Mi primer masaje Nuru
Mi mejor amiga me ayudó para entrar en aquel salón de masajes, en el que podría ganar mucha pasta haciendo uno muy especial, mi primer masaje "Nuru"
Mi primer masaje Nuru
Siempre he tenido vocación de masajista y lo cierto es que he tenido buena mano en esos menesteres, pero desde que mi amiga Esther me comentó lo de los masajes sensitivos y que con ellos podría ganar mucha pasta, me sentí mucho más lanzada a probarlo. Reconozco que le di mil vueltas, que me daba cierto reparo eso de dar un masaje sensual a un desconocido, pero si ella lo hacía, ¿por qué yo no?
Y ahí estaba, plantada justo frente al salón de masajes, después de haberme decidido. Me encontraba realmente nerviosa, pero mi amiga siempre me había insistido en que era un lugar seguro, de muy buen nivel, con todas las garantías de protección, privacidad y buen dinerito haciendo masajes tántricos a clientes, casi siempre hombres, sin tener que hacer nada más con ellos de lo que yo no estuviera dispuesta, salvo el masaje, claro y que lo demás iba por cuenta mía.
En recepción me atendió amablemente Bárbara, tal y como me había indicado mi amiga. Se trataba de una mujer rubia, madura, atractiva, que hacía, digamos, las labores de encargada de ese lugar. Vestía una batita roja muy corta, muy sexy, con dibujos y letras chinas. En los pies unos zapatos de tacón, algo que hacía resaltar sus largas piernas morenas. Sin duda se trataba del uniforme de aquel salón porque otras chicas que vi por allí, iban vestidas de la misma manera. Bárbara me llevó hasta su despacho, me invitó a sentarme y fue rellenando los papeles para mi contrato mientras me iba preguntando mis datos personales.
- Bien Paula, Esther me habló muy bien de tú y me dijo que no me ibas a defraudar. ¿verdad? - me preguntó.
- Claro, no quiero fallar.
- Bien. Siendo sincera, estábamos buscando chicas más jóvenes, menores de treinta, pero tu aspecto parece muy juvenil. Pareces una cría.
- Sí, todo el mundo me lo dice.
- Veo además, que tu amiga no mentía en cuanto a tu belleza. Eres realmente muy bonita.- me comentó con su amable sonrisa admirando mi cara y mi cuerpo.
- Gracias. - respondí a ese halago.
- ¿Sabes entonces en qué consiste el trabajo? - volvió a preguntarme.
- Sí, claro. Mi amiga me contó todo con detalle.
- Lo harás genial, ya verás. Tu aspecto juvenil, tu pelo moreno, esos ojazos, tus pechos y esa boca sensual, harán las delicias de nuestros clientes. Ahora necesito que te desnudes para ver tu cuerpo al completo. - añadió sin darle ninguna importancia.
- Pero… ¿Aquí?
- Sí, claro.
Aun con vergüenza, sabía que tenía que pasar por eso y esperaba poder superar la prueba de mi físico, pues buscaban chicas jóvenes con buen cuerpo y yo, aunque esté mal que lo diga, soy delgadita, con buenas curvas y lo cierto es que me cuido bastante, a pesar de tener diez años más de lo que ellos exigían para ese trabajo.
Me saqué la camiseta y después bajé mis pantalones ante la atenta mirada de Bárbara que iba apuntando en un papel, supongo que sus primeras impresiones. Me quedé allí de pie con mi pequeño sujetador y mis braguitas blancas.
- Todo, por favor… - me insistió apuntándome con su boli para que me despelotara completamente.
Me quité sujetador y después mis braguitas quedando desnuda delante de esa mujer que miraba con detalle mi cuerpo, al tiempo que apuntaba en el papel.
- Eres preciosa y esas tetas tienen que hacer furor. Gírate por favor. - me ordenó y yo lo hice sintiéndome más desnuda que nunca, tan solo con mis zapatos de tacón.
Noté cómo me sonrojaba y aunque una se pueda acostumbrar a los piropos, viniendo de una mujer experimentada y atractiva como ella, me resultaba todavía más halagador.
- Eres una monada, Paula. Creo que tienes un cuerpo perfecto.- Insistió.
- Bueno… no sé si tanto, pero gracias... - respondí yo apurada.
- Es cierto. Especialmente esas tetas que son imprescindibles en este trabajo. Cuando Esther me dijo que no eras tan joven como ella, no me imaginé que te conservaras tan bien. Las tienes en su sitio. - añadió con cierto mohín de envidia.
- Claro, intento cuidarme a diario, porque los años van pasando...
- Se nota que te cuidas y sabes sacarte provecho. Tengo muchas chicas y pocas con un cuerpo tan bien labrado como el tuyo, además de tu dulce rostro, claro. Tienes esos pechos, ese culito redondo es una maravilla... El pubis abultado y ese agujerito que forman tus muslos con tu sexo, que tanto atrae a los tíos. Además, el hecho de ser nueva, siempre es un aliciente para nuestros clientes habituales... Veo que además te cuidas en todo, bien depilada, maquillada, peinada con esa coleta tan mona y por supuesto, totalmente rasurada, ideal e indispensable para este trabajo.
- Si me dijo Esther que lo hiciera.
- Genial. Si ella te recomienda, estoy segura de que responderás al 100%
Notaba mis carrillos arder con tanto piropo y más aún cuando Bárbara se puso a caminar alrededor de mi cuerpo desnudo. Iba anotando en su libreta escudriñando mi cuerpo concienzudamente. Me sentía observada y al mismo tiempo algo excitada por la situación.
