Mi prima y su madre me convirtieron en un hombre 4

Verano del ´75. Un chico tímido intenta sobrevivir a la dureza de su despertar sexual en una sociedad marcada por muchos años de represión.

Cuando abrí la puerta que daba al patio, vi a mi prima venir hacia la casa.

—Hola Javi. ¿De dónde vienes?

—He ido al frigorífico a beber agua fresca. —Mi prima me miró extrañada, sabía que yo siempre bebía agua en la tienda de la gasolinera, y nunca me tomaba la libertad de entrar en la casa sin permiso.

—Bien, pues yo voy a ver que encuentro para merendar, me tengo que volver a ir enseguida.

— ¿Vas a ver a tu novio?

—No tengo novio, es solo un amigo. —De nuevo sentí rabia al pensar en aquel intruso tocando y besando a mi prima.

—Vale, yo voy a seguir con mi trabajo.

Pronto empezarían las clases, pero el chico que iba a volver al instituto era ahora muy distinto al que salió de allí unos meses antes. Pero aún le quedaba mucho por descubrir.

Mi prima y su madre me convirtieron en un hombre lV

Y llegó la tan odiada y temida vuelta a clase, nuevos profesores, pero los mismos adolescentes haciendo las mismas tonterías que en el curso anterior. Sobre todo, cuando había chicas mirando. Pero pronto mis compañeros de clase se dieron cuenta de que mi comportamiento había cambiado. Yo ya no me sentía cómodo haciendo las mismas gilipolleces que ellos hacían ante las chicas. Mis amigos más íntimos se mostraban preocupados al no verme “haciendo la cabra” al igual que ellos.

— ¿Qué te ocurre Javi, Tienes algún problema? —Era mi amigo Juan, estaba realmente preocupado.

—No, no te preocupes no me pasa nada, estoy bien, de verdad.

—Te vemos siempre pensativo y muy serio.

—Debe ser que me estoy haciendo mayor. —Respondí riendo.

— ¿No será que estas enamorado?

—Ya quisiera, pero no tengo a quien amar. A ver si durante este curso tengo algo más de suerte con las tías.

—A todos nos ocurre lo mismo, solo pillamos algún que otro beso y poco más, son todas unas estrechas.

Cuando se alejó me quedé reflexionando… ¿Enamorado? No me había planteado esa pregunta, y a decir verdad no sabía qué respuesta darme a mí mismo. Aún seguía en mi cabeza el recuerdo de lo vivido con mi tía y mi prima, solo habían trascurrido un par de meses. Pero aquellos recuerdos serian imborrables para mí.

Una y otra vez volvían a mi mente los momentos vividos con aquellas dos mujeres, las seguía deseando por igual. A veces llegaba a pensar que estaba enamorado se ellas, pero inmediatamente intentaba alejar esa idea de mi cabeza. ¿Se puedes estar enamorado de dos mujeres a la misma vez? Siempre había oído decir que eso era imposible, además eran parte de mi familia, eso lo convertía todo en algo pecaminoso e inconfesable.

A pesar de ello, mi cabeza giraba en torno a ello cada vez que me masturbaba. Era algo que no había cambiado para mí, seguía meneándomela con la misma frecuencia, pero ahora lo hacía sabiendo lo que se siente al follar con una mujer. No necesitaba imaginar nada, solo necesitaba recordar todo lo vivido en aquella gasolinera, y de nuevo mi polla me pedía que le diese el alivio necesario, llenando de leche las paredes de los baños del colegio, y también mis sábanas por la noche.

No había vuelto a ver a mi prima desde que me despedí del trabajo, estudiábamos en distintos centros, y tampoco coincidíamos cuando yo salía por la ciudad. Hay que tener en cuenta que entonces no existían los teléfonos móviles ni nada parecido.

En cuanto a mi tía, tampoco había vuelto a saber de ella. Aun teniendo unas ganas locas de verla, me daba algo de corte ir por la gasolinera. Me daba un poco de vergüenza volver a ver a Carmen, aunque en el fondo lo deseaba con locura. Tampoco sabía nada de su situación matrimonial, y eso me preocupaba. El imaginarla sufriendo me llenaba de rabia.

