Mi prima y su madre me convirtieron en un hombre.5
Verano del ´75. Un chico tímido intenta sobrevivir a la dureza de su despertar sexual en una sociedad marcada por muchos años de represión.
Pronto llegó el autobús, no hablamos casi nada durante el camino de vuelta. Con disimulo posé mi mano sobre su muslo, y ella puso la suya encima. Así, pensativos y en silencio, llegamos a nuestro destino. Allí nos despedimos con unos besos, castos y fraternales.
—Espero que vayas algún día por la gasolinera, mi madre debe echarte de menos.
— ¿Lo dices en serio?
—Si, claro, lo que pasó no significa que no debas volver por allí. Y yo también estaré deseando volverte a ver.
—Tú también podrías ir algún día por mi casa, hace mucho que no vas por allí.
—Tienes razón, creo que debemos volver a estrechar los lazos familiares.
Con la sonrisa que me provoco aquel comentario, me quedé mirando como mi prima se alejaba. Su figura, y su mirada cuando giró su cabeza, volvían a despertar el deseo en mí.
Mi prima y su madre me convirtieron en un hombre.5
Este relato es una ficción, que he alimentado con recuerdos de algunas experiencia vividas, no pretendo que este sea un relato creíble, tampoco sé si es realizable o no, eso queda para la imaginación de cada cual. Por mi parte solo he intentado despertar el morbo del lector, así como su libido. Espero que, al igual que yo, sientan empatía por estos personajes.
Ya había trascurrido un mes desde aquel maravilloso día, solo algunas llamadas de teléfono nos habían mantenido en contacto. En las cuales yo le expresaba mi deseo de volver a hacer el amor con ella, y ella por su parte me pedía paciencia a la vez que me decía que fuese algún domingo a su casa a pasar el día. Pues su madre también me echaba de menos.
Pasaron unos días más, y una tarde al volver de clase, oí como sonaba el teléfono. Lo cogí, era mi prima.
— ¿Diga?
— Hola Javi, precisamente quería hablar contigo. — Su voz era grave, algo pasaba…
— Dime Mari, ¿Qué te ocurre?
— Necesito verte, necesito hablar contigo lo antes posible.
— Si quieres quedamos en el parque, voy para allá.
— Esta bien, allí nos vemos. — Y colgó el teléfono.
No había nadie en mi casa, por lo que nadie me pidió explicaciones sobre la llamada.
Aquel parque quedaba a mitad de camino entre su casa y la mía. Me senté sobre el mismo banco, en el cual ella lloró entre mis brazos al contarme lo de su novio.
Mi cabeza era un hervidero de recuerdos, mientras mi mirada no se apartaba de la entrada del parque. Y como era de esperar mi corazón quería escapar de mi pecho al ver su silueta bajo los árboles en la penumbra del atardecer.
Me levanté, ansioso por besar sus mejillas, aunque en realidad deseaba besar todo su cuerpo.
— Hola Javi. — Me dijo, y sentí el calor de su mejilla contra la mía.
— Hola Mari, me alegro mucho de verte. ¿Qué es lo que pasa?
— Te lo voy a contar sin rodeos, puesto que esto pronto será la comidilla del pueblo*, quiero que te enteres por mí antes de que te lo cuenten otras gentes. — De nuevo, en el mismo lugar, sus ojos volvían a estar llenos de lágrimas.
Y de nuevo sentí mi corazón encogerse al verla así.
— Por dios, Mari, dime qué te pasa. — Dije esto a la vez que cogía sus manos entre las mías.
— Mi padre nos ha dejado. — Acertó a decir con la voz quebrada, para estallar en llanto.
Rodee sus hombros con mis brazos, su cuerpo temblaba con cada sollozo, Sentí tanta rabia al verla así, que a mi también se me escapaba el llanto.
Mis labios fueron entonces a buscar su cara, y besé su frente, esta vez no había nada lascivo en aquel beso. Solo sentía amor, amor mezclado con la pena y la rabia que sentía al verla sufrir.
Como la vez anterior mis labios sorbieron sus lagrimas, esta vez más abundantes.
Al tener su boca tan cerca de mis labios, el deseo de besarla se me hacia insoportable. Pero resistí, no quería que ella pensara que me aprovechaba de la situación.
