Mi Prima Tatiana
Me detuve cerca de la puerta que no estaba cerrada completamente, oí suspiros, unos suspiros deliciosos que denotaban excitación; una excitación que sin yo saber exactamente porque estaba presente logro aumentar la mía a unos niveles que ni con mi mejor orgasmo masturbándome había logrado alcanzar.
Hola… acá les dejo un pequeño extra, un adelanto de un nuevo relato que está en proceso de producción; espero como siempre su opinión y deseo mucho sea de su agrado. Besos.
Mi prima Tatiana
¿Dani?, ¿Dani? – se acerca mi madre y con cierta brusquedad saca de mis oídos mis más fieles compañeros, mis audífonos.
¡Ey! – exclame notablemente molesta.
No tenia opción, con esas cosas no logras oír nada. – dice mi madre ofuscada, mi padre leyendo el periódico en medio del desayuno ni se entera de lo que sucede.
Si oigo, es solo que no quiero responderte – respondo con fuerza en mi tono de voz, mi madre me mira amenazante situación a la que hago caso omiso, colocándome mis audífonos de nuevo.
Apaga eso y escucha.
Te repito que te escucho claramente, así que dime antes de que me vaya a mis clases.
Tu prima Tatiana vendrá a quedarse este fin de semana – intervino mi padre con voz grave, cerrando el periódico que hasta hace poco lo mantenía entretenido – así que Daniela María Torres Álvarez – fruncí el ceño, odio que usen mi nombre completo – le advierto que espero de usted un comportamiento decente y trate a su prima como se debe, con cariño. ¡Acuérdese de que acá le hemos enseñado nombras de etiqueta! – mi mamá hizo un sonido que denotaba burla ante la aclaratoria de mi padre.
¡Esta niña no posee normas de etiqueta! – aclaro ella, la mire fijamente.
Si no las poseo es porque no me las han enseñado – afirme con seriedad.
Ya estuvo bueno, - hablo mi padre interrumpiendo la protesta que se comenzaba a gestar en los labios de mi madre - Dani has lo que te dije y ya.
Asentí. Se levanto y partió a su empresa. Atrás de él partí yo para ir a clases.
Fastidiada de ver cosas que ya conocía y entendía culminaba mi día de escuela; iba en mi segundo año de secundaria. Tenía casi catorce años en ese entonces.
Ya tenía decidida mi sexualidad: Lesbiana, con cada una de sus letras, sus beneficios y sus riesgos. Aunque aún no había besado mi primera chica sabía muy bien y claramente que por ellas es que “boto la baba”.
Además estudiando en un colegio de monjas católico se me hacia irresistible no fijar mi mirada en las niñas mayores, que con esas bellas piernas tersas y ya muy bien desarrolladas llamaban la atención de cualquiera. De verdad que ese uniforme serio de colegio lo que más lograba era despertar mi imaginación antes que despertar en mi seriedad.
Siendo jueves faltaban tan solo unas escasas 24 horas para que la arrogante prima Tatiana viniese a visitarme. En fin me da igual yo con sentarme a jugar en mi x-box tengo para ignorarla.
“Tati”, como le dicen mis padres; para ese tiempo tenía 17 años de edad y no la veía desde que yo tenía 8.
El viernes por la tarde llegue de casa de una amiga que me traía muy mal con su falda aun más corta que las demás niñas. Me percate de inmediato del Mercedes de mi tío Héctor estacionado a las afueras de mi casa.
- ¡Ya llego! – asegure para mí misma resignada de las posibles atenciones que estaría obligada a darle ese fin de semana.
A paso muy lento entre a la casa.
- Ven hija. Tu prima y tu tío ya están aquí.
Sonreí acercándome a mi tío. Lo salude con cariño – siempre me trato excelente a diferencia de su hija que desde muy chicas lo que hacía era discutir conmigo. Culminado el abrazo me aleje un poco y por mera cortesía pregunte por ella.
- Allí esta – señalo hacia detrás de mí.
