Mi primer pago
Nunca pensé que alguna vez me pagarían por dejarme penetrar.
Estimados lectores, en ésta ocasión les voy a contar lo que pasó cuando recibí mi primer pago por un servicio sexual que, sin planearlo, realicé, espero que los excite tanto como lo estaba yo ese día.
En una ocasión me enviaron a una convención del despacho donde trabajo, el lugar fue en un centro turístico a la orilla del mar, como se podrán imaginar, yo estaba feliz, ya que podría buscar algo de acción en el puerto en donde me encontraba. En cuanto llegué del aeropuerto y me registré en el hotel, subí a mi habitación para dejar mi equipaje, abrí la ventana y pude admirar la vista de la bahía, con todas las comodidades en mi cuarto, pensé en salir a recorrer las calles principales ya que el trabajo comenzaba a la mañana siguiente, tenía libres unas 3 horas antes de que anocheciera.
Después de un reconfortante baño, salí con ganas de ubicar algunos lugares para tomar una copa y, de ser posible, tener algún encuentro sexual. Como a 3 calles del hotel encontré un bar agradable y discreto, en el cuál pedí una copa y disfruté de la música del pianista que amenizaba el lugar, había poca gente, tal vez se debiera al que era domingo, pero eso no me desanimó, solicité una segunda copa mientras observaba a los clientes mientras entraba o salían, pasados unos minutos vi que un hombre de edad madura de unos 48 o 50 años ingresaba al local, muy pulcro en su forma de vestir aunque era ropa informal, moreno claro, como de 1,85 de estatura, musculoso, guapo (para mí), tomó asiento a dos mesas de donde me encontraba, pidió algo de beber y empezó a escuchar la música.
No pude apartar la vista de él, noté que sus modales eran de una persona muy educada, y apreciaba la forma de interpretar del artista, ya que en ocasiones le solicitaba alguna melodía en especial, en cuanto el pianista lo complacía, le agradecía con un leve movimiento de la cabeza y le dejaba algo de propina, al estar bebiendo su tercera copa, volteó hacia mí sonriendo y levantó su copa ligeramente para brindar conmigo, le correspondí y al poco rato estábamos en mi mesa conversando como viejos amigos.
La plática con Pedro, que así se llama, derivó, al calor de las copas, hacia los temas íntimos, y una de sus preguntas fue decididamente directa:
- ¿Te gusta hacer el amor con hombres o que te lo hagan a ti?
Su franqueza me sorprendió de inicio, pero no podía dejar que lo notara, así que respondí tranquilamente:
- Eso depende, si quién se interesa en mí es de mi agrado, adelante.
Sin dejar pasar más que un segundo añadió:
- Pues yo disfruto más de un buen trasero masculino, soy bisexual, puedo metérselo tanto a mujeres como a hombres aunque lo que más me agrada es el sexo anal.
No podía creer la suerte que me acompañaba en ese día, no bien acababa de llegar y ya se me presentaba la oportunidad de tener un rico encuentro sexual, para continuar con el tema le dije:
Da la casualidad que yo también lo soy, aunque yo prefiero dar y recibir sexo oral.
¿Lo has hecho con varios a la vez? – me inquirió con la curiosidad reflejada en el rostro.
En muy contadas ocasiones, no soy muy afecto, pero si me logran convencer o excitar lo suficiente, lo hago.
¿Qué se necesita para convencerte? -siguió preguntando.
Que me guste mi pareja, que sepa hallar la forma de calentarme, que se entregue en el momento aunque jamás nos volvamos a ver, en fin, nada tan especial que no puedan averiguar.
¿Supongo que eso aplica también cuando se trata de un trío?
Definitivamente, no puedo pasarlo por alto, ya que se trata de dos personas conmigo.- respondí claramente.
Me gustaría proponerte algo, espero que lo aceptes, me gustaste desde que llegué, desearía tenerte en mis brazos, pero con alguien más- dijo en voz baja- solamente tú decidirás si lo hacemos.
Ya conoces mis condiciones, si crees que las cumples, acepto, eres muy varonil y creo que serás buen amante.
Por el lugar no te preocupes, tengo una habitación en un muy buen hotel y mi amigo está hospedado en otro cuarto, seremos discretos y no tendrás nada de que preocuparte.
¿Qué tan lejos estamos? - pregunté para saber si el tiempo no estaba en mi contra eran como las 9:30 P. M. y debía levantarme temprano.
Nuestro hotel está a 4 calles de aquí, y si me permites, le voy a llamar a mi amigo para que nos espere en la recepción.