Pero fue ella quien busco mis labios, sus sollozos habían cesado, fue un beso largo con el cual nuestras bocas querían expresar en silencio todo lo que no sabíamos decir con palabras.
Cuando nuestros labios se separaron, nos miramos a los ojos. Y ambos lo vimos, estaba claro que no necesitábamos palabras para decírnoslo todo.
A pesar de ello la estreché en mis brazos diciendo.
— No te imaginas cuanto te quiero Mari, estaré siempre a tu lado aunque nunca podamos vivir juntos.
— Yo también te quiero con locura, no creo que exista el hombre que pueda algún día reemplazarte en mi corazón.
— Cuanto han cambiado las cosas desde aquel día en que te enfadaste conmigo. — Reí un poco, y ella también lo hizo.
— Es verdad. ¿Quién se lo iba a imaginar?
Ahora me contó que su padre se había ido con otra mujer mucho más joven que su madre. Dejándolas solas con un negocio que no terminaba de ir bien.
Yo tampoco entendía como mi tío podía haber perdido el sentido común, hasta el punto de abandonar a una mujer y una hija, ambas preciosas.
Seguimos hablando, aunque yo no sabia que decirle para de algún modo consolarla y darle ánimos.
Y así, acurrucados y hablando en voz baja, no nos habíamos percatado de que eran ya las ocho de la tarde, y aquel parque, que no tenia iluminación, había quedado sumido en las oscuridad.
— Javi, ha oscurecido, debemos irnos.
— Es verdad, apenas me había dado cuenta de ello, estoy tan a gusto a tu lado.
De nuevo nuestros labios se buscaron, y de nuevo aquel largo beso nos hizo olvidar por unos momentos la triste realidad. Y cogidos de la mano nos dirigimos hacia la puerta de salida.
Estaba cerrada, habíamos olvidado que aquel parque cerraba por la noche. Por suerte recordé que el conserje vivía en una casa anexa al parque, y una de las puertas comunicaba con éste.
Tímidamente, casi con miedo llamé a la puerta.
— ¿Quién es? — Preguntó una voz que no parecía destacar por su amabilidad.
— Es que nos hemos quedado encerrados…
La puerta se abrió y bajo el marco vimos la figura de un hombre de casi dos metros de altura.
Parecía sacado de algún cuento de miedo.
— Y que hacéis vosotros de noche en el parque. ¿Estabais haciendo guarradas? — Su mirada era inquisidora y su voz ruda.
Mi prima saltó como un resorte, creí ver fuego en sus ojos, cuando miro a aquel tipo, antes de decir:
— Somos primos, y no estábamos haciendo guarradas, solo estábamos paseando, no sabíamos que el parque cerraba tan temprano. Haga usted el favor de abrir la puerta ahora mismo.
— Además, usted tiene la obligación de avisar cuando va a cerrar por si queda alguien. Mañana hablaré con mi tío que es concejal en el ayuntamiento, a ver que opina de esto. — Mentí.
El gigante emitió un gruñido, luego se acercó a la verja, y sin decir nada más nos abrió la puerta.
Una vez en la calle llegó el difícil momento de despedirnos.
— Hay que ver cómo te has puesto, creí que ibas a fulminar a ese tío con la mirada.
— Me ha sentado muy mal lo de las “guarradas”, nosotros no hacemos guarradas.
— Te entiendo perfectamente.
— Lo del tío concejal tampoco a estado mal. — Añadió, y los dos reímos con aquello.
— El domingo, puedo ir a pasar el día con vosotras, si os parece bien.
— Me parece muy bien, mi madre también tiene ganas de verte, y así no estaremos tan solas.
La calle estaba muy transitada, así que nos despedimos con unos besos en las mejillas, y una mirada que hacia innecesarias todas las palabras.
Al llegar a casa mi madre me dijo.
— Parece ser que tu tío Alejandro se ha largado con una chica mucho más joven que él. Lo estaban comentando en la carnicería.
— Vaya las noticias vuelan, viva el cotilleo. Ya lo sabía, me ha llamado Mari esta tarde para decírmelo. — Dije enfadado.
