Mi Primer Encuentro (3)
Sasha está lista para servir a su Señora, pensaba que ser criada resultaría fácil pero de momento ya de ha llevado un buen revés.
Allí estaba yo, vestida de criada, con mi peluca pelirroja sujetada por la correa del ball gag, con el escote babeado, y de rodillas ante mi Ama con los brazos tras la cabeza, esperando pacientemente a que mi Señora acabara su desayuno. Estaba sudada y cansada, por el esfuerzo que suponía mantenerme en esa postura , pero lo aguantaba, consciente de que era mi castigo por desobedecer sus órdenes.
Cuando terminó su desayuno me miró sonriente y me dijo: “levántate y llévate la bandeja a la cocina, lavas los platos y cuando estés, vuelves con las llaves y te pones en la misma posición que estabas, mientras yo me aseo”.
Me levanté hábil y femeninamente, sin soltar las manos de mi nuca, apoyando mi culo en los tacones para quedar en cuclillas y levantarme flexionando. Mi Ama me miraba sorprendida y sonriente, parece que le había gustado mi disciplina. Cogí la bandeja y de dirigí toscamente hacia la cocina, frenada por la cadena de los tobillos y por el entumecimiento de mis piernas. Estuve un rato fregando los platos, ya que había acumulado, por lo menos lo del mediodía y de la noche anterior. Cuando acabé sequé toda la vajilla y la puse en su sitio, y cogí la llave. En ese momento pensé en liberarme de mi collar, cambiarme rápido y huir, por el miedo a recibir más castigos de mi Ama, pero no podía, sabía que yo realmente deseaba estar allí y servir y complacer a mi Señora, así que volví a la habitación con la llave. Mi Ama aún no había salido del baño, así que aproveché para hacer la cama y me puse de nuevo de rodillas con las manos tras la cabeza, mirando a la cama.
A los pocos minutos entró en la habitación mi Ama Sheila, ataviada con un corsé satinado de color negro con azul oscuro, con liguero, tanga y medias a juego, y botas de cuero que le llegaban hasta la rodilla. Se sentó en el borde de la cama y me dijo: “Eres una criada muy complaciente y eso me gusta, pronto vas a recibir tu premio. Ahora, dame la llave de tu collar, que la voy a dejar a buen recaudo”.
Le di la llave mientras me miraba con cara triunfante, poderosa, yo la miré humildemente y bajé la cabeza aceptando mi sumisión. Entonces se levantó y se acercó a la mesita de noche, sacó un tubo de lubricante y una especie de huevo vibrador, parecido a un huevo Kinder, con un hilo en un extremo que acababa en una especie de botón dorado con réplicas de diamantes incrustadas. Abrió el huevo por la mitad e introdujo la llave, lo cerró de nuevo, se acercó a mí con el huevo y el lubricante, me los dio, uno en cada mano y me dijo “ya sabes lo que tienes que hacer”. Se puso de espaldas a mí, se bajó el tanga hasta las rodillas dejando descubierto su hermoso culo, y apoyó sus manos en la cama, quedando expuesta ante mi cara. Entonces cogí el huevo, lo unté de lubricante, lo esparcí con mis dedos y luego le masajeé el ano a mi Ama Sheila con los dedos resbaladizos. Me ordenó que le metiera un dedo para ensanchar el camino y luego me dijo, entre gemidos, que le metiera ya el huevo por el culo. Así lo hice, viendo de rodillas ante su culo cómo engullía fácilmente el huevo y como el hilo desaparecía dejando solo al descubierto el botón dorado con brillantes, que hacía de tapón joya.
“Perfecto, ya está bien guardadita, ahora tendrás que conseguir llegar a mi culito si quieres recuperar tu libertad” dijo mi Ama mientras se volvía a subir el tanga. Se giró sonriente, me quitó el lubricante de la mano y lo dejó abierto en la mesilla, entonces se acercó a mí y me cogió del collar para levantarme. Me besó dulcemente en los labios, por encima del ball gag y me dijo “por fin vas a recibir tu ansiado premio, preciosa”. Se arrodilló ante mí y empezó a masajearme la entrepierna mientras con una mano sacaba la cadena de mis tobilleras. Eso provocó en mí una rápida erección, a lo que aprovechó para usar las dos manos para sacar la cadena mientras me masajeaba el pene con la boca por encima del tanga. Eso me puso a cien, pero apenas duró un minuto, el tiempo justo para que lograra soltar la pequeña cadena y se levantara de nuevo. Guardó la cadena alrededor de su cuello y entonces me liberó de la cadena de mis brazos. Por fin había soltado mis amarres, y yo pensaba que ahora, ya libre, volvería a ponerse de rodillas y que me la chuparía, pudiendo agarrar su cabeza en cada comida. Pero nada más lejos de la realidad, cogió la correa larga y la ató a la argolla de mi collar, quedando una cadena de aproximadamente un metro. Luego cogió la cadena pequeña y la pasó por el interior de la argolla, quedando unos extremos de unos 20 cms a cada lado, y ató cada extremo a mis muñecas.