Hasta que casualmente, una tarde me encontré con Mari, iba caminado con una de sus amigas. Una ola de alegría recorrió mi pecho cuando se acercó a mí.

—Hola Mari, cuanto tiempo sin verte. —Y le di unos besos en las mejillas

—Vaya, no has vuelto por la gasolinera desde este verano.

—Tengo ganas de ir, pero lo voy dejando de un día para otro, y el tiempo va pasando…

—Te presento a mi amiga Pepi. —Pepi, este es mi primo Javi.

—Encantada, tu prima me ha hablado algunas veces de ti. Te aprecia mucho.

—Hola Pepi, encantado de saludarte. —Fue ella quien acercó su cara para darnos los besos de rigor.

—Puedes venir con nosotras si quieres, Voy a acompañar a Pepi a su casa, y luego podemos volver juntos paseando.

—Me parece bien, hace mucho que no nos vemos, y me apetece hablar contigo.

Dejamos a Pepi en el portal de su casa y empezamos a caminar en silencio, ahora parecía que ninguno de los dos se atrevía a romper aquel silencio.

—Bueno, Javi, cuéntame cómo te va la vida. ¿Tienes novia?

—No, parece ser que aún no ha llegado mi momento.

—Tienes que poner algo de tu parte, si una chica te gusta debes decírselo.

—Ya lo hago, he perdido mucho de mi timidez, gracias a ti.

—Y También gracias a mi madre. —Añadió riendo.

— ¿Qué tiene que ver tu madre en esto?

—Anda, no te hagas el tonto, pero no tengo ganas de hablar de eso ahora.

Yo tampoco quise insistir sobre ese tema, al parecer mi prima sabia más de lo que yo creía. Tampoco me atreví a preguntarle sobre el estado de la relación entre sus padres. Seguimos caminando hasta pasar frente a la entrada de un parque.

— ¿Te apetece que no sentemos un rato? Me duelen los pies de tanto caminar.

—Está bien, yo también he andado mucho esta tarde. Por cierto, ¿cómo vas con tu novio?

—Lo dejamos, mejor dicho, me dejó él a mí. Pero creo que no he perdido gran cosa.

— ¿Por qué dices eso?

—Es un sinvergüenza, una vez que consiguió lo que buscaba me dejó por otra. —Unas lágrimas parecían querer escapar de sus ojos.

— ¿Te refieres a…?

—Si, más vale que me hubiese entregado a ti mí primera vez, y no a ese hijo de puta.

—Siento de verdad que te haya ido mal. ¿Qué pasó, no te gustó hacerlo?

—Lo hicimos un par de veces, la primera vez me hizo mucho daño, no tuvo ningún tacto conmigo. Y la segunda vez no sentí nada, se comportó como un egoísta, solo buscaba correrse, yo no le importaba para nada. Afortunadamente no me he quedado embarazada, porque tampoco quiso usar preservativo.

—Menudo hijo puta, me encantaría darle una buena paliza.

—Mejor olvídalo, no te metas en problemas.

Volví a mirar su cara, ahora las lágrimas cubrían sus mejillas. Al igual que hice con su madre, acerqué mis labios para sorber aquel liquido salado.

—Nos puede ver alguien, Javi. —Dijo mientras mis labios recorrían sus mejillas.

—A mí no me importa, tampoco creo que toda la ciudad sepa que somos primos.

Mi boca busco ahora sus labios, y ella accedió mansamente a dejarse besar. Pero enseguida separó su boca.

—Lo siento Javi, no me siento cómoda, la idea de que alguien pueda reconocernos me supera.

—Te comprendo, pero son tantas las ganas que tengo de abrazarte y besarte. No te imaginas cuantas veces he pensado en ti desde aquel día.

—A mí también me apetece estar contigo, eres muy cariñoso, y ahora necesito mucho cariño.

—Pero no se me ocurre un lugar donde podamos estar a solas.

—Espera unos días, ya se me ocurrirá algo. Llamaré a tu casa con cualquier pretexto y ya quedamos.

