Mi Prima Valeria (I)
Vale, mi primita.
No puedo recordar el momento exacto cuando me di cuenta que Vale había crecido, la primera vez que la empecé a mirar con otros ojos y no solamente como mi primita molesta o pesada que siempre insistía en estar encima mío.
El hecho de que tuviéramos 10 años de diferencia, yo ahora con 29 recién cumplidos y ella casi 20 hizo que siempre la viera de esa forma, al menos cuando éramos más chicos. Era la nena molesta que siempre quería jugar con nosotros en Navidad pero no la dejábamos. Siendo un grupo de primos todos de más o menos la misma edad y ella era única que desencajaba, esa situación se daba seguido en las reuniones familiares.
Sin embargo, los tiempos en que se sentaba en mi regazo, me pedía mis juguetes y se colgaba de mi cuello para que la levantara habían quedado atrás. Ya no le interesaban las muñecas, los caballos y mirar dibujitos. Ahora su vida estaba compuesta de lunes a viernes por la facultad y el gimnasio y todos los fines de semana por un boliche nuevo junto con el grupo de amigas que mantenía desde el colegio. La vida de alguien de 20 que tiene ahora sus libertades y que por suerte aún no tiene la necesidad de salir a trabajar.
El gimnasio era el factor que más me llamaba la atención. Desde que terminó el colegio hacía ya un par de años, se había dedicado intensamente a sus rutinas de entrenamiento. Estaba obsesionada con su cuerpo. Comer bien, hacer mucho ejercicio y sobre todo lucir sus logros en Instagram como estaba de moda. Vale era de esas chicas que tiene un perfil de Instagram lleno de fotos suyas frente al espejo del baño, en el patio de su casa, en algún lugar vistoso o simplemente una selfie, siempre con filtros y detalles que claramente le llevaba una inversión de tiempo significativa. La mayoría de esas fotos si bien eran “lindas” podían clasificarse como inocentes, pero una vez por semana como mínimo subía una foto justo antes de ponerse a entrenar, con unas calzas ajustadas, corpiño de entrenamiento y no mucho más que una postura sugerente y la boca ligeramente acentuando sus labios. El típico “patito” como le decían, pero sin exagerar, tenía la intensidad suficiente para llamar la atención pero nada más.
Esas fotos vestida de esa forma, muchas veces de espalda eran lo que me descolocaba completamente. Su cuerpo era sencillamente delicioso. La típica “petite teen”. No era alguien con mucho pecho, era una chica que si no usara corpiño sus pechos se marcarían en la remera pero no demasiado. Una cinturita finita, sin un gramo de grasa, pancita plana y larga desde la calza hasta el comienzo de su corpiño deportivo. Pero lo que más se destacaba, lo que obviamente más trabajaba, era su cola. Sencillamente perfecta, levantadita, redonda y sobresaliendo de su cintura. Una cola que no importa el pantalón que usara, se destacaba y no había quien pudiera evitar mirarla, seas hombre o mujer, tener esa cola delante te resultaba imposible resistirte. Se iban los ojos y se hacía casi imposible disimular, por más que fuera por un segundo. Quedabas hipnotizado.
La última vez que nos habíamos visto fue en mi cumpleaños. Como yo vivía en un departamento chico de Palermo festejar en el mismo con un grupo grande de personas se hacía difícil. Para todas las celebraciones, lo que solíamos hacer era organizarnos para ir a la quinta que mis viejos tenían en Pilar. Después de que yo me mudé y ellos se jubilaron, optaron por vender la casita que teníamos en Belgrano y compraron con esa misma plata una casa quinta en Pilar, que al estar lejos del centro de Buenos Aires les daba la posibilidad de estar más tranquilos y en un espacio mucho más lindo y amplio.
La casa tenía varias habitaciones, 2 baños completos, un toilette, un living enorme con un hogar a leña, una parrilla en el patio y lo más importante un pileta grande en medio del amplio jardín. Todo esto la hacía el lugar ideal para las reuniones familiares.
Si bien nuestra relación siempre fue buena y amistosa, el día de la celebración hubo algo que me llamó la atención. Vale parecía estar muy atenta a todo lo que yo hacía y no parecía que fuera solo por ser el agasajado. Se sentó al lado mío en la mesa, se reía de cada uno de mis comentarios y varias veces la descubrí mirándome a la distancia.