Durante la cena la conversación solo giró sobre ese tema. Mi padre no entendía como podía tener un hermano tan descerebrado, y mi madre sentía mucha pena por las dos mujeres.
Apenas cené, la imagen de mi prima llorando me provocaba un nudo en el estomago. Y tampoco me apetecía comentar nada con mis padres, así que me disculpe y me fui a la cama.
Me acosté pensando en sus besos, en su cuerpo temblando entre mis brazos mientras lloraba. En su sufrimiento que ahora también era el mío.
Y por primera vez en mucho tiempo no sentía deseos de masturbarme. Aquella noche lloré en silencio, ahogando mis deseos de gritar de rabia.
Pronto llegó el domingo, había dicho a mi madre que iba a pasar el día con unos amigos. No dije la verdad porque no tenía ganas de dar explicaciones. Así que a las ocho de la mañana me encaminé hacia la gasolinera.
Cuando llegué, media hora después, vi que estaba cerrada. Un cartel rezaba “Cerrado por descanso del personal”. Me dirigí hacia la casa y llamé a la puerta.
— Voy… — Era la voz de mi tía.
Supongo que me había visto a través de la mirilla de la puerta, porque abrió sin dudar.
— Javi, cuánto tiempo sin verte, pasa y siéntate, tu prima esta aun en la cama.
— Hablé con ella hace unos días, y me contó… — No seguí hablando, se me había puesto un nudo en la garganta.
Mi tía se sentó a mi lado en el sofá.
— Ya ves, nuestra relación estaba muerta hace tiempo, y yo había aceptado ese tipo de vida. Como una imbécil por guardar las apariencias, y por no hacer sufrir a María.
— Pero, por lo visto un coño joven a podido más que todo el sentido común de tu tío. — Y cubrió su cara con sus manos para estallar en sollozos.
Se repetía lo vivido en el parque con mi prima, de nuevo una mujer a la que amaba estaba llorando a mi lado. Al igual que hice con Mari, no pude evitar intentar consolarla.
Con mi brazo rodee sus hombros atrayendo su cuerpo hacia mi, y con mi otra mano acaricié su cara cubierta de lagrimas. Y besé su frente, pero ahí poco más abajo estaban sus labios, al igual que me ocurrió con mi prima, sentí un inmenso deseo de besarlos. Con mi boca aun apoyada en su frente dije en voz baja:
— Haría cualquier cosa por veros de nuevo felices a las dos, no sabes…
Su dedo sobre mi boca no me dejó terminar, y al retirar el dedo, sus labios tomaron el relevo.
Mi cabeza daba vueltas, turbado estaba viviendo lo mismo que ocurrió con Mari unos pocos días antes. No cabía duda, madre e hija eran una misma mujer.
Y nuestro beso se prolongó, rodeado de un profundo silencio, hasta que tomamos conciencia de la situación al oír uno ruidos que provenían de la escalera que llevaba a los dormitorios.
Separamos nuestros labios, pero nuestros cuerpos seguían abrazados cuando oímos el saludo de mi prima. ¿Nos habría visto besándonos?
— Buenos días. Hola Javi, por fin has decidido venir…
Me levanté y di unos besos en las mejillas a Mari. — Me sonrió y vi en sus ojos un destello de complicidad.
— Supongo que te quedaras a comer. — Añadió mi tía intentando que su voz pareciese normal.
— Si no es molestia, había pensado pasar el día con vosotras, y por supuesto ayudar en lo que pueda.
— Pues no descarto que tengas que cambiar alguna bombilla, o algo parecido. — Respondió la más joven.
Recordé el incidente de la bombilla. ¿Lo había dicho Mari en ese sentido?
— Bueno... ¿y cómo os las estáis apañando estos días con la gasolinera?
— Pues Mari ha explicado la situación al director del colegio, y le han permitido quedarse unos días en casa para ayudarme. Pero si ya iban mal las cuentas estando aquí tu tío, pues imagínate ahora.
He decidido no volver a abrir y traspasar el negocio.
— Si yo pudiese me quedaría a trabajar aquí con vosotras, pero aun así seria insuficiente para sacar esto a flote.
— Pues me voy a la cocina, voy a ver que se me ocurre para que comamos hoy. Que Mari te diga si hay algo averiado que puedas reparar, lo digo más bien para que no te aburras.