Mientras él hacía la llamada, pedí la cuenta para no tardar más tiempo, en mi mente revoloteaban mil ideas, que si todos éramos bisexuales, que si me cogerían los dos, que si yo me los cogería, que si daríamos y recibiríamos, en fin, no sabía a ciencia cierta lo que pasaría pero mi verga comenzaba a dar señas de vida, estaba bastante caliente. En cuanto llegó la cuenta Pedro pagó haciéndome la seña de que él se encargaría.
Salimos sin prisa, y a al llegar mi sorpresa fue mayúscula, el hotel al que llegamos era el mismo en donde yo estaba hospedado, decidí mantener eso en secreto para guardar algo de misterio alrededor de mí. Como ya estaba sobre aviso, el amigo al que iba a conocer estaba en el lobby, esperándonos, al ver a Pedro, se levantó y se dirigió a nosotros en tono amable:
Hola, me llamo Daniel – dijo mientras su mano se dirigía hacia mí.
Mucho gusto, mi nombre es Mario.
Pedro me miró como preguntando si Daniel era de mi agrado, asentí con un movimiento leve de la cabeza, entonces añadió en tono pícaro:
- Ahora que sabemos nuestros nombres hay otras cosas que tenemos que conocer.
Nos dirigimos hacia los elevadores, nos tocó uno vacío y entramos únicamente los tres, al cerrarse las puertas, sentí dos manos, una de cada quién tocándome las nalgas, correspondí haciendo lo mismo, no sentí el momento en que llegamos a su piso, por fortuna era uno distinto al mío, en cuanto abrieron la puerta de su habitación, me abrazaron con ganas, los besos comenzaron a llover sobre mí, las cuatro manos iniciaron su recorrido por todo mi cuerpo, el bulto en mi pantalón comenzó a hincharse de forma inmediata, después que la mayoría de la ropa cayó al suelo, nos encaminamos a la recámara.
Cuando entramos estábamos casi desnudos, a mi solamente me dejaron la ropa interior, ellos ya estaban totalmente desnudos y con sus miembros apuntando hacia mi, me arrodillé y comencé a besar alternadamente sus vergas, la de Pedro mediría algo así como 17 o 18 cms. Y la de Daniel no era tan grande pero bastante gruesa, aún así me la metí en la boca, levanté mi vista para ver el efecto que causaba en ellos mis mamadas, obviamente sus caras reflejaban el placer que les causaba mi felación, mientras chupaba una, a la otra la acariciaba con la mano que quedaba más cerca, en cuanto estuvieron listos para la batalla sexual me dijo Daniel:
- Ya no aguanto más, déjame probar tu culo.
Pedro, que no quería quedarse atrás, también comentó:
- Ansío sentir tu aro alrededor de mi tranca, voltéate para prepararte.
Me recosté sobre la cama boca abajo, alcé mis nalgas para que pudieran ver mi agujero y los escuché decir entre ellos:
- ¡Mira que rico trasero tiene Mario!, en verdad creo que nos va a hacer gozar mucho.
Unieron las palabras a la acción, abrieron mis cachetes posteriores e iniciaron los besos y mordidas suaves, mi placer aumentaba a medida que sus manos y lenguas se paseaban por mi cuerpo.
Pasados unos minutos el goce resultó demasiado para mí, como si adivinaran mis pensamientos, me humedecieron en anillo con lubricante, giré mi cara para verlos y me di cuenta que ambos ya se habían colocado sus condones, abrí mis nalgas con ambas manos y me preparé para recibir mi primera dosis de carne.
El primero fue Pedro, colocó la cabeza de su larga espada en la entrada de mi ano y empujó suavemente hasta que entró, la excitación me inundó, como no lo tenía tan grueso me hizo gozar mucho, poco a poco siguió empujando hasta que sentí sus bolas tocando mi trasero, mientras, Daniel se puso frente a mí para que le siguiera chupando su grueso caramelo, me lo metí hasta lo más profundo que pude y sentí arcadas porque creo que me llegó hasta la garganta, en ese instante Pedro dijo:
- ¡Que rico me apretaste con el culo, hazlo otra vez!
Mientras la verga de Daniel se deslizaba de adentro hacia fuera de mi boca, inicié mis contracciones con el ano para que mi cogedor disfrutara aún más, claro que mi pene estaba a punto de reventar de la tremenda erección que mostraba, pasados unos minutos, ellos cambiaron de lugar, ahora me tocaba sentir por atrás la tremenda verga ancha de Daniel y me comería la de Pedro, como creí que me lastimaría le dije a Daniel:
- Ponme mucho lubricante para que no me partas el culo.
