Mi primer hombre
Un heterosexual casado y mata putos que en una noche de furia conoce los placeres del sexo con otro hombre.
Volvía del campo de mi suegro en la camioneta cuatro por cuatro de mi cuñado, el polista, y me sentía un infeliz. Ese fin de semana en compañía de la familia de mi mujer, me había dejado una sensación de asco, de frustración y de rabia.
Me preguntaba en qué familia había caído al casarme con Vera. El padre, un viejo político corrupto, autoritario, soberbio, con mucho dinero mal habido, muchas mentiras y mucho poder, la madre (mi suegra querida) una mujer de abolengo venida a menos, insoportable e insufrible, con sus tetas tamaño gigante, caídas hasta la cintura, y finalmente el puto del hermano, el jugador de polo, que yo sospechaba que me quería calentar , con sus pantaloncitos de montar que le marcaban el culito, la raya, las nalgas como sandías, flor de puto, el cuñadito. Y yo, que era un tremendo homofóbico y mata putos, como se pueden imaginar, no lo podía ni ver.
Mi suegro me había echado en cara que yo no tenía plata, ni futuro, ni familia que me apoyase, y que por eso no podía garantizar el nivel de vida al que su hijita Vera estaba acostumbrada. Vida de mierda pensaba yo, vida frívola, esnob, con un "glamour" de circo. Vida hueca y sin sentido. Me peleé con mi mujer por sus padres y con estos por mi mujer. No veía la hora de dejar aquella casa
Aquel episodio de la noche, determinó mi huída muy temprano a la mañana siguiente, pero antes, deprimido, cansado y podrido como estaba, me iba a tirar un rato a la cama cuando por el corredor en penumbras vi a un tipo desnudo. Por el culo lo reconocí, era Santiaguito mi cuñado el polista, moviéndo las cachas peluditas y redondas de su culo. Me llamó la atención la perfección de todo su cuerpo, sus espaldas anchas, sus piernas musculosas, sus hombros desarrollados. El brillo de su piel. Este putito sabe cuidarse pensé. Amagué entrar a mi cuarto, para disimular un loco interés en espiarlo. Se metió en su habitación y sin cerrar del todo la puerta, se tiró sobre el cuerpo desnudo de su mujer y lo único que vi, en la leve penumbra, antes de desmayarme de calentura, fue su culo de nalgas redondas, bombear y bombear con su pija hasta el fondo de la concha de su mujer: la puta gemía y gemía como una perra en celo. Y todo con la puerta entreabierta.
Caliente y desesperado, entre por fin a mi cuarto y me miré al espejo que iluminaba la luna: me vi cansado, agotado, con grandes ojeras, respirando agitado, con la poronga dura y parada echando sus jugos, lentamente, como llorando.
Me tiré en la cama e intenté hacerme la paja, pero estaba demasiado cansado y me dormí. Soñé que me violaba un pirata de una sola pierna, con una verga peluda y unos huevos enormes llenos de leche: era como una película porque la escena terminaba con la cámara en el techo del camarote, y el culo peludo y redondo del corsario bombeando en mi culo destrozado mientras mis jadeos cachondos y salvajes se unían al canto repetido de la cotorra verde y amarilla del pirata.
Me desperté sobresaltado y me toqué el culo pensando que me dolía, pero lo único que advertí fue mi leche ya fría corriéndose por las piernas de mi boxer.
Miré el reloj y eran las cuatro y media. Vera no había venido al cuarto y no me preocupaba. Fui corriendo a la ducha y traté de que el agua caliente y fría limpiaran un poco esa sensación de angustia y desconcierto que tenía.
El jabón de tocador olía bien: esos seudo nobles al menos sabían elegir los elementos de tocador.
Me vestí y sin demasiado cuidado armé un bolso de viaje pequeño, y caminando en puntas de pie, llegué a la puerta de la casa, vi la camioneta de mi cuñado que siempre la estacionaba con la llave puesta, sin pensarlo dos veces subí a ella y como quien no quiere la cosa me fui de ese lugar detestable.