- Te aseguro que tu cuerpo va a encantar, Paula. Por cierto, ¿tienes pareja? - me preguntó.
- Sí. - respondí pensando que eso pudiera ser un problema.
- ¿Sabe él que has venido aquí?
- No, no, por supuesto. No sabe nada.
- Mejor, es algo que los novios o maridos no suelen entender… - decía ella muy segura con una gran sonrisa.
- No, claro.
- Genial Paula, ponte este conjunto que tengo un cliente ideal para ti. - añadió Bárbara entregándome un elegante conjunto de lencería de encaje de color negro que no era otra cosa que un diminuto sostén y un tanga igualmente escaso.
- ¿Pero ya?
- Claro, ponte esa lencería y después la batita roja. En una hora tenemos a un cliente habitual. Nos ha pedido una chica morena y le ha hecho mucha ilusión cuando le hablé de que seguramente tendría una nueva para hoy. Le voy a mandar un mensaje para confirmarlo. ¿Estás de acuerdo?
- Claro. - respondí súper nerviosa.
- Será un masaje “Nuru”. ¿Sabes en qué consiste?
- Más o menos. Esther me indicó… - respondí.
- Bueno, acompáñame a la suite y te lo explico todo con detalle.
Tras ponerme “mi uniforme de masajista” caminé junto a mi nueva jefa hasta una de las habitaciones más lujosas de aquel lugar. Se trataba de una espaciosa estancia, con un redondo jacuzzi gigante en el centro, una ducha de múltiples grifos a la izquierda rodeada de grandes cristales transparentes, con un banco de madera en su interior, a la derecha varios sofás que parecían de PVC y luego varias tumbonas, dos lavabos y una colchoneta junto a la bañera, parecida a las de playa pero de gigantesca, yo creo que era de 2x2. Hacía bastante calor, supongo que con aire acondicionado para no pasar nada de frío.
- ¿Has hecho algún masaje de ese tipo alguna vez? - me preguntó.
- No. Nunca. ¿Será un problema?
- No, ninguno.
- Es un cliente habitual, pero no te apures, que es sencillo. Verás, el “Nuru”, es un masaje oriental mucho más sensual que cualquier otro, que vuelve locos a los hombres. Se trata de un “cuerpo a cuerpo” en el que ambos deberéis estar completamente desnudos y masajear tu cuerpo contra el suyo, impregnada con este gel especial. - añadió enseñándome un recipiente con un líquido viscoso transparente que formaba hilos pegajosos entre sus dedos.
Había oído hablar de ese masaje, incluso me vi algún vídeo, pero para ser mi primer trabajo me encontraba algo apurada. Me quedé hipnotizada mirando aquel aceite viscoso. Bárbara me sacó de mis pensamientos, leyendo un mensaje de su teléfono.
- ¡Estamos de suerte! Acaba de confirmarme el cliente que en media hora está aquí.
- Uf, ¿tan pronto?
- No te preocupes, Paula, que lo vas a hacer genial. Con ese cuerpo ya tienes ganada media batalla. Luego se trata de hacer feliz a nuestro cliente, que en este caso es un hombre muy simpático, educado y guapo, como tú, así que nada puede salir mal.
- ¿Es guapo?
- Sí, es un hombre maduro, de unos cincuenta y pico, pero se conserva muy bien. Las chicas están muy contentas con él.
El hecho de que el cliente fuera habitual en el asunto, me daba por un lado cierto recelo a no poder estar a la altura y por otra parte cierta garantía, pues tenía sus referencias de otras compañeras.
- Y, ¿cómo empiezo? - pregunté a mi instructora algo nerviosa.
- Mira, lo primero, pones música, luego os desnudáis, bueno es mejor si le desnudas tú, eso les encanta, siempre, además de romper bastante el hielo.
- Ya, entiendo. - respondí notando mis carrillos arder, ante la idea de desnudar a un desconocido por primera vez y de esa manera.
- Después le llevas a la ducha y le enjabonas todo el cuerpo suavemente, con ese gel espumoso de agradable olor, te recreas en su pecho, en su espalda… en fin en todas partes. Luego podéis ir a la bañera, para seguir jugando con más caricias y masajes. Se trata de que él se sienta muy relajado, al tiempo que excitado, ¿comprendes?
- Claro.
- Luego, tras las caricias y estar bien mojados, viene el plato fuerte que es esta colchoneta gigante. - añadió señalando con su pie la zona lateral de esa cama en forma de colchoneta gigante llena de aire.
- ¿Nos tumbamos?
- Él se tumba primero, boca a abajo y tras embadurnarte todo el cuerpo con el gel viscoso, te subes sobre, él y así frotas tu cuerpo desnudo sobre el suyo. Eso les relaja mucho. Es sencillo. Con tu pecho grande vas a ponerle muy contento, porque las tetas hacen un buen masaje en su espalda. ¿Me sigues?
- Sí, lo he entendido.
- Pues después le das la vuelta y haces lo mismo por delante.
- ¿Por delante también?
- Claro. Esa parte es la mejor, pues si estaban calientes eso les calienta mucho más. Imagínate un hombre al que se sube encima una preciosidad como tú, totalmente desnuda, con el cuerpo brillante por el gel y se frota cuerpo a cuerpo con el suyo.
