Mi primer partido de futbito - 02

Tras haber descubierto que me gustan los chicos, paso la semana pensando en ellos mientras me masturbo, esperando con ansia volver a jugar otro partido

La siguiente semana fue algo confusa para mí, ya que empecé a pensar en la escena de las duchas mientras me masturbaba. No podía controlar mi mente. Yo empezaba pensando en alguna chica, pero al rato esa imagen de la ducha volvía otra vez, y pensando en eso acababa corriéndome. Mis corridas siempre han sido abundantes, pero me daba la sensación que cuando pensaba en los cuerpos desnudos de mis nuevos amigos me salía mucha más lefa.

A pesar de ello, pude llevar una semana normal, con las clases, etc.

A medida que se acercaba la fecha para el siguiente partido, yo me iba poniendo más nervioso, ya que no dejaba de pensar que volvería a ver a mis amigos desnudos. El día del partido desperté con una erección terrible, por lo que me la tuve que machacar para que bajara un poco.

Nos reunimos nuevamente antes del partido, y cambiamos algunas posiciones, aunque yo seguía siendo portero, ya que era muy patoso con el balón, y la mejor opción era dejarme en la portería.

Aunque jugamos algo mejor que la primera vez, la derrota fue aplastante, ya que no llegamos a meter ningún gol y nos metieron 7. A pesar de ello saludamos a los del otro equipo de forma deportiva y fuimos nuevamente a los vestuarios. Según nos acercábamos notaba como se me iba poniendo dura, por lo que tuve que apretar con todas mis fuerzas mi rabo, disimulando lo máximo que pude para que no se dieran cuenta.

  • ¡Vamos de mal en peor! El primer partido 7-2 y hoy 7-0… ¿como sigamos así el siguiente tendremos goles negativos!

  • Jajaja ¿y eso como se hace?

  • Metiendo goles en propia puerta

  • Tampoco sería difícil, con el portero que tenemos – dijo Juanjo mientras me miraba – jajaja

  • ¡Habló el pichichi! – me defendí - ¿Cuántos goles has metido hoy? Por que igual has metido alguno y no lo he visto desde la portería…

  • ¡Ahí te ha dado! – le dijo Iván

  • Bueno, bueno, tampoco hay que ponerse así – dijo entre risas Juanjo – que al fin y al cabo hacemos esto para pasar un rato y hacer algo de deporte…

Mientras hablábamos así llegamos al vestuario. Yo había logrado que bajara la erección por el camino, aunque estaba morcillona, y me daba la sensación de que en cualquier momento iba a traicionarme y se me iba a volver a levantar.

  • Pues tendremos que hacer algo si queremos tener alguna posibilidad de ganar. No digo ganar el campeonato. Me conformo con ganar algún partido. – dijo Raúl

  • Yo con empatar me conformo…

  • Lo que nos falta es motivación – apuntó Adrián – tenemos que poner algo que nos motive a ganar. Igual poniendo algún premio o algo así…

  • Yo creo que igual necesitamos motivación para no perder. – dijo Juanjo

  • ¡Si es lo mismo! – dije

  • Sí, pero no… Me refiero a que motiva más un castigo que un premio. Lo que tenemos que hacer es poner un castigo cuando perdamos.

  • ¿Entonces a partir de la semana que viene nos ponemos algún castigo? – pregunté, algo asustado.

  • Deberíamos empezar hoy mismo – dijo Juanjo

  • Vale, pero ¿qué hacemos? – preguntó Adrián

  • ¡El juego de la galleta! – dijo Raúl entusiasmado – con eso seguro que el siguiente día nos dejamos los huevos en el partido

  • Pues no es mala idea – apuntó Iván – por no perder con la galleta yo hago lo que haga falta

Yo no tenía ni idea de qué estaban hablando, ya que nunca había escuchado ningún juego de la galleta, pero como no quería quedar como un paleto de pueblo, me limite a asentir, esperando que alguien explicara en qué consistía ese juego.

  • Y ¿Cómo lo hacemos? No creo que nadie tenga galletas aquí.

  • Yo tengo un sándwich. Puedo quitarle la rebanada de arriba. Yo creo que con eso valdrá.

  • Vale – dijo Juanjo mientras acercaba un taburete que había en una esquina – ponlo aquí encima.

