Mi primer dia con Teresa - Mi Castidad

En este relato, continuación de Conociendo a Teresa, mi nueva ama empieza a preaparar mi educació. Esta vez en el tema de la castidad como elemento central.

Mi primer día con Teresa – Mi Castidad

-- Prologo

En el relato anterior Conociendo a Teresa , explicaba en una breve introducción mis inicios y mi vida con mi tía Carmen, así como mi primer contacto con mi ama Teresa.

En este primer contacto me quedó claro que a partir de ahora nada volvería a ser igual; que me había puesto en manos de una mujer que tenía claro como tratarme y estaba dispuesta a dejarlo claro desde el primer momento. Yo seria la mariquita Alicia las 24 horas del día y los 7 días a la semana; que ella seria mi mami , como una madre severa; y que sólo debía tener una cosa en la cabeza: obedecer ; y que todo el tema del matrimonio, contrato matrimonial o le que fuese solo tenia como objetivo hacer legal una unión y someterme más fácilmente.

-- El primer día

Ya una vez dejó constancia de quién mandaba; ella y mi tía se sentaron en el sillón de la salita de estar y me dijo con un tono severo de ordeno y mando .

  • Ve dando vueltecitas sobre tí misma marica, quiero observarte un poco; -dijo – no pares hasta que te lo diga. Hazlo poco a poco

Yo empecé a dar vueltas sobre mi mismo con cierto nerviosismo.

  • Pon los codos en los costados y la manos una encima de otra. - me ordenó

Después de un ratito me dijo - Ahora pon las manos encima de la cabeza.

Yo obedecí en silencio; y así estuvimos un rato mientras ella y mi tía iban haciendo comentarios, algunos de los cuales me hacían ruborizar. Al final me dijo:

  • Para Alicia; ahora camina a lo largo de la sala; pon los codos en la cintura y las manos juntas delante; camina poquito a poco, poniendo un pie delante y otro detrás; mueve un poco el culito -

Empecé a caminar hacia una de las paredes, me giro, después hacia la ventana, después vuelta a girar hacia la pared; y así una y otra vez durante un rato; caminando tal como me había indicado, sintiéndome avergonzado viendo sus medias sonrisas; sintiéndome el marica que sabía realmente era; pero al mismo tiempo con una sensación de excitación.

Después de un rato, que se me aconteció inacabable, me dijo que parara. Yo me quedé delante de ellas con la mirada baja, las mejillas coloradas, y mis codos tocando la cintura con mis manos juntas delante, en una pose típica de una mariquita.

  • ¡Buena mariquita estas hecha! - me espetó mientras mi tía riendo –. Bien, Ahora desnúdate completamente, deja la ropa en aquella silla – dijo señalando una que había detrás de mi.

Como parecía que dudaba me espetó - ¿Es que te da vergüenza desnudarte marica? - ¡Obedece!

Yo me fui desnudando y cuando ya lo estuve del todo me mandó que me acercara. Me acerqué tembloroso, nervioso por la vergüenza que sentía. Cuando estuve delante de mi mami , comenzó a acariciarme las piernas y el pecho; pero eran unas caricias que lo único que pretendían era hacer una valoración profesional de mi cuerpo. Yo estaba completamente depilado. Cada mañana lo primero que hago al levantarme es depilarme las piernas con una depiladora que arranca los pelos; y después en la ducha me depilo el resto del cuerpo. La verdad es que mucho pelo no tengo, ni en la cara ni en las piernas. Si en cambio me sale un poco mas en el pecho, aunque no demasiado.

  • ¡Qué! - me dijo – ¿te da cosa que te toquen?. ¡Pues ves acostumbrándote a ello!.

Después de acariciarme las piernas y el pecho, me coge por la cintura y me obliga a girarme, dándole la espalda, y me empieza a acariciar el culo , mi espalda y mis piernas por detrás. Cuando finaliza me vuelve a hacer darme la vuelta y observa mis testículos, haciendo mi tía un comentario sobre lo mierda que eran, comentario que hace sonreír a mi mami (sabía sonreír a pesar de todo, pensé).

  • ¡De rodillas! - me mandó

Yo me arrodillé delante de ella, y puso la mano derecha debajo de mi barbilla, haciéndome girar la cabeza a un lado y a otro, mientras que con la otra acariciaba mis mejillas; caricias que hacia con la misma frialdad y profesionalidad que había dedicado al resto de mi cuerpo. Parecía más bien que se dedicara a valorar un animal.

  • ¡Levántate! – dijo- ve a buscar aquella bolsa – señalando una que estaba en una silla apartada.
  • Si mami – respondí, yendo a buscarla.

Se la traje y me mandó que me quedara de pie delante de suyo. Sacó un cinturón ancho de unos 3 o 4 cm, del que pendían tres tiras. Primero me midió la cintura; después me puso el cinturón ordenándome que respirara y que pusiera el estómago hacia adentro. Me puso el cinturón a lo largo de la cintura, cerrándolo gracias a un velcro que llevaba. Puso un par de dedos entre el cinturón y el estómago; ajustando después el mismo de manera que estuviera prieto, pero no demasiado apretado. Cuando estuvo satisfecha puso una señal en el cinturón.

Cuando osé preguntar que hacía, me propinó un par de azotes fuertes en las nalgas y me dijo :

- ¡ No vuelvas a hablar sin permiso! . Antes de hablar deberás pedir permiso, bien haciendo una reverencia delante de la persona a la que quieres de decir algo; bien levantando la mano si no pudieras hacer la reverencia, porque estuvieras sentada, por ejemplo; o pidiéndolo simplemente, pero esto como último recurso. ¿te ha quedado claro, Alicia?