- Ya, claro.
- Para ti, también será placentero y a ellos les gusta que tú disfrutes, ya me entiendes.
- Si… y ¿después?
- Nada, Eso es todo.
- ¿Todo? Pero… he visto en algún vídeo que…
Bárbara guardó silencio, sonrió al ver mi apuro después de entender lo que quería decirle, entonces me comentó:
- Ya, te entiendo Paula. Quieres saber si tienes que tocar su miembro y todo eso…
- Pues...sí. No sabía si tengo que hacer cosas… que...
- Eso va por tu cuenta, cariño, pero ten en cuenta que cuanto más gustito le des, más posibilidades tienes de que repita contigo otro día. Además de tu tarifa, suelen dejar muy buenas propinas si la chica les trata bien y este cliente además es rumboso y de los que repite.
- Pero entonces no estoy obligada.
- ¡Naturalmente que no!, ni él te puede forzar a nada. De hecho ellos firman un documento de confidencialidad y de respeto hacia la masajista, en el que no pueden tocarte si tú no les autorizas. Sería un masaje y punto. Lo demás son regalos tuyos en esmero y profesionalidad. Si te gusta y te apetece se lo haces, si no nada.
Estaba claro, que no era un masaje normal, pero además por sus palabras, también quedaba claro que una ayudita a la hora de masajear, le pondría más contento al cliente. Y además como decía ella, si el cliente estaba bueno, no me importaba hacerle una pajilla.
Ella me aclaró algo más el tema por si me quedaba alguna duda y luego me enseñó en una Tablet un vídeo que lo explicaba paso a paso. No era nada complicado. Ni tan siquiera era un masaje como tal, sino más caricias en ese “cuerpo a cuerpo”.
- ¿Te puedo dar una recomendación, Paula? - me preguntó.
- Claro.
- A este cliente le vuelven loco los pechos grandes y en cuanto le he hablado de ti, se ha puesto contentísimo. Si le haces primero una buena paja, saldrá encantado, pero si además juegas con tus enormes pechos y su pene, le volverás loco.
- ¿Una cubana?
- Eso es. Siempre que a ti te apetezca, recuerda eso.
- ¿Y con la boca…? - pregunté yo más colorada de lo normal, pensando en esa situación.
- ¿Chupársela? Eso, como te digo, depende de ti, pues no estás en absoluto obligada, sólo si a ti te apetece hacerlo. Verás que el líquido es muy agradable de sabor y es inocuo.
- Ya.
- Eso sí, es importante que sepas que lo único que no está permitido es la penetración ni anal ni vaginal y así se les indica a cada uno de los clientes que vienen, que también firman un papel. En primer lugar por higiene, segundo porque esto no es un prostíbulo, es solo un salón de masajes sensitivos y tercero porque además los preservativos están reñidos con ese aceite que puede hacer que se salgan o se rompan… ya me comprendes.
- Claro. Entonces no tengo que…
- ¿Follar? jajaja, No, tranquila. Lo demás, sólo como tú lo veas. Pero sin ningún compromiso ni conmigo ni con el cliente. - añadió ella con una gran sonrisa.
- Vale. Está claro.
- ¿Dispuesta entonces?
- Sí, espero poder hacerlo bien.
- Verás cómo lo haces genial y cómo ese hombre querrá repetir contigo. Eres un bomboncito y con esas tetas le vas a hacer muy feliz.
- Gracias - respondí ruborizada de nuevo.
- A ti… Me alegro mucho de tenerte con nosotras. Dispones de 45 minutos, es importante que no te pases del tiempo porque el equipo de limpieza lo tiene que dejar todo listo para la siguiente sesión- añadió mi jefa acariciando con delicadeza un mechón rebelde de mi pelo colocándolo tras mi oreja.
- Vale. Muchas gracias por todo.
Mi jefa me dejó sola en aquella gran suite y cuando se disponía a salir, la llamé:
- ¿Bárbara?
- Dime cielo. - respondió ella desde la puerta.
- ¿Está casado?
- ¿Tu cliente?, Sí, tranquila por eso. Aun así, puede que se enamore de ti, pero eso serán futuros ingresos para ti. Jajaja...
Le devolví la sonrisa cuando definitivamente me dejó sola en la suite, pero por dentro estaba hecha un manojo de nervios, pues nunca había hecho algo parecido, ni tan siquiera con mi chico y mucho menos con una persona desconocida, eso me resultaba morboso pero al mismo tiempo algo angustioso.
Puse algo de música ambiental, muy relajante, bajé un poco la luz, que tenía varias posiciones de intensidad y me senté en uno de los sofás, a la espera de la llegada de mi primer cliente. Vi el reloj sobre la puerta y un contador de 45 minutos en cuenta a atrás. Al fin se abrió la puerta y el hombre cerrando tras de sí, se fue acercando hacia mí lentamente.
Crucé mis piernas, mantuve una gran sonrisa y una pose lo más sensual posible, hasta que ese hombre llegó a mi altura y me quedé de piedra nada más reconocerle.
- ¿Tío Fernando? - pregunté asustada poniéndome de pie.
- ¿Paula? - añadió él, enrojeciendo totalmente, como de seguro lo debía estar yo.
