Mi Prima Valeria (VI)
Nos volvemos a ver. Nochebuena en familia.
El año ya estaba llegando a su final. Diciembre era un mes super activo para nuestra familia, entre mi cumpleaños, el de mi prima, navidad y año nuevo, este era el mes cuando más nos solíamos reunir. Desperté y ya era 23 de diciembre, estábamos a 2 días de navidad, lo que también indicaba que dentro de un día íbamos a estar todos reunidos para cenar en la casa de mis viejos como solíamos hacer los últimos años. Ellos dos, mis tíos y mis primos, todos, incluida mi primita Vale. La primita que me había comido la boca la noche anterior. La misma que me dejo la cabeza dando vueltas y me hizo difícil conciliar el sueño.
Solo nos habíamos besado, pero eso desencadenó un sinfín de emociones dentro mío. Estuve buena parte de la noche, pensando en cuál iba a ser el próximo paso. Incluso malgasté mi tiempo pensando en lo pésima que fue la decisión de llevarla hasta su casa, sin decir nada en el camino. Deberíamos haber hablado antes, quizás así el beso hubiera pasado en otro lado y podríamos haber terminado la noche en otro lugar.
Esa mañana me desperté totalmente desorientado, confundido y lleno de sudor. Había tenido un sueño que se sintió demasiado real. Aunque supongo que la mayoría de los sueños se sienten así. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no tenía un sueño como ese. Tan fuerte, tan real, tan excitante.
Una ducha fría de 20 minutos fue necesaria para sacarme del estado en el que me había dejado esa situación.
En el sueño, yo estaba acostado, tirado en mi cama desnudo y tapado solo con una sábana, como muchas veces solía dormir. Pero no estaba solo. Alguien estaba en la cama conmigo, alguien me estaba despertando de una manera muy particular. Podía sentir su boca rodeando mi miembro. Podía sentir su mano sosteniendo mis huevos y su cuerpo de costado, sobre una de mis piernas. Podía sentir su pelo rozar la cara interna de mis muslos y mi cintura cada vez que subía y bajaba la cabeza. Lo estaba pasando espectacular. El único problema es que no sabía quién era la que estaba debajo de la sábana, quién era la que estaba dándome todo ese placer.
Dude unos segundos entre si apartaba la sábana o no. Después de todo, si estaba en la cama conmigo yo tenía que saber quién era. ¿Cómo puede ser que no recuerde quien es? ¿Qué pasó anoche? Todas esas preguntas inundaban mi cabeza.
Finalmente me decidí y corrí la sábana.
No la podía ver. Solo veía la parte de arriba de su cabeza, su pelo, hasta que de repente, levantó la miraba. Esos ojos eran inconfundibles. El corazón me dio un salto.
- Vale! – grité.
Ese fue el momento cuando me desperté. Totalmente confundido y excitado. Pero esa imagen, mi primita mirándome a los ojos mientras subía la cabeza despegándose de mi cuerpo y sonriéndome. Estaba con ropa interior, lencería azul que le quedaba bien ajustada al cuerpo y levantaba sus pechos. Ahí estaba ella, tirada de costado en mi cama, con su mano en mi entre pierna. Esa imagen solo duró un segundo en mi sueño hasta el momento en que desperté, pero se me quedó grabada en la cabeza para siempre.
Era lunes y tenía que ir a trabajar. Algo que no tuve muy en cuenta a la hora de desvelarme el día anterior, así que llegué a la oficina hecho un zombie. Todo el día me lo pasé de reunión en reunión, sin prestar demasiada atención a las cosas que me decían.
Cada segundo libre miraba mi celular para ver si recibía algún mensaje de mi prima. Incluso entré como 20 veces a Instagram para estar atento a sus posteos.
No había nada nuevo. Pero eso no me impidió volver a revisar por milésima vez, las fotos de su feed. Iba directo a las fotos en las que ella estaba en bikini. Era increíble lo precisa que había sido mi fantasía. Sus piernas, sus pechos, la forma de su cinturita y hasta su ombligo. Era perfecta.
Desgraciadamente el trabajo no era el mejor lugar para ver las imágenes y recordar el sueño, así que después de mirar por un par de minutos cerraba las ventanas y volvía a intentar concentrarme en mis tareas. Eso se hizo casi imposible a lo largo del día.