—Me parece buena idea, pero no te olvides de ello. Tengo muchas ganas de ti, creo que te quiero. —Mis palabras eran sinceras, a menos que yo no supiese aun lo que era el amor.

—No digas eso, somos primos, solo podemos sentir amor fraternal. Lo demás está prohibido.

— ¿Se pueden prohibir los sentimientos?

—Supongo que hay gente que así lo cree.

Dicho esto, se despidió de mí con un beso en la mejilla, y cada cual nos encaminamos hacia nuestra casa.

Durante el resto de la semana estuve atento al teléfono, pero ninguna de las llamadas era de mi prima. Hasta que el viernes por la tarde, al descolgar, pude oír su voz.

—Por fin has llamado, estoy toda la semana pendiente del teléfono.

—Ya he encontrado una solución.

—Te refieres a lo que hablamos. —No podía dar detalles, mis padres podían estar oyéndome.

—Tengo una amiga, cuyos padres tienen una pequeña casa de campo, más bien una cabaña, en las afueras. La he convencido para que me deje las llaves este domingo, por supuesto no sabe que voy contigo, le he dicho que tengo un nuevo novio.

— ¿Pero, y sus padres? ¿No hay peligro de que aparezcan por allí?

—La familia se va de viaje este fin de semana, por lo que no volverán hasta el domingo por la noche.

— ¿Entonces, cuando nos vemos?

— ¿Qué te parece el domingo a las tres de la tarde?

—Preferiría pasar todo el día contigo.

—No es posible, por la mañana tengo que ayudar a mi madre en casa. Nos vemos a las tres en la parada que hay frente al Corte inglés. El autobús nos deja a tan solo quince minutos de la casa.

—Vale, pues en eso quedamos, hasta luego Juan. —Oí la risa de mi prima al otro lado del aparato.

—Hasta luego Cati, un beso.

— ¿Quién era? —Preguntó mi madre, tan curiosa como siempre.

—Mi amigo Juan, no es nada importante. Creo que no deberías preguntar cada vez que hablo con alguien.

—Lo siento hijo, no volveré a preguntar. —Dijo con tono ofendido.

—Compréndelo Javi, es algo que no puede evitar, es más fuerte que ella. —Añadió mi padre riendo.

— ¿Os habéis unido los dos en mi contra? Pues os dejo solos. —Y se fue a ver la tele al salón.

A partir de ese momento, empecé a contar las horas y a soñar con lo que iba a pasar el domingo. Hasta que por fin llegó el momento, llegué con media hora de antelación a la parada del bus. Mis ojos no dejaban de mirar entre la gente ansiosos por ver aparecer a mi prima, mi corazón daba un blinco cada vez que veía a alguna chica que se le parecía. Por fin, un cuarto de hora después la vi a lo lejos, y respiré aliviado.

—Hola Javi. —Llevaba un pequeño macuto en la mano, y su respiración era agitada.

—Hola mari, pareces cansada.

—He venido a paso ligero, mi madre me ha tenido ocupada hasta el último momento.

—Siéntate y descansa. ¿Qué llevas ahí? —Pregunté señalado el macuto.

—Unas toallas y jabón, no sé con qué nos encontraremos allí.

— ¿Pero conoces el lugar?

—Estuve algunas veces allí cuando era pequeña, creo que sabré llegar.

Media hora después, el autobús nos dejaba a las afueras de la ciudad.

—Hay que seguir por ese camino durante un par de kilómetros. —Dijo mi prima, señalando un camino de tierra que se adentraba entre viñedos.

—Dame el bolso, yo lo llevaré ahora. —Me colgué el bolso en bandolera, y mi mano buscó la suya.

Seguimos así, en silencio, solo interrumpido por nuestra risa nerviosa, cada vez que nos mirábamos a los ojos, y yo apretaba con más fuerza su mano.

—Allí es. —Dijo mari después de diez minutos caminando.

La pequeña casa destacaba entre los viñedos, solitaria, tan solo rodeada por algunos árboles.

—Es muy bonita, parece sacada de un cuento.