En el apuro no me llevé los anteojos pero igual veía bastante bien, hasta que ya a varios kilómetros en la ruta, comenzó a llover a cántaros. Era una lluvia copiosa y abundante que seguramente benefiaría los campos de la zona, pero que hacía imposible manejar con seguridad. Me detuve en la primera estación de servicio que encontré en el camino, a unos cincuenta kilómetros de mi punto de partida y aguardé ahí que la lluvia amainara.
Salvo el peón de turno y un perro todo mojado y embarrado no había nadie en el lugar aunque sonaba el ritmo de una cumbia colombiana. Al rato me dieron ganas de orinar, y me dirigí al fondo del terreno donde estaban los servicios. Llevaba botas de montar que seguramente se arruinarían con el barro pero eso no me impidió atravesar el playón húmedo y enlodado hasta llegar al baño.
El perro ladraba mientras un camión con acoplado ingresaba al lugar anticipándose con sus luces, y encandilándome un poco. Al llegar al baño me crucé con un tipo que empujaba hacia fuera la puerta mientras yo la empujaba hacia adentro. Salió. Cuando entré al baño al principio no veía nada, enceguecido temporariamente por la falta de los anteojos o por los faros del camión, pero luego encendi una lamparitaa que había a un costado y me dirigí a uno de los tres mingitorios para depositar el precioso líquido de mi vegija. Fue ahí cuando el tipo de la puerta volvió a entrar y lo vi: era un hombre más jóven que yo, vestido con ropa de campo, con el pelo bastante largo. Hacía como que se lavaba las manos mientras yo orinaba y orinaba contra el recipiente aromatizado a naftalina. Cuanto sacudía la pija para echar hasta la última gota, se apagó la luz y casi sin advertirlo sentí el calor del tipo acercándoseme en la oscuridad: Qué lindo sos me dijo, no querés que te chupe la pija ? Lo preguntó con una voz grave y baja: voz que me pareció una mezcla rara de vino barato y calentura. Voz sucia y clandestina a la vez, voz viciosa y desesperada, una voz del más allá en el medio del baño maloliente y sombrio. Pero de una increíble sensualidad.
Le contesté con voz también baja, "rajá de acá puto , estás muy equivocado" y él, ante respuesta tan amenzante , contabilizó el rechazo y salió del baño, sin decir palabra.
Me esperó afuera, con la cara semi tapada por el sombrero, pero iluminada por el cigarrillo que fumaba bajo el alero, con una pierna hacia atrás apoyada contra la pared, mientras seguía lloviendo. Me miró sin rencor ni vergüenza, y por un momento hasta dudé que fuera el mismo tipo que me había propuesto una mamada, hacía un instante
Lo último que escuché antes de subir a la camioneta fue su misma voz a lo lejos "Dale, papito dejame que te la chupe". Mientras me alejaba, miré por el espejo hacia atrás y ya no lo ví, todo lo cubría la humedad y la lluvia. El perro embarrado ni se molestó en correr detrás de mi auto
Cuando retomé la autopista, los ojos se me cerraban y la lluvia no dejaba de caer.Prendí la radio y comencé a dudar en seguir el viaje con ese tiempo y ese sueño. Paré en la próxima estación de servicio, y bajé a comprar cigarrillos en la tienda de conveniencia: me atendió una chica fea y pálida a quién pregunté por un hotel cercano. Consultó al otro empleado y este comenzó a dibujarme el plano de cómo llegar hasta un hospedaje de la zona. Mientras el muchacho escribía, me tomé una cerveza y casi a mi pesar, la voz desesperada del tipo del baño comenzó a resonar en mis oídos: y ya no sentía el mismo asco que antes: ahora era curiosidad, mezclada con el terror de cruzar la línea: yo el mata putos haciéndome tirar la goma, chupar el ganso, mamar la verga por otro hombre. La pija se me iba poniéndo dura mientras trataba de olvidar las veces que había despreciado a los tipos del club que cogían con travestis.