Estaba flipada y totalmente paralizada. Se trataba de mi tío Fernando, el hermano de mi padre, con el que siempre tuve mucha cercanía, ha sido como un segundo padre para mí. Ese mismo tío al que yo siempre he idolatrado, al ser el menor de todos sus hermanos, más moderno, comprensivo y siempre soñé con que algún día tendría un hombre como él a mi lado. No me lo podía creer. Mis músculos no respondían.
Permanecimos allí de pie, uno frente al otro totalmente callados, mirando al suelo y de vez en cuando a nuestros ojos, totalmente alucinados por la situación.
- ¿Qué haces aquí, tío? - le pregunté por fin frotando mis manos con un gran nerviosismo.
- Yo… ¿Y tú, cariño? - me preguntó él, tan sorprendido como yo.
- Bueno, es mi primer trabajo…
- Pero Paula...
- Es mi primer masaje. - traté de explicarme.
Seguimos mirándonos fijamente, sin creernos mutuamente que el destino nos hubiera juntado en un momento tan delicado y comprometido como ese. Yo, desde luego, quería mucho a mi tío y sé que él a mí también, pues me consideraba su sobrina favorita, según decía.
- ¿Pero tú vienes aquí, tío Fer? - le pregunté totalmente cortada, pero invitándole a sentarse a mi lado.
- Si lo hago habitualmente, pero tú… - me insistía él.
- Pues quería probar.
- Pero esto es una locura, si te viera tu padre - me decía con su vista en mi generoso escote.
Creo que mi tío nunca me ha visto así vestida y aunque sí me ha visto en bikini siempre le han puesto algo nervioso mis tetas, eso lo noto, pero nunca le he dado importancia tratándose de mi tío carnal. Y ahora, la batita, mis piernas, mis tacones...
- No tiene por qué saberlo… le dije asustada.
- ¿Y Juan? - me volvió a preguntar refiriéndose a mi pareja.
- Pues tampoco lo sabe. - añadí avergonzada mirando al suelo.
Yo sabía que mi tío era muy marchoso y todo eso, pero no me imaginaba que venía a sitios como este. Me miraba de arriba a abajo y especialmente mis muslos que se mostraban bastante con mi pequeña batita.
- Paula, ¡Dios mío!
- Tío… yo…
- Esto no puede ser. - añadió levantándose dispuesto a marcharse.
En ese momento me levanté y cogí sus manos con las mías poniéndome frente a él.
- Por favor tío, no se lo puedes contar a papá, ni a Juan. - le insistía apretando sus manos.
- Pero cariño, es que mira lo que es esto. - añadía mirando toda la suite y después de nuevo a mi indumentaria tan provocadora.
- Bueno, no es nada malo.
- Es un lugar en el que se dan masajes “no tradicionales”, precisamente.
- Bueno. No se hace nada que no se quiera.
- Pues por eso. Lo conozco bien.
- Ya sé que vienes a menudo, tío.
- Esto… creo que me voy a ir y tú deberías hacer lo mismo.
- Tío Fer, necesito el dinero y tú ya lo has pagado, creo que al menos podemos hacer como que no...
Mi tío Fernando miró a su alrededor, intentando asimilar lo que tenía ante sí, pero sin saber exactamente qué hacer.
- No puede ser. Creo que mejor me voy. - añadió soltando mis manos.
Parecía que iba a abandonar ese lugar y no estaba muy segura de si le podría contar algo así a mi padre o mi chico, eso me producía una angustia tremenda, con ganas de llorar.
- Espera. ¿La tía sabe que vienes aquí? - le dije de pronto sujetándolo por su muñeca
- Paula…
- No podrás contar nada, tío y yo tampoco lo haré. Te lo juro.
Mi tío estaba inmóvil, solo miraba mis ojos y después hacia mi canalillo.
- Haremos como si no nos conociéramos. - le dije.
- Pero eso no puede ser, mi niña. Te conozco desde que naciste.
- No soy ninguna niña. Y sé que te gustan mis tetas. -añadí de sopetón al tiempo que desataba el nudo de mi batita dejándola caer al suelo.
El conjunto negro de sostén minúsculo y braguita tanga, eran más que seductores. Él ya me había visto en bikini, pero con ese conjunto sexy debía parecerle una mujer. Miraba extasiado a su sobrina con esa lencería y mis tacones.
- Paula. - intentaba hablar.
- Ya me han dicho que te vuelven loco las tetas grandes. Y las mías especialmente, ¿a que sí? - le insistí llevando su mano hasta mi pecho.
Él inmediatamente lo soltó como si le hubiera dado un calambre. Yo seguía sosteniendo su muñeca y mirando sus ojos asustados.
- ¿No quieres que te haga ese masaje, tío?
- Pues no, Paula, creo que no es buena idea, como comprenderás.
- ¿Qué pasaría si en lugar de ser yo la masajista, hubiera sido otra chica? Hoy soy ella, la que elegiste: una morena de grandes tetas, ¿No es lo que has pedido?
- No, Paula.
- Podemos hacer como si realmente no fuéramos tú y yo. Sería lo mejor.
- ¿Por qué?
- Si te vas sería un error. Primero sería malo para mí, porque perderé este trabajo ya que estoy a prueba, imagínate que mi primer cliente se marcha a los cinco minutos… y después tú. ¿Qué le vas a contar a papá? ¿A la tía? ¿Qué te fuiste de este sitio al que vienes mucho porque era tu sobrina la masajista?
Dejé esa pregunta en el aire, pero no pude evitar ver la cara de su tía, además a la que quiero mucho también, pero el escándalo sonaba mayúsculo para los dos.