Con una sonrisa bastante fingida me gire para ver a quien sería mi tormento este fin de semana. ¡Estando ella más grande espero llegar a un acuerdo de ley de hielo entre ambas así será mejor! – si ese era mi plan ignorarla pero jamás podre ignorar a una niña rubia de ojos verdes, con un cuerpo perfecto y tímidamente desarrollado sin muchas curvas, como me fascina. ¿Cómo ignorar todos sus tributos?, si esa falda de jean resaltando sus piernas no me ayuda; ni que quisiera pudiera ignorarla, se estaba acercando rápidamente a mí con una sonrisa brillante adornando sus notablemente deliciosos labios. Labios que a kilómetros podrían llamar la atención de cualquiera.
¡Prima! – exclamo a un paso de abrazarme, helada me costo de mucho esfuerzo salir de mi embobe para poder devolverle tan cálido abrazo.
¿Tati? – ahora si la trate con cariño y propiedad.
¡Sí! ¿Acaso no me reconoces prima?
La mire de arriba abajo.
Pues me la pones difícil. Estas… ¡estás muy cambiada!
Si, ¡es que me teñí el cabello! – confeso sonriente. Devolví su sonrisa con mis ojos clavados en su anatomía.
Pasaron varios minutos de recuerdos y fugaces explicaciones de la vida de cada una, hasta que mi tío partió de viaje con mi papá como se había planeado. Y yo me quedaría con mi bella prima y mi madre por todo lo que quedaba de fin de semana.
No dejaba de repetirme cuanto había cambiado mi prima desde su personalidad de arrogante a súper amable y su físico de niña a ¡que físico!
Esa noche transcurrió normal ella se hospedaría en un cuarto cercano al mío, mamá creyó que nos llevaríamos mal y por eso decidió dejarnos en cuartos separados para no alborotar mi ya muy reconocida rebeldía.
Si, tenía tan solo casi catorce años pero mi corta edad no me impedía sentir, y lo que su abrazo me había hecho sentir había sido mucho. Había mojado mis bragas. Eso era algo que no me había sucedido antes.
La inquietud de la excitación que ella había provocado en mi no me permitía dormir. A cada que cerraba mis ojos lo único que lograba ver vívidamente era su cuerpo acercarse a mí. Su aroma llenar el ambiente de vainilla, su cabello suelto enredarse con el mío. Sus labios… los labios más perfectos que alguna vez haya logrado ver.
No sé cómo pero me dormí; inevitablemente soñé con ella, con sus besos.
Con prontitud me levante a asearme para bajar a tomar el desayuno junto a mi prima.
Luego de desayunar salimos a dar un pequeño paseo por los alrededores de la casa hasta llegar a la cancha de la urbanización. Se encontraban allí unos amigos míos, compañeros del equipo de la zona residencial. Obviamente no tardaron en fijarse en mi bella prima. Se acercaron a saludarme, exigiendo de inmediato una pronta introducción ante ella. Se los presente y nos invitaron a jugar un partido de básquet. Aceptamos, jamás podre negarme a la posibilidad de practicar algún deporte.
La popularidad de mi prima ante los chicos comenzaba a sacarme de mis casillas, estaba descubriendo por primera vez el sentimiento de los celos por una niña que deseaba fuese para mí.
Sin pensarlo mucho me anote para jugar en el equipo contrario a ella, eso me permitiría marcarla, me permitiría rozar su cuerpo con el mío, experimentar otra vez esas sensaciones que eran totalmente nuevas para mí.
Eso lograba a momentos, marcarla, tomar su cintura en lo que parecía ser una notable falta en el juego pero una importante jugada para mi tacto, que era completamente inocente en ese aspecto – imaginar acariciar a una chica y lograr hacerlo aunque sean roces tan simples son dos cosas muy diferentes y lograr hacerlo es único, provoca una sed, un frenesí, un deseo de mas, de aumentar cada vez mas e instintivamente ir dejando de lado la timidez y la inocencia para lograr satisfacer cada uno de tus sentidos y los de ella.