— Le voy a dar trabajo. — Dijo mi prima riendo.
Y mi tía se marchó dejándonos solos en el comedor.
— Os he visto. — Dijo Mari sonriendo.
— ¿Qué has visto, el que?
— No te hagas el tonto, te he visto besando a mi madre.
— Me ha pasado como contigo, tu madre me ha besado, y me ha sido imposible rechazar su beso.
— No te preocupes, no estoy celosa. Además me da cierto morbo, a pesar de lo mal que lo estamos pasando.
— Su beso me ha permitido descubrir algo. Tu madre me gusta casi tanto como me gustas tú, y no te voy a negar que la deseo también a ella. Pero no he sentido lo mismo que cuando nos besamos tu y yo por última vez. Es solo de ti de quien estoy enamorado. Te quiero.
— Y yo a ti, no tengo la menor duda de ello. ¿Entonces ya no te vas a tirar a mi madre si se te presenta la ocasión? — Volvía a meter el dedo en la llaga. Así que no respondí.
— Bueno, tu dirás que quieres que repare para aprovechar el tiempo.
— Vamos a dar una vuelta por las habitaciones a ver si hay bombillas fundidas.
— Me parece bien, — Dije, con risa nerviosa.
Sabía muy bien que ello significaba que nos íbamos a besar tan pronto como llegásemos a la planta superior. Sin embargo decimos actuar un poco, como si de verdad fuésemos buscando bombillas fundidas. Mi prima fue abriendo puertas y encendiendo luces, comprobar que no encontrábamos ninguna bombilla fundida.
Hasta llegar a su habitación, allí tampoco había avería alguna.
Pero allí, Mari agarró mi mano, y de un tirón me metió dentro de la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Inmediatamente estábamos abrazados.
―Vamos Don Juan, bésame a mi ahora, dijo mientras sus brazos rodeaban mi cuello.
― ¿De verdad no te molesta que haya besado a tu madre?
― ¿Tenemos que hablar de eso ahora? Pues no, no me siento celosa, además mi madre necesita mucho cariño, no la podemos censurar por ello. Lo nuestro es también un amor prohibido, y ya ves, aquí estamos abrazados.
Nuestros labios febriles se buscaron, esta vez si había deseo carnal en mi beso, los dos jadeábamos cuando se separaron nuestras bocas.
Sentí su mano bajando hasta mi bragueta.
― Vaya, se te ha puesto durísima, vamos tiéndete sobre la cama. ― me dijo en voz baja al oído. ― y bájate un poco los pantalones, te la voy a chupar.
Obedecí sin rechistar. Cuando liberé mi polla, esta salto como activada por un resorte. Inevitablemente, de mi glande salían ya chorros de líquido preseminal.
Pero a ella no pareció impórtale, cuando se inclinó sobre mí y se fue tragando mi polla poco a poco.
Sentí como el calor su boca envolvía todo mi falo, luego se la sacó un poco para poder jugar con su lengua, para terminar chupándome el glande como su fuese un Chupa Chups.
― ¿Te gusta? ― Me pregunto mirando la expresión de mi cara.
― Me muero de gusto. ―Dije entre dientes―Pero me voy a correr enseguida, tenía tantas ganas.
Sin decir nada más, su boca se volvió a llenar con mi polla, subiendo y bajando cada vez más rápido.
―Ya esta cariño, ya me voy a correr, déjalo ya. ―Articulé entre jadeos.
Pero ella no obedeció, y sin remedio mi glande explotó, expulsando en forma de semen, todo el deseo contenido.
La boca de mi prima se lleno de leche. Con cada espasmo de mi polla, esta escapaba por la comisura de sus labios. Pero aguantó hasta que terminé de correrme.
Entonces retiró su cabeza, y pude ver el movimiento de su garganta, cuando cerrando los ojos se tragó todo mi semen.
― ¿Pero te lo has tragado? ―Pegunté. No dando crédito a lo que veía.
― Claro, no tenia donde tirarlo, aquí no hay cuarto de baño. Otra cosa nueva que he probado contigo.
― ¿A qué sabe, te gusta?
