Mi primer negro
Yo chorreaba, llevábamos un buen rato así. Sus dedos también estaban en mi clítoris haciéndome llegar a la gloria. De repente un dedo lo tenía en la entrada de mi culito, lo presionaba y yo movía más mis nalguitas, y entró. Cogiéndome con su verga y con su dedo, yo gritaba de placer...
Hawai, temporada de surf y yo esperando tener unas semanas de total tranquilidad… Después de una fuerte ruptura amorosa estaba decidida a mantenerme alejada de los hombres y de mi jefe (sí, me acostaba con el jefe); pero a mis 24 años a veces es un poco difícil negarse a algo de placer.
Ahí estaba yo, tres días de bronceado habían resaltado las pecas de mis hombros y espalda, recogía mi cabello rojo para que todos las vieran. Aunque no tenía intenciones de tener sexo elegí los bikinis más sexys que encontré, y los vestidos más ajustados que tenía para las noches de fiesta.
La tentación se presentó frente a mí en forma de un hombre negro, surfista, cuerpo espectacular, cabello muy corto y los labios más sensuales que había visto en un hombre. Estaba saliendo de la alberca cuando me acercó una toalla, intentó abrazarme con ella pero lo rechacé, se la quite y pasé de largo.
-Hola, me llamo Rubens. Te he visto varias veces- Me dijo él con un acento algo extraño pero con un perfecto español.
-Hola Rubens. ¿Me das chance? Quiero descansar- Le respondí y me fui a un camastro a leer un libro, al poco tiempo un mesero me llevó un coctel con una nota. La nota decía: “Regálame una noche, te invito a cenar. Tú decides cuándo y dónde”. Rubens.
No pude evitar sonreír al leer la nota, me tome el coctel y me puse mis lentes oscuros. Me quedé pensando en él, lo había visto solo unos minutos pero había notado sus brazos fuertes, su cuerpo alto y ancho; vaya que contrastaba su complexión con la mía, mis proporciones pequeñas eran nada en comparación con las suyas. Aposte y más tarde comprobé que mis pequeños senos cabían perfectamente bien en sus manos, que con sus dos manos cubría mi cintura completamente y sí, tenía un gran equipo.
Esa tarde salí con una amiga a tomar unos tragos, estábamos ya un poco borrachas cuando dos gringos se nos acercaron. Mi amiga no dudó en pasar la noche con él pero yo seguía manteniéndome fiel a no coger, el tipo se puso un poco pesado e insistió en acompañarme a mi hotel; cuando llegamos intentó besarme pero me negué y como por arte de magia Rubens también iba llegando. En silencio pasamos por nuestras llaves a la recepción, caminamos al elevador y me hizo la plática.
-¿Me vas a decir cómo te llamas?- Me preguntó él
-Sofía- Le dije un poco cortante.
-Un placer Sofía. Tenemos pendiente una cena, paso por ti mañana a las 8 o a las 9?
-No acepte ninguna cena.
-Tampoco la rechazaste. Y como te ves esta noche, no voy a dejar que me digas que no.
El elevador se paró en mi piso y se ofreció a acompañarme a mi habitación, le dije que no.
La mañana siguiente me avisaron que tenía una sesión de spa cortesía de Rubens. Eso sí lo acepte y fue delicioso, cuando salí él me estaba esperando.
-El spa de dejó aún más espectacular.
-Gracias por el detalle- Le dije con una sonrisa.
-Sonreíste igual cuando leíste mi nota. Me gustas mucho Sofía, por favor vamos a cenar.
-Pasa por mí a las 8, ya sabes cuál es mi habitación.
Una cena no significaba coger… eso pensaba. No sabía donde me llevaría, pero me puse una tanga color piel y no use bra, escogí un vestido blanco que llegaba a medio muslo, ajustado; atado al cuello. Mi piel bronceada destacaba increíble, se dibujaban mis nalguitas paradas espectaculamente, deje mi cabello suelto.
Cuando Rubens llegó yo estaba casi lista pero me faltaban los zapatos, lo hice pasar y no resistí la tentación de pararme frente a él e inclinarme sin doblar las rodillas para ponerme los tacones. No me di cuenta si me vio pero yo me sentí la más sexy.
Llegamos a un restaurante muy lindo, nos dieron una mesa privada en la terraza. Cuando me acercó la silla para que me sentara me rozó mi espalda y enseguida se erizó mi piel, platicamos sin ningún tipo de insinuación. El plan era regresar al hotel, hasta que me arrastró a la playa, bueno no me arrastró, lo único que tuvo que hacer fue ponerse detrás de mi acercarse solo un poco a mi cuerpo y decirme al oído: Te pedí una noche. Y me dio un beso en el hombro.
Caminando por la playa intentó besarme un par de veces, no lo deje. Estaba un poco frustrado, dejaba que sus manos pasaran por mi cuerpo, roces, apretones, besos en la mejilla o en el cuello pero jamás en los labios. Entones su táctica cambió, se paró y jalándome del brazo hacia él me dijo: ¿Entonces así es como te gusta? y puso una mano detrás de mi cuello y me acercó a su cara para darme un beso profundo y agresivo, sentía su lengua meterse a mi boca con mucha pasión. No tuve tiempo de resistirme, en segundos tenía su paquete restregándose en mí y lo abrece con fuerza.
Con sus manos bien puestas en mi culito intenté separarme pero no lo logré. Lo que conseguí fue terminar con él acostado sobre mí a mitad de la playa, sentir el peso de su cuerpo me excitó aún más.
-Detente, por favor- Le pedí.
-Por qué? No te gusta? Tu cuerpo dice que te encanta!