- Pero no podemos hacer eso tu y yo, princesita. - me dijo él con ese diminutivo con el que siempre me llamaba.
- Pues, lo mejor es que nos relajemos. - le dije muy segura, aunque nerviosa perdida.
- ¿Cómo?, ¿Estás loca, Paula?
Sin duda yo estaba como un flan, pero el hecho de imaginar que mi primer masaje fuera con mi querido tío, me daba un aliciente más, porque le adoraba y siempre había visto en él, a mi novio virtual, a ese hombre con el que toda mujer quiere estar, guapo, atento, simpático, amable, inteligente, con un cuerpo cuidado… y su cara tan dulce...
- Ven…- le dije tirando de su mano llevándole al medio de aquella estancia.
En medio de la sala, con mucha más luz, podía verme ataviada con ese conjunto negro y mis tacones, algo que le hacía sentirse más nervioso y pude percatarme del bulto que marcaba su pantalón. Le sonreí, respiré hondo y después, sin darle tiempo a nada, me giré lentamente para que me observase. Evidentemente, la mirada de mi tío se dirigió a mi conjunto negro tan reducido. Allí con más luz me pudo ver desde muy cerca, diciendo:
- ¡Dios, Paula, hija!
- ¿Te gusta?
- Sí, pero…yo...
- Schssss- le dije poniendo mi dedo índice en su boca.
A continuación solté el broche de mi sujetador negro dejando mis pechos tapados con mi mano y esa prenda sin otra sujeción.
- ¿Entonces te gustan tetonas, como yo? - le pregunté mimosa.
Él no respondía aunque en ese momento estaba segura de que deseaba que mis manos soltaran esa prenda.
- ¿Te las has imaginado alguna vez?
- Sí - respondió tímidamente alegrándome de saber eso y que pudieran ser fruto de sus fantasías o masturbaciones.
- Pues aquí están. - dije dejando caer el sostén al suelo.
Sus ojos completamente abiertos se dirigían a cada uno de mis pezones erectos. Sin duda estábamos avergonzados ambos, pero también muy excitados.
- Vamos, tío Fer, ahora desnúdate tú. ¿O prefieres que lo haga yo? - añadí acercándome a pocos centímetros de él.
- Yo…
Viendo que seguía bloqueado, no le dejé más tiempo de reacción y le fui soltando los botones de su camisa, de forma sensual y parsimoniosa, para dejarla caer por su espalda. Luego, mirándole fijamente a los ojos tal y como indicaba el manual de una buena masajista “Nuru”, desabotoné sus pantalones y los bajé por sus muslos de la forma más sensual. Luego volví a mirarle a los ojos y vi un brillo especial en los suyos, mezcla de miedo y de excitación, lo mismo que seguramente me estaba sucediendo a mí, pero me envalentoné y seguí dispuesta a hacer mi trabajo. El bulto de sus calzoncillos indicaba que aquello le estaba gustando y fui entonces decidida a quitarle la última prenda hasta dejarle desnudo. Su polla como un resorte me apuntó desafiante.
- ¡Vaya tío, parece que hay alguien que se alegra de verme! - intenté bromear, pero estaba nerviosísima, además de excitada, notando mi coño palpitante.
- Es que nunca te había visto así …
- Bueno, me has visto en bikini, alguna vez, incluso desnuda, cuando me bañabas
- Ahora no es lo mismo, cielo. Eres una mujer.
- ¿Mejor o peor?
- Mejor, claro.
- Yo también celebro verte así, desnudo y con esa erección. También la imaginé muchas veces - añadí, algo que produjo un leve movimiento ascendente de su pene erecto.
Lo cierto es que aquello era mejor que cualquiera de mis sueños eróticos con mi tío. Eché más leña al fuego:
- ¿Sabes tío? Me he masturbado muchas veces pensando en ti.
- Paula…
- ¿Y tú en mí? - le pregunté sin tiempo a reaccionar.
Su silencio denotaba que no estaba desacertada y eso me producía un cosquilleo por todo el cuerpo. Le sonreí por adivinarlo.
No le dejé más tiempo para asimilar que aquello era una auténtica locura y haciendo un movimiento intencionado de caderas puse mis manos en ambos lados de mi tanga y me lo fui bajando lentamente hasta quedar despelotada delante de mi soñado tío Fernando. Su polla dio un brinco al verme totalmente desnuda y sus ojos clavados en mi sexo rasurado.
- ¿Y bien? - dije girando una vuelta completa delante de él.
- Eres preciosa, Paula… pero…
- Tío, ¿soy mejor o peor que tus otras masajistas?
- Mejor, cariño. Y no lo digo porque seas mi sobrina.
- Ni yo lo digo porque seas mi tío, pero estás muy bueno. - añadí mirando su cuerpo desnudo de arriba a abajo.
- ¡Qué vergüenza! - dijo intentando inútilmente tapar su erección.
- Vamos, ven. No tengas miedo.
Le di la mano y le llevé a la ducha. Justo antes de entrar en el cubículo, me apoyé en su hombro para quitarme los tacones, aprovechando también a mirar de reojo desde cerca esa polla que insinuaba balanceante. Al agacharme mi pecho rozó ligeramente su hombro pero la verdad es que me recree intencionadamente al hacerlo.
