adrián

  • Pues el que pierda en cada ronda tiene que elegir entre beber, o quitarse algo de ropa – dijo Iván – así tendrá que elegir entre beber o quedarse en bolas, jaja.

  • Pues no es mala – dije, ya que me ponía mucho la situación de poder ver las pollas de mis amigos otra vez.

  • Aprobado por mayoría – dijo Iván.

  • Que solo lo habéis dicho dos, Pablo y tu – le contestó Juanjo.

  • Yo también lo apoyo – dijo Adrián

  • Y yo – Raúl

  • Cuatro contra uno. ¡Aprobado por mayoría!

  • Ahora sí sois mayoría. Jajaja

Obviamente a ninguno nos importaba mucho vernos con menos ropa, después de todo lo que habíamos vivido en los vestuarios tras los últimos partidos de futbito. Raúl trajo unas latas de cerveza, y vasos para todos. Cuando iba a traer la Coca-cola, Juanjo le dijo.

  • Para mí cerveza también

  • No decías que no podías?

  • Paso de estar sereno y tener que aguantar a unos borrachos. Para eso me pongo a vuestro nivel…

  • ¡Bien dicho! – le dije

Raúl sacó también unos dados de poker, y nos explicó las reglas de un juego al que solían jugar en su casa. En cada ronda, cada uno tiraba los cinco dados, se quedaba con tantos dados como quisiera, y tiraba el resto otra vez. Cuantos más dados iguales hubiera, mayor la puntuación. Además, dependiendo de si era negra, roja, jota, reina, rey o as, también valían puntos diferentes. Para agilizar un poco el tema, se decidió que los dos con peores puntuaciones de cada ronda, perdían, por lo que tenían que elegir entre beber o quitarse algo de ropa.

Fuimos jugando y la verdad es que fue bastante divertido. Los dados se nos caían constantemente al suelo desde la mesa, por lo que acabamos los cinco sentados en el suelo. Al principio todo el mundo elegía beber, pero cada vez teníamos más calor, en una de las veces que perdí, aproveché para quitarme la camiseta, quedándome con el pecho descubierto.

  • Buff, ¡me estoy asando!

  • Ya te digo. Hace mucho calor.

  • Antes puse un poco la calefacción, ya que fuera hace frío – comento Raúl - ¿La quito?

  • Déjalo. Mejor pasar un poco de calor, pero estar a gusto – le dije, con la esperanza de que, con el calor, los demás también se quitaran algo de ropa.

  • Vale, pues la dejo.

Seguimos jugando y al cabo de un rato Iván dijo le pidió permiso a Raúl para quitarse las zapatillas, ya que no estaba muy cómodo con las zapatillas sentado en el suelo.

  • Yo también preferiría quitármelas – dije

  • ¡Seguro que acabamos con un pestazo a queso! Jaja – dijo Iván

  • ¡Oye! Que yo me he duchado antes de salir de casa – dije con un tono irónico, haciéndome el ofendido

  • Vale, vale. Que yo también me las quiero quitar – dijo Iván – no se puede decir nada aquí, jajaja

Finalmente, todos nos quitamos las zapatillas, y como era de esperar, sí que hubo un ligero tufillo a pies, pero tampoco nos importó mucho. Seguimos jugando y los demás al perder seguían eligiendo beber. En una ronda en la que perdimos Raúl y yo, Raúl se quitó la camiseta, y yo aproveché y me quité un calcetín.

  • Eso es trampa. ¡Los calcetines van juntos!

  • Hemos dicho una prenda, y cada calcetín es una prenda – argumenté

  • Pero nadie va por la calle con un calcetín. Van juntos, como si fuera una.

  • Vale, vale – dije, ya que en el fondo no era muy cómodo tener un calcetín sí y otro no.

Tras quitarme los calcetines seguimos jugando. Algunos de mis amigos empezaron también a quitarse algo de ropa, ya que al haber roto nosotros el hielo, ya no les importaba mucho. Además, parecía que Raúl había puesto muy alta la calefacción, ya que yo estaba realmente asado. Aproveché una vez en la que saqué una tirada muy mala de dados para quitarme los pantalones. Tenía una erección terrible, y me daba morbo quitarme los pantalones frente a mis compañeros y quedarme en calzoncillos. Por el rabillo del ojo podía ver como Raúl y Adrián me miraban fijamente, aunque hablaban desenfadadamente.

