Mi primer partido de futbito - 03

Tras haber tragado la leche de todos mis amigos en la rebanada del pan, volvemos a jugar otro partido en el que deseo que volvamos a perder.

Si la semana anterior me había pajeado con la escena de la ducha, la siguiente me masturbe recordando a todos esos rabos corriéndose en esa rebanada de pan, recordando el extraño sabor que inundó mi boca al tragar todo ese semen de mis amigos.

De hecho, solo de pensarlo acababa totalmente empalmado, lo que me provocó algunos problemas al pensar en ello en algunos ratos aburridos en clase. Una vez empalmado tenía que esperar a que acabara la clase, y salir todo lo disimulado que podía para machacármela en el baño.

Sabía que quedaba poco tiempo para el siguiente partido, y aunque esté mal decirlo, esperaba que volviéramos a perder. Aunque con lo paquetes que éramos, lo más probable era que volviera a pasar.

Finalmente llegó el día del partido. Juanjo nos dijo antes de empezar:

  • Ya sabéis lo que toca si volvemos a perder. Espero que estéis motivados, si no queréis probar lo que tuvo que hacer Pablo la semana pasada

  • Yo vengo motivado a tope – dijo Adrián, agarrándose las pelotas – por mis huevos que hoy no perdemos.

  • Por si acaso, hoy he venido preparado. Traigo una galleta, y un plato de plástico.

  • Eso no va a hacer falta – le dije – hoy seguro que nos va mejor. Ya le vamos cogiendo ritmo.

  • ¡Eso espero!

Jugamos el partido en las mismas posiciones, volviendo a ser yo portero. Nada más empezar vimos que nos superaban ampliamente. En menos de cinco minutos ya habíamos encajado un gol. Vi claramente que no íbamos a ganar, y solo de pensarlo se me puso dura, ya que sabía lo que ocurriría después. Intentaba disimularlo como podía, estando agachado, o ahuecando la camiseta.

Nos metieron 10 goles y no conseguimos meterles ni uno solo. Yo había puesto mi polla hacia arriba y la agarraba con la goma del pantalón, y tapaba lo que asomaba arriba con la camiseta. Así no parecía que llevara casi una hora empalmado.

Tras despedirnos del equipo rival fuimos hacia el vestuario.

  • Ostia, vaya paliza nos han metido – dijo Juanjo

  • Pero estos eran mucho mejores que nosotros. Eran mejores que los otros dos equipos con los que perdimos. Aquí no teníamos nada que hacer – comentó Raul

  • Pues sí. Cada vez que chutaban era casi gol seguro. Y eso que he conseguido hacer alguna parada en condiciones – dije

  • ¡Pues no se cómo lo has hecho con la tienda de campaña montada! Jajaja – me dijo Ivan

  • ¡Eso es tío! ¡Ya te vale! ¡Mira que pasar todo el partido empalmado!

  • ¿Tanto se ha notado? No he podido evitarlo. Creía que lo estaba disimulando bastante bien.

  • Para nada, jaja

  • Era una técnica para que se distrajeran – mentí -a ver si se desconcentraban …

  • Pues no ha servido de mucho

  • Ya te digo – comenté – la verdad es que me he levantado tarde y no me ha dado tiempo a hacerme la paja mañanera y luego pues me pasa que mi polla va a su rollo y se empalma cuando le da la gana. Me pasa lo mismo en algunas clases.

  • A mi también me pasa a veces que se me pone dura en los peores momentos. Y hasta que no me la casco no me baja – me apoyó Juanjo

Al llegar al vestuario Juanjo dijo:

  • Bueno, ya sabéis lo que toca. ¿Os parece bien?

  • Dijimos que lo haríamos hasta ganar, así que no tenemos más remedio – dijo Raul

  • Eso es – comento Iván

Juanjo acercó el taburete, puso el plato de plástico y puso en el medio la galleta. Tal y como habíamos hecho la vez anterior, nos pusimos alrededor de la galleta. Todos teníamos una terrible erección bajo el pantalón de fútbol.

Al dar la señal, todos nos bajamos los pantalones y comenzamos a pelárnosla. Yo estaba en la gloria al volver a ver todos los rabos de mis amigos otra vez, repitiendo esa escena que había recreado a diario para masturbarme.

Raúl se volvió a correr increíblemente rápido. Yo creo que no habían pasado ni 10 segundos. Metió varios trallazos de leche. Algunos cayeron en la galleta, pero otros se esparcieron por el plato.

Solo con esa visión, mi mente recordó el sabor de la leche de la semana anterior. Ya había decidido durante la semana que por mucho que me costara, iba a volver a perder. Quería volver a sentir la leche de mis amigos bajando por mi garganta. Me puse a pensar en películas tristes, intentando atrasar todo lo que podía la corrida, con la esperanza de que el resto de mis amigos se corrieran antes.

Mi esperanza se convirtió en realidad, ya que al cabo de otros 10 o 15 segundos vi como Iván y Adrián se acercaban al plato. Eran las dos pollas más gordas. Ver como se deslizaba el pellejo de esas dos pollas enseñando los gordos capullos cada vez que se la jalaban me volvía loco. Como había pasado la semana pasada, los dos se pegaron corridas muy abundantes y bastante espesas. Se podían notar los grumos blancos deslizándose por la galleta. Incluso se habían salpicado las pollas cada uno con la leche del otro, pero ninguno dijo nada al respecto.