Todo esa situación, me hizo recordar que un par de años atrás había pasado algo similar. Dos o tres veces seguidas en reuniones familiares ella se mostraba especialmente atenta a lo que yo hacía o decía. Creo que fue por esa época cuando empecé a prestarle más atención y mirarla más como mujer que como mi primita. Comentarios como “siempre me haces llorar de la risa primo” o “estás entrenando más? Se nota” se repitieron en esas reuniones y también sonaron esta vez.
Lo único que tenían en común estos dos periodos es que coincidían con mi tiempo sin estar de novio. Hacía muy poco que había cortado con Romina, la chica con la que estuve más de 2 años y que después de 4 meses de convivencia decidimos terminar. Vale siempre se llevó muy bien con ella. Siempre se esforzó por caerle bien y llenarla de cumplidos, pero ahora que Romina no estaba, sentía que mi prima se esforzaba por estar mucho más cerca mío que antes.
El plan para el día era sencillo, todos llegaron cerca del mediodía listos para comer el asado que mi viejo desde temprano estaba preparando en la parrilla. Después de comer, brindar y charlar un rato la idea era relajarnos en y alrededor de la pileta.
Yo me había llevado un traje de baño para cambiarme antes de ese momento así que después de ayudar a mis tías a levantar las cosas que habían quedado en la mesa, me fui a uno de los baños de arriba para cambiarme.
Me saqué la remera, el pantalón y el boxer. Aproveche el momento para mirarme en el espejo. La verdad que el último par de meses desde que había terminado con Romina me había vuelto a enfocar en el ejercicio. Estaba saliendo a correr casi todos los días y yendo al gimnasio 3 veces por semana. Comparado con lo que venía haciendo era un incremento de actividad importante y mi cuerpo ya lo demostraba. Si bien no era un modelo de ropa interior, mis brazos estaban claramente marcados, mis abdominales se empezaban a notar ligeramente y tanto mis piernas como mi pecho tenían el volumen típico de alguien que entrena regularmente.
Estaba medio perdido mirándome en el espejo y quizás por eso no escuche cuando golpearon a la puerta. Si es que realmente habían golpeado. Casi no tuve tiempo de agarrar el traje de baño para taparme cuando Vale irrumpió en el baño.
- Ay! Perdón! Pensé que no había nadie! – dijo al verme en esa situación. Sin embargo por más efusiva que fue su disculpa, tardo lo que pareció una eternidad en volver a cerrar la puerta y salir del baño. Podría jurar que antes de hacerlo se detuvo un par de segundos a mirarme y sacar una foto mental de la situación.
Igualmente, era culpa mía, si no hubiera estado tan distraído mirándome como un tarado en el espejo, ya estaría totalmente cambiado y listo para ir a la pileta.
Terminé de cambiarme, me puse la maya, una musculosa ligera, metí la ropa que me saqué dentro de la mochila y salí del baño. Justo afuera, en el pasillo y apoyada de espaldas contra la pared estaba mi prima. Todavía vestida como había llegado, con su remerita holgada sin mangas, un collar largo colgando de su cuello, el cual terminaba con una piedra que parecía una gota transparente golpeando justo debajo de su pecho y una mochilita super pequeña en la espalda. Abajo solo tenía un pantaloncito de jean corto, de esos que parece que recortaron con una tijera y sin mucho cuidado justo después de que termina la cola.
Me tomé dos segundos para verla en esa posición. Ligeramente apoyada contra la pared, las dos manos agarradas detrás de la espalda y sus piernas largas y juveniles cruzadas. Parecía una foto sacada de un catalogo de ropa, esas que no sabes si te están intentando vender ropa o publicitar lo linda que es la modelo. Vale podría haber hecho ese trabajo sin problemas, por que no solo su cuerpo era el de una modelo si no que su cara era un atributo que invitaba a sonreírle. Piel lisa sin imperfecciones, una boquita sugerente con labios bien definidos, una nariz levemente pequeña que acompañaba la forma de su cara y un pequeño lunar justo arriba de sus labios, del lado derecho. Era una cara dulce que cuando sonreía la hacía resaltar todavía más sus atributos.
- Perdón primo! No sabía que te estabas cambiando.
- No hay problema, se ve que no escuche cuando golpeaste.