—Los viñedos que la rodean son también de mi amiga, es en época de vendimia cuando más utilizan la cabaña.

Una vez ante la puerta de madera, mi prima introdujo la llave en la cerradura, no era un llavín, sino una lleve grande de las que ya no se ven hoy día. Abrió la puerta despacio, con el respeto que impone un lugar ajeno. El interior estaba en penumbras.

Abrimos una de las ventanas y la estancia se iluminó, desvelando así los misterios que escondían las sombras.

—Lo recordaba todo más grande. —Dijo mi prima.

—Es lo normal, siempre ocurre con los recuerdos de la infancia.

La casa tenía tan solo un salón principal con una chimenea, una habitación con dos camas, y un pequeño cuarto de baño. La cabaña no disponía de electricidad, aunque si contaba con agua proveniente de un gran deposito que había en el exterior.

—Por fin, ya estamos solos, aquí estoy tranquila, nadie puede vernos. —Y cerró la puerta desde dentro.

Lo siguiente fue fundirnos en un abrazo, dando rienda suelta a nuestras bocas hambrientas de deseo, nuestros labios se buscaron, uniéndose en un beso que solo se veía interrumpido cuando mis labios besaban su cara.

—Tengo que ir al baño, voy a lavarme, aunque tendrá que ser con agua fría. —Dijo mi prima.

—Vale, luego voy yo.

Momentos después estábamos los dos dentro de la habitación. Mari saco una gran toalla de su macuto y la extendió sobre el colchón desnudo de una de las camas.

—Mi amiga Cati me previno sobre esto, no hay sabanas ni nada parecido. Por eso traje unas toallas.

Luego sacó por completo el cajón de una de las mesillas.

—Aquí están. —Dijo riendo— Mi amiga viene a menudo aquí con su novio, me dijo donde escondía los preservativos.

—Yo ni había pensado en eso, que despistado soy, claro que tampoco sabía hasta donde querías llegar.

—Que tonto eres, ¿Para qué crees que te iba a traer hasta aquí? —Dijo, a la vez que se quitaba la camiseta.

El morbo recorrió todo mi cuerpo al oír sus palabras, y una tremenda erección se apodero de mi pene al ver como se quitaba la ropa. Hice lo propio, Mari sonrió cuando vio mi polla apuntado hacia el techo.

—Vaya, veo que tienes bastantes ganas.

—Estoy que ardo por dentro, llevo mucho tiempo soñando con este momento.

—Ven aquí, abrázame.

Nuestros cuerpos desnudos se juntaron, y de nuevo nuestros labios se buscaron. Y así unidos en aquel abrazo, caímos sobre la cama. De nuevo los pezones de mi prima se encontraban dentro de mi boca, tan duros como la vez anterior. Chupé aquellos pechos hasta oír como pequeños gemidos escapaban de su boca. Luego fui deslizando mi boca por su vientre, besando todo su cuerpo hasta detenerme el su monte de Venus. Una vez allí separé sus piernas para contemplar aquel coño, tantas veces deseado por mí.

No pude evitar una sensación de rabia mezclada con el deseo, al recordar que aquella maravilla había sido de otro hombre. Que un sinvergüenza que no lo merecía había penetrado aquel cuerpo, para luego desecharlo como un pañuelo usado.

Sumido en mis pensamientos me quedé mirando aquel coño que ahora se abría ante mis ojos solo para mí. El escaso vello que lo rodeaba, su interior rosa como terciopelo, y cado uno de sus repliegues, todo era maravilloso para mí.

—Sigue, no te quedes ahí parado, estoy muy caliente. —Era la voz quebrada de mi prima, sumido en mis pensamientos la tenía abandonada.

—Me he quedado embelesado mirando. —Me disculpé.

Y mi mano pasó a explorar lo más íntimo de aquella adolescente, cuya belleza iba creciendo día a día. Metí dos dedos dentro de su vagina, y esta vez, ella no se opuso. Mi mano se empapo de sus flujos calientes, tan calientes como los gemidos que escapaban de su boca.