― Bésame y así lo pruebas tu también. ¿No te dará asco? Es tu propia leche.
No me podía negar, aun había algo de semen en la comisura de sus labios cuando nuestras bocas se juntaron sentí el sabor de mi propio semen dentro de su boca, su sabor no era desagradable. Al imaginar que mis espermatozoides estaban ahora dentro de su estomago, sentí que iba a tener una nueva erección.
― Vamos a bajar, estamos tardando mucho, no quiero que mi madre se mosquee. Aunque en el fondo me gustaría que se enterase de lo nuestro para dejarlo todo claro.
― ¿Te refieres también a lo mío con tu madre?
― Si todo, es difícil vivir entre tanta hipocresía. Tal vez podríamos idear un plan para que todo se descubra, creo que lo ideal sería que ella nos sorprendiese besándonos.
― Me da algo de miedo, puede que al final el malo de la película sea yo, y os volváis las dos contra mí.
Al llegar a la cocina nos encontramos a mi tía preparando un asado. Me acerqué por detrás, y sin pensarlo, la abracé con suavidad por la cintura, apoyado mi polla en su culo, y la besé en el cuello.
― ¿Pero Javi, que haces? ― Dijo Carmen, con voz que expresaba sorpresa y confusión.
― Pues menuda confianza hay entre vosotros. ― Dijo mi prima riendo.
―Disculpadme, creo que no sé muy bien lo que hago, lo siento. ―Creo que enrojecí.
―No te preocupes Javi, eres como un hilo para mí, no me molesta que seas cariñoso conmigo. ― Añadió mi tía riendo.
― Creo que Javi se está volviendo muy cariñoso con la edad. ―Dijo la hija riendo a su vez. ― ¿Te ayudo con la comida, mama?
― No hace falta, ve con tu primo a pasear, supongo que tenéis ganas de hablar de vuestras cosas. Me pareció detectar cierto lanzamiento de dardos entre las dos mujeres, pero sin acritud.
Me daba la impresión de que mi tía, sabía o intuía que había algo entre mi prima y yo.
La gasolinera estaba a las afueras de la cuidad, rodeada de grandes descampados, por lo que decidimos salir a pasear.
De nuevo mi prima volvió sobre el tema…
― Bueno, ¿Estás dispuesto a que ideemos algo para que mi madre nos sorprenda besándonos?
― ¿No te da miedo?
― Me puede más el morbo, quiero ver cómo reacciona. Y tengo un as en la manga ya que sé lo vuestro.
― Pero no entiendo que quieres conseguir con eso.
― Quiero que se acaben las mentiras entre nosotros tres. Mi padre ha estado engañando a mi madre durante años, y ahora las dos nos estamos acostando contigo, y las dos fingimos no saber nada. Somos todos unos mentirosos.
―Entiendo, todos sufrimos al tener que mentir a los demás, con lo bello que sería vivir sin tener que ocultar nada.
― Vamos a volver, la comida debe estar lista.
La comida trascurrió sin incidentes, felicité sinceramente a mi tía en varias ocasiones por lo bueno que estaba todo. Luego, entre los tres retiramos los cubiertos.
― Bueno, ya fregaré los platos más tarde, iros a la sala de estar a ver la tele, Voy a hacer café.
Una vez allí, mi prima se sentó a mi lado en el salón. Habíamos bebido vino durante la comida, por lo que yo tenía una gran sensación de bienestar en mi cuerpo, y mi mente, ligeramente turbada no me dejaba pensar en problemas.
Sentí como mi prima se acurrucaba junto a mí, y yo eché uno de mis brazos por encima de sus hombros. Sus ojos verdes, clavados en los míos, nos ahorraron todas las palabras. Y nuestras bocas se juntaron en un beso tierno y cálido.
Creo que ambos nos habíamos olvidado de mi tía en ese momento, el alcohol y el deseo habían contribuido a ello.
Y llegó el momento, tan temido por mí, pero deseado por mi prima.
¿Pero bueno, que estáis haciendo? ―Era la voz de Carmen, quien con manos temblorosas había conseguido dejar la bandeja sobre la mesa sin romper nada.
Nuestras bocas se despegaron, fue Mari quien respondió, ya que mi boca era incapaz de articular ninguna palabra.