  • Si mami – respondí sumiso

Acto seguido cogiendo la cinta que estaba enganchada en medio del cinturón por detrás, me la paso por entre las piernas, al lado del pene pero encima de los testículos, la engancho al medio del cinturón por delante, comprobó que estuviera tenso pero sin apretar, y cuando se satisfizo puso una señal. Después me hizo girar, me introdujo un lápiz en el culo e hizo una señal en la cinta, donde ésta coincidía con el lápiz. Repitió las medidas con senda cintas que estaban enganchadas por detrás del cinturón, pero a una distancia de un palmo del centro a cada lado. Me quitó el cinturón, hizo mediciones sobre las marcas que había puesto, y repitió la operación para asegurarse de que la medidas eran correctas.

Mientras hacia todo esto, se dirigía a mi tía explicándole lo que hacía. Se lo explica sólo a ella, ignorándome como si yo no estuviera, como si yo no tuviera por qué enterarme de lo que querían hacerme.

  • Dijo a mi tía - No quiero que la mariquita pueda tener orgasmo ni actividad sexual de ninguna clase. A partir de ahora su pene y testículos quedaran encerrados en un cinturón de castidad que voy a encargar. Y cómo estos se hacen personalizados, tengo que tomar bien las medidas. - y continuó – Pero como hasta que nos envíen este cinturón pasarán unas semanas, mientras tanto le pondremos esto. Con todo esto conseguiremos un nivel mayor de sumisión pues no tendrá posibilidad de obtener placer por su cuenta, y la hará mas dependiente de nosotras.

Lo que enseño a mi tía era un tubo de plástico, dos anillas y un pasador con un agujero en un extremo. Me colocó primero una anilla y luego otra, cerrándolas por detrás de mis testículos y pasando el pasador por un agujero que había en las anillas que impedía que estas se abrieran. Luego ayudada de una media que pasando a través del agujero del final del tubo y saliendo por el otro, me lo colocó en el pene y me lo introdujo en el tubo, hasta unir este extremo con el pasador de las anillas. El tubo tenía también unos pasadores a cada lado que se introducían en sendos agujeros de las anillas, uno en cada lado del pasador central. Así hacia la estructura más sólida.

Mientras iba apretando el tubo hacia las anillas, iba sacando por el otro extremo la media. El tubo apretaba contra los dos testículos, y mi pene quedaba inclinado hacia abajo. Al final cuando ya estuvo bien colocado, aseguró el conjunto con un candado que colocó en el agujero que salia por el extremo del pasador.

El conjunto mantenía mi pene dentro del tubo firmemente apretado entre los dos testículos; haciendo imposible cualquier erección así como poderme tocar el pene al estar este dentro del tubo. Sentía una fuerte presión por detrás de les testículos, así con en los mismos a acusa del tubo.

Al acabar, ambas mujeres se sonrieron con picardia, dándose cuenta de mi sumisión sexual. Yo, por mi parte, con este artilugio colocado, me sentía mucho más sumiso. Sabía que me habían arrebatado cualquier posibilidad de tener un goce a causa de mi aparato sexual. Me daba cuenta que este me había dejado de pertenecer; que ahora pertenecía a mi mami.

  • Ya puedes vestirte – me dijo cuando acabó

Mientras lo hacia mi tía Carmen pregunta a mi ama:

  • ¿Seguro que no tiene posibilidades de tener un orgasmo, o tocarse e incluso quitárselo?

  • Mientras lo lleve puesto – respondió

  • es imposible que pueda tener una erección, ni que se pueda tocar; por lo que no podrá tener ningún orgasmo, ni satisfacción sexual por esta vía. Sin embargo si es posible que pueda tener alguna pequeña segregación de semen por las noches, pero no importa demasiado. Primero porque no es un orgasmo, y segundo porque estas pequeñas segregaciones mantienen limpias las tuberías y no hace falta quitarle el tubo o el cinturón. En cuanto a quitárselo ella misma, dudo que se atreva, pues tendría que serrar el pasador, y claro, nos daríamos cuenta.

  • ¿Eh que no te atreverás a hacer tal cosa, Alicia? - dijo mi tía Carmen dirigiéndoseme.

Yo ya había acabado de vestirme y situándome ante las dos mujeres, hice una reverencia y respondí:

  • No tía Carmen - respondí con voz sumisa.

  • Da las gracias a tu mami por mantenerte casta a partir de ahora. - me ordenó

  • Y dirigiéndome a mi ama con voz dulce, dije: - Gracias mami por ponerme este tubo de castidad y así mantenerme casta y ser una mariquita buena y obediente para poder servirte mejor.

  • Cuando llegue el cinturón, todavía estarás mas asegurada. - respondió -. Y continuó dijo – Recuerda que aunque pudieras orinar de pié, deberás hacerlo siempre sentada; como una verdadera mujercita.

  • Ya lo acostumbro a hacer mami – respondí

- Acostumbrar a hacer no es hacerlo siempre , y una mariquita debe hacerlo siempre . ¿te queda claro Alicia?

  • Si mami – respondí yo sumiso.

  • Sin embargo, cuando llegue el cinturón de castidad, como mantendrá tu cosita entre tus piernas, ya no tendrás que preocuparte en recordarlo, pues no tendrás otro remedio que sentarte.

  • Si mami , gracias mami.

Entonces dirigiéndose a mi tía dijo:

  • Bueno Carmen, ya tenemos a nuestra mariquita en castidad permanente. Ahora ya nos podemos ocupar de otros aspectos de su educación.

--- Continuará --