Mi primer cliente en el hotel

Tamara tiene que atender al primer cliente, lo que no espera es encontrarse con una bella mujer, karolina, con quien deberá cumplir los deseos de un hombre de setenta años.

Es recomendable leer mis anteriores relatos, aunque no indispensable.

Me llené la bañera hasta arriba.

Sentía asco de mí misma por lo que acababa de hacer. Estuve cepillándome un buen rato los dientes para eliminar el sabor de Antonio y los pelos que se habían quedado atascados.

Estaba bastante agotada por la mañana que había tenido así que al sentir el contactó con el agua caliente mi cuerpo se relajó de inmediato.

Debí quedarme dormida, porque cuando desperté, por los golpes en la puerta, el agua estaba fría.

Salí envuelta en el albornoz para abrir la puerta. Encontrarme con la sonrisa lujuriosa de Antonio no me hizo ninguna gracia.

—Hola, puta. ¿Ya te has quitado el hedor de encima?

—No me llames así. Lo que me hizo hacer tu director no tiene nada que ver en el respeto que debes mostrarme.

—¿A ti? No me hagas reír, me has comido el culo y las pelotas, tienes el respeto que mereces por mi parte. Y ahora vamos, te está esperando.

—¿Quién? —pregunté esperanzada de que fuera el director.

—Tu nuevo cliente.

La noticia me sobresaltó.

—¿Ya?

—Sí, y no le gusta esperar.

Tiró de mí con fuerza sacándome de la habitación para cerrarla con el pie.

—Eh, —me quejé. Pero no me hizo caso.

La habitación no estaba lejos, a dos de la mía, lo que me puso nerviosa. Antonio me despojó del albornoz sin muchos miramientos cuando golpeó a la puerta. Iba a protestar cuando la puerta se abrió.

Una preciosa rubia con una trenza ladeada me contempló de arriba abajo.

—Hola, soy Karolina, —dijo con una amable sonrisa.

—Hola, yo…

—Es la puta que pidió el señor Ojeda. Con que la llames puta bastará. —Karolina no dijo nada, se limitó a abrir más la puerta y dejarme pasar.

—Pórtate bien, y no hagas quedar mal al director —susurró Antonio—. Cuando el señor Ojeda se canse llámeme para que la venga a buscar.

Karolina asintió.

—Sígueme, por favor —me pidió Karolina con amabilidad—. Tienes un cuerpo precioso.

—Gracias, tú también.

—El señor Ojeda está en el baño. Entraremos a cuatro patas y le secaremos con la lengua.

—¿Tú también?

Ella me sonrió, su sonrisa era luminosa.

—Sí, soy su asistente personal.

La chica se desprendió de la camisa de rayas que llevaba y el vaquero ajustado. Debajo no había ropa interior, tampoco vello. No debía tener más de treinta y pocos años.

Su busto era generoso, de piel blanca y pezones rosados.

—¿Te gusta lo que ves? —Me preguntó.

—Eres muy bonita.

—Gracias, tú eres espectacular.

Se acercó y me besó en los labios con suavidad. Nuestros pechos se rozaron y yo gemí ante el contacto. Ella también.

—Creo que nos vamos a llevar muy bien, puta —soltó con cariño.

—Me gusta tu acento.

—Soy mexicana, aunque no lo parezca. Mi padre era alemán. Me vendió al señor Ojeda con doce años.

—Dios.

—No pasa nada, el señor Ojeda se portó bien conmigo y ahora basta de charlar. Sígueme.

La imité, poniéndome a cuatro patas y entrando tras ella admirando su hermoso trasero blanco que contrastaba con el mío más moreno.

La ducha se cerró de inmediatamente y un hombre de unos setenta años salió del interior. La piel le colgaba algo arrugada y tenía un micro pene que apenas se veía entre la mata de bello blanco.

Aquí están mis gatitas preciosas, acercaos pequeñas.

Karolina fue a situarse en el lado izquierdo y yo en el derecho. Di gracias que por lo menos esta vez estuviera limpio. Aunque me disgustara su físico y edad. A mí me gustaban mucho más jóvenes, con miembros más grandes que eso.

Gateé hasta el lado derecho y él nos acarició las cabezas.

—Buenas gatas. Ahora lamed, desde los pies hasta la cara y no os dejéis nada.

Karolina no tardó nada en tomar su pie izquierdo para pasar la lengua entre les dedos, al ver que no arrancaba, me lanzó una mirada de advertencia que me dejó claro que debía imitarla.

Agaché la cabeza en busca de las gotas que se escurrían en aquel lugar. Las rodillas me dolían por la postura. Era muy difícil secara a alguien con la lengua que salía chorreando de la ducha.

Se notaba la experiencia de mi amiga que rápidamente ascendió por la pantorrilla hasta el muslo queriendo llegar a aquel pequeño apéndice que se elevaba sobre el vello crespo.

—Por detrás Karolina, hoy el premio gordo se lo lleva la nueva.

Ella se limitó a colocarse tras él lamerle las nalgas y entre ellas, causando  muchos gemidos en Ojeda.

Por mi parte llegué al centro y a sabiendas de la parte que me había sido otorgada, me dediqué a los huevos, que se pusieron tensos. Pasé bastante rato allí, hasta que Ojeda me dijo que era suficiente y que se la mamara sin usar las manos.

