Mi primer glory hole
Como después de mi primer glory hole, mi ideas sobre el sexo empezaron a cambiar.
Hola, me llamo Francisco. Soy un hombre de 31 años el cuál hasta el día de hoy, me había considerado una persona de lo más hetera sexual posible, y que desde hace unos días en los cuales oí hablar de unos sitios donde a través de un agujero en la pared, se podía realizar todo tipo de sexo sin ser visto por nadie ni incluso por la otra persona, he empezado a darle vueltas al asunto y me ha llegado a picar la curiosidad de intentar hacer eso yo algún día.
Al parecer y dependiendo del lugar, te puedes encontrar que al otro lado se encuentre una mujer o también algún hombre, eso de momento es lo que me ha llegado a frenar un poco el hacerlo, aunque puestos a ello, y dentro de la privacidad e intimidad que según parece existe en esos pequeños habitáculos, no sé yo cómo reaccionaría en ese preciso momento. Quizás por eso llevo unas cuantas noches en las cuales mis sueños están siempre relacionados con esa situación, y al levantarme por la mañana, lo hago siempre con una gran erección, la cual solo consigo hacerla bajar masturbándome como un loco para hacer salir de mi polla toda la leche que llevaba acumulada, y así hacerla volver a su tamaño normal.
Durante el día procuro hacer una vida corriente, aunque esa idea no consigo nunca sacármela de la cabeza. Hace unos días, al llegar a casa después de trabajar, se me ocurrió buscar en internet algunos lugares donde se pudiese practicar eso del glory hole como así lo llaman, y la verdad es que me quedé muy sorprendido al ver que además de los sitios tradicionales para hacerlo, también existían otros mucho más normales donde la gente también solía hacerlo, como por ejemplo en los lavabos de algunos grandes almacenes, o en algunos urinarios públicos, aunque según pude ver en esas informaciones, casi todos esos lugares eran frecuentados más bien por la gente del mundo gay. Entonces pensé que eso era cuestión de arriesgarse, ya que igual yo tenía suerte y me tocaba una tía estupenda al otro lado de la pared dispuesta a hacerme una buena paja, una mamada o tal vez algunas cosas más.
Y así, sabiendo ya todo eso y con las ganas que tenía de probarlo desde hacía unos cuantos días, me puse a ir recorriendo cada uno de los lavabos de dichos almacenes.
Al principio no tuve mucha suerte, por lo que tras visitar unos cuantos llegué a la conclusión de que me habían llegado a tomar el pelo, ya que hasta entonces no había encontrado todavía ninguno que tuviese ese agujero. Pero he aquí que un día sin casi buscarlo, por fin descubrí uno. Estaba dentro de una de las ultimas cabinas sanitarias prefabricadas de uno de esos centros comerciales.
Así que con un gran nerviosismo dentro del cuerpo, me cerré por dentro con el pasador y sin saber muy bien que hacer a continuación, me puse a esperar en silencio a ese alguien del otro lado, eso sí, rezando mucho para que me tocase una chica ya que según parece se suelen colar en los de los hombres sin ser vistas. Así, al cabo de unos minutos oí como se abría la puerta principal de los lavabos y a continuación como se abría también y se cerraba la de la cabina contigua a la mía.
Yo seguía allí callado esperando acontecimientos y mirando con insistencia aquel glorioso agujero que aún estaba vacío, hasta que en un momento vi aparecer por él unos finos dedos como si me quisieran indicar que la función estaba a punto de empezar. Yo estaba ya más que nervioso y a la vez muy caliente debido a aquella situación tan nueva y excitante para mí. Por lo que mi polla aún sin quererlo, empezó a crecerme un montón debajo del pantalón y tuve que ir poco a poco desabrochándome los botones de la bragueta ya que no podía aguantar más aquella fuerte presión.
Entonces pensé que ya estaría preparada para mí al otro lado una buena boca de mujer, la cual me proporcionaría por fin aquella buena mamada que tanto había llegado a soñar durante aquellos largos días. Pero esa idea duró bien poco en mi cabeza, ya que al momento vi aparecer por aquel agujero una larga y gruesa polla, la cual se movía sin parar de arriba abajo como si me estuviera invitando a que la tocase. Entonces, tras mi gran desilusión y con una mano apretando ya mi polla, llegó mi gran dilema. Por un lado, podía salir corriendo de allí sin ser visto y esperar a una próxima ocasión en la que tuviese más suerte, y por otro podía llegar a probar una nueva experiencia que se me brindaba, además, dentro de la más estricta privacidad. Así que como mi polla no paraba ya de crecer entre mis dedos, antes de que pudiese perder la ocasión y aquella persona retirase su gran herramienta del agujero, con mi otra mano se la empecé a palpar con curiosidad para comprobar lo dura que la tenía.
La verdad es que en eso estábamos los dos a la par, ya que la tenía también más dura que una roca, no tanto ya en las medidas, porque la de aquel tío era mucho más larga y gruesa que la mía.
