Mi primer Encuentro (4)
Sasha se ha convertido en toda una criada sumisa a las órdenes de su Ama Sheila, después de ser desvirgada continúa su servicio.
Desperté al intentar cambiar de posición y descubrir que no podía. Enseguida recordé, gracias a mi boca amordazada y al olor a semen que desprendía, dónde estaba y qué había pasado, y en consecuencia, cuál era mi deber.
Miré a mi Ama y comprobé que seguía dormida, me giré como pude, con las manos atadas a la espalda, y puse los pies en el suelo, lo que ayudó a que me pudiera incorporar. Nada más sentarme noté una punzada en el ano y un ligero ardor, pero lejos de arrepentirme de lo que hice, me hizo recordar lo que había pasado, excitándome de nuevo. Me levanté dispuesta a soltar mis ataduras para poder acariciar mi pene, que empezaba a despertar, atraído por las sensaciones de mi ano y los olores que emanaban de mi boca, y me dirigí a la cocina, consciente de que allí estaba la llave que liberaría mis manos, y por ende mi boca, que continuaba aprisionando mi tanga empapado.
Cuál fue la sorpresa cuando llegué a la cocina y vi lo que mi Ama había preparado para mí. Colgando del armario estaba la llave, pero a una altura desde la que solo se podía llegar agachando el cuerpo de espaldas al mueble. El problema es que a la altura de la llave, en el borde del mueble inferior, había un enorme consolador que impedía que pudiera llegar a alcanzarla. Lo intenté varias veces, desde varias posiciones, pero me faltaban apenas un par de centímetros para lograr atraparla. Intenté desplazar el consolador, pero estaba enganchado a conciencia.
No me quedaba más remedio que penetrarme si quería ser libre. El consolador era enorme, mucho más que la polla de mi Ama, y con un grosor de unos 6 cms. Era una brutalidad, pero como no tenía otra opción me puse de espaldas, arqueé mi cuerpo y empecé a empujar mi culo contra aquel monstruo. El dolor era bastante intenso, tenía el culo recién estrenado y adolorido, y el tamaño de esa tranca, junto con el hecho de que no estaba lubricada me hacía gritar de dolor y me impedía seguir. No había conseguido ni meterme el glande cuando decidí que había que lubricarlo de alguna manera, me agaché para lamerlo, pero caí en la cuenta de que tenía la boca amordazada. Me refregué la polla por la cara intentando hacer bajar la mordaza, pero lo único que conseguí fue humedecer un poco el glande. Me sentía estúpida allí, de rodillas con las manos atadas a la espalda, en la cocina, refregando mi cara contra una enorme polla de goma e intentando chuparla con la boca amordazada. Cuando vi que no había manera de humedecer esa enormidad me di por vencida y me levanté dispuesta a meterlo como fuera en mi culo. Entonces vi algo en el mármol que podía ayudarme. Me puse de espaldas y con esfuerzo conseguí alcanzar la aceitera, derramé un buen chorro de aceite por aquel mástil y empecé a masturbarlo inconscientemente, dejándolo enseguida bien embadurnado. Acto seguido, me volví a poner en posición y empujé mi culo contra el pollón. Del primer empujón casi había metido el glande, pero aún tenía que dilatar un poco, así que me tomé mi tiempo y fui dando pequeños empujoncitos, mientras entraba en una especie de trance adormecido. Cuando llevaba unos minutos me despejé y empujé con fuerza, tragándome todo el glande y medio consolador, lo que me hizo gritar como nunca. Estaba sudando cosa mala, paré un momento en esa posición para que el dolor desapareciera y lubriqué un poco más el resto del consolador con aceite. Había llegado a la mitad, probé de coger las llaves pero no había manera, faltaban por lo menos 5 centímetros, tenía que llegar más al fondo.
Poco a poco fue desapareciendo el dolor y volví a empezar, la saqué un poco y empecé a cabalgar esa enorme polla. Empecé lentamente, pero a medida que más metía y sacaba más placer encontraba, de manera que aceleré el ritmo, clavando cada vez más hondo. Estaba cada vez más excitada, me sentía muy zorra en esa posición, como perra en celo que necesitara su dosis de polla, al poco me vi envuelta en un frenético mete y saca cada vez más fuerte , más rápido y más hondo. Estaba fuera de mí, moviéndome desesperadamente, sudando y gimiendo mientras gozaba de aquella empalada y de pronto noté que llegaba a los testículos del consolador, me lo había tragado entero! Pero tal era mi excitación que no paré; seguí ensartándome cada vez más rápido, dándome golpes con los testículos hasta que noté un hormigueo que venía desde mi interior hasta mis huevos. Mi pene empezó a gotear semen y empezaban a fallarme las piernas, que temblaban como en espasmos, rápidamente me di cuenta que sólo tenía una oportunidad, me la metí hasta el fondo soltando un grito de placer, me agaché y alargué las manos atrapando la llave del armario. Acto seguido me desplomé, cayendo de rodillas al suelo mientras tenía un maravilloso orgasmo. El vacío que dejó esa enormidad me provocó un placer indescriptible e hizo que aun estando con las manos atadas, sin poder tocarme tuviera el mejor orgasmo de mi vida, dejando en el suelo una abundante corrida.
Me quedé en el suelo, con la cara en las baldosas y el culo en pompa, relajada, disfrutando de las réplicas de placer que aún llegaban hasta que pude recuperar fuerzas para seguir. En esa posición desaté mis manos y luego me senté recostándome de lado, viendo delante de mí lo que me acababa de hacer sentir tan puta. Entonces me quité el pañuelo que me amordazaba, escupí el tanga lleno de semen que llevaba horas en mi boca, y como una zorrita agradecida, como si se tratase de alguien real chupé y lamí esa enorme polla hasta dejarla limpia. Sabía a aceite de oliva y culo, pero mi deber era limpiarlo como le hubiera gustado a mi Ama. Entonces miré la hora y vi que eran casi las tres, así que me apresuré a levantarme y preparar la comida.