  • ¡Míralo que contento está! – rio Juanjo – Parece que se alegra de vernos, jajaja

  • Pues no es que tu estés distinto – le dije, señalando el bulto que asomaba en su entrepierna

  • Es que en la charla de antes se me ha puesto dura, y hasta que no me corra ya no baja.

  • Ya te digo – comentó Adrián, al que se le marcaba claramente el rabo en su chándal, ya que parecía que no llevaba calzoncillos.

Entre afirmaciones similares por parte del resto, me senté en el suelo, y me coloqué el paquete de una forma claramente visible para el resto, quienes me miraban de soslayo. Seguimos jugando un rato, y poco a poco, algunos iban bebiendo y otros se iban quitando ropa. Llegó un momento en el que todos estábamos en calzoncillos, a excepción de Adrián, que seguía con su chándal, ya que todo indicaba que no traía nada debajo.

  • Se está haciendo un poco tarde. ¿Y si pedimos unas pizzas o algo?

  • Buena idea, que de tanto beber me está entrando hambre.

Tras secundar la idea por mayoría, hicimos un pedido de un par de pizzas familiares, y seguimos jugando.

Todos estábamos ya un poco borrachos, pero ya que los demás tenían más experiencia que yo con el alcohol, yo me sentía muy borracho. Cuando volví a pedir, se me quitó la poca vergüenza que me quedaba y me quité los calzoncillos, quedándome de pie en bolas delante de mis amigos. Me aplaudieron y pitaron a modo de burla, lo que hizo que todos nos riéramos y casi me da un ataque de risa. Esa mañana había decidido afeitarme bien el rabo y los huevos, cosa que no había hecho muy a menudo. Solía recortarme la pelambrera, pero esta vez me había afeitado del todo.

  • ¡Anda mira, si es como un muñeco! – se mofó Raúl.

  • ¡Pues Juanjo también lo tiene todo afeitado! – me defendí – ¡aunque no se por qué lo hace, por que esto pica un huevo! – dije rascándome, ya que era cierto que me picaba.

  • Más bien los dos, jajaja

  • Tranquilo, que es las primeras veces. Luego ya la piel se acostumbra y no pica tanto – dijo Juanjo

  • Vale, vale. Porque si no, no me los vuelvo a afeitar. Aunque he oído que es más higiénico así. Sobre todo, en las mamadas – dije

Entre bromas y risas, seguimos jugando, y el siguiente en quedarse en bolas fue Raúl. No se si es por que estaba borracho, o por que tenía mala suerte, pero me parecía que yo perdía mucho más que el resto. En una de las que perdí dije:

  • Ya no puedo beber más. Estoy a punto de reventar.

  • Pues son las reglas. O bebes o te quitas ropa, y como no te quites la piel, te toca beber.

  • Buff, es que ya estoy muy lleno.

  • Pues si no quieres beber más te tocará hacer algo. Como en truco o trato.

  • ¿Eso no es en Halloween?

  • Bueno, pues como en el juego de la botella. O en lo de verdad o reto.

No entendía nada de lo que decían. ¿Qué juego de la botella? ¿Verdad o reto?

  • Pues lo que sea menos beber más, que si bebo voy a acabar potando.

  • Vale tu lo has querido – dijo Adrián – ahora hay que pensar en qué vas a tener que hacer.

Empezaron a hablar sobre sacarse alguna foto y enviarla a algún desconocido, o cosas un poco vergonzosas en general, cuando tocaron el timbre. Eran las pizzas.

  • Ya lo tengo. Que le abra al de las pizzas en bolas jaja, ya verás qué cara se le queda al repartidor – dijo Raúl

  • ¿Me parece bien! – apoyo Adrián-

Los demás se rieron y me dijeron que tenía que recoger las pizzas desnudo. Como ya estaba un poco borracho, ya no tenía mucha vergüenza, así que me levanté y fui a recoger las pizzas. Abrí la puerta, y el pizzero me vio con la puerta abierta, y con el rabo tieso. Tras una breve pausa, mientras oía como se descojonaban por lo que me habían hecho hacer, el pizzero me dijo:

  • Son 39,90.

  • ¡Ostia, la pasta! – Recordé que había que pagar.

Me di la vuelta y volví donde los demás.

  • ¡Cabrones! ¡Que hay que pagar! – dije

Todos se descojonaron de la risa, y Raúl me dio dos billetes de 20.

  • Luego hacemos cuentas jajaja

Volví donde el repartidor, esta vez un poco más humillado, ya que una cosa era abrir la puerta en bolas, y otra tener que volver a hacerlo otra vez. Mientras volvía por el pasillo, vi que estaba escribiendo algo en una de las cajas con un bolígrafo. Cuando llegué le pagué y volví a la sala. Como no había mucha luz en el pasillo, no pude ver qué ponía, pero no le di mucha importancia.