  • Ya solo quedáis vosotros – nos dijo Adrián señalándonos a Juanjo y a mí.

Yo estaba a punto de explotar, pero estaba haciendo todo lo posible por retrasar la corrida. A estas alturas la galleta estaba completamente llena de leche. No quedaba ni un pequeño hueco que no estuviera cubierta. Además, el plato tenía bastante más lefa. Intentaba no pensar en que quería tragar todo eso otra vez, ya que solo de pensarlo veía que me entraban ganas de terminar. La cara de Juanjo era de puro placer. Tenía los ojos cerrados y se masturbaba compulsivamente. Pasaron unos momentos que se me hicieron eternos, aunque probablemente no habría pasado más de un minuto desde que habíamos empezado.

De repente note que había llegado al punto de no retorno, sabía que me iba a correr y que ya no lo oba a poder parar. “¡Mierda!” pensé, mientras me acercaba al plato. Eso con lo que había soñado toda la semana se me iba a escapar cuando estaba tan cerca. De pronto Juanjo se acercó al plato y empezó a soltar unos chorrazos de leche un par de segundos antes de que yo me corriera. Empecé a correrme y me salió muchísima leche. Entre la de Juanjo y la mía la leche del plato subió de nivel hasta casi la altura de la galleta.

  • Ha habido foto finish, pero por muy poco tenemos un perdedor – dijo Raúl – ¡parece que tenemos en campeón que quiere repetir! Jaja

  • Yo creo que nos hemos corrido a la vez – dije, esperando que me rebatieran

  • De eso nada – dijo Adrían – Juanjo se ha empezado a correr antes que tú. De eso estoy seguro.

  • Yo también lo creo – aseguró Iván para mi alegría.

  • Vale, pues acepto la derrota – dije

  • Pedazo corrida te has pegado. Pensaba que como habías estado empalmado todo el partido serías el primero en correrte.

  • ¡Y yo! – mentí – Como no me había corrido a la mañana tenía mucha leche acumulada. Pero me sigue dando palo pajearme delante de otros tíos, y eso hace que tarde más en correrme – les dije, ocultando que las había pasado putas para no correrme antes que el resto.

  • Ostia. El plato casi rebosa. No se cómo vas a coger la galleta. Está completamente inundada jaja – dijo Juanjo

  • Ya te digo – afirmó Adrián.

Cogí el plato y me lo acerqué a la boca. Pude oler ese olor a hormonas, sudor y semen que tanto recordaba de la última vez. Podía ver como el resto me miraba, esperando ver como me volvía a tragar toda esa leche por segunda vez. Pude notar como todos se seguían tocando la polla mientras me observaban. Mi polla volvió a ponerse dura como una piedra. Cogí la galleta con mi mano derecha mientras sujetaba el plato con la otra. Al levantar la galleta y ponerla en vertical, una gran cantidad de la leche volvió a caer al plato, dejando un chorreo de leche espesa. Me la acerqué a la cara, y mirando hacia el techo, abrí la boca y me metí la galleta entera en la boca, mientras sacaba mi lengua para lamer la leche que había caído a mi barbilla.

  • Yo diría que esto le gusta, jaja – dijo Iván

  • No es eso. Es que si he perdido me lo tengo que tragar. Así son las reglas. Además, he estado a ganar a Juanjo – dije

  • Ostia, vaya suerte – dijo – ya creía que esta vez iba a pringar yo. Te he adelantado por unos segundos.

En ese momento incliné el plato en mi boca, y dejé que toda esa leche me inundara la boca, la lengua y la garganta. Era como sorber un plato de sopa, pero la mejor sopa que había tomado nunca. Intenté saborear ese sabor a leche adolescente. Cuando terminé, me puse a lamer el plato, rebañando todo, mientras mis amigos me observaban, en una escena que a pesar de que ellos negaran, también les gustaba.

  • Limpito – dije enseñando el plato que había quedado sin resto de leche, mientras lamía la leche que tenía alrededor de la boca – para que no digáis que he dejado nada.

  • ¡Ostia, está más limpio de como lo he traído! Si casi lo puedo guardar así sin lavar ni nada, jaja

  • No seas cerdo. Que si luego lo vas a usar vas a acabar comiendo algo con sabor a leche jaja

  • Creo que este plato lo dejaré solo para esto. A ver si ganamos algún partido y lo podemos dejar de usar. Aunque no se yo si Pablo quiere dejar de usarlo – dijo mirando a mí, guiñándome un ojo – por que creo que esto le gusta, jaja

Y como había sucedido la vez anterior, nos duchamos entre risas y comentarios jocosos. Como la teníamos dura, todos acabamos haciéndonos otra paja mientras nos duchábamos. Veía que varios de ellos me miraban de reojo mientras se la cascaban. Tras corrernos otra vez, y eso que esta vez fui de los primeros, ya que no tenía que contenerme, nos duchamos y nos fuimos.