Al fin nos metimos dentro de la ducha, mientras el agua caía sobre su pecho, le fui esparciendo el gel y posteriormente por sus caderas, mientras él parecía temblar con su cara desencajada, incapaz de asimilar que nos encontráramos allí desnudos. El pobre se cubría con las manos la tremenda erección.
- No tapes esa cosa tan bonita. - le dije retirando sus manos para poder esparcir gel por todo el cuerpo.
Intenté mostrar normalidad, pero era casi imposible, pues me ponía nerviosa, cada vez que ese duro miembro rozaba accidentalmente mi piel, notaba un temblor por todo mi cuerpo. Volví a repasar una y otra vez mis manos por su fornido pecho, por su tripita dura, por sus hombros, luego le di la vuelta y le froté la espalda, esmerándome a continuación en el culo. Enjaboné mi propio cuerpo para luego pegarme a él, quedando mi pecho adherido a su espalda y me pareció oírle un gemido al sentirme tan pegada a él. Naturalmente yo también tuve un escalofrío. Con mi boca junto a su oído le pregunté.
- ¿Lo hago bien, tío?
- Eres... ¡la mejor! - soltó tartamudeando.
Desde atrás cogí más gel y lo esparcí por su tórax sin despegar mi cuerpo de su espalda. Me movía al mismo tiempo acompasadamente para que mi pecho frotase su espalda y mis manos bajaban hasta su pubis pero sin llegar a tocarle la polla, solo rozando de vez en cuando. Estar así desnudos los era una sensación nueva y muy placentera para ambos.
En un momento le pedí que se volviera y me estremecí al ver esa erección apuntándome, mientras sus ojos recorrían mi cuerpo enjabonado. Seguí frotando su pecho, sus muslos y acercándome con sutileza hasta que mi cuerpo impactó con la dureza de su polla chocando en mi tripita. Estábamos cortados, pero ambos sabíamos que queríamos seguir adelante por mucho que nuestra moral o nuestros principios dijesen otra cosa...
- ¡Madre mía cómo estás! - le dije frotando suavemente su verga con mis dedos embadurnados de gel. Noté su cuerpo temblar.
- Yo, lo siento, Paula. - respondía entre jadeos.
- No lo sientas, tío, eso es todo un halago y un premio a mi trabajo. Tu polla es preciosa. - añadí.
Yo hacía cada vez más intencionados los acercamientos de mi cuerpo al suyo, lo que provocaba que ese duro miembro rozase continuamente mi cuerpo, acariciando mi parte baja de mi ombligo o incluso pasando levemente por mi pubis, Cuando su glande rozó mi rajita y se metió entre mis labios, tuve que separarme sabiendo que eso me desarmaba del todo. Él también parecía querer apartarse como si yo quemara pero es que realmente estaba ardiendo por dentro...
- ¿Nos metemos en la bañera? - le pregunté viendo ese apuro de ambos allí de pie bajo la ducha.
- Vale.
Así lo hicimos, nos metimos en la bañera juntos, yo sentada, con mi espalda apoyada en el borde y él de espaldas a mí con su espalda sobre mis tetas mientras que mis piernas abiertas atenazaban sus caderas.
- ¿Más relajado tío? - le pregunté
- Sí, mejor.
- ¿Ves como no pasa nada?
Con nuestros cuerpos desnudos pegados y tras suspirar, le sonreí y acaricié su pecho y sus hombros, mezclando el gel y el agua caliente que nos envolvía. Fernando estaba cortado y solo suspiraba.
- Paula, esto es una locura. ¿Cómo te dio por hacer esto? - me preguntó volviendo su cara.
- Pues, me lo recomendó Esther, ¿te acuerdas de ella? - le respondí con mi boca a pocos milímetros de la suya.
- Sí, claro.
- Se gana una buena pasta.
- Ya, supongo que sí, teniendo en cuenta lo que me cobran cada vez.
- Pero al final ha merecido la pena ¿no crees?- añadí sonriendo y haciendo que mi pecho rozase su hombro.
- Sí, supongo que sí.
- ¿Solo lo supones? No lo hago bien - insistí, acariciando su pene entre mis dedos, notando su tremenda dureza.
- No lo sé, pero creo que no está bien, Paula. Eres mi sobrina - gemía tembloroso.
- Me encanta hacerlo y más contigo. ¿A ti no te gusta?
- Claro.
- Puedes acariciarme si quieres.
En ese momento mi tío se giró, iluminándose su cara por completo mirándome fijo mientras la mitad de mi cuerpo estaba sumergido en el agua tibia.
- ¿Es como soñaste? - le pregunté.
- Paula…
- Vamos tío. Reconoce que te has masturbado pensando en mis tetas. ¿Eran así en tus sueños?
- Son mejor al natural.
- Tócalas.
No acababa de decidirse, hasta que yo misma agarré sus manos y las posé en mis dos senos. Otro chispazo intenso recorrió mi coño al sentir esas manos de mi tío que al principio estaban paralizadas y luego comenzó a amasar mis tetas. Aproveché con mi mano para acariciar su polla bajo el agua que iba creciendo por momentos entre mis dedos. Ya no había vuelta a atrás.
Al principio se notaba más cortado, pero cuando mi mano empezó a masajear su polla y a masturbarla lentamente, él también se envalentonó acariciando mis pechos alternadamente, incluso jugando con mis pezones y pellizcándolos.
Aprovechando que nuestras bocas estaban muy cerca, posé mis labios sobre los suyos tiernamente, un largo beso sin que las lenguas entraran en acción, solo un roce suave de labio contra labio...
