Mi primer Encuentro (2)

Sasha ha conocido a una mujer que le ha cautivado. Cuando se despidieron le dió su primera orden, regresar al día siguiente...

Me desperté a la hora de cada día, preparada para mi jornada laboral, pero era viernes, y hoy tenía otros planes que no incluían ir al trabajo, aunque sí a trabajar.

Nada más despertarme quise cerciorarme que lo del día anterior no había ido un sueño, miré a mi alrededor y allí estaba el móvil rosa, a mi lado en la cama, lo abrí, revisé los mensajes y allí estaba, con las instrucciones de mi día:

“Mañana por la mañana llamarás al trabajo y dirás que estás indispuesta. Vendrás a las 8, te pondrás lo que hay en el baño y me prepararás el desayuno. Cuando esté hecho me lo llevas a la cama y me despiertas, no antes de las 10, que estoy cansada. Tienes las llaves en la mochila”.

Un escalofrío de emoción cruzó mi cuerpo, me levanté y corrí al salón a buscar la mochila, la abrí y allí estaba, un llaverito con un papel y dos llaves, una de tamaño normal y otra pequeñita. El papelito sólo ponía “cuando entres echa llave por dentro, me las darás en el desayuno”. Esas palabras me excitaron, estaba que no sabía qué hacer, así que me despejé y me puse a asearme para mi Ama Sheila. En la ducha tuve que calmar mis ganas de tocarme, y aproveché para rasurarme la cara, dejándola bien finita, y de paso quitar un poco de pelo de mi pubis, que aunque lo llevo con el pelo recortado, quería darle forma para mi Señora, y de paso aproveché para rasurar mi agujerito. Al hacerlo no pude evitar meterme un dedo, y poco a poco fui empujando hasta meter un segundo. No sabía qué iba a pasar ese día, pero tenía claro que debía estar preparada.

Excitada, salí de la ducha, me sequé, me vestí corriendo y cuando ya lo tenía todo, cogí el móvil rosa y las llaves, luego cogí mi móvil y llamé a la compañera de trabajo con quien tengo más confianza. Poniendo voz enfermiza, le dije que había pasado una mala noche, con vómitos y diarrea, y que se lo dijera a la jefa, por favor. Lista mi coartada, salí de casa, entré en el coche, puse mi móvil en silencio y lo dejé en la guantera, y entonces conduje hacia mi destino.

Llegué poco antes de las 8, hacía un poco de fresco, ya que la temporada de verano había acabado, me apresuré para ser puntual, aunque sabía que mi señora dormiría, y a las 8 en punto giraba la llave para entrar en el apartamento. Entré y cerré con llave. Dentro se estaba muy cálido, había una temperatura agradable, que invitaba a ir con poca ropa, saqué la llave del cerrojo y la dejé en la cocina, junto con el móvil. Entonces vi la habitación de mi Ama con la puerta entreabierta, me acerqué y la vi durmiendo, llevaba un picardías negro con detalles de encaje semitransparente, que dejaba entrever un tanga, como estaba de lado y de espaldas a mí pude observar lo bonito que le hacía el culo ese tanga, y lo bien que se conservaba mi Señora.

Entonces me dirigí al baño, dispuesta a ser lo que quería ser, la criada sumisa de aquella hermosa mujer, y dispuesta a vestir ante ella como tantas veces había vestido sola en casa.

Entré en el baño y ahí estaba colgado mi vestido, mientras que los accesorios estaban dispuestos en la pica, junto con el kit de maquillaje y una ropa extra, encima del wáter había una cajita de cartón  no muy grande. También había una nota que decía “cuando estés vestida y maquillada abre la caja, ponte lo que hay dentro, y prepárame el desayuno”.

Empecé a mirar la ropa, colgado estaba mi vestido de criada, negro  con tirantes aterciopelados, y con dos grandes franjas blancas hasta el inicio de la falda. En el centro, entre los pechos, tenía un detalle tipo joya. Debajo del vestido estaban las enaguas, blancas con un encaje rosa en el borde. Aunque soy alta, el vestido era talla S, ya que cuando lo compré era carnaval y no habían tallas como la mía (uso una L), así que no me quise ir de vacío y lo compré esperando que no me fuera demasiado corto. Cuando me lo puse por primera vez vi que era muy sexy, pero también muy corto, me tapaba justo delante y se me veía medio culo detrás, incluso sin agacharme.

Luego examiné la ropa que no era mía y que estrenaba para la ocasión, y que me fui poniendo por este orden. Primero un sostén sin tirantes tipo wonderbra blanco, con unas prótesis de silicona no muy grandes pero que rellenaban bien el sostén. Me toqué las tetas, alucinando con lo bien que se veían y lo que realzaban mi busto. Luego me puse un tanga tipo culotte de encaje blanco y unas finísimas medias de seda blancas. Me sentía como una princesita casta con esa ropa blanca. Para agarrar las medias me puse los dos ligueros que venían con el vestido, de goma negra con encaje rosa. Entonces me dispuse a ponerme el vestido, que con los pechos postizos me entraba justito y que realzaba mi figura, y luego las enaguas, que le daban vuelo a la falda y realzaban mi culito, dejándolo un poco a la vista entre el encaje rosa.

