Mi prima Noelia
Un joven bastante inexperto y despistado cae en las garras de una caliente primita.
Esta es la historia intimista, personal y real, aunque increíble, de cómo sin saberlo perdí mi virginidad a manos de mi prima Noelia.
Por aquel entonces yo contaba con 17 años recién cumplidos, y de la vida no sabía nada. Era un niñato, más inocente que una mosca y tímido. Claro está, mi vida sexual era inexistente y solamente quedaba al descubierto algunos días cuando me levantaba con los calzoncillos húmedos de algo pringoso o cuando se me levantaba la polla por algún motivo que aún desconocía.
Y en esto entra mi primita, Noelia, la más pícara de las mujeres, que me abrió la puerta al mundo de los juegos adultos (por cierto bastante mejores que los de los niños).
Noelia tenía por aquel entonces 25 años, era (y es) morena, con ojos castaños, 1'73 de altura, con el peso justo para su altura, pechos del tamaño de una mano, culo bonito en forma de corazón, en general, un cuerpo esbelto y ligero.
Todo comenzó cuando fui a casa de mis tíos a jugar con Pedro, mi otro primo y hermano de Noelia, y descubrir a mi llegada que se había ido con mis tíos a pasar el día fuera, ya que era verano y vivíamos cerca de la playa. Noelia me invitó a pasar. Aún recuerdo lo que llevaba ese día. Vestía la parte superior de un bikini naranja, de forma triangular y con pequeñas cuerdas que se juntaban en su espalda, junto con un pantalón corto y ajustado y unas chanclas. Yo por mi parte vestía la típica camiseta de manga corta, bermudas y deportivas.
Nos sentamos juntos a charlar en un tresillo y me invitó a una limonada casera que contaba con un ingrediente especial (a día de hoy aún no ha querido desvelarme qué era) cuyo sabor era totalmente eliminado por el sabor agrio y dulzón de la limonada. Me lo bebí de un solo trago y empezamos a charlar.
Hablamos de mis estudios, sus estudios (estudiaba psicología) y de cómo nos iba en general. Descubrí por sus palabras que todo le iba bien, excepto en temas amorosos, diciéndome que los hombres no la comprendían y que era una mujer libre para todo. Divagaciones a las que yo le presté poca atención. Al rato de estar hablando, sin saber por qué motivo, mi mirada empezó a repasar su figura de arriba abajo, disimuladamente y tranquilamente. Me fijé en sus tetas pequeñas y apetecibles....y cuando levanté la mirada ella me miraba a los ojos.
- ¿Qué miras?
- .....- contesté lo primero que se me ocurrió - Tu bikini...me gusta mucho.
- Sí, pues mira.
Se levantó y se bajo los pantalones bajo mi atenta mirada, dejando al descubierto un pequeño y minúsculo tanga naranja que apenas le tapaba.
¿Te gusta?
Me quedé mirándola fijamente hacia el triangulo invertido que el tanga formaba al finalizar sus piernas y en lo finas que tenía sus piernas. Ella con sonrisa pícara (después lo entendí todo) se dio la vuelta y me plantó su culo a escasos centímetros de mi cara pasmada. Mientras observaba cómo un hilo de tela se sumergía entre sus nalgas, noté cómo mi entrepierna iba creciendo de tamaño, sin yo poder evitarlo y sin saber qué hacer. Ella se dio la vuelta y disimuladamente dejó caer sus pantalones al suelo, a lo que se agachó a recogerlo poniéndose de cuclillas con las piernas abiertas ralentizando sus movimientos. Mi mirada se dirigió de forma inconsciente hacia su sexo, tapado mínimamente por su tanga, y mi polla dio un brinco empalmándose totalmente. -
¿Qué?. ¿Te gusta?.
No contesté, me limité a mirar al suelo mientras ella se sentó otra vez a mi lado.
- ¿Qué te ocurre?.
Seguía sin contestar...me incorporé hacia delante para disimular mi empalme. Yo, que nunca había pensado en sexo cuando hablaba con una chica. Y que aún, ignorante de mí, tenía una visión platónica del amor. Y ni tan siquiera sabía qué hacer con una chica a solas (y había tenido oportunidades). Noté su mano encima de mi hombro mientras me empujaba hacia atrás. Yo estaba enrojecido sin saber que hacer. -
- Nn...nada...no me ocurre nada.