—Javi, cómetelo, quiero que hagas que me corra como lo hiciste aquel día, no he vuelto a sentir algo así. —Mi Mari no se andaba por las ramas, sabía lo que quería.

Sin más hundí mi cara entre sus muslos, y mi lengua paso a lamer todo aquel valle, introduciendo mi lengua dentro de su vagina, para luego llegar al clítoris, y vuelta a empezar. Los gemidos de mi prima iban en aumento, y unos calambres parecían recorrer su cuerpo cuando mi lengua rozaba la parte más sensible de su cuerpo.

—Ahí, sigue ahí, en el sitio, sigue hasta que me corra. — Su tono era imperativo, pero su voz era ronca, sensual y ardiente.

Succioné, y lamí aquel clítoris, con la fuerza que me permitía mi lengua. Me empezaba a resultar difícil seguir el ritmo de su cuerpo que se tesaba, mientras su pelvis subía y bajaba. Y ella con sus manos atraía mi cabeza para asegurarse de que no me iba a escapar. Sus gemidos se convirtieron en gritos, mezclados con resuellos y palabras que me costaba entender. Y al final sentí como su cuerpo se relajaba de golpe, hundiéndose en el colchón, recorrido por algunas convulsiones.

—Ya está, ya cariño, ya he llegado, déjalo ya.

Levante mi cabeza para ver su cara, estaba roja, sus ojos fijos en el techo, y su cuerpo estaba cubierto de sudor.

— ¿Te ha gustado? —Le pregunté.

— ¿Acaso lo dudas? Es la segunda vez en mi vida que me corro así. Solo tú lo has conseguido. Vamos ponte bocarriba, ahora te toca a ti.

Tan pronto como lo hice, sentí el calor de su boca envolviendo mi polla.

Se tragaba mi polla una y otra vez, mientras una de sus manos acariciaba mis huevos, a la vez que la usaba como tope para no atragantarse. El placer iba en aumento con cada uno de los chupones y lametones que recibía mi glande, para luego volver a sentir el calor del interior de su boca. A pesar de ello sentía envidia de mi prima, lo que su cuerpo había sentido momentos antes, debía ser cien veces mayor que lo que yo podía llegar a experimentar. A pesar de mi corta experiencia, ya me había dado cuenta de lo fuerte que es un orgasmo femenino, nada comparable con el de un hombre.

Momentos después mi mente luchaba una vez más contra mi polla a punto de llegar al clímax, mientras yo me negaba a córreme tan pronto.

—Mari, déjalo ya, estoy a punto de correrme.

Pero su boca no se separaba de mi miembro, parecía no haberme oído.

—Ya no aguanto más, para ya. —Y con mi mano toqué su cabeza para que obedeciese.

Pero fue inútil, mi prima tenía aun mi polla dentro de su boca cuando sentí como el primer chorro salía de mi glande, y a este le siguió otro, y varios más. El esperma escapaba por la comisura de los labios de mi princesa, pero no retiro la boca hasta que comprobó que me había corrido del todo. Entonces se levantó y fue a escupir al lavabo, luego se enjuagó la boca.

—Pero Marí, me he corrido en tu boca, es increíble, no esperaba algo así. —Le dije cuando volvió.

—Te dije que tenía que hacerlo algún día, ya ves, esto también lo he probado contigo.

— ¿Y qué te ha parecido?

—Me ha encantado sentir los espasmos de tu polla y la fuerza de los chorros de leche dentro de mi boca. Pero me ha faltado valor para tragar, he oído decir que algunas mujeres lo hacen.

—Gracias, eres adorable. Supongo que no nos iremos todavía, me he quedado con ganas de, ya sabes…

—Yo también quiero hacerlo, primero vamos a descansar un rato.

—Pero poco rato. —Dije sentándome a su lado en el borde de la cama.

—Tienes que ir a lavarte vas cubierto de restos de leche, y eso es peligroso, me puedo quedar embarazada.

Obedecí, y me lavé muy bien la polla y los huevos en el lavabo.

Mi prima seguía sentada en el bode de la cama, me senté a su lado y de nuevo unimos nuestros labios, había algo más que deseo carnal en nuestros besos. los dos lo podíamos sentir, pero nos negábamos a aceptarlo.

