Mi primer encuentro con Lucía

Cuando Norma se fue de su casa ese día, se fue creyendo que tenía un hijo. Pero yo descubriría que en realidad tenía una hija y me encargaría de hacerla sentir toda una chica sin que su madre lo sospeche.

Luego de desayunar me preparé dos sándwiches que serían mi almuerzo, los puse en una bolsa y solo con eso salí de casa. Era pleno verano y faltaba más de un mes para volver a la universidad. Como todos los veranos desde que termine la escuela, hacia cualquier trabajo temporal que pudiese conseguir para juntar dinero. Esta vez tendría que pintar el living de una compañera de oficina de mi madre. Cuando llegué a la casa salió una mujer en sus cuarenta, muy atractiva y de buen físico. Era Norma, la compañera de mi madre, nunca antes la había visto, ni había oído hablar de ella, hasta que mi madre me preguntó si quería hacer ese trabajo.

—     Ven Ezequiel entra. ¿Cómo te encuentras? ¡Por cierto que guapo eres!

—     Estoy bien… gracias!—respondí sonrojado.

Me sabía atractivo, pero no recuerdo que una desconocida mayor de cuarenta y también atractiva me hubiese halagado antes. Yo tenía veinte años, medía 1,72, pesaba 70kg y tenía un físico bien trabajado por el gimnasio al que iba desde hacía más de dos años.

Norma me hizo pasar por el lobby y ya estábamos en el living. Los cuadros ya habían sido descolgados y los muebles corridos.

—     Aquí tienes todo lo que necesitas—dijo señalando una montaña de tachos de pintura, rodillos y demás herramientas para pintar.

—     ¡Estupendo! Ya mismo me pondré a trabajar.

—     Yo ya me voy a trabajar y luego tengo yoga, así que no volveré hasta las 20hs por lo menos. Si necesitas algo puedes pedirle mi hijo. Que ahora está durmiendo—dijo como con enfado mirando la escalera que seguramente dirigía al segundo piso donde se encontraba su habitación—.Todos los veranos igual. Lo único que hace es dormir.

A mí no me parecía tan tarde como para que se enfade. Apenas eran las ocho de la mañana, yo también habría estado durmiendo si no fuera por ese trabajo. Norma se fue y me puse a trabajar. Al rato de estar pintando sentí algo meterse en un ojo, así que fui rápido al baño a lavármelo. Este se encontraba en el segundo piso junto a las habitaciones y al pasar junto a una escuché música detrás de la puerta. Esa debería de ser la habitación de su hijo. No sabía que era lo que escuchaba pero definitivamente era música de mujer.

Estaba terminando de lavarme los ojos cuando de golpe la puerta se abrió. Miré hacia la puerta y vi a una bonita chica rubia con pelo largo hasta el inicio de los hombros, ojos marrón claro, delgadita pero no demasiado, de piel bastante blanca y rasgos delicados. Apenas más baja que yo, mediría 1,69 o 1,70. Tenía puesto un vestido de color verde claro que dejaba al desnudo sus hombros, le ajustaba al cuerpo hasta la cadera luego se volvía una falda más holgada que le llegada hasta arriba de las rodillas.

—     Oh hola, soy Ezequiel. Estoy pintando el …

Al verle bien a la cara quedé pasmado, pues no era una chica, sino un chico. Además del vestido tenía hebillas en el cabello para que no se le cayera sobre la cara y también tenía un poco maquillaje. Su rostro tenía muchos rasgos femeninos, y sumado el maquillaje, no era de sorprender que a primera vista no me diese cuenta.

Tenía una cara de susto tremenda. Debía de ser el hijo de Norma y de seguro no le habían avisado que habría alguien en la casa.

—     …estoy pintando el living.

—     Creí que vendrías mañana. Eso me dijo mi madre.

—     ¿Norma es tu madre?—pregunté para confirmar que se trataba de su hijo. Ella asintió tímidamente con la cabeza.

Estaba como petrificada en la puerta y parecía que se le aceleraba la respiración.

—     Siento mucha vergüenza—dijo con una voz medio quebrada como si fuese a llorar.

Dio media vuelta y se fue por el pasillo. No sé porque pero por reflejo salí del baño y fui tras ella.

—     Oye. No tienes nada de qué preocuparte. No le contaré a nadie. Tu secreto está a salvo conmigo—. Ella se detuvo y se volteó hacia mí.