Dejamos el juego a un lado, ya que todos estábamos caninos, por lo que partimos las pizzas en ocho, de la forma normal, y fuimos comiendo. Ellos hacían chistes sobre lo que había hecho.

  • El pizzero ha tenido que flipar. Seguro que ha creído que querías que te la chupara.

  • Jajaja. Ya te digo. Por que una cosa es abrir desnudo, y otra abrir empalmado.

  • Pues no ha parecido que le haya importado – dije – no me ha dicho nada al respecto.

  • Pero ¿Qué cara ha puesto?

  • Pues no lo sé, porque llevaba casco.

  • Pues entonces no sabes si le ha sentado bien o mal – me dijo Raúl

  • Pues tienes razón – le dije – pero qué más da. A lo hecho, pecho.

Fuimos comiendo pizza, y cuando cada uno habíamos comido tres trozos, quedaba un último trozo.

  • El último trozo será para el que pierda – dijo Raúl.

  • No tiene sentido, yo tengo hambre, lo normal sería que el último trozo fuera para el que ganara, ¿no? – dijo Iván.

  • No, si lleva sorpresa – dijo Raúl con una sonrisa malévola – no se si veis por dónde voy…

  • ¿Como en la galleta? – dijo Juanjo

  • ¡Bingo!

Yo a duras penas podía seguir la conversación, ya que la mezcla de la pizza y el alcohol había hecho que mi cerebro fuera como un poco más lento. Pero fue oír lo que acababan de hacer y de forma instintiva cogerme la polla y moverla un poco. La idea de tomarme el trozo que quedaba de pizza con todas las corridas me puso muy cachondo, pero por lo que vi, a los demás también les gustó la idea.

  • Arreglado. Todos sabéis las reglas…

Nos pusimos alrededor de la caja de pizza. Todos estábamos de rodillas en el suelo. Para que fuera más justo, todos se quitaron lo que les quedaba de ropa, ya que, de lo contrario, Raúl y yo partíamos con ventaja por tener el rabo fuera. Pude ver que todos estaban completamente empalmados, y de la verga de Iván caía ya un poco de precum. Yo había decidido que iba a volver a perder, por lo que tenía claro que no podía masturbarme muy rápido, ya que la propia situación me tenía completamente cachondo.

Cuando dieron el pistoletazo de salida, todos empezaron a masturbarme, pero yo me limité a mirarlos, y apenas mover mi brazo. Había decidido que no me iba a masturbar y que mi corrida sería la ultima en caer en la pizza. Ellos se dieron cuenta de lo que estaba pasando, pero no dijeron nada, lo que me extrañó.

De pronto, Raúl se puso de pie a mi lado y me puso su polla a la altura de la boca. No lo vi venir, no sabía que estaba haciendo. Me llegaba un fuerte olor, como el que tenía yo en la entrepierna. Era un olor que me gustaba oler, ya que cuando yo me pajeaba solía olerme la mano a menudo y eso me ponía a mil. Seguía masturbándose a escasos centímetros de mi boca. Los demás no decían nada, solo miraban mientras seguían masturbándose, aunque habían bajado el ritmo. De forma instintiva, abrí la boca, y unos segundos después pude sentir como varios trallazos de su corrida me caían en la lengua, mientras otros me daban en las mejillas o en la barbilla. Me encantaba el sabor a la lefa, ya que en la última temporada solía tragarme muchas de mis corridas, pero no tenía el mismo sabor.

Tras correrse, y mientras me relamía la lefa de la cara, me agarro la cabeza y me metió su polla en la boca. Aun palpitaba. Era una sensación muy extraña, pero eso me puso todavía más cachondo. Metió solo una parte de la polla y la dejó dentro. Los demás seguían callados.

  • Ves Iván, ¡ya te dije que le gustaba! – dijo Raúl, con su polla todavía en mi boca

  • Ya me parecía, pero yo que sé tío. Podía ser otra cosa.

  • Pues me debes los 10 euros que hemos apostado.

  • Vale, tú ganas.

No entendía de que hablaban. Sabía que estaban hablando de algo cuando había llegado a casa y estaban solo Raúl e Iván, pero no sabía que habían hecho una apuesta. Además, estaba un poco confundido. Me habían metido una polla en la boca. Había imaginado muchas veces cómo sería comerme una polla cuando me masturbaba, pero era algo que estaba solo en mi imaginación, pero ahora, sin saber cómo había ocurrido, se había vuelto realidad. ¡Y era algo increíble! Me había encantado sentir como la polla de Raúl había descargado en mi boca y sentir ese trozo de carne dura en mi lengua y en mi paladar.