—Tiéndete bocarriba. —Dijo Mari, a la vez que rompía el envoltorio del preservativo. —Voy a intentar ponértelo.

— ¿Has puesto alguno?

—No, es el primero, pero no parece difícil, solo hay que desenroscarlo hacia abajo. Aunque me temo que no la tienes lo bastante dura para eso.

Inclinándose sobre mí, se metió todo mi pene dentro de la boca, instantes después ya no le cabía toda dentro.

—Vaya, hay que ver con qué rapidez crece, ya la tienes durísima. —Con delicadeza desenrolló el látex, hasta que este cubrió todo mi falo.

—Parece que me la has plastificado. —Reí.

—Así no hay ningún peligro. —Dijo a la vez que se tendía a mi lado sobre la cama.

Sin dudarlo un instante, me eché sobre ella acomodándome entre sus piernas.

—Espera, cómeme un poco el coño, quiero estar caliente cuando me la metas.

—Lo siento, tengo tantas ganas que no había pensado en eso.

Y escurrí mi cuerpo hasta tener de nuevo mis labios dentro de su vulva, caliente y húmeda. No tuve que esforzarme mucho para que me pidiese que parase, ya estaba a punto.

—Ya puedes Javi, estoy preparada, creo que esta vez sí me va a gustar.

Saqué mi cabeza de entre sus piernas, y trepé hasta besar su boca con mis labios aun mojados de sus flujos más íntimos. Mari se incorporó ligeramente para coger mi polla con su mano, guiando el glande hacia la entrada de su vagina.

—Ahí está, empuja despacio no me hagas daño. —Sus palabras fueron seguidas por un suave gemido sostenido que duró hasta que mi polla entró por entero.

Ella elevó ligeramente su pelvis como buscando que le entrase aún más.

—Así Javi, empuja todo lo que puedas, me encanta. Vamos, ahora, muévete, dale fuerte.

Apoyé los pies en la barandilla de la cama y empujé tanto como pude, para luego aflojar la presión, empezando así a bombear dentro de aquel coño. Recordando mi experiencia anterior, decidí no ir demasiado deprisa, así que opté por empujar con fuerza, pero de forma pausada.

— ¿Te gusta así, Mari, cariño?

—Me encanta, no había sentido algo así antes, dale más rápido.

—No me quiero correr muy pronto, por eso voy despacio.

Y aceleré un poco el ritmo, aunque me estaba resultando difícil controlarme conforme me iba acercando al clímax.

Intenté distraer mis pensamientos, pero los gemidos de mi prima me volvían a la realidad, y al inevitable deseo de eyacular. Pero fue ella quien me sorprendió.

—Dale, Javi, ahora, dale, me corro Javi, esto es muy bueno. —El resto de sonidos que escaparon de su boca no dejaba lugar a dudas, se estaba corriendo.

—Yo también Mari, yo también. —Y empujé tan fuerte como pude, mientras sentía como la leche escapaba de mi polla.

Los labios de mi prima buscaron los míos, abrazándome con todas sus fuerzas, mientras su cuerpo se estremecía dando por finalizado su orgasmo.

—Solo me he corrido tres veces, y las tres han sido contigo, con mi propio primo. —

Dijo, y sentí como su cuerpo se relajaba bajo mi peso.

Yo no podía decir lo mismo, su cuerpo era el segundo que yo probaba, por lo que opté por no responder, mientras me quitaba el preservativo, lleno de leche y le hacia un nudo.

— ¿Qué hago con esto?

—Sera mejor que lo tires fuera de aquí, no vaya a ser que los padres de mi amiga lo vean.

— ¿Nos tenemos que ir ya? Pregunté.

—Si, el ultimo autobús pasa dentro de media hora.

—Vaya, me hubiese gustado repetir.

—A mí también, pero no queda tiempo. Tal vez podamos quedar otro día.

—Ojalá.

Nos vestimos, luego nos aseguramos de que todo se quedase tal como estaba cuando llegamos, cerrando la puerta emprendimos el camino de vuelta. De nuevo cogidos de la mano.