—     ¿De verás lo dices?

—     Si, de veras.

—     ¡Gracias!

—     Espera—ya tenía su mano en la puerta de su habitación—tenías pensado pasar el día vestida así creyendo que estarías sola ¿verdad?—Tras preguntar esto ella puso aún más cara de pánico de la que ya tenía.

—     ¿Por qué… preguntas eso?

—     Es que asumí que te gusta vestirte de chica en la intimidad y que aprovechas todo el tiempo que estás sola en casa para disfrutar de esas ropas. Y… bueno… yo ya te he visto así que creo… que… no cambiaría nada que te cambies de ropa o que te la pases escondida en tu habitación. Yo estaré todo el día pintando, por mí puedes quedarte así vestida y sentirte a gusto—por su expresión noté que estaba muy confundida, y yo también lo estaba, no sabía que era lo que me impulsaba a decir todo lo que estaba diciendo—no quisiera que por mi culpa tú pierdas la oportunidad de… vestir…—a esta altura me quedé sin palabras.

—     Está bien. Gracias por tu compresión—dijo llena de nerviosismo y se encerró en su habitación.

Yo también estaba nervioso. Nunca había visto ni mucho menos hablado con una travesti. No había nada que pudiera hacer allí así que bajé a seguir pintando.

Media hora pasó y yo seguía pensando en ella. Se veía tan femenina, su piel parecía tan tersa a la vista. Sus piernas estaban depiladas. Calzaba unas sandalias y me pareció que las uñas de sus pies estaban pintadas de color lila.

El tiempo pasaba y yo seguía pensando en ella. Finalmente llegó el mediodía y me dio mucha hambre así que fui a la cocina, saqué mis sándwiches que había dejado en la heladera  y me senté a comer.

Al ratito nomás escuche que bajaban por la escalera y al instante la vi entrar por la cocina. No bien me vio sentado de detuvo. Seguía vestida igual. Eso me puso contento. Dudo un segundo y finalmente entró a la cocina, fue a la heladera y sacó una caja de pizza, de la noche anterior seguramente. Luego se sirvió un vaso de agua y salió de la cocina con la pizza y el vaso.

—     ¡Oye!—grité.

Unos segundos después se asomó tímidamente por la puerta.

—     ¿Qué sucede?

—     Puedes acompañarme si quieres. Es tu casa después de todo. Si quieres comer sola seré yo quien se vaya a otro lado.

—     Bueno, comeré aquí, pero puedes quedarte.

La mesa era cuadrada y pequeña, para dos personas. Seguramente solo vivían ella y su madre aquí. Así que se tuvo que sentar justo frente a mí y a corta distancia. Durante varios minutos ambos comimos sin decir nada hasta que la impaciencia me ganó.

—     ¿Cómo te llamas?—casi se atraganta cuando le hablé. Creo que no esperaba que quisiese platicar con ella.

—     Lucía—respondió tras dudar varios segundos.

El hecho de que usase un nombre femenino me hizo sentir un cosquilleo en las entrañas. El esmalte en las uñas de sus manos también era lila y le quedaba espléndido. Lucía hablaba con su voz normal, pero era una voz de por sí andrógina. Era muy joven, eso la ayudaba a verse más femenina, pues su cuerpo aún no había terminado de desarrollar los rasgos masculinos.

—     ¿Qué edad tienes?

—     Diecisiete. Los cumplí hace dos semanas. ¿y tú?—aún hablaba con timidez y con algo de miedo. Yo hablaba con leve tono de nerviosismo.

—     Veinte. ¿Hace mucho que te vistes de chica?—de vuelta casi se atraganta con la pregunta.

—     Poco más de un año.

—     ¿Y por qué lo haces?

—     Pues… yo…eh este…—comenzó a agitarse.

—     ¿Te estoy poniendo incómoda?

—     Un poco, es que ni te conozco. Nunca me había encontrado en una situación así.

—     Sucede que estoy muy intrigado y me mata la curiosidad. ¿Soy el primero en verte así?—Ella negó con la cabeza.

—     Eres el segundo.

Continuamos comiendo en silencio un rato más hasta que ella habló.

—     Fantaseo con ser una chica, por eso me visto así. Quiero vivir el resto de mi vida como una mujer. Vestir ropa de mujer, maquillarme, llevar el cabello largo, salir con amigas y hacer cosas de chicas, y tener una pareja varón, un novio. Por eso me visto de chica.