― Besándonos, mama, besándonos.
― Ya lo he visto, sois primos. ¿No te das cuenta de eso?
― ¿Y cuando tu lo hacías esta mañana, que? Os he visto.
En ese momento hubiese querido que la tierra se abriera bajo mis pies.
― Ha sido solo un momento de debilidad, estaba muy triste y necesito cariño. ―La cara de mi tía había palidecido.
― ¿Por qué no hablamos claro? Somos madre e hija. Y yo ya no soy una niña. ― Vamos siéntate aquí con nosotros.
Carmen se quedó pensando un momento, y luego de sentó a mi lado. De ese modo quedé entre las dos. Me sentía incomodo, aun estando entre las dos mujeres que más deseaba.
Estuve tentado de decir adiós y salir corriendo de allí sin mirar atrás.
― Pues tú dirás. ¿Qué quieres aclarar? ― Peguntó la madre.
― Se que hay algo más entre tú y Javi que un simple beso. Recuerda que te vi salir de tu habitación casi desnuda detrás de él. Y he obligado a Javi a contarme la verdad.
― Lo siento Carmen, no pude seguir negando por más tiempo. ―Balbucee. Pero no parecían no oírme.
― Bueno, si, en un momento de debilidad nos acostamos juntos, pero aquello ya pasó.
― Entonces no te importará que te diga que yo también lo he hecho.
Sentí como mi tía se hundía en el sofá al oír esas palabras.
― Voy a tener que tomar una copa para digerir esto. ― Y se sirvió una copa del licor que había traído junto al café, el cual había quedado olvidado sobre la mesa.
La bebió de un solo trago, luego añadió. ― Pero es tu primo, entre vosotros hay lazos de sangre. Imagínate si esto se sabe, o que te quedas embarazada.
― Bueno también es tu sobrino y bien que te lo has tirado.
Me levanté y me serví una copa. ― Otra para mí. ― dijo Mari, y mi tía la imitó.
Serví las tres copas y me senté en otro sillón. ― Tengo mucho calor. ― Me disculpé.
― Fue el día que supe que tu padre me ponía los cuernos, tenia mucha rabia y mucho dolor dentro.
― Lo entiendo, y entiendo también que estamos viviendo una situación difícil. ¿Pero me pregunto, si el secreto queda entres los tres, que importa que sigamos haciéndolo?
― Por mi parte os juro que nunca diré nada de esto a nadie.
― Más te vale, o te arranco la lengua. ― Dijo mi prima riendo.
― Yo también sospechaba que había algo entre vosotros. Pero esto me parece tan surrealista, una tía su hija, su sobrino, todos liados. ― Dijo Carmen, sonreía, no parecía ya enfadada, tal vez el alcohol estaba ayudando a ello.
Mi prima fue la primera en mover ficha. ― Hay que dar el paso mama, o ahora, o nunca podremos mirarnos a la cara abiertamente.
― ¿Qué quieres decir? ― Preguntó mi tía.
― Que debemos romper el tabú hoy mismo. Ven aquí Javi, báseme delante de mi madre.
Con las piernas aun temblando, me levanté y abracé a mi prima. Fue ella quien llevó las riendas en aquel beso, yo solo la dejé hacer, aun estaba confuso ante la situación.
Cuando separó sus labios, dijo con tono imperativo.
― Vamos, ahora quiero que beses a tu tía.
Miré a Carmen, ella bajo la mirada, pero no dijo nada, permanecía inmóvil, me acerqué y no opuso resistencia a mi abrazo. Acerqué mi boca a sus labios, estos tampoco se resistieron, y mi lengua obtuvo respuesta cuando busqué la suya dentro de su boca.
Sus brazos, hasta ahora inmóviles, me abrazaron con fuerza, sentí sus dedos clavados en mi espalda. Vi lágrimas en sus ojos cuando separé mi boca de la suya.
― ¿Qué pasa, por qué lloras? ― Le pregunté en voz baja.
― No lo sé todo esto es tan extraño, pero me gusta, no sé qué pensar.
― Creo que ya se ha roto el maleficio. ― Dijo Mari uniéndose a nuestro abrazo.
