Mi prima Lucía, la mejor amiga de mamá.
Mi prima tiene que vivir en nuestra casa. ¿Será una buena convivencia?
Mi prima Lucía, la mejor amiga de mamá.
Mi prima Lucía era una chica de veinte años. Estaba estudiando en la universidad y aquel curso mis tíos no podían pagarle un piso para que estuviera en la ciudad, así que le pidieron a mi madre si ella podía quedarse en nuestra casa aquel curso. Por supuesto que la recibió con mucho gusto.
Mi madre y yo vivimos solos desde hace más de diez años, cuando mi padre decidió marcharse y dejarnos para vivir con otra mujer. Yo ya había cumplido los dieciocho años, mi nombre es Eduardo, no soy especialmente guapo ni tengo un cuerpo estupendo y la verdad es que soy introvertido y tengo apenas un amigo con el que salgo pocas veces.
Mi madre se llama María, tiene cincuenta y dos años y lo más hermoso que tiene son unos ojos verdes preciosos. Desde que se separó, nunca la he visto salir o tener una relación sentimental con ningún hombre. Casi todo su tiempo lo dedica a cuidarme, creo que en demasía y tal vez esa sea la razón por la que soy tan solitario.
He de reconocer que el ser solitario y no haberme relacionado sexualmente con ninguna chica no me hace menos hombre, más bien tengo unas necesidades demasiado reprimidas que consigo aliviar con masturbaciones. Y he de reconocer que mi mayor fuente de inspiración es mi madre, nuestra cercanía hace posible que de vez en cuando coja algunas bragas sucias y olfatee su parte más íntima, sé que es una perversión, pero dado mi grado de relaciones, de momento me sirve para aliviar la presión sexual.
Ni que deciros cómo me sentí el día que Lucía llegó a casa. Ella parecía que no era de nuestra familia. Mi madre y yo éramos físicamente normales, ni guapos ni feos… Pero Lucía apareció con aquel pelo rubio largo y suelto, con aquellos ojos azules, con aquellos rosados y sensuales labios, sus pechos turgentes presionando su camiseta, sus caderas bien marcadas por aquellos pantalones vaqueros… Quedé impactado y apenas podía hablar en su presencia. Tal como saludó, quedé de pie en mitad del salón viendo como mi prima y mi madre se marchaban hacia la habitación que se había preparado para que ella durmiera y estudiara allí.
Desde aquel momento, mi objeto de deseo pasó a ser ella, Lucía. Intentaba encontrar algunas bragas de mi prima que hiciera poco se hubiera quitado, pero nunca lo conseguía. Por las noches la imaginaba enamorándose de mí, teniendo sexo conmigo. En fin, aquella maravillosa chica era un sueño para un hombre como yo. Pasaban las semanas y disfrutaba de su compañía cuando ella volvía de la universidad, a la hora de la cena y alguna vez que la veía con aquellos pijamas tan coquetos que usaban y que la volvían tan excitante para mi imaginación.
- Tita. – dijo Lucía una noche de un jueves del mes de octubre – Este sábado hay una fiesta en mi facultad, me iré sobre las nueve y media y, si no te molesta, volveré tarde.
- ¡No, claro hija! – respondió mi madre – Pero ten mucho cuidado.
- ¡Claro tita! – me miró – Eduardo ¿quieres venir conmigo?
- ¡Sí hijo! – saltó mi madre rápidamente – Ve con tu prima que nunca sales…
- Bueno… no sé…
- ¡Sí, claro que sí! – me dijo Lucía poniendo un dedo sobre mis labios.
He de reconocer que aquel sábado estaba muy nervioso, era mi primera fiesta y además con universitarios, yo que aún estaba en el instituto. Marchamos al campus universitario y sentía cómo todos los hombres con los que nos cruzábamos se fijaban en mi prima, mi Lucía. Yo temblaba sin saber bien que me encontraría. Llegamos y rápidamente ella se puso a saludar a casi todo el mundo que nos encontrábamos por la fiesta. Al final llegaos a un grupo de cuatro chicas y allí me las presentó. Eran sus compañeras de clase y a cual más bonita. Me sentía un poco fuera de lugar, no era de aquella facultad y además la belleza de todas ellas me hacía sentirme cohibido. Poco después empezaron a llegar compañeros de Lucía y en breve estábamos unas diez personas en un corrillo, hablando y moviendo levemente nuestros cuerpos al ritmo de la música.
- ¡Toma chaval! – un compañero de mi prima me trajo una cerveza.
Yo no bebía nunca y por no hacerle el feo, me la tomé. Lucía hablaba y reía con sus compañeros mientras yo sentía que mi mundo iba girando más rápido poco a poco.
- ¡Sin cerveza! – dijo otro que me vio el vaso vacío – ¡Ahí va otra!