—     Ah… pues, te ves muy bien. Eres muy bonita—se sonrojó mucho tras escuchar eso, y yo también. Las palabras salieron de mi boca sin que yo las piense.

—     Gracias.

Terminamos de comer casi al mismo tiempo y nos quedamos callados. Yo me estaba esforzando por pensar que decir y que suene bien, pero de pronto ella se levantó y dijo:

—     Bueno, no quiero entretenerte más, sé que tienes trabajo que hacer—. Salió de la cocina y se fue a su habitación.

A media tarde había terminado de pintar. Ordené y limpié todo y me quedé pensativo un rato. Luego de almorzar no había dejado de pensar en Lucia y en lo femenina que era. Subí las escaleras y toque a su puerta pero no respondió. Esta vez no se escuchaba música, había un silencio total en toda la casa. Golpeé varias veces y nada. Pero no iba a darme por vencido así que muy despacito abrí la puerta.

Lucia estaba sentada en su cama, con auriculares puestos y mirando algo en su celular. Me fui acercando de a poco hasta que se percató de mi presencia. Al verme saltó del susto.

—     ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no tocas la puerta?—su tono era de pánico.

—     Si toqué, pero tú no escuchabas. Ya he terminado de pintar.

—     Ah, bueno. Entonces… te vas?

—     Pues, quería saber si puedo quedarme. Me gustaría charlar contigo—la cara de Lucia se puso roja como un tomate. Ya se había dado cuenta que yo me sentía atraído por ella aunque era una travesti.

—     Bueno… sí… te puedes quedar. Pero tienes que quitarte esas ropas sucias de pintura, podrías manchar algo.

—     No traje ropa para cambiarme. Cuando salí de casa no tenía pensado quedarme luego de pintar.

—     Mmmm… entonces… te prestaré de mi ropa.

Se dirigió al placard y sacó un short y una remera y me las dio para que me vistiese con eso.

—     Puedes cambiarte en el baño. Te daré una bolsa para que metas tu ropa llena de pintura.

Cuando volví de cambiarme ella estaba sentada en la cama con su celular. Yo me tomé la libertad de sentarme en la cama también. Era un día caluroso así que luego de cambiarme me quedé descalzo. Lucía se puso un poco nerviosa cuando me senté sobre la cama.

—     De qué quieres charlar.

—     De veras me pareces muy linda. ¿Tienes novio?

—     No… estoy soltera.

—     Ah, es que como dijiste que no era el primero que te vio así… pues pensé que… tal vez…

—     Estuve viéndome con un chico hasta dos meses atrás, pero no éramos novios, solo amigos… amigos que se acostaban—.Escuchar eso me dio mucho morbo. Algunos hombres quizás la hubieran preferido virgen, pero a mí me excitó más saber que no era solo un chico vestido de chica, sino que ya la habían hecho mujer!

—     Tú eres la primera travesti que veo en mi vida.

—     Jeje, prefiero el término crossdresser. Travestí también corresponde, pero todo el mundo confunde travesti con transexual, en cambio crossdresser no—. Tras ver mi cara de confusión continuó—Crossdresser es un chico que se viste de chica en la intimidad, un travesti de closet, que no toma hormonas ni se ha sometido a operaciones.

—     Ahhah, entiendo. Pues si eres preciosa y femenina así, de tomar hormonas y operarte serías tremenda mujer.

—     Ay ya entendí que te parezco femenina, atractiva y que te gusto. No lo repitas más que pones nerviosa.

Cuando dijo que gustaba de ella me puse muy nervioso, pero respiré hondo y junté fuerzas para tranquilizarme.

—     Tienes razón Lucía. Me gustas mucho.

Tras decir eso hubo un incómodo silencio. Yo buscaba sus ojos con la mirada, pero ella no se atrevía a mirarme. Al cabo de unos segundos tomé valor, me acerqué a ella y la besé en los labios.

Al principio se quedó quietita. Luego comencé a mover mis labios para chupar los suyos y se echó levemente hacia atrás, así que yo me moví hacía adelante. Ella se inclinó tanto hacia atrás que se cayó sobre las almohadas y yo me le eché encima, la abracé y comencé a besarla apasionadamente. Ahora si me correspondió el beso, ya no tenía escapatoria.

