Mi Prima y yo
Un joven es seducido por su prima que siente estallar dentro de sí un alud de deseo sexual incontenible.
Tengo una linda primita de sólo 17 años, y desde hace un tiempo noté cómo curiosamente empezó a coquetearme, sobre todo en ocasiones en que quedamos a solas. Se llama Claudia, es blanquita de figura delgada, pero con formas armoniosas. Sus carnosos labios rosaditos y sus bellos ojos color miel, la hacen aún más hermosa, toda una ricura de niña, sobre todo cuando juguetea con su largo cabello castaño. Siempre se caracterizó por ser precoz, sobre todo ahora que gusta del maquillaje y la ropa provocativa. Cuando la veo su cuerpo realmente me cautiva, al punto que en noches pasadas tuve fantasías sexuales con ella, convirtiéndose en una dulce obsesión que tengo que contener cuando está cerca de mí.
Una tarde pasé por su casa y me animé a visitarla. Abrió la puerta dedicándome la mejor de sus sonrisas: "Hola, qué bueno que viniste para acompañarme." Me dio un cariñoso beso con inocultable alegría. Estaba sola y eso estimuló mis tentaciones. "Ven, ayúdame con las tareas mientras llegan mis padres, porque van a tardar." Tomándome de la mano, me llevó directamente a su cuarto y me sentó sobre su cama al lado suyo para enseñarme sus libros. Mientras la contemplaba, aquella soledad cómplice trajo a mi mente los húmedos sueños que tenía con ella. Llevaba su graciosa faldita sobre las rodillas y una blusita blanca que dejaba notar las aureolas de sus tiernos pezones. "Cómo pudiera cogerte ahora" pensé, apuntándole libidinosas miradas. Sus piernas se veían tan ricas que sentí ganas de morderlas. Conversábamos largo rato y ella no dejaba de sonreírme y de a pocos fue aproximándose hacia a mí. Inesperadamente, posó su manita sobre mi pierna, justo por donde mi miembro ya se estiraba. Con sus dedos, tocó mi pene duro y nos miramos fijamente a los ojos. En ese instante, rompí todas mis inhibiciones y tomé su mano apretándola contra mi glande, mientras que la otra avanzaba amenazadora por su suave muslo, buscando ansiosamente su conchita. Al llegar a su ropa interior, metí mis dedos hallando su rajita cubierta de escasos pelitos y la palpé suavemente. De inmediato abrió mi cremallera y tomó mi verga. "¡Qué grande la tienes, y qué gruesa!" exclamó emocionada. Creí que ya me la iba a chupar, pero sólo se limitó a jugar frotándomela con mucha gracia. La besé en la boca introduciéndole bruscamente mi lengua mientras ella aceleraba más y más las caricias en mi pene que no cesaba de endurecerse y crecer. Casi sin darnos cuenta, nos quitamos la ropa sumidos en profundos besos. Un gran placer me invadió al admirar su cuerpo totalmente desnuda. Parecía una joven diosa. Fue fascinante además, ver su inocente mirada mordiéndose los labios colmada de deseo. En silencio, pellizcaba sus pezones visiblemente erectos y el sedoso vello de su pubis brillaba ligeramente con la luz de la habitación. Me abalancé de inmediato sobre ella y mordí sus senos, aquellos que antes sólo me atrevía tímidamente a mirar. Fui bajando por su frágil cuerpo y al explorarla disfruté la exquisita suavidad de toda su piel, cual muñeca de porcelana. Al llegar a su vulva, entreabrió las piernas dejando ver sus labios que se abrían para mí como una rosa dándome la bienvenida. Quedé cautivado con la belleza de su virginal cuevita. Durante largo rato, me entregué al cunilingus lamiendo su húmedo clítoris confundido en su suave pelusita, sin dejar por supuesto de saborear los jugos que fluían de su conchita como una cálida cascada. Mi lengua la volvía loca y era notorio por la forma cómo me tiraba del pelo, por lo que se la introduje hasta lo más profundo, logrando llenar mi boca con su tierna conchita. ¡Delicioso bocado! Aquel goce iba en aumento cuando mis dedos invadieron sus agujeritos sin dejar de morder su puntita y con lasciva voz que me decía: "Sigue mi amor, no pares". Más excitado que nunca, levanté la mirada respondiendo: "¿Te gusta? Gózalo mi reina". Volvió a coger mi verga y esta vez, sin pensarlo dos veces, se la puso entera en la boca dando inicio a una magnífica succión. Al mismo tiempo, me daba tiernos besitos en el borde del glande, lamía toda la longitud de mi mazorca hasta chupar mis peludos huevos. Fue una mamada única. Lo hacía como una puta experta, pues poniendo sus labios en forma de "o" recorría mi enorme falo de arriba hacia abajo y cada vez más rápido. Llegué hasta su garganta sintiendo un espasmo por el deleite que me producía mi pequeña amante, tanto que casi acabo en su boca. Fue entonces que volviendo en mí, decidí marcharme, pues además de temer que sus padres nos sorprendan, creí que todo había sido ya suficiente y no quería llegar más lejos por tratarse precisamente de mi propia prima. Pero jamás olvidaré la ternura de niña traviesa con la que me abrazó y me besó diciéndome: "Por favor, no me dejes. Soy virgen y quiero ser tuya". Aquella petición sedujo por completo mis sentidos e inevitablemente nuestros cuerpos se entrelazaron para amarnos con total desenfreno, sin reparar en el tiempo ni las circunstancias. Puse mi sexo duro entre sus tetitas y las apreté frotándoselo todo. Eso le gustó y pidió que se lo hiciera por todo el cuerpo. Y así lo hice, recorriendo y humedeciéndola toda hasta rozar su Monte de Venus anunciando mi ansiada penetración. Me abrazó