No sabía qué iba a pasar. No entendía que tenía que ver esa rebanada de pan con un juego, pero estaba claro que era algo malo.

  • Vamos a ponernos alrededor del taburete – apuntó Raúl – tenemos que estar todos en las mismas condiciones. No vale empezar antes que los demás. Así que las manos a los lados.

Todos nos acercamos al taburete, y como había dicho Raúl pusimos las manos en las caderas, por encima del pantalón de fútbol, ya que todavía no nos habíamos cambiado. Yo imité a los demás, esperando entender qué tenía que hacer viendo lo que ellos hacían. Pude observar como se les marcaban los paquetes a todos. De hecho, Iván estaba claramente empalmado y tenía una gran tienda de campaña.

  • Empezamos a la de 3, ¿vale? – dijo Juanjo – digo 1, 2 y 3, y empezamos

  • ¿Sin el “¡ya!”?

  • Vale, pues 1,2,3 y cuando diga “¡ya!” empezamos

  • Vale

Estaba muy nervioso, y algo acojonado a decir verdad, aunque veía que los demás también estaban nerviosos.

  • 1… 2… 3… ¡Ya!

Según dijo “¡ya!” vi que todos se sacaron la polla y empezaron a pajearse rápidamente. Era la primera vez que veía alguien pajeándose. Es cierto que había visto porno, pero era la primera vez que veía a un tío masturbándose que no fuera yo. Me quedé paralizado unos segundos, ya que me había tomado completamente por sorpresa. No entendía qué estaban haciendo, y dudé por que no sabía qué tenía que hacer. En esos escasos 5 o 6 segundos que habían pasado todos estaban empalmados y se pajeaban delante de mí. Sin entender nada, me saqué la polla y les imité, y empecé a cascármela. Se me hacía raro masturbarme delante de otros, pero no veía otra salida. Al cabo de otros 5 o 6 segundos Raúl, al que le había crecido la polla considerablemente, se acercó al taburete y se corrió encima de la rebanada de pan. Cuando terminó se limpió lo que quedaba de semen con el pan.

  • ¡Ostia!, ¡Que puta rapidez! – dijo Iván, sin dejar de masturbarse

  • Ya te digo – observó Juanjo

  • ¡Por una vez me sirve de algo ser eyaculador precoz! Jajaja

  • ¡Por eso querías has dicho de jugar a esto! ¡Serás cabrón!

Yo no entendía nada de lo que estaba pasando. Era la primera vez que veía una corrida en directo. Me di cuenta de que había parado mi mano, por lo que mientras los demás no dejaban de masturbarse, yo me había parado otra vez. Rápidamente empecé otra vez, cuando vi que Juanjo se acercó a la rebanada y se corrió encima. La lefa le salió disparada y aunque la mayor parte acabó en el pan, hubo un par de disparos que acabaron en el rabo de Adrián, que estaba justo enfrente.

  • ¡Serás cerdo! Me has manchado con tu leche joder

  • Si ahora vas a la ducha, jajaja, ¡Qué más te da! – dijo Juanjo

Yo no podía para de mirar el pedazo rabo de Adrián. Ya me había parecido grande la vez anterior en reposo, pero ahora que estaba empalmado, me parecía enorme. No sólo era larga, si no que era super gorda. A pesar de tener mucho pelo, le sobresalía un rabo de al menos 20 centímetros. Esta vez no me paré, y seguí masturbándome, cuando a los pocos segundos Iván se acercó a la rebanada y soltó una corrida muy espesa. Una parte de la corrida cayó en el pan y otra parte en el taburete.

  • Ostia puta, menos mal – dijo mientras estrujaba su oscuro rabo, que también era bastante grueso, aunque no tanto como la de Adrián. – Me ha puesto cachondo ver como Juanjo se corría en ti, jajaja – dijo señalando a Adrián.

Sólo quedábamos Adrián y yo. Normalmente me corro bastante rápido, pero toda aquella situación me había pillado por sorpresa. Cuando me quise dar cuenta, Adrián se acercó a la rebanada y soltó su carga, que también era bastante grumosa. En la rebanada había tanta leche que se había desbordado en parte al taburete.