- ¡Joder! - resopló con una mezcla de placer y arrepentimiento cuando nuestras bocas se separaron.
- ¿No te gusta?
- Esto no puede ser, ¡eres la hija de mi hermano, joder!
- ¿En serio que no te gusta? - pregunté con cara de niña buena sin dejar de pajearle mientras sus manos pellizcaban mis pezones o acariciaban la suave piel de mis senos...
- ¡Paula! - gemía, cuando yo acariciaba su polla con una mano y sus huevos con la otra.
En ese momento fue él, quien acercó la boca a la mía para besarme con la misma ternura. Y su mano acariciaba mi culo dulcemente. En un momento me acerqué más a él, como queriendo comerme su boca literalmente, pero había algo que me lo impedía.
- Bueno, creo que vamos con el masaje, ¿no? - le dije levantándome y él se quedó observando detenidamente mi cuerpo desnudo totalmente mojado cuando las gotas recorrían todas mis curvas.
Estiré mi mano y le ayudé a salir. Su polla se balanceaba caminando desnudos hasta la colchoneta. Primero le invité a sentarse sobre ella para que observará como mis manos esparcían el aceite lubricante por mi cuerpo. Lentamente embadurné mi piel, haciendo que esta brillara. No dejé nada sin untar con aquel pegajoso aceite. Mi cuello, mis tetas, mi tripa, mis piernas, incluso me acaricié el coño delante de mí tío, algo que le gustó porque allí tumbado se agarró la polla instintivamente.
- Date la vuelta, tío Fer. - le ordené.
Obedeció sin rechistar y extendí algo del gel lubricante por mis manos, hasta pringar toda su espalda con el ungüento y también me esmeré en sus muslos y en su culo que sobé con todas las ganas. Coloqué mi cuerpo desnudo sobre el suyo, aplastando mis tetas contra su espalda y mi sexo contra su culo.
- ¿Estás bien? - le pregunté en un susurro en su oído.
- ¡Uf, Paula!
Mis tetas subieron y bajaron ligeramente por su espalda y a ambos nos encantó ese tenue roce con el líquido viscoso que pringaba nuestros cuerpos desnudos. Me resbalaba continuamente cada vez más arriba o abajo sobre su espalda, hasta llegar con mis tetas hasta su culo y luego volvía a subir hasta lo más alto de su cuello. Era algo mágico y placentero. Estaba muy caliente y no podía dejar de acariciar el cuerpo fornido de mi tío, unas veces con las manos, otras con mis tetas sobre su espalda o sobre su culo, luego con la cara interna de mis muslos subiéndome sobre él y frotándome completamente, cerrando los ojos y sintiendo ese roce continuo. Se le escuchaba gemir y yo creo que también soltaba algún jadeo incontrolado. Nuestros cuerpos desnudos seguían danzando con aquella música relajante que parecía invitarnos a seguir sobándonos cuerpo a cuerpo, sin parar.
- Date la vuelta, tío. - le invité, arrodillándome y aprovechando para untar de nuevo mis tetas con aquel líquido viscoso.
Volví a restregarlo por el resto de mi cuerpo y por el suyo, incluyendo su sexo y el mío… ¡Qué gustito!
Tras mirarle detenidamente y observar el brillo de su cuerpo embadurnado en aceite, me coloqué a horcajadas sobre él, apoyando mi pecho en el suyo, pudiendo notar su pene rozándome en la entrepierna, chocando suavemente entre la parte más alta de mis muslos. Ambos suspiramos cerrando los ojos. Le di otro pequeño beso y entonces ya no pudimos más y nuestras lenguas también entraron en juego, además de nuestros cuerpos que seguían retozando sin parar en una danza erótica tan alucinante y novedosa para ambos. Aquella lucha de cuerpos desnudos impregnados en aceite, era lo más erótico del mundo y hacerlo entre tío y sobrina lo más morboso del mundo.
- ¡Dios, qué maravilla, qué buena estás! - me dijo, apretando esta vez mi culo sin miramientos.
- ¿Me tenías ganas, tío? - le pregunté cogiéndole la polla por la base y notando esa dureza entre mis dedos.
- Muchas princesita, eres un sueño Siempre me has vuelto loco y ahora me parece estar viviendo un sueño contigo encima y desnuda.
- ¿En serio que has soñado con algo como esto? - le pregunté, pues a mí me había sucedido lo mismo, siempre había soñado con tener sexo con mi tío, desde que era una adolescente
- La de pajas que me he hecho a tu salud, preciosa. - me confesó al fin mientras mis pechos subían y bajaban por su pecho.
- ¡Y yo contigo! - dije y reímos los dos.
Fue bajando lentamente con mis tetas, hasta que estas llegaron a la altura de su pene, que estaba apuntando al techo. Agarre esa dureza con mi mano y la ubiqué entre mis tetas. Agarrándolas por los costados empecé a mecer aquella polla en mi canalillo. Una cubana en toda regla con la polla de mi tío entre mis tetas.
- ¡Qué gusto! - gemía él cerrando los ojos y acariciando mi pelo.
- ¿Lo hago mejor que tus otras chicas?
- Es totalmente diferente, Paula, eres mágica, alucinante… nunca he sentido nada igual.