Sus labios era tiernísimos, su labial sabroso y su lengua muy jugosa. Nos besábamos apasionadamente. Lucía también me abrazaba, me sujetaba y tiraba de la remera mientras nos besábamos.

Estuvimos varios minutos así. Hasta que bajé a su cuello y comencé a devorárselo como un vampiro. Su perfume de mujer era empalagoso y me encantaba. Bajo el pantalón tenía una erección que se la estaba apretando entre sus piernas para que la sintiese. Yo en cambio no sentía nada duro entre sus piernas.

Lucía gimió mientras le chupaba el cuello y eso me excitó aún más. Era un gemido muy femenino y delicado. Sin darme cuenta le levanté el vestido y sujeté con ambas manos su tanga.

—     Ay Eze! Qué me vas a dejar desnuda!

—     Pues sí, eso quiero.

Me separé de su cuerpo y quedé arrodillado mientras sujetaba su tanga. Era del mismo tono de lila que su esmalte de uñas. Noté que tenía un pequeño bultito con una gran mancha de humedad. Junté sus piernas y puse ambas sobre mi hombro derecho. Jalé despacio de su tanga, muy despacio, hasta llegar a sus pies y quitársela por completo. Lucía respiraba agitadísima llena de nervios, excitación y miedo. Yo también estaba nervioso.

Separé sus piernas y puse una a cada lado mío. Tenía los genitales completamente depilados. Su polla era pequeña y estaba flácida. En la punta tenía una gruesa gota de pre seminal que se convertía en un hilo que había quedado pegado a la tanga. Al momento de sacársela ese hilo de pre seminal se había estirado y había caído por doquier, de hecho ese hilo caía sobre mi pecho y mi hombro.

Mi quité la remera y dejé que contemplase mu cuerpo. Luego me estaba por sacar el pantalón cuando ella me interrumpió.

—     Espera, ¿puedo quitártelo yo?

—     Claro.

Tímidamente se arrodilló delante de mí. Puso sus manos en mi pantalón y comenzó a bajarlo junto con mi bóxer. Mi polla de 17x4,5 cm quedó totalmente expuesta. Al verla Lucía comenzó a suspirar. Levante las rodillas para que pudiese sacarme la ropa y quedé completamente desnudo. Me abrazó fuerte y me besó. Mi polla quedó aplastada contra su abdomen.

—     Lu, acaso… te gustaría…

—     ¿Qué te la mame?

—     Sí.

—     ¡Me muero de ganas de hacerlo!

Lo dijo con mucha felicidad y una gran sonrisa en su rostro. De a poco ambos íbamos perdiendo los nervios y soltándonos cada vez más. Me indicó que me sentase contra el respaldo de la cama. Ella se puso en cuatro con su cara hacia mí y me beso, y luego fue bajando mientras besaba mi cuerpo. La tomó entre sus manos. El contactó de mi polla y su mano me hizo sentir requetebién. Se acostó por competo boca abajo y se la metió en la boca.

Comencé a jadear del placer. La chupaba muy rico y verla chupar era tan placentero como sentir la mamada. Se veía tan sensual mientras bajaba y subía la cabeza con mi polla en su boca. Con mis manos acompañaba su cabeza y le revolvía el cabella de aquí para allá. Era rubio, mezcla de cabellos bien claritos y cabellos de un dorado oscuro. Con sus manos sujetaba mis testículos y la base de mi polla.

Alcé mi mirada un segundo y vi que su cola estaba al descubierto. Al acostarse se le había subido la pollera del vestido. Sus nalgas eran bien redonditas y prominentes.

La tomé de los hombros y la levanté. Ella no dijo nada, se dejó levantar y buscó mis labios. Yo la sujeté de la cara mientras nos besábamos y ella me masturbaba.

—     Tengo que agarrar algo.

Se levantó de la cama y fue al ropero. Sacó una caja de él y de la caja sacó lubricante anal. Mientras volvía a la cama me levanté y la sujeté.

—     Quiero follarte aquí de parados.

Puso cara de sorpresa y excitación. Me dio la espalda y apoyó sus manos sobre un escritorio que había contra la pared.

—     Usa mucho gel, ¿si? Y métemela despacito por favor.

—     Sí, tú quédate tranquila.