Al contrario de lo que causaría en cualquiera, en ella el sudor resultaba más ser un perfume que una peste. A cada segundo del juego me sentía más atraída a tocarla, a sentirla cerca. Me torturaba no poder robarle un beso con total libertad como muchos de mis amigos deseaban hacerlo.
La diferencia entre ella y yo era más que todo de edad pues mi cuerpo ya se encontraba desarrollado, mi estatura era casi la misma de la de ella y eso me daba ventaja a la hora de marcarla e intentar tocarla. Hacer cada uno de esos roces lucir accidental resulto para mí un arte, un arte lleno de seducción que no estaba clara si ella percibía o no. Solo sabía que su sonrisa se mantenía presente mostrando sin secretos la diversión que el juego estaba induciendo en ella.
Terminamos el partido y fuimos a la casa dejando tras nosotras la promesa de volver al día siguiente para jugar de nuevo.
Pasamos la tarde entre conversaciones y juegos de videos. Aparte de lo que me gustaba y me atraía estaba cayéndome realmente bien mi prima. Estaba totalmente diferente ahora era “cool”.
Cenamos, su short tan corto y su franelilla prácticamente transparente me tenían completamente distraída de los alimentos que mecánicamente ingería. La mesa de comedor de mi casa no es madera sino de vidrio y hierro forjado, así que a través del vidrio podía detallar tímidamente sus piernas blancas descubiertas. Culminamos bebiendo un vaso de leche y partimos a la cama. Me encontraba en medio del dilema de pedirle que durmiera conmigo o que yo durmiera en su habitación, habiendo más confianza podría decirle que quería platicar hasta tarde o cualquier cosa para poder admirarla más tiempo, porque a la final ese domingo siguiente al atardecer se marcharía y no sabría cuando la vería de nuevo.
Pero indecisa y llena de inexperiencia no dije nada. Di las buenas noches a fueras de su provisional habitación y frustrada partí a la mía.
Inquieta di vueltas en mi cama hasta no se qué horas, reproducía de manera automática en mi mente cada roce que habíamos tenido en la cancha, cada detalle de su cuerpo que mi mente había fotografiado. Veía eso una y otra vez en mi mente y sentí como poco a poco comenzaba a humedecerme, como mis labios vírgenes pedían los suyos, como mis manos necesitaban tocarla. Y no hallaba que hacer para calmar mi calentura; no quería masturbarme, en otro caso eso sería la solución más obvia pero en ese momento no, quería mas y mi imaginación no iba a saciar con éxito mis incontenibles ganas de besarla.
Dando un par de vueltas mas sobre mi cama antes de decidirme de si levantarme e ir a su habitación o no, sentí un corrientazo indomable recorrer mi cuerpo y llegar hasta mi intimidad al pensar como sería mi primer beso con una mujer, una mujer que deseaba, una mujer que ahora ya tenía rostro para mis fantasías, una mujer que era mi prima.
De un salto me levante antes de que mis manos sin permiso bajaran solas a manipular mi intimidad. Me levante para dirigirme a la cocina por un vaso de agua fría que entro a mi cuerpo y fue completamente inútil para detener la sed, o para bajar mi fiebre pasional.
Volví camino a mi habitación pero hice una parada frente a la de ella, me detuve para oír que hacía, tal vez estaría despierta… y si lo estaba.
Me detuve cerca de la puerta que no estaba cerrada completamente, oí suspiros, unos suspiros deliciosos que denotaban excitación; una excitación que sin yo saber exactamente porque estaba presente logro aumentar la mía a unos niveles que ni con mi mejor orgasmo masturbándome había logrado alcanzar.
Suaves suspiros femeninos que gracias a la tranquilidad de la noche con mucho éxito y vigor se colaban a través de mi oído gritándole a mi cerebro, suplicándole que entrara a ver qué sucedía.