No fue hasta que llegué a casa que recibí un mensaje de Vale.
- Hola primito!
- Ey! Todo bien?
- Si, vos? Como viene tu día?
- Aburrido. Casi ni dormí. Estoy que me caigo.
- Yo estoy igual. Hoy fui a la facu y me quedaba dormida.
- Que bajon!
La charla parecía lo más común del mundo entre dos amigos y nada más. Hasta que me llegó el siguiente mensaje.
- Anoche nos interrumpieron en el mejor momento.
Me tomó un poco por sorpresa. Pero mi prima en realidad era así. Directa. Quizás daba un par de vueltas al principio, pero después encaraba y decía lo que quería decir. Era algo que me encantaba de ella.
- Si – Fue todo lo que se me ocurrió escribir.
- Mañana igual nos vemos
- Si. Mañana a la noche nos vemos.
- Donde empezó todo.
Me volvió a descolocar. No estaba seguro antes, no sabía si ese día en mi cumpleaños, había empezado todo para mí o para ella también. Había sido un día distinto y ese encuentro en el pasillo del primer piso ciertamente es el que me había volado la cabeza, pero hasta ahora seguía debatiendo si había sido todo mi imaginación o ese día en particular mi prima se me estaba insinuando abiertamente. Preferí hacerme el tonto.
- Donde empezó todo?
- Dale tarado. Te pensas que no me di cuenta ese día como me mirabas en la pileta.
¡Mierda! Y yo que pensaba que lo había podido disimular aunque sea un poco.
- No me acuerdo – mentí de nuevo.
- Enserio? Y yo que me había comprado ese bikini solo para vos :(
¡Hija de puta! Iba de madura y directa a nenita caprichosa en un abrir y cerrar de ojos. O de un mensaje a otro para ser más preciso. Pero me encantaba.
- Claro. Te compraste un bikini para mostrárselo a tu primo?
- No era el bikini lo que quería que vieras.
- Y qué querías que viera? – no iba a ser yo el que diera el primer paso en este jueguito.
- Contestame vos primero otra cosa.
- Qué?
- Te parece que tengo buena cola primito?
Eso ya era crueldad pura. Era una pregunta con una sola respuesta sin importar si sos hombre, mujer, si te gustan los hombres o las mujeres. Nadie, pero nadie en el mundo podía ver la cola de mi prima y decir que no era una cola perfecta. Decir que no, era mentir, porque era sin lugar a duda, hermosa. Pero decir que si era darle lo que ella quería.
- Supongo que si.
- Supones? No sabes?
- No creo haberle prestado tanta atención como para poder juzgar . – mentira. Creo que nadie conocía esa cola como yo. En las últimas semanas había visto todas las fotos de mi prima en bikini o con su calza de ejercicio incontables veces.
- Seguro?
- Si, por?
- Que raro! Por que me parece que visitaste mis fotos de Instagram un montón de veces, la debes conocer de memoria.
Pánico. Eso me recorrió el cuerpo en ese instante. ¿Cómo sabía eso? ¿Tenía una de esas aplicaciones donde te dicen cuando alguien ve tus fotos? ¿Era eso? Tenía que ser eso, no podía ser otra cosa.
- ??? – Esa fue toda mi respuesta, necesitaba ganar tiempo y saber si se la estaba jugando o enserio me había descubierto.
- Me llegan las notificaciones primito. Los últimos meses viste muchas veces mis fotos. Sobre todo las de la playa. Pero capaz es porque te gustan los trajes de baño, por eso me compre un bikini nuevo, para que mi primito que sabe tanto me pudiera decir si me quedaba bien o no.
¡Guau! Me tenía completamente atrapado. No tenía excusa válida. No había forma de zafar.
- No me acuerdo haber entrado a tu perfil tanto. Viste que esas aplicaciones no funcionan tan bien, son medio chamuyo.
- Si? Esta funciona bastante bien. La probamos un montón con mis amigas. Pero si, quizás funciona mal. Mi primo no es un pervertido que anda mirando las fotos de su primita. – Tenía que admitir algo. Valeria sabía perfectamente donde apretar cuando jugaba estos juegos.