- Si… - Sus ojos me desviaron la mirada por un segundo, como queriendo ocultarme algo. – Perdón.
- Ya podes pasar, yo me voy para la pileta, la verdad que con este calor, desde que llegué que tengo ganas de estar en el agua. – dije intentando cambiar el tema y dejar atrás lo que había pasado.
Vale paso por al lado mío ofreciéndome una sonrisa un poco nerviosa. Me miró a los ojos pero parecía estar haciéndolo medio forzada. Claramente todavía un poco avergonzada por lo que había pasado.
No había dado dos pasos en el pasillo cuando la escuche decirme algo desde la puerta del baño.
- Me cambio y bajo… Espero que no me pase como a vos y me logre cambiar sin que nadie entre justo cuando estoy sin ropa.
Estaba de espaldas cuando lo dijo, pero ese comentario me dejó medio descolocado, frené en seco y me di vuelta instintivamente cuando la escuché hablar. Pero para cuando terminó de decir eso, cuando yo terminé de darme vuelta, lo único que llegué a ver fue a ella cerrando la puerta del baño con una sonrisa en la cara. No sé si fue mi imaginación o qué, pero podría jurar que se estaba mordiendo el labio inferior levemente mientras sonreía. Se me quedó la imagen completamente grabada en la cabeza. Tardé unos 5 segundos en reaccionar y empezar a moverme de nuevo para retomar mi recorrido hacía la escalera que conducía a la planta baja.
Para cuando salí al patio, varios de mis primos estaban dentro de la pileta charlando y tomando una cerveza. Mis tías estaban en las reposeras tomando sol y mi viejo estaba limpiando la parrilla mientras conversaba con mi Tío Rubén, el papá de Valeria. Siempre fueron muy unidos, al ser los únicos dos hijos que habían tenido mis abuelos y tener solo un año y medio de diferencia, su relación tan cercana había traído aparejado que nuestras familias se vieran seguido, no solo para cumpleaños y eventos especiales. Incluso cuando éramos más chicos solíamos ir de vacaciones juntos. Mis tíos, mis viejos y mis primas, Valeria y Sofía que tenía mi misma edad.
El resto de la familia extendida estaba compuesta por las dos hermanas de mi mamá. Sandra, la única de la familia sin estar casada, Mirta que estaba casada con Juan y tenían dos hijos, Pablo de 32 y David de 28 y nadie más. Todos mis abuelos habían fallecido cuando yo era muy chico, más allá de algún recuerdo poco claro, no tengo memoria de ellos. Por suerte todo el resto había podido asistir a mi cumpleaños.
Decidí agarrar una cerveza de la nevera portátil que habían puesto mis primos al borde de la pileta y sentarme al lado de ellos para charlar un poco y empezar a mojarme los pies.
No habían pasado ni cinco minutos cuando vi aparecer a Vale en el jardín acercándose a la pileta. En la parte superior solo tenía puesto el corpiño del bikini y abajo un pareo que le llegaba hasta la rodilla. En cuanto llegó a una de las reposeras, quedó de espaldas a la pileta, dejó la mochilita y se quitó el pareo muy despacio. Fue como una descarga eléctrica. La parte baja del bikini era algo que casi clasificaba como una tanguita. Super finita de atrás, casi un hilo que tenía un triangulito en la parte superior del centro, pero no dejaba nada a la imaginación.
Por suerte para mí, nadie la había visto todavía, así que nadie se dio cuenta de que yo me había quedado embobado mirándola. En ese mismo instante fue como si pasaran por mi cabeza mil imágenes a la vez. Ella sonriéndome durante el almuerzo, el abrazo que me dio cuando llegó, el beso que acompañó ese abrazo y que fue muy intenso y si bien en la mejilla, mucho más cerca de los labios que de la oreja, la sonrisa pícara cuando entró al baño a cambiarse, esos segundos que se quedó mirándome cuando estaba desnudo cubriéndome apenas con la maya y mis manos y sobre todo todas esas imágenes que publicaba en Instagram con su ropa deportiva. Era una oleada de imágenes y sensaciones que no había sentido antes.
Si, me había fijado en ella desde hace un tiempo. Reconocía que era una chica linda, atractiva, sensual. Pero esto era algo más. Estaba excitado. Me estaba sintiendo sexualmente atraído hacia Vale. Mi primita.