Las luces de la habitación se hallaban totalmente apagadas, pero una luz tenue del jardín se colaba por la ventana. A paso lento y descalza comencé a empujar con suavidad la puerta; procurando por todos los medios no hacer ruido. Viendo hacia al piso para asegurarme de no chocar con nada. Entre por completo y con el mismo sigilo cerré de nuevo la puerta.
Alce mi mirada y obtuve la imagen ¡más hermosa y excitante que he visto en la vida! Tati se hallaba boca abajo, con una parte pequeña del cobertor cubriendo un poco el final de sus piernas que se encontraban abiertas y en movimiento. Su mano derecha estaba perdida dentro de ese sexy short que me había seducido durante toda la cena, su mano izquierda y sus rodillas apoyaban su peso, su cadera se movía de manera suave pero pronto aumentaba la intensidad. Su pecho estaba retorciéndose de tal manera que sus pezones notablemente erectos rozaban con la almohada que se situaba debajo de ella, su franelilla se había remangado cerca de su pecho dejando al descubierto su abdomen, su cabello suelto caía a los lados de su cara pero entre sus cabellos podía percibir su boca semi-abierta dejando escapar esos suspiros, casi gemidos que estaban impidiéndome pensar y estaban ayudando a mi excitación y mi deseo a dominarme por completo. Sus ojos cerrados, el movimiento continuo y aumentando en fuerza, descontrolándome por completo.
Estuve veinte segundos observándola sin hacer nada. Deleitándome con tan preciosa imagen. Tomando notas y fotos mentales para jamás olvidar aquel momento.
Con aun más lentitud que al principio me acerque a la cama sin tener muy claro que hacer, sin la práctica de saber qué decisión tomar pero con el instinto y el ardor dominando mi andar. No perturbe su actuar; siguió moviéndose enloquecedoramente. Me coloque justamente detrás de ella, observe sus glúteos y no tuve que pensarlo ni un segundo más.
Lento muy lento para no impresionarla me subí a la cama, en reacción ella con cierto susto saco la mano de su short. Me coloque detrás de ella ya subida en la cama pase mi mano por su espalda se quedo quieta. Su franelilla seguía remangada y ahora sus dos manos le daban equilibrio a su cuerpo. Con mis ambas manos acaricie su cintura y cadera, me acerque a besar su piel nada se comparaba con sentirla así, con sentir su piel caliente en mis labios. Pase mis manos por sus piernas; en ese momento intento protestar.
Da…
¡Shhh!, tranquila – fue lo único que mi deseo me permitió decirle.
Se relajo y yo termine de acariciar sus piernas con una de mis manos fui lentamente acercándome a su sexo, hasta lograr meter mi mano dentro de su short y ropa interior, la cual se hallaba húmeda igual o aun mas que la mía. Suspiro al sentir el contacto, arqueo su espalda y mi otra mano subía por su abdomen en busca de una de las partes de su cuerpo que más admiraba y deseaba, sus senos. Metí mi mano bajo su franelilla, tome el seno completo entre mi mano y luego la fui cerrando más para atajar entre mis dedos su pezón erecto. Mi otra mano no le daba tregua a su clítoris, sus gemidos ya no estaban silenciados, eran más fuertes. Mis labios buscaban a momentos besar su espalda.
La situación me tenia súper excitada y mojada, mi mano se turnaba en sus senos mientras la derecha se entregaba al movimiento que llenaba su clítoris de mi pasión, sus glúteos y cadera se movían siguiendo mi ritmo.
Sus glúteos rozaban la superficie de mi intimidad haciendo que yo con prontitud acentuara el sonido de sus gemidos con los míos. No tarde mucho en terminar. Con más fuerza y sin contemplaciones termine de estremecer su clítoris haciéndola tener un orgasmo que se hizo sonoro en mis oídos, sus manos se esforzaban por sostener entre ellas las sabanas mientras su respiración desesperadamente buscaba lograr volver a la normalidad.