- Obvio que no – mentí. Sí, mentí, porque si lo analizaba, era eso, el primo pervertido viendo y fantaseando con las fotos de su primita mucho más chica.
- Bueno. Lo dejamos ahí y te veo mañana primito.
- Dale. Descansa y te veo mañana. Un beso
- Otro.
Había perdido esa partida. Mi prima sin lugar a dudas, había ganado. Había controlado toda la situación y me había dejado descolocado, pero no podía reconocérselo. Al menos no de forma directa, no ahora.
Se me ocurrió otra forma de demostrarle que había ganado. Que había logrado lo que quería.
Entré a su perfil de Instagram y busqué una de las fotos del verano pasado. Había una en particular que me encantaba. Ella estaba en una pileta, sobre un inflable de esos que parecen una cama, para usar sobre el agua. Era una foto de primer plano, estaba boca abajo, con su codo apoyado sobre el inflable y su mano en su cara, con el dedo meñique ligeramente apoyado sobre el borde su labio inferior, apenas abriendo la boca. Con los ojos fijos en la cámara y de fondo, un poco más desenfocada pero perfectamente visible, su cola, solo cubierta por un bikini que parecía más bien un hilo rosa que solo adornaba esa circunferencia perfecta. Me encantaba esa foto. Me perdía en esa foto cada vez que la veía. En sus ojos, en la sombra de su pecho que se adivinaba entre su cara y el inflable.
No solía dar me gusta a las fotos de mi prima cuando eran como esa. No quería ser el “pervertido” que le da like a las fotos en bikini de su primita. Esta no había sido la excepción, por más que me encantaba.
Esa era la forma de decirle a mi primita que había ganado.
Lo pensé dos segundos y lo hice, le di “me gusta” a esa foto que tenía ya casi un año. Una foto que para encontrarla tenías que estar viendo las fotos viejas de ella. Tenías que estar si o si revisando su perfil un poco. El mensaje iba a ser muy claro y no había vuelta atrás. Ya vería al día siguiente cual era la reacción. Listo.
Finalmente llegó el 24 de diciembre. La primera mitad del día fue un descanso para mi cabeza, me olvidé por un rato del constante interrogante de cómo iban a ser las cosas con mi prima cuando nos volviéramos a ver. Estuve de un lado a otro comprando cosas para la noche. El pan, regalos de último momento para mis viejos y la carne que había encargado.
Este año me tocaba a mí hacer el asado. Siempre había sido algo de lo que se encargaba mi viejo, pero esta vez le había dicho que me iba a encargar yo. La verdad había dos razones. La primera era para sacarle un peso de encima. El pobre tanto en navidad como en año nuevo se lo pasaba laburando toda la noche y no podía disfrutar con la familia. Siempre en la parrilla haciendo el asado perfecto para todos. Y la segunda razón, un poco más egoísta, era que me molestaba un poco como servía la comida. Siempre lo mismo, desde que era chico, porciones chiquitas y bien cocidas. No era feo, para nada, pero a mi me gustaba la carne un poco más jugosa y no solamente tirada a la parrilla. Me gustaba marinar la carne, armar alguna salsa o mezcla que le diera un saborcito extra.
Para poder lograr todo esto tenía que dedicarle tiempo, así que después de una mañana de hacer compras y correr de un lado a otro, llegué tipo tres de la tarde a la casa de mis viejos. Despacio y a mi ritmo, fui preparando todo lo que necesitaba. El resto de la familia no llegaba hasta las 8 o 9 de la noche, y con el calor que hacía, decidí dejar mi mochila en el cuarto de arriba, el que usaba cuando me quedaba a dormir ahí. Bajé solo con mis ojotas, un pantalón corto y una musculosa. Había traído una muda de ropa y una maya para cambiarme después de preparar el asado. Quería poder estar en condiciones a la hora de brindar. Con este clima además, era seguro que después de brindar íbamos a terminar en la pileta.
Me dediqué a lo mío mientras charlaba un poco con mi viejo. Se lo veía relajado. Por primera vez en mucho tiempo no tenía nada a cargo. Yo me ocupaba de la carne y mi mamá de las ensaladas y el vitel toné. Le costaba desligarse pero le puse una copa de vino en la mano y dejé que el alcohol haga lo suyo.