― Bueno. ¿Y ahora que va a pasar? ― Pregunto su madre.
― Pues lo que tiene que pasar. ―Dijo con voz sonriente a la vez que nerviosa. ― ¿O te da miedo desnudarte delante de mí?
― ¿Quieres que hagamos lo que estoy pensando? ¿Los tres juntos?
― Eso mismo mama. ¿O ahora te has vuelto pudorosa y recatada? ¿Y tú, Javi, qué opinas, te apetece?
― Yo estoy dispuesto a hacer lo que me pidáis. ― Dije tímidamente.
― Pues creo que será mejor que vayamos a mi habitación, allí estaremos más cómodos, y que sea lo que Dios quiera. ― Añadió Carmen.
Obediente como un perrito, y en silencio, subí tras ellas a la planta superior.
Una vez allí las dos se metieron al cuarto de baño juntas. Me pidieron que esperase u n momento fuera. Supongo que aparte de asearse, tenían algo de qué hablar en privado.
Diez minutos después, salieron, las dos con bata y zapatillas, supongo que sin nada debajo. Reían mientras iban hablando en voz baja, ahora había cierta complicidad entre ellas.
― Te esperamos en la habitación. ― Dijo una de ellas.
Decidí darme una ducha. Mientras lo hacía, reflexionaba sobre lo extraño de esta situación.
¿Qué iba a pasar ahora? ¿Haría en ridículo, sabría darles lo que esperaban de mí?
Descalzo y ataviado con un albornoz que debió pertenecer a mi tío, abrí la puerta de la habitación intentando no hacer ruido, como con miedo a romper el hechizo, o a despertar de aquel sueño. Y allí estaban las dos, acostadas, se habían cubierto con una sabana, y de sus bocas escapaban risitas nerviosas.
― Ven aquí sobrinito mío, y acuéstate entre las dos. ― Dijo a la vez que tiraba la sabana al suelo.
Me desnudé, y trepando por el pie de la cama, me coloqué rápidamente entre las dos mujeres. Y las dos se giraron a la vez hacia mí. Fue la boca de mi prima la que primero beso mis labios. A la vez que vi como Carmen se incorporaba para acariciar mi vientre, e ir bajando hasta mi polla. La acarició suavemente, luego sopesando mis huevos dentro de su mano, acerco sus labios a mi glande, y lo lamio una y otra vez.
Mari me miraba ahora a la cara, sonriendo observaba la expresión de mis rostro, ahora que su madre tenía toda mi polla dentro de su boca.
Acaricié sus pechos, tan suaves y tan firmes, sus pezones erectos, estaban tan duros como el metal.
Sin decir nada se puso de rodillas sobre mí poniendo su culo ante mis ojos, llegando incluso a sentase sobre mi cara, cortándome la respiración. Luego se inclinó hacia delante para relevar a su madre en la felación. Inmediatamente fue la boca de mi prima quien se tragó mi polla, mientras mi lengua le lamia el coño.
Ahora su madre nos miraba, a la vez que acariciaba la cabeza y la espalda de su hija.
Todo trascurría en silencio, solo interrumpido por algún gemido de mi prima cuando yo le succionaba el clítoris.
― Déjalo Mari, no aguanto más. Y mi prima se sacó mi polla de su boca, de mi glande escapaban gotas de liquido, mi excitación era ahora tremenda.
― No tenemos preservativos, no puedo arriesgarme a que me la metas. ―Dijo mi prima. ― Tendrás que hacerlo solo con mi madre.
Mi tía estaba ahora tendida boca arriba.
― Dedícate a ella ahora. ― Dijo mari.
Sin dudarlo ni un instante me puse sobre el cuerpo de mi tía, y mis labios buscaron su boca, fue un beso largo, cargado de ternura por ambas partes, luego besé toda su cara y bajé hasta sus pechos. Muchos más grandes que los de Mari, pero no por ello menos atractivos. Me recreé con ellos hasta sentir como sus pezones se endurecían con cada gemido que escapaba de su boca.
Cuando bajé hasta su coño, sus piernas estaban ya replegadas y abiertas. Metí mi cabeza entre sus piernas y mi lengua empezó a hacer su trabajo, lamiendo cada rincón de su intimidad, e insistiendo cada vez que llegaba al clítoris. Sentada a nuestro lado, mi prima miraba en silencio. Luego acerándose al oído de su madre, me pareció oírle decir.
