Mi primer dedo con mi cuñado

Cómo mi cuñado y yo comenzamos a masturbarnos juntos.

Es jueves por la tarde y Carlos me pide que vuelva a escribir algún relato que haga referente a la época en la que su hermano pequeño, Fer, y yo mantuvimos una amistad que llegaba algo más allá de lo que se considera correcto. Llegaba a disiparse en madrugadas en las que pasábamos horas hablando por teléfono y jadeando juntos

Yo únicamente conocía a Fer gracias a las fotografías que había visto de él pero no fue su físico lo que me atrajo, sino el echo de conocer su virginidad y su carácter infantil, asexual. No tardé en darle a conocer a mi novio, Carlos, la atracción que sentía por su hermano pequeño. Un a atracción únicamente sexual que día tras día tenía más cabida en mi mente.

Transcurrieron los meses. Fer había dejado de ser virgen pero yo seguía fantaseando con él debido a su forma de ser y al parentesco que mantenía con mi novio. Ahora mis fantasías habían evolucionado dando paso a pensamientos en los que me veía follando con novio y cuñado. Ahora Carlos compartía mis mismas fantasías, así que dio el paso que me ayudaría a acercarme y poco a poco entablar una verdadera amistad con su hermano, darle mi dirección de correo electrónico y número de teléfono y animarle a entablar conversación conmigo. Recuerdo que me sentí extraña y a la vez excitada cuando vi que me había agregado al Messenger. Comenzamos a hablar amistosamente, pronto me gané su confianza y aquella misma noche Carlos me obligó a llamar por teléfono a su hermano y preguntarle si se había masturbado aquel día. Me negué en rotundo pero mi novio sabe convencerme y finalmente accedí. Como es natural, Fer se sentía extrañado por mis preguntas, titubeaba pero finalmente respondía a todo lo que yo le preguntaba. Aquella noche hablamos durante horas. Yo pretendía darle una imagen de mujer totalmente sexual, liberal y con quien pudiese expresarse con total naturalidad. Era el primer paso hacia la amistad, la confianza. Pero ahora voy a saltarme las primeras conversaciones para llegar a la noche de nuestro primer contacto sexual.

Sucedió una noche en la que Fer estaba en su casa, en Tenerife. Comenzamos a hablar y pasado el rato pensamos en poner la webcam. Resultó realmente divertido vernos pero por aquel entonces y tras días de conversaciones ya tratábamos el tema del sexo como lo que es, algo totalmente natural. Entre broma y broma iba subiendo el tono de la charla y poco después comenzamos a excitarnos notablemente. Me dijo que estaba empalmado, que le excitaba verme y no podía evitar sentirse así. Aproveché el momento y le pregunté qué le gustaría ver en aquel momento. Fer contestó que le encantaría verme las tetas, así que me coloqué debidamente frente a la cámara y comencé a deslizar mis manos sobre la camisetita rosa de tirantes con la que vestía aquella noche. Sentía la suave tela acariciándome los pechos mientras mis pezones endurecían. Aproveché ese momento para levantarme la camiseta y mostrárselos. Su cara se transformó en asombro e incredulidad y dejó entreabierta su boca a la vez que esbozaba una sonrisa. Me confesó que hacía bastante rato que se estaba masturbando y que lo que estaba viendo era la guinda del pastel, lo que realmente necesitaba. Luego ambos seguimos masturbándonos pero nunca enseñamos nuestro sexo, únicamente jugamos con nuestra mirada. De esta manera dio por concluido nuestro primer encuentro sexual.

Pasaron los días y con ellos llegó la noche en la que íbamos a sentir algo más que lo sentido hasta el momento. Llegó la noche y Fernando me llamó mientras yo descansaba en el calor de mi cama. Me sorprendió ver su llamada pero sin dudarlo contesté. No quería nada en especial, únicamente hablar y reír un rato en mi compañía, o al menos eso me quiso hacer creer. De repente el tono de la conversación cambió. Fer comenzaba a halagar mis tetas, mi cara al masturbarme y la manera en la que le había hecho disfrutar aquella noche frente al ordenador. Aquella paja había sido realmente intensa y no había podido dejar de recordarme desde entonces. Su voz sonaba entrecortada, respiraba fuertemente y eso hizo que mi coño se mojara en exceso mientras le oía hablar. Mis pezones se erizaron y comencé a acariciarme lentamente el coño. Él me pregunto "Irene… ¿te acaricias?" a lo que yo contesté afirmativamente. En ese instante Fer comenzó a respirar mucho más fuerte mientras me decía todo lo que quería hacerme. Quería comerme las tetas, lamerme el coño y meter sus largos dedos en él. Quería sentir mi flujo bañándole la boca y tenerme encima mientras follábamos… no tarde en correrme aquella noche. Quise hacérselo saber así que entre jadeos dejé escapar frases de "me corro, me corro…", lo que le excitó en extremo. Pero lo más increíble estaba por llegar. Oír cómo se corría el hermano de mi novio resultó fantástico. Su voz resultaba preciosa y excitante a la vez, la forma de jadear que tenía y de alzar la voz mientras su semen abandonaba sus testículos y bañaba su mano. No sería la última conversación a altas horas de la madrugada que tendriamos