- pude decir con esfuerzo mientras la miraba de reojo.
A ¿no?...y eso.
Me quedé mirándola mientras ella con una mirada pícara me señalaba mi polla, toda empalmada y queriendo salir del bermudas. Volví a agachar la cabeza. Si me levantaba, mi polla aún reluciría más. Así que opté por permanecer sentado.
- ¿Es eso lo que te preocupa?...tranquilo...¡contéstame!.
Después de largo rato asentí con la cabeza.
- A ver...déjame mirar.
Noté una mano encima de mis muslos que avanzaba hacia mi polla. Cuando se posó sobre ella empezó a tocarla de arriba abajo, recorriéndola en su longitud. Yo brincaba a cada recorrido que me hacía, apretándome más hacia el respaldo, hundiéndome en la colcha.
- Tranquilo. Relájate.
Ella seguía apretando y recorriendo mi polla ahora con sus dos manos. Yo seguía hundiéndome más y más en mi respaldo, notaba un calor que empezaba en mi polla y me recorría el cuerpo desde los pies hasta la cabeza.
- Vaya, vaya, vaya. Tienes una buena inflamación. Tendrás que bajarte los pantalones y que te la calme.
Escuché sus ahogadas risitas mientras me quitaba el nudo y me bajaba los pantalones. Hice un amago de incorporarme, pero ella me empujó hacia atrás y con una mirada pícara y una sonrisa diabólica me paró:
- Tranquilo primito...será un verdadero placer.
Yo no sabía qué hacer, me limité a obedecer. Me bajó y quitó los pantalones por completo. -
Ahora adelanta tu culo hasta el borde del asiento, abre y estira las piernas y suelta la tensión de tus brazos mientras te quito la...."inflamación" - se relamió los labios y sonrió.
Hice caso a todas las indicaciones. Pues no sabía qué hacer, incluso dentro de mi ignorancia temía que esa inflamación fuese mala. - Ella empezó a cogerme la polla con las manos, moviéndome la piel y mostrando y ocultando suavemente mi capullo. Mi polla era en ese momento el centro del mundo, y repartía sensaciones a lo largo de mi cuerpo que me hacían tensar los músculos de las piernas, nublar mi cabeza y respirar agitadamente. Ella continuaba masajeando mi polla y mis huevos suavemente. -
¡Qué dura la tienes !. y bastante larga...muy bonita...te va a gustar...y a mí. - Me iba diciendo todas estas cosas mientras sus manos empezaban literalmente a masturbarme. De repente se levantó de mi lado, me abrió las piernas, se arrodilló en medio sentándose sobre sus piernas, me la cogió con la mano izquierda, acercó sus labios a mi polla y empezó a besarla, lamerla y morderla. Me volvía loco. Extrañas sensaciones notaban mi cuerpo y mi mente, no sabía describirlas, pero me gustaba.
¿Te gusta?.- me leyó el pensamiento.
- Ssss....¡sí!. ufff.ffff
- contesté como pude.
Pues ahora verás lo que es bueno.
Se metió media polla en su boca. Una humedad suave se apoderó de mi polla. Su lengua jugaba y lamía mi polla y sus labios me acogían mientras me apretaban. Su mano estiraba mi polla desde la base y su boca empezaba a meterse y salirse de mi capullo mientras sus labios me apretaban. Empezó a aumentar el ritmo. Yo me cogí a la colcha del tresillo fuertemente, sabía que algo iba a suceder. Mi mente se nublaba medio mareada. Entonces ocurrió. Tras un gemido largo, mi cuerpo liberó chorros de energía a través de mi polla, para después nublar completamente mi cerebro y llegar incluso al mareo. Me quedé hecho polvo mientras mi prima me limpiaba la polla de ese espeso líquido que me acompañaba en algunos despertares. Sin saberlo, había tenido mi primera corrida....
Cuéntenme que les ha parecido narradorxxx@hotmail.com