Esa posición me dejó sorprendida, ya no sabía lo que pretendía. Estaba atada con las manos por encima de mis pechos y no tenía margen de maniobra. Estaba totalmente a su merced. Entonces me obligó a arrodillarme y acercó su entrepierna a mi cara, refregándose contra mi ballgag y contra mis labios mientras empujaba mi cabeza hacia ella, hasta que noté cómo se empalmaba. Entonces me hizo sacársela con las manos, dejando al descubierto hasta sus huevos, y empecé a masturbársela con una mano, mientras le masajeaba los huevos con la otra y la miraba con actitud sumisa. Entonces se apartó y me hizo levantar, diciéndome “muy bien guapa, ya me tienes a punto”. Se acercó a la mesita, se embadurnó la polla de lubricante y se tumbó en la cama boca arriba, tirando de la cadena para que me montara encima de él. Una vez en posición, separó hacia un lado mi tanga, lubricó mi agujerito con dos dedos, apuntó su miembro erecto a mi culito y me dijo “ahora te vas a desvirgar tú solita, quiero que goces siendo mi zorrita esclava y que disfrutes del que a partir de ahora será tu órgano sexual”.
Tenía su polla lubricada apuntalada en mi agujerito, lista para ensartarme, así que poco podía hacer, más que empezar a sentarme encima de ese enorme pedazo de carne dura. Así lo hice, lentamente, adaptando mi estrecho agujerito a ese arpón que me abría incesantemente, hasta que soltaba un grito de dolor amortiguado por la mordaza. Paraba un poco para soportar ese dolor y cuando cesaba seguía empujando, hasta que noté su glande dentro de mí, solté otro grito amortiguado y mantuve mis piernas en tensión hasta que se calmó de nuevo el dolor. Entonces empecé a bajar y subir lentamente, tragándome en cada descenso un poco más de polla, hasta que al poco rato sentí que estaba sentada sobre sus huevos. Se me escapó una mirada sonriente, orgullosa de haberme desvirgado y de haberme tragado los 18 cms de mi Ama. Ella lo vio y dijo “muy bien ricura, ahora quiero que te comportes como la zorrita insaciable que me mostraste ayer”. Le respondí con una mirada cómplice de viciosa, y empecé a cabalgar esa preciosa tranca, disfrutando cada vez más con cada clavada. Mi dueña gozaba como una loca, viendo cómo subía y bajaba las piernas su esclava, flexionando para no caer hacia adelante, con las manos atadas al cuello y con un abundante hilo de baba que se escapaba del ballgag hacia mi escote.
Al poco rato mi cansancio era evidente, así que mi Ama tiró de la cadena de mi cuello y me hizo caer encima de él con los codos en la cama. Me besaba por encima del ball gag mientras me penetraba con fuerza, como una loca. Esa posición más relajada pero indefensa me excitó sobremanera, a la vez que veía cómo mi Ama aceleraba el ritmo entre gemidos. Entonces noté cómo crecía aún más ese miembro dentro de mí y noté un cosquilleo que me venía desde dentro , empecé a gemir como una loca mientras mi ama me agarraba el culo y me follaba con fuerza y entonces gritó llenándome de leche calentita, a la vez que yo me corría abundantemente en mi tanga, derramando una parte sobre su cuerpo. Estábamos exhaustas ante tal exhibición de lujuria y placer, yo no podía ni moverme. Entonces desabrochó la correa detrás de mi cabeza y me sacó el ball gag, cayendo un enorme chorro de baba. Nos besamos apasionadamente y yo sólo pude decir “Gracias, mi Ama”. Entonces nos separamos, tiró de mi correa hacia su pecho y dijo “Límpialo todo”. Empecé a lamer la baba que había caído sobre sus pechos y luego noté un tirón de la cadena que me obligaba a bajar, llegando a la leche que yo había derramado sobre su vientre. Sin ningún reparo la lamí como una zorrita golosa, y cuando acabé, engullí su polla semierecta hasta la garganta, dejándola casi limpia al retirar mis labios, y repasándola hasta que la dejé seca y limpia. Busqué sonriente la mirada aprobadora de mi señora, ella se incorporó, me dio un beso y me desató las manos. Luego me soltó un manotazo en la cara y me dijo “Mira cómo vas! Sácate las bragas!”. Así lo hice, estaban llenas de semen, hechas una porquería. Me mandó limpiarme la polla con las partes secas del tanga, sacó un pañuelo negro de seda y me dijo “Ahora métetelas en la boca, guarra”. Lo hice, sorprendida por la reacción y entonces me amordazó la boca con el pañuelo, dejando el tanga chorreante en mi boca, “para que te vayas acostumbrando al sabor” me dijo. Luego me hizo sentarme de espaldas en la cama, me cogió las muñecas y las ató entre ellas con un candado y me hizo tumbarme apoyando mi cabeza en su hombro.
Luego me dijo “Ahora vamos a descansar un rato, para reponer fuerzas, cuando te levantes vas a la cocina, preparas la comida, te aseas y me esperas allí. La llave del candado está en la cocina”.
Así me dormí, aun vestida de criada, con el culo adolorido , las manos atadas a la espalda, y amordazada con el sabor de mi semen y mi culo, pero contenta y feliz porque había complacido a mi Ama entregándole mi virginidad y porque, aunque me había humillado y maltratado, me protegía ofreciéndome su hombro de almohada. Era la sumisa más feliz del mundo.