Yo hasta ese momento solo había tocado la mía, por eso la sensación de palpar otra diferente era para mí de lo más excitante, así que al igual que estaba haciendo con la mía, empecé también a hacer lo mismo con la de él. Así, se la fui meneando de arriba abajo y poco a poco se la fui estirando hacia mí hasta conseguir sacarle a través del agujero también los huevos, los cuales pude comprobar que los tenía bien grandes y colgantes, por eso mi curiosidad siguió en aumento y me decidí a sobárselos bien para poder sentir así su textura.
Por mi parte yo seguía pajeándome con la otra mano y la verdad es que no daba crédito a lo que estaba haciendo, aunque me gustase todo un montón. Aquella privacidad por ambas partes me daba alas para seguir experimentando, así que tras comprobar de nuevo que el pasador estaba bien cerrado y sin pensármelo mucho, me arrodillé ante aquel agujero y con ambas manos me llevé a la boca aquella grandiosa polla, la cual sentí al instante como palpitaba dentro de ella.
Yo, aunque eso no lo había hecho nunca, quizás por la inercia, empecé a lamer con la lengua toda aquella cabezota rosada, al igual que seguí haciendo con todo lo largo de ella, centímetro a centímetro, hasta llegar a sus huevos, en los cuales me recreé después un buen rato. Seguidamente volví a engullirme todo lo que pude aquella larga y gruesa verga una y otra vez, hasta que la persona del otro lado empezó a bombear con fuerza por su cuenta dentro de mi boca y empecé a sentir unas arcadas, debido a que en cada embestida que me hacía me topaba con la punta de su polla mi garganta.
Entonces me la saqué de la boca y decidí dar el siguiente paso ya que estaba decidido y a la vez muy caliente y excitado y quería probar algo más. Para ello me bajé los pantalones y el braslip, y tras ponerle un condón que llevaba a aquella grandísima polla, me puse de espaldas a la pared con las piernas bien separadas, ensalivé bien mi ano, y con una de mis manos se la volví a coger de nuevo y me la llevé justo a la entrada de mi hasta entonces virginal culo. Una vez allí con mis dos manos puestas sobre mis nalgas intenté separarlas todo lo que pude y empecé a presionar una y otra vez sobre aquella negra diana, hasta ir consiguiendo introducirme poco a poco toda la punta. En ese instante la sensación que tuve fue de dolor, así que con mucho cuidado y paciencia fui haciendo sentadillas hasta que noté como mi esfínter se iba dilatando cada vez más, dando paso a que entrase toda aquella cabeza rosada seguida de unos cuantos más centímetros de carne dura y palpitante.
Entonces por fin sí que empecé a disfrutar del momento ya que aquellos gemidos de dolor se fueron transformando como por arte de magia en gemidos de placer, aunque yo tratase de ahogarlos apretando fuertemente los labios. Entonces seguí bombeándome a mí mismo, sintiendo una y otra vez como mis nalgas chocaban ya sin parar contra aquella fina y a la vez fría pared.
Luego, cansado ya de tantas sentadillas, decidí poner una de mis piernas sobre el wc y así ya más cómodo, dejé que fuese aquel tío del otro lado el que me siguiera taladrando el culo, cosa que me fue haciendo a las mil maravillas, hasta que le noté unas fuertes palpitaciones en su polla, las cuales me anunciaban que su final estaba ya cerca, y así fue, ya que aquella persona tras unas cuantas embestidas más, se corrió como un loco dentro de mi estrenado culo. Yo por mi parte seguí meneándomela con más rapidez y al momento también descargué sobre mi mano una gran cantidad de leche caliente y viscosa.
Seguidamente aquel hombre retiró su polla del agujero con su condón correspondiente lleno de leche, y dejó otra vez libre aquel glorioso agujero.
Yo entonces me limpié un poco como pude, y tras arreglarme la ropa esperé allí durante un momento sin hacer ruido hasta que escuché salir de la otra cabina a aquella persona anónima que tanto placer me había hecho sentir hacía tan solo un instante.
Luego, al no escuchar ya ningún ruido fuera, decidí salir de allí con disimulo y me dirigí hacia la calle. Una vez allí, empecé a caminar y a darle vueltas a todo lo sucedido y realmente aún no daba crédito a todo lo ocurrido en aquella cabina.
Yo desde siempre me había sentido una persona muy hetera, y para nada me gustaban los hombres, de ahí más que nada mi extrañeza. Por otro lado, esa experiencia anónima me había gustado muchísimo y mi mente no descartaba para nada el poder volver a repetirlo algún que otro día, aunque tan solo fuese por el morbo de hacerlo. No obstante, la próxima vez procuraría que al otro lado hubiese una buena tía (aunque fuese pagando) y que por uno de esos agujeros gloriosos fuese mi polla la que saliese de él, para que desde el otro lado me hicieran ya de una vez esa paja o esa mamada tan deseada por mí y que tantas veces había llegado a soñar.
FIN