Charla va, charla viene, la carne ya estaba en la parrilla, eran las ocho de la noche y el timbre sonó por primera vez.
Hasta ese momento todo mi ser estaba seguro de que era una navidad como cualquier otra, tranquila en familia, sin nada particular. Pero el sonido de ese timbre, me hizo salir del universo paralelo en el que había estado durante todo el día. Ese ruido significaba que del otro lado podía esta mi primita, la misma con la que había estado intercambiando mensajes la noche anterior. La misma que dos noches antes, había besado en mi auto, al dejarla en la puerta de su casa. La casa de sus padres. Padres que quizás vieron que fui yo el que la dejó esa noche. El que estuvo en el auto con ella por un tiempo largo, antes de que entrara a su casa.
Como me odiaba a mi mismo algunas veces. Era de pensar rápido e imaginarme escenarios todo el tiempo en mi cabeza. En muchas situaciones era algo positivo, pero desgraciadamente también lo hacía en momentos como este. El timbre acababa de sonar y todavía nadie había ido hasta la puerta, pero en esos segundos yo ya me había vuelto a imaginar a mi familia en gritos al enterarse de lo que había hecho con Valeria. Las mil y una formas de cómo mi tío me iba a ahorcar o ahogar en la pileta.
Mi papá era el que no estaba haciendo nada. Ya estaba cambiado y listo para recibir a las visitas, así que fue el que se encargó de ir a la puerta y recibir a los invitados.
Mi corazón latía fuerte mientras trataba de hacerme el que no miraba por la ventana para ver quién había llegado.
Las voces que escuche me calmaron. Eran mis primos, Pablo y David que habían venido juntos.
Estaba un poco aliviado de que fueran ellos. Eso iba a hacer la situación más fácil para cuando llegara el resto, por que ya no iba a estar solo en la parrilla a merced de mi prima y lo que sea que se le ocurriera hacer o decirme, con tal de ponerme nervioso y divertirse a expensas mías.
Unos 15 minutos después, el timbre volvió a sonar. Esta vez mi vieja fue la que se ocupó de ir a abrir la puerta y también me facilitó la tarea de investigar quién había llegado.
- ¡Llegaron todos juntos! – gritó desde la entrada de la casa y escucharon hasta los vecinos. Claramente mi viejo no era el único que ya había empezado con el vino.
Si bien me reí junto a mis primos por lo ruidosa que había sido, me alegré por que podía dedicarme a no mirar por la ventana, concentrarme en la conversación con mis primos y actuar de lo más natural cuando viera a Vale salir al patio para saludarnos. Que equivocado estaba.
Los primeros en salir fueron mis tíos, tanto los padres de mis primos como los padres de Vale y Sofi. Nos saludamos con un abrazo y un beso, pispearon la carne y volvieron a entrar en la casa. Después salió Sofía. Saludando al aire, tirando un beso para todos y como siempre con su celular en la mano. Se ve que saludar con un beso a tres personas era mucho trabajo para ella.
Enseguida se sentó al lado de David y siguió escribiendo como si nosotros no estuviésemos ahí. Estaba en su propio planeta.
Yo de lo seguro y tranquilo que estaba, empecé a ponerme nervioso. Ya había saludado y visto a todos, pero la que no aparecía era Valeria. Era raro que no haya venido a saludar. Le quería preguntar a Sofía pero no quería ser el que preguntara. Seguro alguien más lo iba a hacer.
- ¿Y Vale? – dijo finalmente Pablo a mis espaldas mientras yo me ocupaba de revisar el calor de la parrilla. Y sonreía por dentro.
- ¡Acá estoy! – escuché atrás mío y sentí un escalofrió por todo el cuerpo.
- No te des vuelta, hacete el desinteresado – pensé.
Escuchaba atrás mío como mis primos saludaban a Vale y le preguntaban como estaba. Sabía que se estaba acercando a mí, pero yo seguía jugándola de tranquilo.
- ¡Hola primito! – escuche justo a mis espaldas.
Cuando me di vuelta casi me infarto.
Vale estaba a un metro mío, con la pollerita de jean super corta que tanto le gustaba usar y una camisa blanca manga corta arriba, ajustada pero desabotonada en la parte superior. Lo suficiente como para que se pudiera ver muy fácilmente el bikini que llevaba abajo.