Me puse una peluca que había dejado preparada mi Señora, larga, ondulada y pelirroja. Siempre me han gustado las pelirrojas, para mí tienen cierto aspecto de viciosas, así que ser una de ellas me ponía a mil por hora. Me puse los tacones y me maquillé como bien pude y supe, con un resultado  satisfactorio pero ni la mitad de espectacular que el día anterior. Me maquillé los ojos con un color humo  con el interior más blanquecino y oscurecido en el exterior, rímel y los labios rojo  pasión, con un poco de gloss para darle ese aire sensual.

Me miré al espejo y allí estaba yo, una jovencita con una tímida sonrisa, vestida de criada, a punto para servir a su ama. Me puse los guantes blancos hasta un poco más arriba del codo, y los adornos de las muñecas, la cofia y el delantal blanco.  Me miré y decidí que ya estaba lista.

Iba hacia la cocina cuando recordé la caja, di media vuelta, la cogí y la puse en la pica. Estaba emocionada, no sabía qué iba a contener, pesaba un poco y parecía que había varios objetos en el interior. Sin más dilación la abrí y saqué lo que había dentro: unas muñequeras de cuero con hebilla unidas por una cadena de 40 cms., unas tobilleras iguales con una cadena más corta, un ball gag de cuero con bola roja, y lo que hizo que mi corazón se acelerara, un collar de cuero de 5 cms de ancho, con cierre tipo cinturón, pero en vez de hebilla un pasador de metal con un agujero.

Empecé con los pies y con las manos, notaba el calor de los amarres y lo bien que aguantaba la cadena sin que pudiera zafarme, luego me puse el ball gag, delante del espejo, viendo como mi boca engullía aquella bola, cómo mis labios rojos tocaban la bola del mismo color, y como la correa negra abrazaba mi cabeza, sujetando mi pelo cobrizo. Lo sujeté bien firme pero cómodo y pasé al elemento final. Me puse el collar, la prueba de mi sumisión a mi Ama. Tenía una sola argolla, pero no había cadena, lo ajusté a mi cuello, pasé el pasador metálico y, instintivamente puse el candado en el agujero y lo cerré. Cuando oí el click mi cuerpo se estremeció nervioso, sabía que no había marcha atrás, que ahora sería la criada de Sheila y que sólo me podría liberar cuando ella quisiera quitarme ese collar.

Me miré en el espejo y me dije mentalmente “vamos allá!”, y me dirigí a la cocina dando pasitos cortos, ya que la cadena de mis tobillos no me permitía moverme rápido.

Preparé el desayuno de mi Ama: Tostadas con jamón, mantequilla, zumo de naranja y una taza de café con leche. Lo puse en una bandeja de plata y caminé lentamente hacia la habitación. De camino me crucé con el espejo de cuerpo entero, que descubría a una criada pelirroja, con un vestido muy corto, con un cuerpo muy sugerente, amordazada y encadenada, con tacones altos y un collar de cuero, llevando una bandeja con el desayuno a su Señora. Era una imagen impactante , a la vez que excitante.

Cuando llegué a la habitación mi Señora estaba boca arriba, mostrando entre la tela negra una potente erección. Ya eran las 10 y la situación me había excitado muchísimo, así que dejé la bandeja en la mesita de noche y decidí darle un buen despertar a mi Ama, me acerqué a la cama, me solté la mordaza dejándola colgada en mi cuello, mientras caían las babas de mi boca y fui directa a su entrepierna. Se la saqué con suavidad, intentando no despertarla, y empecé a besarla y a chupársela, hasta que noté su mano acariciándome el pelo y empujando mi cabeza hasta su pubis.

Me dijo – Mírame! La miré sonriente, con cara de viciosa y me cogió del collar, estirando hasta su cara. Me besó apasionadamente y luego hice el ademán de volver a chupársela , pero me sujetó del collar y me dijo:

-Ahora eres mi esclava, y tendrás cada cosa cuando yo lo decida.

Plas! Me soltó un manotazo.

-Has desobedecido mis órdenes, no me has despertado como te dije y no llevas puesto todo lo que te preparé, aunque me gusta que lleves el collar, te queda muy mono. Me dijo sonriente con ironía.

Plas! Me soltó otro manotazo , me acercó a su cara, me puso el ball gag en la boca y lo sujetó firmemente.

-Así, calladita estás más guapa, levántate y sírveme el desayuno, esclava, y luego date una vuelta por la habitación recogiendo todo el desorden que dejaste ayer.

Así lo hice, dejando ver mis  curvas con cada movimiento, sonrojada por los manotazos pero también por la humillación. Recogí y plegué toda la ropa que estaba tirada y luego me acerqué a la cama para esperar órdenes, mientras mi Señora desayunaba. Entonces me dijo:

-Ponte de rodillas, con las manos detrás de la cabeza. Estarás así hasta que yo te diga. Es el castigo por desobedecer mis órdenes.

Me arrodillé y puse las manos tras la cabeza, esperando a que mi Ama terminara su desayuno y decidiera levantarme el castigo. Al poco rato me dolían las rodillas y los brazos, y la baba que escapaba de la mordaza me caía por el escote.

Continuará…