No sabía qué tenía que hacer. Todos estaban viendo cómo me masturbaba, ya que sólo quedaba yo. Aunque estaba nervioso, la situación me estaba poniendo a mil, por lo que acabé soltando varios chorros en la rebanada, aunque tuve mala puntería y cayó más en el taburete que en la propia rebanada.

  • ¡Mira que listillo! Como sabe que ha perdido echa mas fuera que dentro – dijo Adrián

  • Eso es trampa. Lo de fuera también tiene que entrar en el juego – apuntó Raul

  • De todas formas, en la rebanada hay leche de sobra, jajaja – Dijo Juanjo

  • Ya te digo – dijo Iván, al que todavía no se le había bajado la erección.

Yo no entendía nada, y no sabía qué iba a pasar a continuación. Todos nos habíamos corrido en esa rebanada, pero todos me miraban a mí.

  • Bueno, a ver si esto te vale de motivación para que no te metan tantos goles – dijo Juanjo

Yo estaba parado, pero me seguían mirando. Parecía que estaban esperando a algo.

  • Venga, date prisa, tómatela ahora que todavía está caliente, que, seguro que fría está peor, jajaja

  • Ya te digo. Comerte eso frío tiene que ser peor.

¡Y entonces lo entendí! ¡Estaban esperando a que me la comiera! ¡El último en correrse se tiene que comer la rebanada! Lo malo es que ahora no me podía echar atrás, ya que no quería quedar como un pardillo de pueblo, y al fin y al cabo todos habíamos aceptado el juego, aunque no supiera en qué consistía.

Cogí la rebanada como pude, intentando no mancharme de lefa, aunque era imposible. Según la levantaba parte de las corridas me resbalaron por la mano.

Me acerqué la rebanada y rápidamente pude distinguir un olor a semen, como el que había olido las veces que había probado mi propia leche, ya que a veces después de correrme me limpiaba con la boca la leche que caía en la mano. Me daba palo tener que comerme ese pan cubierto del semen de mis compañeros, pero no me importaba el sabor, al haber probado mi propia leche.

Me metí como pude parte del pan en la boca y entonces noté que el sabor no se parecía en nada al mío. Había una mezcla de sabores extraños, entre dulces y agrios, que perturbaba un poco mi sentido del gusto. Nunca había probado algo así, y aunque era muy extraño, me gustó mucho el sabor. Seguí comiendo la rebanada, entre las risas de los demás.

Cuando acabé la rebanada, de forma instintiva limpié con mi lengua la leche que quedaba en mi mano y la que me chorreaba en la boca.

  • ¡Fíjate! ¡Si le gusta!

  • Ya te digo. ¡Fíjate como chupa la leche! ¡Además se le ha vuelto a poner dura mientras se comía todo el engrudo!

No me había dado cuenta, pero era cierto que se me había puesto dura, aunque no era el único.

  • Pues a ti también parece que te gusta – le dije a Raúl – ¡porque también la tienes dura! Jajaja

  • Yo creo que lo has disfrutado. Yo creo que querías perder. Has empezado más tarde y te has parado un par de veces. – me dijo Iván

Ahí me había pillado. Había empezado más tarde y me había parado. Pero no podía admitir que no sabía lo que hacía.

  • Es que me duele la mano de la última parada que he hecho, y me dolía al pajearme – mentí

  • Ya, ya… pero lo del taburete no se puede quedar ahí. Todo entra en el juego, si no quieres chuparlo, puedes cogerlo con la mano, pero te lo tienes que tomar todo. – me retó Adrián

Decidí que mi orgullo era importante, y sin vacilar, fui recogiendo la leche y me la fui metiendo en la boca. Era cierto que al estar fría su sabor era algo peor, pero también me gustó.

  • ¿Creías que no lo iba a hacer? Un hombre no puede faltar a su palabra, y si he perdido, tengo que hacer lo que sea, aunque no me guste – mentí otra vez, ya que realmente había disfrutado aquello – Así que espero que la próxima vez, el que pierda haga lo mismo.

Eso provocó las risas de todos.

  • Así se habla – me dijo Iván cogiéndome por los hombros, mientras todavía tenía su rabo fuera del pantalón

  • ¡Ya te digo! ¡Aunque si el próximo día ganamos esto no se repetirá! ¡Esa era la idea!

Entre risas y comentarios nos desvestimos y nos duchamos, para dar fin a ese segundo partido de fútbol.