Un calor nervioso recorría mi cuerpo, y aunque el clima estaba fresco me transpiraban el cuello, la nuca, las axilas, las inglés, el pecho. Bajo mi jean la pija al palo, dura y fuerte, se paraba a los gritos como queriendo derrotar la prisión de la bragueta.
Mientras bebía el último trago de la cerveza, recordé a mi viejo y a mis hermanos mayores, descalificando a un cómico famoso de la TV por ser puto: ni podían mirar sus programas. Pensaba en las veces que yo mismo había insultado, jodido, burlado a un puto. Y ahí estaba yo, solo, sudado y al palo en ese lugar del camino cuyo nombre ni sabía, confuso y sorprendido por el deseo urgente de que aquel tipo del baño me chupara la verga. Me estoy volviendo loco, pensé y me dirigí a la puerta cuando el empleado me llamó y me entregó la hoja con el planito para llegar al hotel mas cercano.
Subí a la camioneta, y toqué una y otra vez mi bulto bajo la bragueta, y se largó a llover otra vez y pegué la vuelta, como un trompo enloaquecido hasta aquel lugar donde el puto se había ofrecido a sacarme el afrecho, a chuparme la poronga llena de leche, a mamarme la pija.
Cuando llegué al lugar noté que estaba igual de desierto que antes pero que un camión chico intentaba salir cruzando la playa de la estación de servicio: le interrumpi el paso cuando vi que en ese camión iba el tipo. Nunca supe su nombre, para mi era el tipo, o antes el puto que me mamaría la pija. El camión paró y el bajó: lo vi venir lentamente hacia mi auto. Sombrero ladeado, cigarrillo en la mano, sonrisa de oreja a oreja. Te arrepentiste papi, fueron sus primeras palabras. Lo miré a los ojos y vi dos sombras brillantes y oscuras, y después vi sus dientes, amarillos y manchados por la nicotina. Pero no pensé nada más, ni que era más joven de lo que yo pensaba, ni que tenía una pequeña barriga de hombre recién casado que transformaba su físico de perfecto en normal, haciéndolo más humano, menos amenazante.
Sonreí levemente y obedecí su indicación para que me bajara del auto y fuéramos a su camión. " Hay más lugar" , dijo. Lo seguí mientras miraba su culo chiquito y redondo, tentador y delgado, y como en un "flash" se apareció la imagen desnuda de mi cuñado bombeando mientras se cogía a su mujer.
Abrió la puerta del camión, y me dijo que me pusiera en posición que me la iba a chupar como nadie lo había hecho. Que lindo sos papito, dijo antes de desabrocharme el cinturón, bajar el cierre de mi bragueta y deslizar mi pantalón y el slip hasta las rodillas. Olió y lamió mi pedazo, hasta que mi pija erguida, enorme y chorreante apareció a la luz de la luna para enseguida desaparecer en su boca golosa: qué manera de chupar, de mamar, de arrancarle arpegios melodiosos a mi pija tan humillada hasta entonces: que locura de placer cuando me apretó los huevos con sus labios gruesos y expertos, y cuando corrió con su lengua el espacio que separaba mis testículos del culo. Que delicia cuando rodeó con devoción el agujerito de mi pija con su lengua golosa y puta.
Nunca había imaginado que otro tipo pudiera despertar esa calentura insana y brutal que me hacía bombear en su boca bombear a morir para llenarle la boca de mi leche, para inundar su garganta con mi semen espeso y blanco, hasta mojar sus labios, su nariz, su cuello enrojecido, sus orejas con mi sangre hecha espuma, con mi leche liberada, mientras su cabeza subía y bajaba, subía y bajaba por mi piel mas íntima, mientras su boca , su lengua , su saliva y sus dientes, me hacían gozar como nunca en aquel bautizo sin nombre, en aquel comienzo inesperado, en aquel goce prolongado e interminable que interrumpió , como un látigo , mi grito en la noche, la declaración rotunda del orgasmo tan temido.
galansoy. En mi relato 140 para todorelatos, y lo dedico a todos los que me siguen con una consecuencia y afecto que agradezco y aprecio. Por favor califiquen mi relato . Gracias .g.