Casi me echo a reír, eso no sería demasiado difícil.

El tacto de aquel miembro en semi erección, tan pequeño y escurridizo, me dio náuseas. Pero lo metí en mi boca y me puse a mamar, metiendo aquella cosita entre mis labios.

—Eso es gatita, come, come hasta sacarme toda la leche.

Lo hice, succionando ávida una y otra vez. Sus dedos huesudos comenzaron a retorcer mis pezones, con tanta fuerza que parecía querer arrancármelos.

—Me encantan las tetas grandes y tus pezones son gloriosos, sigue gatita puta, así te llaman ¿verdad?

Asentí sin dejar de mamársela.

—El nombre es precioso, te sienta maravillosamente bien. Karolina cuando termines pon la boca entre las piernas de nuestra invitada y cómele el coño.

—Sí, amo —respondió solícita.

Solo habían pasado dos minutos cuando la caliente lengua de la rubia me tomó entre las piernas por sorpresa.

Grité del gusto, la movía genial, insistiendo sobre mi clítoris con ahínco, para follarme después con ella.

Mis succiones se hicieron más intensas.

—Parece que te gusta cómo te come Karolina, me alegra mucho gatita puta. Sigue mamando.

Tiró con tanta fuerza de pis pezones que pensé que me los iba a arrancar. Mis caderas se movían sobre el rostro de Karolina que me rebañaba gloriosamente.

Tenía ganas de correrme, no sabía si podía hacerlo, pero imaginaba que sí, no me había dicho lo contrario así que me dejé ir encima de la cara de la ávida Karolina que al notar mi corrida enloqueció.

Su lengua bebió de mí totalmente agitada y yo también aumenté mis succiones.

Ojeda me agarró de la cabeza y se dejó ir sobre mi lengua. Era una corrida espesa, que se me antojó abundante para lo pequeña que era.

—No te tragues toda la leche gatita puta, compártela con Karolina, dale de comer de tu lengua.

Me separé de él, tumbándome al lado de la rubia para comerle la boca. Sabía a mí y a leche de Ojeda. Su lengua se enredaba con la mía con codicia.

Se notaba que le gustaba.

—Muy bien gatitas vamos a la habitación, subid a la cama y daros placer, quiero un buen sesenta y nueve. Tú gatita puta te tumbarás en el colchón y abrirás tus piernas para que pueda ver bien y follarte con mi mano. Vamos.

Seguía sintiendo los últimos coletazos del orgasmo cuando subí a la cama.

Karolina lo hizo de un salto, como un hermoso animal para sentarse sobre mi cara y que le devolviera el favor.

Nunca había comido coño, pero el suyo era tan blanquito y jugoso que me apetecía hacerlo.

Lo saboreé como si se tratara de un bollito de crema. Ella no tardó e frotar su vagina contra mi boca dejándome sentir sus flujos en el rostro. Me gustaba su sabor y proporcionarle placer. Quien hubiera dicho que me pudiera excitar así una mujer.

Tres dedos irrumpieron en mi coño haciéndome protestar. La mano libre de Ojeda acarició mi vientre.

—Tranquila gatita puta, acepta todo lo que te voy a dar.

Fue ahondando y dilatando, encajando el cuarto y quinto dedo. Estaba totalmente abierta, más dilatada que nunca, excitada y con la lengua adormecida de tanto lamer a Karolina quien a su vez me lamía a mí.

—Estamos muy cerca gatita puta, solo un poco más.

Los dedos se convirtieron en la mano entera, la cual enterraba hasta la muñeca o puede que incluso más. A esas alturas gritaba pero el sonido quedaba opacado con el goteo del coño de Karolina que se restregaba impúdicamente.

La mano fue ganando violencia, me sentía ensartada como un pollo pero tampoco quería que parara. Nunca me habían hecho un fisting y me resultaba excitante.

Mi compañera incrementó el ritmo sobre mi cara para terminar corriéndose en ella, trague, chupé y limpié adorando su sabor. Ellla se puso a mordisquearme el clítoris lanzando miles de sensaciones dispares que se complementaban con aquella mano huesuda. Aullé cuando un brutal orgasmo me arrolló como una locomotora en marcha.

Ojeda desenterró la mano y se la dio a Karolina para que lamiera. Lo hizo gustosa hasta que no quedó nada de mi esencia.

Después se enroscó sobre mi cuerpo para besarme con calma.

—Descansad gatitas, lo habéis hecho muy bien y estoy muy contento. Después ya os buscaré

algo más con lo que entreteneros.

Nos dejó solas sin que nos diéramos cuenta. Karolina me seguía besando y yo respondiendo.

Sugirió que nos pusiéramos en posición de tijeras para corrernos de nuevo. Su coño empapado frotándose contra el mío era una pasada.

Nos refregamos como gatas en celo y nos corrimos otra vez quedándonos saciadas. Karolina, como buena gata, me limpió y yo le devolví el favor. Después nos acurrucamos desnudas para sumirnos en un sueño tranquilo.

Continuará….

Espero vuestros comentarios.

Dedicado a mi lectora Karolina.

Miau.