Un bikini rosa. Pero no cualquier bikini rosa. Era el mismo bikini rosa de la foto que yo había likeado la noche anterior. Era inconfundible. Lo conocía de memoria y lo reconocí a simple vista. Me quedé congelado.
Vale, con todo el resto de mis primos a sus espaldas, no hizo más que sonreírme triunfante. Había conseguido lo que quería, otra vez había ganado la partida. Todo mi esfuerzo, toda mi calma y serenidad para “jugarla de tranquilo” habían sido para nada.
- Pendeja de mierda – pensé mientras volvía a poder utilizar mi cerebro.
- Hola ¿no? – me dijo empujándome a que dijera algo.
- ¡Hola! – dije torpe y efusivamente – perdón, me quedé colgado pensando en algo de la carne – si, eso fue lo que dije, así de lento estaba funcionando mi cabeza que ni una respuesta coherente pude pronunciar.
Vale contuvo una carcajada y decidió apretar un poco más.
- ¿La carne? ¡Guau! Tiene una pinta eso. ¿Decís que falta mucho para que esté al punto? – siempre sonriendo y mirándome a los ojos. La hija de puta no había siquiera mirado la parrilla.
- Recién lo estoy por dar vuelta. Le falta un rato todavía – dije tranquilizándome y sinceramente llevando la conversación hacia la comida para la cena.
- No hay problema, para todo lo bueno siempre hay que esperar un poco.
Ese fue su punto final. Me regaló una sonrisa mordiéndose el labio inferior, se dio media vuelta y se sentó con mis primos a charlar. Yo no podía dejar de pensar en lo que había debajo de esa pollerita. Si trajo ese bikini, significaba que la parte baja era ese hilo rosa que había visto en la foto la noche anterior.
El resto de la noche, hasta la cena inclusive, fue como si Vale y yo nos hubiésemos dado una tregua. Nada de dobles sentidos, nada de miradas demasiado especiales. Creo que los dos asumimos lo mismo. Lo mejor era actuar como siempre y disfrutar ese momento en familia. Eso me hizo apreciar mucho más a mi prima. Me hizo confirmar lo que pensaba de ella, que era una chica madura para su edad. Que sabía cuando presionar y cuando no. Que no solo se dejaba llevar por sus impulsos sin importar el resto. Ella sabía que lo que teníamos era algo especial, pero también sabía que éramos primos y que nuestra familia estaba de por medio. Una familia integrada, compañera y feliz. Ninguno de los dos quería romper eso, simplemente para poder saciar los deseos que se habían despertado en nosotros.
Después de cenar y antes de que empezaran a traer las cosas dulces a la mesa junto con los espumantes, decidí irme a dar una ducha rápida. Cambiarme la ropa con la que había estado haciendo el asado y volver a bajar para brindar a las 12.
Subí a la habitación donde había dejado la mochila y agarré una toalla del mueble que había en el cuarto. Mi vieja siempre procuraba que yo tuviera un juego de sábanas y toallas listo en caso de necesitarlo. Por más que no vivía ahí con ellos, siempre me hacía sentir que esa casa era tanto mía como de ellos.
Fui al baño, me dí una ducha rápida y al terminar me puse la toalla alrededor de la cintura. Agarré la ropa que me había sacado y abrí la puerta del pasillo.
Ahí estaba de nuevo, al igual que hace tan solo unas semanas en mi cumpleaños. Mi primita en el pasillo, contra la pared y mirándome con una sonrisa. Era casi un dejavú.
- Te traje un regalo de navidad – me dijo sin dejar de sonreír, llevando la mano a su cara y apoyando su dedo anular sobre el borde de sus labios. Todo esto mientras me miraba de arriba abajo.
- ¿Si? – le dije desde el marco de la puerta pero empezando a caminar por el pasillo.
- Si. Y sé que te va a gustar.
- ¿Qué es? – le pregunté al ponerme justo delante de ella.
- Tenes que esperar hasta las doce – me dijo inclinando un poco la cabeza hacia el costado. No me había dado cuenta pero inconsciente mente había acercado mi cara a la suya un poco. Me había inclinado sobre ella.
- ¿No me podés dar una pista?