fuertemente susurrando: "¡Métemelo todo, ya! Era todo lo que quería oír. Fue tan sublime abrirme paso en su inmaculada vagina totalmente húmeda. Al ir tocando su profundidad, ella arañaba mi espalda dando gemidos que se convirtieron en gritos de placentero dolor, pues efectivamente era su primera vez. Sin dejar de penetrarla, cabalgábamos dando vuelcos en su lecho entre cuadernos y arrugadas sábanas. En medio de ese tórrido momento, sentí en ella un leve temblor seguido de hondos alaridos. Había llegado al orgasmo y era tan sólo el comienzo de una cadena interminable de éstos, que ella disfrutaba uno a uno con frenesí. Sintiendo su agitada respiración, no dejaba de morder sus pequeñas tetas y mis manos la recorrían con fuerza hasta acariciar su lindo culito de terciopelo. Apreté con dulzura sus nalguitas y con suma delicadeza, le introduje dos dedos en su anito abriéndoselo todo, dándome así unos incontenibles deseos de cogérmela por atrás. Intuyendo mis intenciones, mi niña adoptó una felina pose abriendo tentadoramente su culo de par en par mostrando sus sonrosados hoyitos de ensueño dispuesta a seguir saciando mis más ardientes deseos. "Ven amor, quiero que me des por atrás, quiero sentir todo tu pene" No podía dar crédito a todo el cúmulo de placer que me ofrecía. Sus nalguitas lucían tan irresistibles que no dudé en devorarlas. Luego, ensalivé su agujerito y frotando mi caliente verga entre sus nalgas, la penetré como lo había anhelado. Me encantó la sensación de su ano apretando mi miembro. Ella jadeaba y su cuerpo se retorcía con mis locas arremetidas. Mis manos rodearon sus estrechas caderitas mientras iba y venía dentro de ella sacudiendo con fuerza, haciéndola gritar hasta ahogarla en llanto mordiendo la almohada, con lo cual me enloquecía. Sudorosos y embebidos de lujuria, deseábamos que nuestro momento de locura no acabase nunca. Al sentir que me venía, saqué mi ardiente verga de su culito y mi putita dio un suspiro de satisfacción volteando hacia mí. Sin poder contenerme, eyaculé descargando un torrente de espesa y caliente leche en su delicado cutis empapándolo todo. Seguía vaciándome y metí todo mi miembro en su boca para que bebiera hasta la última gota. Fue fantástico ver cómo saboreaba mi semen recogiendo con sus dedos los chorros que caían por sus mejillas. "Ay papi, no sabía que tu leche sería tan rica y calentita". En ese instante, mi vista se nubló y sentí un mareo producto del intenso éxtasis vivido. Completamente satisfechos, caímos juntos en un profundo sueño que fue abruptamente interrumpido por el timbrar del teléfono. Ya era de noche. Habíamos perdido la noción del tiempo. Asustado, me levanté rápidamente para vestirme mientras ella contestaba. "No te preocupes mami, que todo está muy bien" dijo guiñándome picaramente el ojo. "¡Uff! eran mis padres diciendo que tardarán un poco más". Eso nos tranquilizó. "Ya ves, todavía tenemos tiempo. ¡Ven papito, vamos a bañarnos!". Sintiéndola más que nunca mi mujer, la tomé entre mis brazos llevándola a la ducha, en donde no dejábamos de besarnos y tocarnos. Vencida por la tentación, se arrodilló y me mamó la verga una vez más entre el chorro de agua que nos recorría: "Humm...cómo me gusta tu vergaza... quiero que sea sólo para mí". Agradecido, le correspondí lamiendo ávidamente su cuquita. Al despedirnos, nos besamos y puso algo en el bolsillo de mi camisa. Intrigado desenvolví el regalo. Era su pequeño calzoncito rosa con dibujos de corazones. "Es para que nunca me olvides. Cógeme siempre." dijo apretándome el pene cariñosamente.
Aquella noche no cabía en mi felicidad y dormir fue casi imposible. Había realizado la más ansiada de mis fantasías. Me masturbé una y otra vez en mi afán de rememorar cada instante de incomparable dicha vivida dentro de su fresco cuerpo adolescente. Amanecí desnudo mordiendo la prendita que me regaló.
Desde ese día no ha dejado de llamarme e inventar excusas para salir, a fin de encontrarnos en mi departamento todos los fines de semana, en donde hacemos el amor a nuestras anchas. Fui sincero con ella al manifestarle que lo nuestro no podía continuar y muy segura de sí misma me respondió que no le importaba si no podía ser mi novia, que quería seguir conmigo por el placer de sentirse satisfecha como mujer y además ya había dejado a su enamorado de la escuela. A propósito, lo peor de toda esta situación es que provocó la ruptura con mi novia, a quien realmente amaba, pues lo que siento por Claudia es sólo deseo. Ahora me preocupa que, pese a su edad, se haya convertido en una adicta al sexo. Es una zorrita viciosa e insaciable, queriendo hacerlo cada vez en diversas posiciones, experimentarlo todo. Le encanta el sexo anal y ni qué decir del oral, más aún desde que descubrió en el ropero mi colección de videos XXX, algunos de los cuales vemos antes de nuestras sesiones de placer y en las que para satisfacerme, trata de emular a las más ardientes de las porno estrellas. Incluso me sugirió invitar a un amigo "para descubrir las delicias de la doble penetración." Pero siempre me negué porque la quiero sólo para mí. No sé hasta cuándo continuaremos con este juego, porque la verdad estoy embelesado con ella y aunque temo enamorarme, de hecho no quiero dejarla, sobre todo por haberme entregado desinteresadamente su virginidad y eso para mí, significa mucho.