Cayo agotada y aun muy agitada sobre la cama. Yo suavemente la gire, no podía resistirlo quería sentir sus labios. La bese con pasión, con intensidad y cierta torpeza por no haberlo hecho antes pero con rapidez me acople al ritmo de sus labios, dejando nuestras lenguas jugar libremente dentro de la boca de alguna de las dos.
Mi excitación al contrario de disminuir aumentaba drásticamente. Baje a besar sus senos, ella sin problemas se alzo para permitir que yo le quitara la camisa. Sentí sus senos con mi lengua, los metí a mi boca, chupe cada pezón sintiendo su dureza. Jugué con ellos por un tiempo indeterminado, me encantaba la sensación de sentirlos en mi boca, de tenerlos en mis manos. Baje por su abdomen con dulces besos, sus suspiros al igual que su aroma de mujer estaban llenando el ambiente.
Baje su short y su tanga. Me quede fija mirando la primera intimidad que devoraría, apreciando el brillo que los fluidos de su orgasmo anterior habían dejado regado por todo su sexo ¡que apetecible! Una sequedad en mi lengua y garganta exigía a gritos que comenzara de inmediato mi deliciosa labor.
Mi lengua tanteaba su sexo con lentitud, quería grabar en mi mente y mis recuerdos cada sabor, cada textura de su vagina. Me percate de su empapada entrada y mi lengua se hizo paso en su vagina; abrió mas sus piernas y con sus manos tomo mi cabeza para apegarme más a ella. Mi lengua se movía lo más fuerte y lo más adentro que me era posible. En un minuto tal vez dos la sentí llegar, fijó sus manos con aun más fuerza y sus gemidos… ¡Que ricos gemidos!... me avisaron con precisión lo que en su cuerpo había sucedido.
Me separe de su hermoso sexo para verla a los ojos. Se sentó sobre la cama y me atrajo sobre ella para besarme con una pasión enloquecida, dejando que nuestras lenguas se volviesen expertas explorando la boca de su adversaria. Me saco la ropa interior que traía puesta con rapidez y desesperación.
- ¡Abre las piernas! – Me pidió, la mire con cierta confusión - ¡vamos entrelázalas con las mías! – abrió sus piernas, imite su acto, quedando así entrelazadas como había pedido.
Sentía mi sexo rozar el suyo, comenzó a moverse. Me miro con deseo y lujuria.
- ¡Lo vi en una porno! – Explicó. Sonreímos con una picardía cómplice antes de besarnos e iniciar un movimiento aun más enloquecedor que el ritmo de nuestros besos.
Sentía el choque que se producía en nuestra intimidad. Sus manos buscaron mis senos, cerré mis ojos dejando escapar un gemido. Eran demasiadas cosas juntas; el movimiento, su humedad mezclarse de manera agraciada con la mía, su tacto en mi pecho, la agitación de nuestra respiración, nuestros gemidos, el calor de su cuerpo. Un par de minutos nos llevo explotar en un orgasmo que se volvió un grito de satisfacción. Gracias a Dios la habitación de mi madre está al otro lado de la casa, gracias a eso y a las píldoras que toma para dormir no escucho nada; aunque claro que eso es algo en lo que ni siquiera pensé en ese momento. Todos mis sentidos estaban ocupados en algo más importante, más intenso, en sentirla a ella.
Nos besamos de nuevo esta vez con más suavidad, luego de eso se quedo dormida en mis brazos y yo me dormí perdiéndome en el aroma de su piel.
Al otro día mi madre salió a una reunión en el club social que suele frecuentar, por lo tanto nosotras no asistimos al juego de básquet… ¡teníamos un juego más emocionante que practicar, solo para las dos!
Ese domingo en la tarde mi tío Héctor vino en busca de su niña, niña que yo había vuelto mujer al tiempo que yo también me volvía una. Mi tío partió feliz al ver que Tati y yo nos habíamos vuelto tan cercanas, cercanas y amorosas como las primas así deben serlo.
Tarde unos meses en verla de nuevo pero ahora luchamos por vernos más seguido y por más tiempo.
Siempre suspiro al recordar a mi hermosa prima…