Mi primer amor

Una persona mayor me concedió el gusto de iniciarme como mujer.

MI PRIMER AMOR

En nuestra granja había una pileta, una especie de piscina que servía para recibir el agua del pozo artesiano, ahí llegaba y de ahí la distribuían en los diferentes sembradíos. Desde muy chicos acostumbrábamos a darnos un chapuzón los días de calor en ella, o cuando nuestros juegos lo requerían. Todos teníamos permiso de usarla, no era profunda ni peligrosa. Se prestaba para llevar a cabo muchas de nuestras travesuras, como meterse vestidos con los uniformes de la escuela, o, simplemente desnudos, o semidesnudos.

No desarrollábamos muchas tentaciones, o casi ninguna, aunque recuerdo de varias de ellas en que nos comunicábamos muy bien con los chicos cuando no sospechábamos de algunos ojos de adultos. Al lado de la pileta había un cobertizo que servía de bodega de varios implementos, herramientas necesarias, pero que también se presta para jugar en su interior y ahí era en donde nos refugiábamos mis amigas y yo para llevar a la práctica lo que íbamos aprendiendo de sexo, Ilse y Gloria fueron mis víctimas y, la mayoría de las veces, yo sola que me escondía para hacerme lo que más me causaba placer.

Crecimos, tuve la preciosa experiencia de participar en la iniciación de Ilse con su perro. Esa experiencia causó en mí una excitación enorme, me trastornó, pasaron días y yo seguía con esa escena en la cabeza, me auto satisfacía, pero eso no me calmaba. Ese día hacía calor y se me ocurrió darme un chapuzón en la pileta, no había nadie, solo personal de la granja, entre ellos un señor de edad, don Gilberto, que merodeaban cerca. Llegué vestida solo con una camiseta larga y mis calzones, cargando una toalla larga. Me metí al agua, estaba muy fría, la camiseta mojada dejaba ver todo mi cuerpo, pero me sentía bien, solo Don Gilberto estaba cerca, yo ya estaba acostumbrada a verlo ahí, él no molestaba, a veces se ponía a platicar con alguno de los presentes. Le pedí me arrimara mi toalla, pero noté que me estaba mirando con mucha insistencia, por poco se cae al agua.

Al verlo que por poco se cae al agua me sonreí pensando que los dos estaríamos solos, dentro del agua. Le pedí me pusiera la toalla en la espalda, lo que hizo, me excitó y mis malos pensamientos fueron de que yo me lo iba a excitar bastante, ¿a lo mejor se dejaba? A pesar de su avanzada edad.

“Tálleme la espalda, por favor, que me muero de frío” le pedí

“Pero con su camiseta mojada va a seguir teniendo frío, si quiere llamo a alguna de las muchachas para que le traigan algo de ropa caliente.”

“¡No!, ¿Usted cree que me pueda quitar la camiseta mojada y solo cubrirme con la toalla seca? Así se me va a quitar el frío.” Le dije, sabiendo que lo estaba provocando todavía más. Ya se le notaba en su pulso y además en su pantalón. Tartamudeaba.

“Sí puedo, peeerrooo creeoo que a lo mejooor no.”

“¡Déjese de tonterías, me ha visto desde chica!” Lo excité más, el pobre no sabía cómo reaccionar.

“Pero no desnuda, como ahora, ni tan mayorcita.” Me decía

“¡Claro que sí, me ha visto totalmente desnuda, igual que a todas las otras niñas que nos hemos bañado aquí!” Yo siempre me daba cuenta de que nos estaba espiando, discretamente nos veía, no se retiraba cuando hemos estado ahí, la mayoría de las veces casi desnudas o completamente encueradas. Ya todas crecimos y, de vez en cuando, seguíamos yendo a bañarnos en la pileta.

“¡A ver, sáqueme la camiseta por la cabeza y luego me seca todo el cuerpo!” le dije, a la vez que me sacaba los calzones, empinándome, dejándole admirar mi trasero totalmente desnudo. Me tironeaba la camiseta de las orillas, pero ésta estaba rebelde, le jalé la mano para que la jalara desde la orilla, al sentirla rozar mi piel, sentí su mano muy cerca de mis nalgas, se la tomé y, haciéndome la que se equivocó se la forcé a que me tallara mi asentadera.