Y las caricias empezaron, una de sus manos se deslizó bajo mi vestido, sus dedos paseaban de mis muslos a mi vagina por encima de la tanga. Mi respiración aumentaba y me empezaba a mojar, nunca me metió el dedo por más que yo movía mi pelvis, estaba jugando conmigo.
-Quiero arrodillarme para chupártela! No me puedo arrodillar aquí, Rubens.
-Así como estoy no puedo ni caminar- Me dijo mientras me tomó la mano y me la puso sobre su verga, estaba dura pero no parada. Me mojé aún más. Caminamos para buscar un taxi con su verga pegada a mi espalda “para intentar disimular”, ya en el taxi nos besábamos con pasión aún con las miradas indiscretas del chofer, metió su mano bajo el vestido y lo dejé seguir; me ponía tener un mirón.
Llegamos al hotel, entramos al elevador con una pareja mayor. El hombre no me quitaba la vista de encima, Rubens puso una mano sobre mis nalgas y salimos directo a su habitación, a penas cerró la puerta cuando ya estábamos de nuevo tocándonos, mis manos no se apartaban de su paquete sobre el pantalón…
-Mmmm… mojadita y depiladita. Que rica estás, quiero comerte!
Me cargó y me puso sobre la cama, subió mi vestido y me arrancó la tanga. Lo primero que sentí fueron besos en los muslos, en las ingles, abajo del ombligo y su lengua mi rajita. Chupaba, lambía, su legua hacía maravillas y mis piernas lo apretaban. Los jadeos se hicieron gritos pero no me dejó llegar al orgasmo, paró y me dijo: “Qué era lo que no podías hacer en la playa?”
Me paré y lo besé, sabía a mí. Le desabotoné la camisa, lo bese del cuello hacia abajo hasta que le desabroché el pantalón, no quise retrasarlo mal y le quite el bóxer junto con los jeans. Tenía la verga semi erecta, y muy grande, ancha, venosa, casi púrpura, sin un solo vello. Como no me iba a entrar semejante cosa, empecé a chuparle las bolas mientras lo masturbaba; él me desabrochó el vestido del cuello y empezó a apretarme las tetas. Ya que le había dado un buen trabajo en sus bolas le pasé la lengua por todo lo largo de su pene, cuando llegué a la puntita ya estaba mojada, me metí su capullo y empecé a mamarselo, el tamaño aumentaba así que me concentre solo en la punta, cuando más sentía me apretaba los pezones. Yo ya no podía más, estaba muy caliente.
-¿Me la metes?- Le pregunte con voz casi tierna.
-Te la voy a meter toda la noche, ven acá.
Cargándome de nuevo puse sus piernas alrededor de su cintura y poco a poco me fue penetrando. Nunca había tenido una verga así entre mis piernas, sentí como me abría, como a pesar de estar muy mojada su verga rozaba deliciosamente mis paredes. Lo abrazaba del cuello y lo mordía. Me cargaba de las nalgas para el mete-saca y en unos minutos sentía que mi vagina se apretaba, él gemía en mi oído y yo enloquecí en un orgasmo. Perdí la fuerza, él lo notó y me acostó boca abajo en la cama, mordía y amasaba mis nalgas, metía su lengua entre ellas y me dio miedo que intentara metérmela por el culito, me quise voltear pero no me dejó. Puso su mano sobre mi espalda para impedirlo y medio una mordida algo fuerte.
-Ay, me dolió
-Ahorita te quito el dolor- Me respondió y sentí como intentaba penetrarme ahora desde atrás pero sin separarme las piernas. Yo quería ponerme de perrito pero una vez más no me dejó, encontró la entrada a mi vagina y me la metió.
-Ahh… que rico coges!
Su verga entraba y salía, sus labios recorrían mi espalda. Sus manos las puso sobre los hoyitos de la espalda, me paró un poquito y me dio una nalgada.
-Ah! Mmmmm…. Siiii…. Más!!! – Le decía.
-Te gusta? Quieres más?
-Sí, no pares! Dame hasta que me canse! Ahhhh!!!
Yo chorreaba, llevábamos un buen rato así. Sus dedos también estaban en mi clítoris haciéndome llegar a la gloria. De repente un dedo lo tenía en la entrada de mi culito, lo presionaba y yo movía más mis nalguitas, y entró. Cogiéndome con su verga y con su dedo, yo gritaba de placer, me jaló del pelo y en ese momento tuve mi segundo orgasmo, me dejó terminar y me volteó, de una sola estocada me la metió de nuevo, ese grito fue de dolor pero lo cayó con besos. No se por qué pero siempre me ha gustado el peso del cuerpo de un hombre sobre mí.
Sus labios se posaban en los míos, en mi cuello, mis orejas y mis tetas. Las chupaba con violencia y seguía cogiéndome, ya no me dolía nada pero pensé que no terminaría nunca.
-Que rica estás, sabes delicioso. Aprietas delicioso también, desde que te vi quería meterte a mi cama-
-Entonces aprovecha que me tienes aquí-
Y en ese momento me la metió con más violencia,
-Más fuerte, métemela toda
-Tremenda mujer que eres!
-Tremenda putita!
-Chiquita, eres la putita más rica que me he cogido. Me encantas!- Y se prendió de mis labios, con su verga y su lengua dentro de mí, se corrió. Sentí sus contracciones pero no sacó su verga, yo estaba muy cansada y no supe más, cuando desperté estábamos empiernados. Quería regresar a mi cuarto pero él me lo impidió.
-De esta cama no sales, hermosa. No se te olvidó darme algo ayer?