― Gracias mama.
Mi tía por su parte estaba jadeando y diciendo palabras a veces ininteligibles
― Sigue Javi, sigue así, me muero de gusto. Ya me decía yo que tus tenias demasiada experiencia, ahora lo entiendo…
Sus espasmos incontrolados, y los últimos resoplidos me indicaron que se estaba corriendo delante de su propia hija. Luego su cuerpo se relajó, y se hozo el silencio. Hasta que mi prima tendida ahora boca arriba, llamó mi atención.
― Ven aquí cariño, te estoy esperando. ―Me dijo con voz sensual.
Repetí con mi prima lo mismo que había hecho con su madre, mi boca recorrió todo su cuerpo hasta llegar a su coño, caliente y mojado, éste esperaba mi lengua.
― Vamos Javi, haz que me corra como solo tú sabes hacerlo.
No me costó mucho sentir sus primeros espasmos y temblores, el orgasmo de mi prima parecía aun más fuerte que el de su madre. Su cuerpo se arqueó bajo mi boca, subiendo y bajando varias veces. Lo que escapaba de su boca eran más unos gritos que gemidos.
De pronto su cuerpo se relajó, y su culo se hundió en el colchón, uno escalofríos recorrían aun su cuerpo cuando su boca consiguió hablar con claridad.
― Gracias Javi me has elevado hasta el paraíso, ha sido fantástico.
― Vaya con el sobrinito, se convertido en un maestro. ― Dijo Carmen acariciando el sudor de mi espalda.
Las dos mujeres se habían corrido, ahora debía hacerlo yo.
― Bueno primo, tendrás que metérsela a mi madre para correrte tu también.
― Si ella quiere…
― Pues claro que quiero. ― Dijo Carmen abriéndose de piernas.
Miré a mi prima a los ojos, y ella supo de inmediato lo que le quería decir.
― Otro día será, no te preocupes por eso. Dijo besando mis labios.
Y mi mirada se volvió hacia otros labios, los del coño de mi tía, estaban abiertos esperando mi polla.
Mi erección que había bajado un poco, revivió al momento con aquella visión. Sin más preámbulos, mi polla estaba ya dentro de la vagina de Carmen.
A pesar de haberse corrido, esta volvía gemir en voz baja y a decirme cosas al iodo.
― Sigue, sigue así, clávame hasta el fondo, que buena polla tienes, igual que tu padre.
No sé si dijo esto ultimo a propósito, o bien se la escapó sin querer, supongo que Mari también debió oírlo. Pero yo seguí a lo mío, empujando dentro de mi tía cada vez más fuerte.
― Me corro, Carmen, ha sido buenísimo, ahí va mi leche…
El largo tiempo aguantándome, hizo que el coño de mi tía rebosase de leche, aun con mi polla dentro. Cuando la saqué terminé de escurrirla sobre su vello púbico, mientras su vagina escupía el semen que parecía no caberle dentro.
― Ha sido fantástico, no os podéis ni imaginar lo agradecido que estoy con vosotras.
― Y nosotras contigo. ¿Verdad mama? ¿Por cierto has dicho algo de su padre, o me lo he imaginado?
― ¿Yo? No, no he dicho nada, que yo recuerde....
― Lo habré imaginado. ―Dijo mi prima riendo.
― Espero que todo esto quede en secreto entre nosotros tres para siempre. ― Dijo mi tía, ahora con tono serio.
― Por supuesto sería incapaz de haceros algo así, os quiero demasiado, sois lo mejor que me ha pasado, me siento muy afortunado.
Eran ya las ocho de la tarde, cuando nos despedimos, lo hice con un abrazo, y un largo beso a cada una de ellas.
Mis pies parecían tener alas cuando volvía a mi casa. ¿Podía hacer en el mundo un muchacho más feliz, y con más suerte que yo?
*Aun tratándose de una pequeña cuidad, una noticia como la que ella me iba a contar, era todo un acontecimiento en aquella época. Más aun tratándose de personas muy conocidas por regentar un negocio.