Puse una cantidad generosa de  gel en mi mano y la llevé a su cola. Metí la mano en su raya hasta que sentí su ano y comencé a acariciarle a la vez que le llenaba toda la cola de lubricante. Ella suspiraba profundamente. Puse mis manos en su cintura con el vestido arriba para que no moleste la penetración. Ella separó bien sus piernas y yo puse mi pene en su ano. Me tuve que ayudar con una mano para que entre la cabeza.

—     Mmmmmhh…..mmmmhhhmmm.

—     Ya entró la cabeza.

—     Despacito, que tardo en dilatarme.

—     No te preocupes. Nos tomaremos todo el tiempo que necesites.

Fue un proceso largo, meter unos centímetros, sacarla, poner gel, volverla meter, volverla a sacar, y así. Mientras tanto ella no paraba de gemir, gemía suave y bajito; y gemía como chica. Yo no paraba de besarla la espalda, los hombros y el cuello.

—     Ayyy ayayay… no la saques.

—     ¿Pero no te duele?

—     Apenitas, pero ya me acostumbro. Solo no te muevas.

—     Está bien. Ya la tienes toda adentro.

—     ¡Qué bueno! La tienes muy grande y ya no me entraba más polla—se rio muy nerviosa tras decir eso.

Me quedé quieto varios minutos mientras la abrazaba y le daba besitos en la nuca. Su cola me apretaba fuerte la polla y más pasaba el tiempo más me excitaba.

—     ¿Crees que ya está?

—     Creo que sí. Ponte más gel.

La saqué despacio, me cubrí la polla con gel y se la volví a meter despacito.

—     Aaaayyy siii…mmmm…. que ricooo…. ya no duele nada.

Yo sentía su cola igual de apretada que antes, pero al parecer ella lo sentía distinto. La sujeté con firmeza de la cintura y de a poco fui aumentando la velocidad y la intensidad de la penetración.

—     Ayayay…  ahhh ahhh… ayay AYAY AAHH… mmmnnnnmmmhhh

Había cierto tono de desesperación en su gemido, pues la ya estaba follando con mucha más fuerza y se sentía muy bien. Sentía como mi polla entraba toda y era contenida por las paredes suaves y calidad de recto. Estaba tan excitado que sentía que mi polla se había vuelto una pieza de roca maciza, rodeada de carne tierna y sedosa.

—     Ay para para que me follas muy fuerte, ya no resisto—dijo eso mientras con una mano me empujaba hacia atrás para que me separe de ella.

Se dio vuelta y se sentó sobre el escritorio. Yo separé sus piernas y me puse entre ellas para estar bien cerquita y poder abrazarla. Noté que ahora tenía una pequeña erección, apenas llegaba a los 10 cm y tendría máximo 3 cm de ancho. En un principio creí que por ser chica no se le pondría dura, pero al verla así me puse contento ya que yo había logrado tal nivel de excitación en ella. Esa misma sensación de satisfacción ya la había sentido cuando vi su polla y su tanga llena de pre seminal, consecuencia de lo excitada que estaba.

—     ¿De veras te pareció que te follaba muy fuerte? No estaba ni usando toda mi fuerza. Además si eres una mujer…

—     Ya ya ya. No me vengas con eso de que una mujer tiene aguantar la intensidad o potencia de su hombre. Acabo de cumplir 17 añitos, apenas soy una chica, una adolescente. Puedo darme el lujo de acobardarme y exigir que me follen más despacio, con más delicadeza y ternura

—     Touché.

Ambos nos reímos bastante tras esa conversación y luego nos fundimos en beso profundo que duró varios minutos. Ambos mantuvimos nuestra erección en todo momento.

—     Quiero que continuemos en la cama. Tú te acuestas y yo me siento encima.

—     Bien.

—     Pero tú no te muevas nada. Déjame llevar el ritmo a mí.

—     Tus deseos son órdenes.

Ambos nos reímos. No bien me acosté se sentó sobre mi ombligo, con sus rodillas sobre el colchón, una a cada lado de mis costillas. La punta de mi polla llegaba a rozar sus nalgas.

Inclinó su cuerpo hacia delante para dejar su ano expuesto, tomó mi polla con una mano, la apuntó a su ano y comenzó a desplazarse hacia atrás para que la polla la vaya penetrando. En cuestión de segundos la tenía toda dentro. Se irguió, puso sus manos detrás, sobre mis muslos, y comenzó a moverse despacito. Acomodó la falda del vestido por arriba de su erección para que esta quede al descubierto. Yo no paraba de acariciarle la cadera mientras jadeaba de placer, su piel era suave como la seda.