- Me parece que la pista ya te la dí – me respondió mientras con la mano izquierda agarraba el cuello de su camina y lo tiraba hacia el costado, para que se viera aún más el corpiño del bikini que llevaba puesto ¡Qué bien que le quedaba y como resaltaba sus pechos!
No pude aguantar, ni siquiera me di cuenta cuando fue que me acerqué tanto a ella. Pero mis labios ya estaban sobre los suyos.
Correspondió el beso, nuestras lenguas se encontraron nuevamente como hace un par de noches, pero esta vez no era una sensación nueva. Era una sensación familiar así que fue otro tipo de electricidad la que sentí. La que sentimos.
Mi mano izquierda se posó suavemente sobre el costado de su cara, sosteniéndola y demostrando que no quería dejarla ir. Mi mano derecha se posó sobre su cintura, trayendo su cuerpo hacia mí. Nuestros pechos se encontraron. Tan abierta tenía la camisa que podía sentir el roce de su bikini contra mi piel. Su mano se posó al costado de mi cuerpo, justo encima de la toalla. Recién ahí fue cuando caí en cuenta del contexto. Estaba casi desnudo en el pasillo de la casa de mis padres. Gentilmente terminé el beso y la miré a los ojos.
- Están todos abajo – le dije apoyando mi brazo contra la pared detrás de ella y bajando un poco la cabeza en clara muestra de frustración.
- Si, tenés razón – me dijo mordiéndose el labio y suspirando fuerte.
- Me tengo que vestir.
- ¿Seguro? – me dijo sorprendiéndome y haciendo que la vuelva a mirar a la cara.
Estaba sonriéndome y mirándome a los ojos, desafiándome. Era ahora o nunca.
- ¿Querés…?
- ¡CHICOS! – se escuchó por la escalera – ¡Ya son casi las doce!
Era mi vieja, como siempre tan oportuna.
- ¡AHÍ BAJO! ¡Primo! ¡¿Ya estas vos?! – gritó Vale enseguida para responderle a su tía y dejar claro que ella no estaba conmigo.
Le sonreí por la ocurrencia y me enderecé. Me dispuse a encarar rumbo al cuarto para poder cambiarme, pero Vale me agarró el brazo y me frenó. Me tiró hacia ella y me besó fuerte, como había hecho al despedirnos hace un par de noches. De nuevo, solo me sonrió y empezó a caminar por el pasillo.
Yo caminé hacia el cuarto y abrí la puerta, me di vuelta para ver a mi primita mientras entraba en la habitación. Ella estaba al final del pasillo, iba a bajar las escaleras cuando también se dio vuelta para verme.
No lo pensé, solo lo hice. Agarré el nudo de la toalla y lo solté. Empecé a sacarme la toalla, teniendo cuidado de no mostrarme entero frente a ella, que solo viera claramente que me había sacado la toalla y que sostenía la misma en la mano, justo delante mío, mientras agarraba la puerta con la otra y la comenzaba a cerrar.
Su cara era para una foto. Los ojos bien abiertos y el labio inferior de su boca se separó del superior, haciendo juego con sus ojos. Sorpresa total. Eso era lo que mostraba su cara.
Terminé de cerrar la puerta, dejando a mi primita al borde de las escaleras, congelada. Me quedé apoyado contra la puerta unos segundos. No sabía si ella se iba a ir o de golpe iba a abrir la puerta del cuarto. La verdad no tenía un plan, fue un acto de instinto puro. No escuchaba nada del otro lado. El silencio me ponía más nervioso. Hasta que por fin escuche los pasos bajar la escalera. Se había quedado al menos 5 segundos ahí, sin saber que hacer o decir, la había dejado totalmente congelada.
Mientras me cambiaba vi la pantalla del celular iluminarse sobre la cama. Lo agarré antes de salir del cuarto y vi que tenía un mensaje. Un mensaje de Valeria. Era claro y directo. “Sos un hijo de puta”. Sonreí al leerlo y supe lo que significaba. Esa mano la había ganado yo y mi primita me lo estaba haciendo saber.
Ya eran casi las doce. El día estaba terminando. Pero por suerte para mí, esto recién empezaba y esa no iba a ser la última mano que jugaríamos esa noche.