Mi primer amante 2: Descubriendo a Rob
Mire a Eduardo, quien se habia quitado su bata de bano y me miraba exitado. Tenia su verga dura y parada. Mientras me decidia Rob comenzo a besarme con calma y dulzura susurrando que este era un regalo para mi, y que yo merecia esta experiencia.
Una vez que conocí a Rob, mi primer amante, comence a pasar mucho tiempo con el. Nuestros primeros encuentros se limitaron a tener sexo y conocer nuestras preferencias. Explore su verga cuidadosamente, pero nunca llegue hasta su pelvis, pues era bien grande. El, por el contrario, exploro mis limites, llevando a un estado de éxtasis cada vez que estábamos juntos. Mi matrimonio sexualmente era terrible. No tenia deseo por mi marido y el sexo era automático y aburrido.
Con Rob sentia la pasion crecer dia tras día. Claro lo prohibido aumenta la pasión y amplia tus limites.
Varios meses después de explorarnos y amarnos varias veces a la semana, durante horas, Rob me pregunto:
Confias en mi?
Claro que si, mi amor.
Me amas?
Con toda el alma
Quiero que regreses este jueves a casa, a las 9 de la manana. Voy a enviarte algo refrescante que quiero que uses ese día.
EL miércoles, alrededor de las 4PM recibí un paquete en la oficina. Era una caja cualquiera, no pesada. No me atreví a abrirla por temor a que Rob, en una de sus locuras, hubiera enviado algo atrevido. Mientras guiaba hacia casa imaginaba las cosas que podrían haber dentro. Un camisón sexy, un tanga, algo así. Cuando llegue a casa mire con horror el carro de mi marido en la entrada, por lo que seria imposible descubrir el regalo de Rob.
Mi marido se despidió esa manana tempranisimo, por lo que me dio tiempo para darme un bano, y luego de asegurarme de que no hubiera regresado a casa por algún olvido, corrí hacia el garaje en una camiseta y cortos a buscar la caja que guardaba celosamente en el baúl. Mi corazón latía mientras cerraba la puerta de mi casa y de mi cuarto con seguro para evitar ser descubierta. Abri la caja con premura y luego de sacar varias envolturas encontré una cofre pequeña de cerradura antigua con una nota. Abri con rapidez la nota que decía:
-Mi Rubi, se que tienes mucha curiosidad. Trae esta cofre sin abrir. Cualquier intento de abrirlo se reflejara en la cerradura. Si lo haces, descartare la sorpresa que te tengo preparada.
Me senti frustrada. Me tento abrir el cofre, pero sabia que Rob no me daria la sorpresa. En el poco tiempo de conocerlo habia aprendido que cuando decia no, nada lo convencia. Mire nuevamente la caja y no encontré nada que ponerme para esa cita. Desesperada busque mi guardarropa y me decidi por un traje sastre serio y una chaqueta en combinación. Me puse unas medias con ligas, y unas braguitas y sostén de encaje blanco, casi transparente, pero bien delicado. Como a Rob le encantaba que me quedara casi desnuda desde que llegaba a su casa, me mire al espejo antes de ponerme mi traje sastre blanco.
El cuerpo bronceado contrastaba muy bien con el encaje. Mis grandes pechos se veian preciosos y desbordantes, casi rogando por ser liberados. La braguita llegaba hasta el inicio de mi rajita, bien bajo, y dejaba al descubierto mi lunar pubico, un simple punto en forma de diamante en el lado izquierdo de mi pubis. Me di la vuelta y con dificultad admire mi culito. Sabia que ese y mis tetas eran mi mayor fortaleza. Aunque mi pelo negro lacio caia en cascada hasta media espalda, mi culo representaba la mayor tentacion.
Les confieso que aunque me sentía poderosa mientras Rob me cogia por el culo, también me sentia adolorida cuando terminábamos. A veces pensaba que debía poner únicamente unos días en los que me podría penetrar de esa forma para así poder descansar. Pero bueno, hoy no iba a ser ese el día en que lo pensara.
Sali de casa corriendo y maneje mi auto hasta llegar a su casa. Toque el timbre con rapidez, y cuando senti la puerta abrirse, el corazón me dio un vuelco de deseo. Al abrir la puerta no imaginan mi sorpresa al ver un hombre cincuentón vistiendo una bata de bano y sonriendo. Al ver mi sorpresa me dijo,
Debes ser Rubi, pero eres mas seria de lo que imaginaba. Entra, entra.
Obviamente no iba a entrar, pero casi inmediatamente aparecio Rob, también con una bata de bano, me tomo de la mano y me hizo pasar. Atontada, confusa y con un poco de temor, mire a Rob mientras tomaba el cofre en sus manos y me quitaba la chaqueta, besando mi cuello como lo hacia cada vez que llegaba a su casa. Dejo caer mi chaqueta en el piso y comenzó a besarme. Cuando comenzó a levantarme el traje para sacarlo intente despegarme de el, pero comenzo a reirse diciendo,
Calma. Eduardo es mi sorpresa. El estara sentado en nuestra butaca favorita hasta que tu desees, y se ira cuando tu desees, una vez decidas tu cofre.
Inmediatamente me tomo de la mano y al llegar a la sala me encontre su enorme cama de pilares en el medio de la sala. Sabanas de seda roja vestian el colchon, y un cofre identico al mio se encontraba en el medio de la cama. Creia que me iba a desmayar, mi corazon latia a millon, pero aunque les parezca raro me sentia super cachonda. Rob me dijo:
- Dentro de tu cajita hay algo que usaras este día, hasta que yo lo decida. Dentro del cofre de la cama hay algo que usare para ti si lo deseas durante el día. Pero mi Rubi, debes decidir que cajita quieres usar.