Mientras cocinaba lavé mi tanga y lo puse a secar en el tendedero, aprovechando que hacía bastante sol. Como preparé pollo al horno aproveché para ducharme y arreglarme mientras se horneaba. En la ducha, en la que entré sólo vestida con el collar, me puse crema hidratante haciendo hincapié en mi dolorido culito, que suplicaba cuidados. Me vestí nuevamente con el traje de criada, las muñequeras, las tobilleras, los senos postizos y los demás complementos, cofia, delantal… Solo cambié una cosa, me puse la peluca rubia con las coletas del día anterior y me maquillé en tonos rosas y fucsia, pareciendo otra vez una colegiala.
Luego puse la mesa para dos y descorché una botella de vino, lo adorné con velas y serví la comida. Iba a limpiar el suelo de la cocina, que estaba lleno de semen y aceite donde estaba el consolador, cuando de repente escuché “Alto!”, Me quedé quieta de golpe, me giré y vi a mi Ama, vestida con un corpiño negro y una falda de vinilo, acercándose hacia mí con una cadena de perro de aproximadamente un metro en la mano. Le hice una reverencia y le dije “La comida está servida, mi señora”. Ella no dijo nada, me puso la cadena en el cuello, me hizo dar la vuelta, me miró de arriba abajo y finalmente dijo:
- Veo que eres una putita muy pulcra y coqueta. Como sabes que me gustas de nenita…
Sonreí tímidamente, contenta de haber agradado a mi Ama, pero de golpe me lanzó un manotazo en la cara ¡Plas! Casi me hizo llorar.
- Quién te ha dado permiso para quitarte el tanga de la boca, esclava? No te gusta el sabor del semen?
Plas! Otra sonora bofetada me enrojeció la otra mejilla. Salió de la habitación y volvió con un látigo de varias colas, luego me cogió de la cadena y me ordenó “A cuatro patas”.
Obedecí al instante, atemorizada por el látigo, y me hizo andar gateando por toda la cocina, hasta que llegamos al consolador y sus charcos. Entonces me señaló el semen del suelo y me dijo “lámelo, zorra”. Me agaché y empecé a lamer mi propio semen, intentando no manchar la peluca ni la ropa. Mi Ama empezó a azotarme el culo mientras lamía el suelo y me decía:
- Veo que disfrutas de las grandes pollas, verdad putilla? Te oí gritar de placer desde la habitación, guarra. Pero para estar bien completita aun te falta acostumbrarte a disfrutar de la leche, Lámela toda!
Así lo hice mientras recibía latigazos que me dejaban el culo enrojecido hasta que terminé de limpiar el suelo con mi lengua.
Luego, ya más calmada tiró de la cadena y me llevó gateando hasta la mesa del salón, que estaba anclada al suelo con tornillos. Pensé que ahí me permitiría levantarme y que comeríamos juntas brindando por la gran “amistad” cosechada, pero en vez de eso me hizo levantarme y me dijo “saca esos cubiertos”, señalando a los que me correspondían a mí. Cuando acabé se sentó a la mesa y me dijo que le sirviera, así lo hice y luego me ordenó que sacara lo que había en el último armario y que lo pusiera a sus pies.
Fui hasta el armario y sólo encontré dos bols de comida de perro. Cuando los tuve en la mano la miré y me dijo “Tráelos a cuatro patas”. Humillada, me acerqué a la mesa y puse a su lado los 2 bols, tiró de mi cadena y la ató con un candado a la pata de la mesa.
Me dijo: “Mientras yo coma, tú ya sabes lo que tienes que comer”.
En seguida entendí lo que quería decir y me puse debajo de la mesa, le levanté la falda, aparté el culotte negro de encaje que llevaba, y empecé a comerle la polla.
Al principio parecía que estaba más por la comida que por mi trabajo, estaba apenas semierecta y me tuve que esmerar en ponérsela tiesa, chupándosela durante largo rato, cuando la tuve bien tiesa me cogió de las coletas y empezó a apretar mi cabeza con fuerza contra su polla. Empezó a hacerlo cada vez más rápido, sin siquiera darme tiempo a respirar, hasta que al final se corrió abundantemente en mi boca. Me dijo “Que no se te escape ni una gota, perra, quiero que disfrutes de la leche”.
Se la acabé de lamer toda, se la guardé en el culotte, le bajé la falda y entonces se levantó y fue a la habitación. Volvió con el Ball gag, me lo puso y me dio un beso en la mejilla y me dijo “Una comida excelente!” Se sentó de nuevo y siguió comiendo, dejándome agachada debajo de la mesa, atada a la pata y amordazada.
A sus pies, esperando a que mi Ama terminara de comer...
Mientras comía, iba tirando restos de pollo y patatas en los bols de perro. Cuando terminó se levantó, cogió el candado del que me había liberado, y volvió a atarme las manos a la espalda. Me quitó el ball gag, cayendo un gran hilo de baba de mi boca, y me dijo “Ahora me voy a descansar un rato, que entre la comida y tu mamada me ha entrado la ñoña. Aquí tienes tu comida, perra, pero no la tocarás antes de veinte minutos, que esté bien fría, y cuando termines moverás el bol con el morrito para despertarme.” Me dio un beso en la boca y se fue a la habitación.
Yo solo pude decir “Gracias, mi Ama”.
Continuará…