Me encantaba oírle decir eso, mientras mis tetas iban cada vez más deprisa y el líquido viscoso producía un chapoteo rítmico mezclado con el propio líquido seminal que salía por la punta de esa dura verga. Fui acercando mis labios hasta que tocaron aquel glande hinchado. Tras mirarle fijamente, comencé a chupársela. El gel lubricante resultó ser agradable al paladar y mi excitación era todavía mayor, como para no querer comérmela. Mi sueño se estaba cumpliendo y el de mi tío también. Esa polla que tantas veces había imaginado en mi boca, la misma que él había soñado entre mis labios. La metía hasta la mitad, la sacaba y jugaba con mi lengua haciendo círculos en su frenillo.
- ¡Dios, qué gusto! - gimió él.
Disfrutaba tanto lamiendo, chupando y mordiendo incluso, ese miembro soñado de mi tío, que el tiempo se pasaba volando sin darnos cuenta... Volví a mirarle, a sonreírle, masajeando sus huevos con una mano y jugando con mi lengua alrededor de su glande.
Necesitaba volver a besarle y entonces fui subiendo de nuevo con mis tetas pegadas a su cuerpo resbalando lentamente mi cuerpo sobre el suyo hasta encontrarme cara a cara con él.
Su polla dura rozaba mi rajita y yo hacía lo posible porque se encastrara entre mis labios, consiguiéndolo tras varios intentos fallidos que estuviera a punto de colarse dentro de mi coño, resbalando por todas partes. En ese momento apreté los muslos y la polla de mi tío quedó atrapada en la parte alta de mis muslos rozando totalmente mis labios vaginales que la abrazaban con mucha suavidad.
- ¡Te quiero tío! - dije mirándole a los ojos y dándole un beso largo, que acabó con mordiscos de nuestros labios y refriegas de nuestras lenguas.
No parecía importarle que mi boca supiera a su propia polla, que en ese momento bajaba hasta llegar a mi perineo, para después subir mi pelvis y volver a sentirla rozando de lleno mi sexo. Volvimos a embadurnar de lleno nuestros sexos.
- ¿Te gustaría follarme? - le pregunté con nuestras narices tocándose y dándonos pequeños besitos.
Tardó unos segundos en contestar mientras mi pelvis seguía clavándose contra él restregando nuestros sexos ardientes.
- No podemos. - dijo él.
Yo entendía que no se refería al hecho de fuéramos tío y sobrina sino a la norma interna de no poder tener sexo entre cliente y masajista, sobre todo por el hecho de no poder usar condón.
- Tendremos que hacerlo a pelo, tío. - le dije sonriente y lamiendo con mi lengua sus labios.
- Pero Paula. - dijo él y mi boca volvió a atrapar la suya.
Aproveché para ubicar su polla a la entrada de mi coño. Incorporé mi pelvis y jugué con su glande entre mis labios que parecían quemarme.
- ¿Estás segura, Paula? - preguntaba él con su voz temblorosa.
- Sí, pero, ten cuidado y no te corras dentro. A ver si al final la liamos. - le dije.
- ¿En serio quieres que te la meta?
- ¡Por Dios, sí! - jadee y en ese momento me senté sobre su duro tronco.
Ambos gemimos al entrar en contacto total con nuestros sexos unidos. Nuestro sueño hecho realidad. Comencé a cabalgarle, despacio al principio y más deprisa después, hasta que fuimos cogiendo un ritmo frenético. Era increíble, ¡estábamos follando sobre la colchoneta!
Las manos de mi tío amasaban mis tetas y yo me agarraba a sus hombros dejando caer mi cuerpo sobre el suyo mientras un sonido de chapoteo y de choque de cuerpos se mezclaba con la música ambiental.
Al fin notaba a mi tío tenso, pero al sentir esa polla hincharse en mi interior no pude parar y seguí, seguí, seguí cabalgando sobre él...
- ¡Salte princesita, que me corro! - gritaba él ahogadamente.
- ¡Sigue, tío, sigue…!, ¡Qué gusto!, ¡No pares, por Dios! - gemía yo.
Una explosión tremenda me invadió el coño cuando se corrió incesantemente dentro de mí, lo que provocó un estremecimiento por todo mi cuerpo y acelerando mis bombeos, apreté más los músculos de mi vagina hasta llegar a mi propia explosión corriéndome entre grandes gemidos sobre el pecho mojado de mi tío.
- ¡Dios, nena! ¿Qué hemos hecho? - me decía sujetando mi cara entre sus manos.
- Lo que ambos queríamos. - le susurraba yo, moviendo mi pelvis con su todavía dura polla en mi interior que seguía descargando restos de semen.
- Somos tío y sobrina. - insistía él - ¡Y me he corrido dentro!
- No te preocupes que mañana me tomo una pastillita por si acaso, pero ha merecido la pena.
Volvimos a besarnos, hasta que el sonido del reloj marcó el final de la sesión.
- Paula, esto es tremendo. - comentó él, mientras yo aún desnuda, le ayudaba a vestirse, abotonando su camisa mientras él seguía disfrutando con mi desnudez.
- Y tanto, tío. El próximo día me follas el culo. ¿Te apetece?
- ¡Sí! - contestó al instante eufórico.
Fue mi primer “masaje Nuru” y dejé a mi primer cliente muy satisfecho, tanto o más que yo misma, habiendo sido con alguien tan especial como es mi tío soñado. A partir de ese día hice más masajes de ese tipo, pero mi tío Fernando se convirtió en mi mejor cliente y con el único que follaba en cada sesión.
Sylke
2020