Su reacción fue súbita, trató de subirme rápidamente la camiseta, pero yo, doblando mis brazos, se lo dificulté.

“¡Jálela de enfrente!” le dije, para eso tuvo que tomarla de debajo de mis pechos y meter su mano entre los dos. Los dos estábamos super excitados. Me meneé de un lado al otro tallándole con mi vientre el suyo, y acercándole mi boca para robarle un beso o alguna caricia que quisiera. Ya con la camiseta retirada conservé los brazos levantados, él continuó viéndome.

“¿Te gusta verme? ¿Estoy bonita, y te gusto? ¡Dímelo con confianza, que ya lo sé!”

“¿Cómo crees que no? Si estuviera joven no te me escaparías.”

“¡No estas tan viejo, ¿quieres probar? Le pregunté.

“¿Y si no puedo, ya tengo más de 70?” dijo

“¿Cómo sabes que si puedes o no, has probado?” Se me antojaba mucho, yo no pensaba en edades, pero a ese señor lo deseaba.

De la pileta fuimos al cobertizo, ahí se guardan una lonas y sacos con algo dentro, bueno todo como acolchonado para lo que quería que sucediera. Al entrar lo desnudé, ya los dos estábamos igual. Su pija casi bien paradita, se la sobé, se la acaricié y me la metí a la boca, rica, suavecita, pero se le paraba. En ese momento no pensaba en su edad, pero no lo notaba yo, lo sentí muy agradable. Él me abrazó y me mamó los pechos que me acarició por un largo tiempo.

” ¿Te gustan mis pechos? ¡Mámamelos más! ¡Ándale! ¡siento muy rico!” Se detenía y yo lo increpaba para que siguiera gozando y, a la vez, yo dándome placer, mucho placer el tener al hombre que tanto tiempo había deseado, desde muy chica, cuando me daba cuenta de que nos espiaba. En ese entonces, yo, chamaca, con mi coquetería inexperta buscaba me viera. Generalmente me bañaba sin el corpiño que la hacía de brasier, con el pecho desnudo, solo con los calzones que llevaba en ese momento, inclusive a veces me desnudaba disque cubriéndome de su mirada, pero a sabiendas de que me estaba mirando, o a mis amigas, pero era yo la única que se exponía.

Aproveché a ese hombre que tantos años deseé, me estaba acariciando, como en alguna ocasión soñé. En mis manos tenía a su miembro, se lo podía acariciar y chupárselo, quería que me lo metiera, iba a ser mi primera experiencia sexual, sentir el miembro de un hombre dentro de mí.

Él arregló las lonas, hizo nuestro nidito y me recostó suavemente sobre él. Se hincó con sus rodillas a los lados de mis caderas y siguió besándome los pechos. Lo jalé hacia mi boca, deseaba sentir un beso de este señor que por muchos años solo había visto pasar. Me besó, lo detuve con sus labios pegados a los míos, mis brazos alrededor de su cuello, las de él apretándome las nalgas, las jalaba hacia él.

Sentí su pene sobre mi pubis, se lo guie a mi entradita. Con mis piernas y talones lo apreté hacia mí.

“¡Métemelo, mi amor, con cuidadito! ¡Te amo! ¡Te he deseado por muchos años!”

“¡Ahora sí, métemelo fuerte, TE AMO!” Nos costó algo de trabajo, pero entró. Sentí un dolorcito, ¡me había quitado la virginidad! ¡Qué lindura!

“¡Por favor, déjamelo dentro por un buen rato!” le pedí, sentía su semen en las piernas, nunca antes lo había sentido. Así nos quedamos bastante tiempo, el abrazándome y me decía que era una lástima el que no pudiéramos vivir juntos.

“No te preocupes, yo estaré libre para ti cada vez que venga a visitarlos. ¡No sé porqué te amo tanto, Que rico todavía estas!”

Después de un rato me enderecé y le pedí me vistiera con mis prendas mojadas. Corrí a la casa, en donde me cambié de ropa después de una ducha calientita. Mi cosita aún tenía algo de sangre.

¿Oh, mi toalla? La olvidé en el cobertizo. Fui por ella y, ¡qué bueno! Estaba manchada de mi sangre.