Movía su cintura con lentitud y delicadeza. Me sentía constantemente a punto de correrme. Ella también gemía pero con más suavidad que antes. Verla gozar desde mi posición me daba mucho morbo. Se estaba moviendo a su gusto, buscando su orgasmo, y en consecuencia estaba a punto de darme uno a mí.

Su vista parecía estar perdida en el techo, con sus manos apretaba sus muslos con todas sus fuerzas, pero no me hacía daño, la diferencia de fuerzas entre nosotros era muy amplia. Sus piernas me apretaban la cadera, su polla se mantenía bien erecta y no dejaba de morderse el labio inferior mientras gemía.

Cada tanto le temblaban las piernas, de hecho, cada vez le temblaban más. Creo que era una reacción de su cuerpo al placer que recibía cuando mi polla se encontraba con su punto G. Todos estos minutos se había estado moviendo en busca de eso, su punto G, y cada vez estaba más cerca.

Cada vez temblaba más y de manera constante, y gemía aún más. En mis muslos, por momentos sentía sus uñas clavarse. De pronto, bajo la vista hacía mí, gimió y jadeó con mucha fuerza, y su cuerpo temblaba fuera de su control.

Sentí su cola cerrarse y apretarme la polla. Fue una sensación exquisita que no quería  que terminase nunca. Por eso sujeté con más fuerza aún su cadera, para que no se levantase si quisiese. Quería que ese placer que sentía fuese eterno.

Lucía comenzó a correrse. Su polla escupió dos chorros de semen que cayeron sobre mi ombligo. Luego dos chorros más que simplemente brotaron de la punta de su polla y eso fue todo, por el momento. Ella seguía temblando y gimiendo, pero ya no se movía como antes, los temblores de su cuerpo no le permitían controlar bien su propio cuerpo. Lo único que hacía era hacer fuerza hacia abajo, como para que mi polla entre aún más pero estaba toda dentro. Sus gemidos se intensificaron un poco más y varios segundos más tarde se corrió a chorros que llegaron hasta la altura de mi estómago.

El placer de sentir mi polla sólida fuertemente presionada dentro de su cola, sumado al morbo de verla correrse de placer me desbordó y comencé a correrme yo también. Hice fuerza con mi cadera hacia arriba a la vez que con mis manos empujaban su cadera había abajo para metérsela los más adentro posible, aunque ya estaba toda dentro desde un principio; pero en momentos de éxtasis así uno solo puede exigir más, aunque no sea físicamente posible. Estaba intentando hacer lo mismo que Lucía intentaba desde que empezó a correrse.

Sintió la presión de mi polla y gimió aún más. Cuando parecía que no le quedaba más semen, aún le brotaban chorros que chorreaban por su polla hasta llegar a sus testículos aplastados contra mi ingle.

Entre espasmos orgásmicos puso sus manos sobre mi pecho y comenzó a retirar su cola dejando que mi pene fuese saliéndose de a poco. Una vez que salió toda suspiró muy fuerte como sintiéndose aliviada. Se tiró hacia un lado y se tiró sobre mi pecho con una pierna cruzada por arriba de mi ingle.

—     Mmnnnhh… que rica corrida—me dijo mirándome a los ojos.

—     ¿Es normal que tengas una eyaculación tan larga?

Lo pregunté sin pensar, pues estaba intrigadísimo. Había eyaculado mucho semen, aunque tampoco nada fuera de lo normal, pero entre chorro y chorro de semen pasaban segundos. De hecho, empezó eyaculando un poco y durante varios segundos no eyaculó nada pero ella seguía gimiendo de placer, hasta que continuó corriéndose. Eso significaba un orgasmo mucho más largo y por ende mucho más placer.

—     Es la primera vez que estoy tanto tiempo eyaculando. Ya había eyaculado sin masturbarme, pero muy pocas veces. No es algo fácil de lograr—al escuchar eso mi pecho se llenó de orgullo—, pero sí, cada vez que tuve un orgasmo anal me corrí como si eyaculara de a poco. Supongo que la estimulación anal produce eso, pues la eyaculación se produce en el pene, pero el estímulo está en la cola, no sé, tal vez la comunicación no sea buena entre la cola y la polla y por eso esta no se decide a correrse de una vez.

Tras ese último comentario nos reímos a carcajadas.