Acto seguido, los demás se levantaron y me rodearon. Yo estaba de rodillas, con rastros de lefa por mi cara, y los miraba con ojos de lujuria. No tuvieron que decir nada para ponerse de acuerdo. Todos decidieron que querían probar a correrse en mi boca en lugar de en la pizza. El primero de ellos fue Juanjo. Por primera vez tenía primeros planos de esas pollas con las que tanto había soñado. La polla de Juanjo era mayor que la mía, pero no mucho. Tenía una ligera desviación a la izquierda, y un capullo parecido al mío. Según se acercó a mi boca, la abrí para que se corriera dentro. Apoyo la polla en mi lengua y me soltó su descarga. Pude notar como salpicaba mi paladar y mi lengua. Cuando vi que había terminado, cerré los labios en torno a su rabo, para que no se escapara nada. Cuando la sacó tragué su corrida. Pude notar que cada lefada sabía distinta. Las otras veces había tomado el semen de todos unidos en la galleta, pero ahora podía diferenciar el sabor de cada uno.

Luego vino Iván. Su polla era bastante más grande que la mía. A mi apenas me media unos 14cm, pero la polla que tenía delante tendría que medir al menor 18 o 19 cm. Era de un color oscuro y era bastante grueso. La piel se deslizaba para mostrar un capullo igual de grueso. Sin preguntarme, me metió la polla en la boca, y me agarró la cabeza. Comenzó a follarme la boca. Apenas cabía en mi boca, pero yo la abría todo lo que podía. Empujaba la polla cada vez más dentro, hasta que llegó al fondo de la boca. Apenas entraba la mitad de su polla en mi boca, y me saltaban lagrimas mientras reprimía unos primeros indicios de arcadas. Me sentía en la gloria, viendo como mi amigo me follaba la boca mientras jadeaba, con los ojos cerrados. Aceleró el ritmo y me agarro fuerte de la cabeza mientras sentía unos espasmos y notaba como se corría al fondo de mi boca. Pude notar como metía 7 u 8 chorrazos. Al sacar la polla de mi boca, un fino hilo de saliva y semen unía su miembro con mi boca. Estaba como en una nube, entre las corridas, y el alcohol. Me sentía pletórico.

Finalmente, se me acercó Adrián. Era de lejos el que tenía la polla más gorda. Igual un centímetro más que Iván. De largo también andaría por unos 18-19. Al igual que había hecho Iván, decidió que me quería follar la boca. No se conformaba con pajearse y correrse. También me agarró la cabeza y metió su polla todo lo que pudo en mi boca. Al tocar el fondo de mi garganta, me entraron arcadas, pero en el movimiento instintivo de ahuecar la garganta para devolver, metió más su polla y entró completamente. Noté como su pubis chocaba con mi nariz. Tenía ganas de devolver, pero al tener la polla encajada en la garganta, mi cuerpo no sabía como responder. Me sacó la polla de golpe, y pude tomar aire. Apenas pude parar las ganas de devolver.

  • ¡Joder que me ahogas! – le dije con la voz entrecortada y con lágrimas en los ojos

  • Ostia lo siento, pero es que me había parecido que la podías comer entera

  • Pues ya ves que no… ve más despacio.

Volvió a meterme la polla en la boca, y comenzó a follarme rápidamente, esta vez sin meterla hasta el fondo. Al cabo de unos pocos segundos pude notas como se corría. Cuando tragué me di cuenta de que había sido la corrida más abundante de todas. Cuando la sacó, yo ya no podía más, y acabe por correrme en la caja de la pizza.

  • Buff… cómo la comes. Tú si que sabes.

  • Qué ganas tenía de correrme en una boca. ¡Es la polla!

  • Ya te digo. ¿A ti te ha gustado? – me dijo Iván – No quiero pensar que lo has hecho por obligación o algo así.

  • Tengo que reconocer que no me lo esperaba – dije – pero me ha encantado. Siempre había creído que me gustaban las chicas, pero haberme tragado vuestra leche me ha encantado.

  • Bueno, pues creo que al menos te has ganado comerte el último trozo de pizza, jajaja

Y mientras me comía el cacho de pizza, pude ver que poco a poco fueron cambiando de conversación, como si lo que había pasado fuera algo de lo más normal.