Mi primer amor
Cómo fui seducida por un hombre maduro que me convirtió en su putita hasta el día de hoy.
Tenía 32 años, trabajaba en una institución pública de seguridad social, aunque mi tema eran los números mi equipo de trabajo estaba compuesto en su mayoría por Trabajadoras Sociales. En la oficina compartíamos bastante y fuera de ella también nos frecuentábamos, casi todos los viernes nos juntábamos en algún bar o en alguna casa. La Eli siempre era la promotora de las salidas, en ese tiempo bordeaba los 50 años, pero con la vitalidad y simpatía de una veinteañera. Era común que se incorporara su esposo, Roberto, un destacado fotógrafo que lucía unos bien conservados 58 años.
Una noche me encontraba en su casa, ya nos habíamos bebido varias botellas de vino, noté que Roberto me observaba distinto, al principio sólo percibía una rara insistencia en su mirada, al rato me empezó a parecer que su comportamiento era levemente seductor. Yo no entendía ese cambio en Roberto, mi apariencia era la normal para un hombre de mi edad, nadie conocía mi secreto, había mantenido varias relaciones con mujeres aunque en ese momento no tenía pareja.
Esa noche me quedé en la casa de Eli, fueron muchas copas y no quise conducir, varias veces me había quedado en esa casa, me dormí inmediatamente y al día siguiente me retiré temprano. Roberto me acompañó hasta la puerta y nuevamente sentí su extraña mirada, me tomó suavemente de la cintura y me dijo que me llamaría para proponerme una locura. Yo no dije nada, pero la situación me agradó muchísimo.
Dos días después recibí su llamado, con una voz que nunca olvidaré me dijo que quería verme, me preguntó si podía pasar por mi casa. Yo no sabía que pensar, sentía que conocía mi secreto, pero no era posible, nunca me había expuesto, todo pasaba entre cuatro paredes y sin testigos, nadie me vio nunca jugando a ser mujer.
Acepté su propuesta, no pasaron más de veinte minutos y Roberto ya estaba en mi casa, ya no tenía dudas, quería seducirme y fue directo. A los minutos me dijo que no podía dejar de pensar en mi, que en su casa mientras bebíamos había notado que yo usaba colaless, los notó porque levemente se salían de mi pantalón, me contó que al rato después de que nos fuimos a dormir entró a la habitación que yo ocupaba obviamente yo dormía- y levantó la ropa de cama, entonces vio todo mi cuerpo, yo vestía un diminuto colaless negro y un sugerente peto de encajes negro también- me dijo que enloqueció, si no se metió a mi cama sólo fue porque pensó que su mujer podía sorprenderlo, se aguantó las ganas y esperó hasta poder encontrarse a solas conmigo... ahora estábamos solos y mientras me contaba todo esto, estando muy cerca de mi, me dio un tremendo beso. Yo que hasta ese momento lo escuchaba con una mezcla de desconcierto y excitación, no sé como me abandoné a su boca.
Hacía un par de años que había aceptado mis gustos por la ropa intima de mujer, cuando no tenía pareja me vestía a diario. Mientras Roberto me besaba y manoseaba recordé mi visita a su casa, ¡claro! Ese día me puse un colaless negro y seguramente cuando me reclinaba se notaba si alguien estaba a mis espaldas, ese fue Roberto.
Esa noche me entregué a Roberto por primera vez, hasta el día de hoy soy su amante, lo espero en mi casa vestida de mujer, el viene y me hace el amor como si yo fuera su puta.
Siempre recuerdo la primera noche, cómo me cogió, cómo me penetró mientras me decía cochinadas que me calentaban a mil.
Esa noche me hizo suya varias veces, sentí su semen en mi boca, me lo comí todo, puso mis piernas en sus hombros y gocé con su verga ensartada completamente. Antes de dormirnos abrazados, me puso de rodillas y orinó en todo mi cuerpo, yo abrí mi boca y bebí su agüita... nunca lo había hecho... me sentí feliz convirtiéndome en su putita...
Ahora no me cuesta tanto asumir que soy una Travesti, me llamo Karla, he tomado pastillas, tengo un cuerpo que enloquece a Roberto (y a otros que luego les contaré), me han crecido un senos pequeñitos, pero que se ven bastante sensuales con un peto transparente, mi culito ya no está tan apretadito aunque los hombres con los que he estado insisten en que los vuelve locos...