Soy egocentrica, lo confieso, por lo que era evidente que quería los dos cofres. Con una sonrisa traviesa le dije,
-Papito, quiero los dos, quieres una mamada por ellos?
-Jajaja. No mi Rubi, por abrir el primero quiero que le permitas a Eduardo quitarte la ropa y tocar tu cuerpo. Debes dejar que te toque.
Mire a Eduardo, quien se habia quitado su bata de bano y me miraba exitado. Tenia su verga dura y parada. Mientras me decidia Rob comenzo a besarme con calma y dulzura susurrando que este era un regalo para mi, y que yo merecia esta experiencia. En eso Eduardo se acerco por mi espalda y con suavidad puso sus manos en mi cintura y comenzo a levantar mi traje. Cuando lo subio hasta mi cintura solto una exclamacion. Pego un poco su cuerpo y senti su verga en mis nalgas. Continuo subiendo mi traje hasta sacarlo completo. Mientras Rob besaba mi boca, Eduardo besaba mi cuello y tocaba mi espalda. Los tres estabamos parados al lado de la cama roja.
Rob se separo un poco para admirarme, pero en vez de volver a acercarse se sento en la butaca y me dejo en manos de Eduardo. Antes de darme cuenta Eduardo habia soltado mi sosten y comenzaba a besar mis tetas y tocar mi clitoris. Mientras hacia esto sentia la dura verga de Eduardo pasearse entre mi cuerpo y las sabanas. La exitacion era tal que pense que me correria sin ser poseida. Rob fue bajando su cabeza hasta llegar a mi totita. Abrio mis labios vaginales y comenzo a jugar con su lengua, empujandola por mi rajita. Mientras hacia esto, movía sus dedos con una habilidad asombrosa sobre mi clítoris. Cuando comenze a aquearme, símbolo inequívoco de que me correria, Rob dijo
-Basta. Es hora de abrir el cofre.
Atontada por el deseo insatisfecho, mojada y deseosa, abri el coche con una llave que me entrego Rob. Adentro se encontraban tres cintas de seda rojas. Lo mire y le pregunte
- Y que hago con esto?
Rob y Eduardo rieron y cada uno tomo una cinta, atandome a los pilares de la cama. Separaron mis piernas de forma tal que quedaba expuesta y a merced de cualquier cosa. Mis brazos los amarraron juntos sobre mi cabeza. Amarrada ya, Rob introdujo su pene hasta dentro de mi, provocandome un grito de placer. Comenzo a embestirme y en pocos minutos me corri.
Ediuardo se arrodillo frente a mi comenzo a lamer mi rajita saboreando mis jugos del placer. Confieso que me sentia deseada y querida.
Mientras Eduardo me lamia, Rob se arrodillo frente a mi cara y me pidio que lo mamara hasta que se corriera, diciendome que no quería que ni una gota saliera de mi boca. Rob se masajeaba y yo lamia, y en poco tiempo estaba corriendose en mi boca. Mientras lamia toda su leche, sentí a Eduardo intoducirme su dedo en mi culito. Intente cerrarlo, pues no interesaba que me penetrara un extrano, pero con lo abierta que estaba, aunque intentaba contraer mis músculos no podía.
Eduardo entendió mi intento y rio. Una vez introdujo su dedo, comenzo a jugar dentro de mi. Note que mi culito estaba inusualmente lubricado por los dedos de el. Me puse un poco nerviosa porque lo unico que veia era la verga de Rob.
Rob se bajo y desato mis piernas. Con rapidez, y un poco adolorida, fui cerrandolas. Eduardo flexiono mis piernas y las separo un poco. Inmediatamente Rob tomo el mando y comenzo a mamarme. Eduardo se movio y puso encima de mi barriguita el otro cofre y lo abrio. Tenia adentro un vibrador del tamano del pene de Rob. Con agilidad Eduardo introdujo el vibrador en mi rajita y primero me masajeo con el. Luego lo encendio. La sensacion de placer fue increible. Mientras Eduardo sostenia el vibrador para que no se saliera, Rob me dio la vuelta. Amarraron nuevamente mis piernas y Eduardo le entrego el vibrador a Rob. Eduardo comenzo a masajear mi culito con varios dedos. Me volvia loca de las sensaciones que tenia en todo mi cuerpo. Placer, dolor, deseo, lujuria, verguenza. Todo al mismo tiempo. Senti las manos de Eduardo separar mis nalgas y espere con calma que me penetrara. Contrario a Rob, me embistio con tanta fuerza que grite con fuerza por el dolor. Por primera vez no fue placentero. Para Eduardo el placer provenia de provocar dolor, por lo que me embestia con fuerza. Mientras lo hacia, sentia el vibrador con mas intensidad. Las embsetidas de Eduardo fueron convirtiendose en movimientos mas gentiles. Con suavidad comenzo a meter y sacar su verga al mismo ritmo del vibrador, llevandome al punto de correrme gritando de placer. Una vez esto ocurrio, Rob saco el vibrador de mi rajita, y Eduardo procedio a meter su verga a su ritmo hasta que se corrio. Yo temblaba del esfuerzo y la experiencia vivida.
Rob aparecio en la cama y amarrada como estaba nos quedamos dormidos.