—Javi, me gustaría preguntarte una cosa.

—sí, dime.

— ¿Qué pasó entre mi madre y tú?

Por fin cayó la temida pregunta, llevaba días esperándola, aunque en aquel momento lo había olvidado.

—Nada que iba a pasar. —Respondí girando la cabeza hacia otro lado.

—Me lo puedes contar no me voy a enfadar, no te preocupes.

— ¿Pero por qué te empeñas en que tuvo que pasar algo?

—Sabes muy bien de que hablo, del día en que te vi salir de mi casa, luego vi que mi madre salía casi desnuda de su habitación. Al verme sé quedó tan pálida que creí que se iba a desmayar. Pero yo preferí no preguntarle nada.

—Suponiendo que hubiese pasado algo entre tu madre y yo, no te lo podría contar, eso sería faltar a mi palabra.

—O sea que estas admitiendo que si paso algo. —Reía, parecía divertirse con este juego.

—En ese caso tendría que decirte toda la verdad, y eso incluye a tu padre, y te podría hacer daño. —Sentí la presión de su mano dentro de la mía, cuando dije aquello.

— ¿De qué se trata? Por favor dímelo. —Había dejado de andar y su mano se había soltado de la mía, sus ojos interrogaban los míos.

—Tu madre fue a verme, iba llorando, había descubierto que tu padre la engañaba con otra, pero no quería que tú lo supieses. No quería hacerte sufrir.

—Mi madre nunca me dijo nada. Vaya un cabrón, con lo recto que pretende ser con los demás.

—Tu madre tenía tanta rabia y tanto dolor dentro; que me pidió que me acostase con ella. Y yo me aproveché de las circunstancias. Ahora me odiaras, supongo.

—Estoy confundida, pero tampoco la puedo culpar por lo que hizo, yo también lo estoy haciendo contigo. En cuanto a ti, es lo normal, además con las ganas que tenías de probar eso…

Reanudamos el camino con paso rápido para recuperar el tiempo perdido.

— ¿Le vas a decir algo?

—No puedo hacerlo, eso supondría confesarle que sé lo de mi padre, creo que tarde o temprano, será ella misma quien me lo cuente todo, la conozco lo suficiente.

— ¿Entonces lo nuestro se acabó?

—Yo no he dicho eso, aunque estoy un poco celosa al saber que no he sido la primera.

—Yo tampoco lo he sido para ti, fue aquel novio que tenías.

—No me lo recuerdes, por favor.

—No lo volveré a hacer, perdóname.

—Pero no puedo evitar preguntarte una cosa, me puede el morbo. ¿Con cuál de las dos te ha gustado más? —Su voz volvía a ser alegre.

—Me sería imposible decidirme por una de vosotras dos, para mi sois una réplica de la misma mujer, solo que con edades diferentes. Me ha encantado hacer el amor contigo, pero debo admitir que también me gustó mucho hacerlo con tu madre. Ella es aún muy guapa, y tú lo estas siendo cada día más. Creo que estoy enamorado de las dos, tal vez porque sois dos amores prohibidos.

Pronto llegó el autobús, no hablamos casi nada durante el camino de vuelta. Con disimulo posé mi mano sobre su muslo, y ella puso la suya encima. Así, pensativos y en silencio, llegamos a nuestro destino. Allí nos despedimos con unos besos, castos y fraternales.

—Espero que vayas algún día por la gasolinera, mi madre debe echarte de menos.

— ¿Lo dices en serio?

—Si, claro, lo que pasó no significa que no debas volver por allí. Y yo también estaré deseando volverte a ver.

—Tú también podrías ir algún día por mi casa, hace mucho que no vas por allí.

—Tienes razón, creo que debemos volver a estrechar los lazos familiares.

Con la sonrisa que me provoco aquel comentario, me quedé mirando como mi prima se alejaba. Su figura, y su mirada cuando giró su cabeza, volvían a despertar el deseo en mí.

Y con esto termina la cuarta y última parte de este relato que podría ser interminable, deseando os haya gustado.

Espero vuestras opiniones.

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