Volvió a poner su mejilla sobre mi pecho y ahí se quedó mientras yo le acariciaba la nalga, su falda  había quedado levantada con su cola al descubierto. Me sentía agotado, pero muy satisfecho. La cama era muy cómoda y la temperatura dentro de la habitación con aire acondicionado era ideal. A pesar de todo el tiempo que estuvimos follando no habíamos transpirado ni una gota.

Abrí mis ojos, aún me encontraba durmiendo con Lucia. El pánico se apoderó de mí. Rápidamente busque con la vista el reloj de la mesa de luz, eran las19:30hs. Suspiré aliviado, no había mucho tiempo, pero al menos todavía podíamos escapar antes de que no descubra Norma.

Sacudí suavemente a Lucía y la llamé por su nombre. Al despertar me miró y me sonrió con mucha ternura, pero inmediatamente se dio cuenta de la situación y su cara se llenó de terror. Buscó el reloj con la mirada tal cual como yo había hecho, y al ver la hora suspiró de alivio al igual que yo.

—     Debemos apurarnos. Sobretodo yo, que tengo que quitarme el maquillaje, el esmalte de uñas y cambiarme.

Se arrodilló junto a mí y comenzó a reírse.

—     ¿Por qué te ríes?

—     Se puede ver todo mi semen seco encima de tí. Y yo tengo mis nalgas pegoteadas por tu semen que comenzó a salirse mientras dormíamos.

Ambos nos reímos morbosamente un rato. Lucía se quitó las hebillas del cabello y se preparaba para cambiar su apariencia femenina por la apariencia del hijo de Norma. Yo debía ponerme las ropas con las que pinté y esperar a que llegase Norma para que me pague.

Lucía se quedaría en la habitación y ya no nos veríamos más ese día. Así que me despedí de ella con un largo beso e intercambiamos números para estar contacto y volvernos a encontrar.

Una hora más tarde me encontraba en el baño de mi casa. El agua de la ducha ya estaba caliente, yo me encontraba parado frente a ella pensativo. Miraba mi abdomen donde se encontraban los rastros secos de su semen que no dejaba de tocar con mis dedos. Pensaba en ella y sentía un cosquilleo en las tripas. En realidad me había gustado mucho Lucía. De tanto pensar en ella tuve una erección.

Me daba mucha pena tener que lavar esas marcas que había dejado en mí, pero no podía dejarlas ahí en mi abdomen por siempre. Lo que si podía hacer era conseguir nuevas marcas como esa.

Ahí mismo decidí que le escribiría al día siguiente a primera hora. ¡No! ¿Para qué esperar tanto? Le escribiría luego de ducharme, le diría lo mucho que había disfrutado pasar la tarde con ella y que me había sentido muy hombre a su lado, y le diría de vernos al día siguiente. Después de todo estábamos ambos de vacaciones y teníamos todas las tardes libres.


Nos vimos casi todos los días hasta que terminaron las vacaciones de verano, salvo los domingos que su madre no trabajaba y estaba en casa todo el día. Y tras comenzar yo la universidad y ella la escuela nos seguimos viendo en cada oportunidad que teníamos. Aunque siempre más de una vez por semana.

El tiempo pasó y ella le confesó a su madre que se sentía mujer y que quería vivir la vida como tal. Norma la apoyó en todo y Lucía comenzó su tratamiento hormonal. Su apariencia se volvió aún más femenina al igual que su voz. Le crecieron un senos, pequeños pero notorios. A medida que cambiaba se ponía más hermosa y yo me enamoraba aún más profundamente de ella. Estuve a su lado todo ese tiempo, para entonces ya éramos novios, aunque en secreto.

De nuestro primer encuentro ya pasaron dos años y medio y aún somos novios en secreto. Nuestras madres saben que tenemos pareja, solo que ninguno se las ha presentado. A ambos no da un poco de vergüenza, sobre todo a Lucía, que  vean que somos parejas. Pues nuestras madres ataran cabos y sabrán cuando y como nos conocimos. Y en aquel entonces Norma no sabía que su hijo era chica, y a Lucía le da mucha vergüenza que su madre sepa que a tan temprana edad ya se vestía de chica y ya había perdido la virginidad. Pero tarde temprano tendrán que saberlo pues nosotros estamos muy enamorados y tenemos la intención de mudarnos juntos en un futuro no muy lejano.