Accediendo a mi petición, sentí que el resbaloso líquido corría entre mis nalgas en abundancia, abrí mi boca para recibir el trozo de carne que estaba frente a mi cara y sentí que la cabezota tocaba la entrada de mi esfínter.
Aflojé lo más que pude mi ano y sentí que me penetraba con una lentitud exagerada, tal vez estaba consciente de que su pene era muy grueso y no deseaba causarme daño, lo cuál agradecí en silencio debido a que mi boca estaba llena con la herramienta de Pedro.
Daniel me la metió hasta la mitad y me preguntó:
- ¿Quieres que siga clavándotela?, ya te metí la mitad.
Me saqué el otro miembro de la boca para responderle con prontitud:
- ¡Si papacito!, sígueme cogiendo hasta que te canses, mi culo te desea hasta adentro!
Como Pedro no tenía intención de que mi verga estuviera sola, se colocó debajo de mí y me mamó con rapidez, metiéndola totalmente en la boca, y moviendo la lengua para aumentar el placer. No supe que era lo que mayor goce me producía, las chupadas o la penetración, el caso es que decidí abandonarme y dejar que las sensaciones me invadieran.
Continué recibiendo sus garrotes alternadamente, chupé y lamí cada estaca que se me presentaba, disfruté con gusto las mamadas que me dieron, cabalgué sobre sus trozos de carne hasta que casi terminaran, como no deseaba eso, me movía lentamente para que su orgasmo se retrasara y siguiéramos gozando, también pude darles mi verga a ellos, primero se la di a Daniel, al que me cogí algo rápido, después fue el turno de Pedro al quién se lo hice con más calma puesto que era el más guapo, además su ano estaba mucho más apretado que el anterior que había disfrutado, Daniel para no desperdiciar el tiempo me la metió mientras yo se la clavaba a Pedro, ¡fue riquísimo!, en cierto momento sentí que el clímax me llegaba, se los comuniqué y ambos se pusieron frente a mi inflada virilidad y se dispusieron a recibir el torrente de semen en sus bocas. Me masturbé por solamente unos segundos y los chorros de esperma bañaron sus rostros, lo saborearon lamiéndose mutuamente las caras hasta que no dejaron una sola gota sin beber.
Para cuando ellos estaba a punto de llegar al término de la batalla de cuerpos, me pidieron que me acostara boca arriba en la cama, con la cabeza hacia la orilla y que abriera la boca para recibir la cascada de leche, me advirtieron que debía recibirla en la boca y luego jugar con ella mostrándoselas sin beberla, así lo hice, abrí al máximo mi boca y ellos iniciaron el llenado con abundantes chorros, me sorprendió la enorme cantidad de semen que me dieron, literalmente me llenaron la cavidad bucal con el producto de su virilidad, comencé a jugar con el blanquecino líquido hasta que los escuché decir:
- Ya es hora de que te la tomes.
Bebí lentamente todo la leche y, abriendo la boca, les mostré que no quedaba nada, ellos rieron complacidos y nos fundimos en un triple beso para saborear hasta la última pizca de semen.
Después nos recostamos juntos los tres y escuché que Daniel dijo:
- Eres el mejor amante que hemos tenido, te felicito por ser tan abierto y complaciente, te vamos a dar mucho más de lo que siempre acostumbramos pagar.
Su comentario me asombró bastante, ¡me iban a pagar por mi servicio sexual!, ni siquiera por un instante en mi mente había pasado jamás la posibilidad de cobrar por dejarme coger, eso me convertía instantáneamente en trabajador sexual.
Después de que tomé un baño y me vestí, me pagaron el equivalente a unos 350 dólares, me despedí de ellos con unos apasionados besos, me preguntaron que si me podrían volver a ver, a lo que les respondí:
- Es probable pero estoy aquí por cuestiones de trabajo, si consigo algo de tiempo libre, prometo que los vendré a visitar.
Daniel respondió:
- También nosotros estamos solamente por unos días, espero que nos dejes disfrutar nuevamente ese rico culo que tienes.
Les prometí que lo haríamos antes de que me regresara a mi cuidad de origen, nuevamente los besé y salí sin voltear atrás. No sabía que las sorpresas aún no terminaban…
Al día siguiente, con mi trasero algo adolorido por la tremenda sesión que tuve, me presenté a la convención dispuesto a demostrar que el despacho en donde trabajo era de los mejores a nivel nacional, y cuál sería mi sorpresa al encontrarme como los dirigentes de las sesiones a Pedro y a Daniel, pero eso es tema para un segundo relato, ¿no lo creen así, mis estimados lectores?
Espero sus comentarios en mi correo.
Don Pato