Empecé a tomar la segunda cerveza y mis ojos no podían fijarse muy bien en ningún lugar. Menos en la hermosa sonrisa que mi prima tenía en su boca. Aquellos hermosos y carnosos labios se movían y yo me sentía como en un sueño. Todos empezaron a hablar más fuerte, yo casi ni los entendía, pero pude ver los ojos de Lucía que me miraron, su mano me agarró por el brazo y me llevó hasta un lugar en el que habían montado una especie de pista de baile.
Siempre pensé que mi prima me llevaría allí y me soltaría para que me buscara la vida, pero ella no me soltó y bailaba conmigo mientras era la envidia de todos los chicos del lugar. Las luces y el alcohol me hacían estar en un sueño. Más cuando al ritmo de la música, Lucía me dio la espalda y llevó mis brazos a su cintura, pegando su cuerpo al mío. Me quise morir al sentir la voluptuosidad de su cuerpo, su perfume, su cuerpo que se agitaba y excitaba al mío hasta tal punto que sentí una erección con el roce de su culo. Casi estallé cuando la música paró y en menos de un segundo empezó una música lenta.
Ella se giró y me miró a los ojos, sus brazos me rodearon por el cuello y mis manos se aferraron a su cintura. Empezamos a bailar al ritmo lento de la música y ella apoyó su cabeza en mi pecho. Mi erección era cada vez más grande, no es que quisiera tener sexo con ella, pero mi novato cuerpo reaccionaba instintivamente a su cuerpo. Cuando acabó la música, nos retiramos de aquella pista de baile. Yo la seguía como perrito faldero, más bien por no conocer bien a nadie, pero también por sentirme atraído por ella.
Nos reunimos con algunos de sus amigos, y por magia del alcohol que aún recorría mi cuerpo, empecé a hablar con unas de sus amigas. ¡Estaba hipnotizado con sus ojos! Le hablaba y no dejaba de admirarlos.
- Eduardo. – me llamó mi prima - ¿Puedes ir por unas cervezas?
- ¡Claro!
Caminé por aquel lugar hasta encontrar la barra donde servían las bebidas. Saqué unos tiques y volví al lugar donde había dejado a mi prima. No sé cuanto tiempo habría pasado desde que me marché, pero al acercarme podía distinguir a mi prima que parecía hablar acalorada con un tío. Cada vez estaba más cerca y cuando casi había llegado, observé que aquel individuo levantaba la mano amenazándola.
Aún no sé si fue el alcohol, mis reflejos o el enamoramiento que me producía mi prima, pero estaba a menos de dos metros de ellos y lancé una de las cervezas contra él. Mi prima se retiró al ver que le salpicaba el líquido. El nota no se esperaba aquello y cuando me miró, rápidamente se acercaba para agredirme. Lo estaba esperando y le lancé la otra cerveza a la cara. En el desconcierto que le produjo el segundo impacto, lancé mi pierna derecha y le di en el pecho. El alcohol, la adrenalina o los nervios hicieron que aquel tío más alto que yo volara unos dos metros y cayera al suelo de espaldas. Al momento llegaron unos amigos y se lo llevaron. Sentía todo mi cuerpo vibrar por la cantidad de adrenalina que recorría mi sangre. Mis piernas temblaban y no dejé de mirar cómo los amigos de aquel tío se lo llevaban mientras yo mantenía una postura desafiante. Miré a mi prima que estaba con unas amigas, con la boca abierta me miraba.
- ¿Estás bien? – le pregunté acercándome a ella. Me abrazó.
- ¡Bravo por el guardaespaldas de Lucía! – gritó una de las compañeras de mi prima mientras todos me vitoreaban y me daban más cerveza.
Aquello fue lo más destacable de mi primera fiesta y no tengo que decir que cuando llegué a casa, parecía que estuviera en un barco surcando un mar embravecido por el viento.
- ¡No le digas nada tita! – le dijo Lucía a mi madre cuando me vio llegar agarrado al brazo de mi prima.
- ¡Vaya, la primera fiesta y vaya cómo vienes!
- Ayúdame a acostarlo y ahora te cuento lo que ha pasado… - dijo Lucía y sentí que me desnudaban y me dejaban en la cama dando algunas vueltas por el efecto del alcohol.
Por la mañana sentía mi cuerpo raro, era la primera vez que llegaba a tal cantidad de alcohol que mi cuerpo protestaba por aquella sustancia. Me puse boca arriba y comprobé que sólo vestía los calzoncillos. Mi polla tenía una erección mañanera y la coloqué bien en aquella prenda. Se abrió la puerta de la habitación.
- ¡Vamos dormilón! – dijo al entrar - ¡Ya son las doce de la mañana!
La miré y pude ver la amplia sonrisa que tenía mi madre. Sin duda le divertía ver cómo su hijo se había puesto la primera noche que salía de fiesta.
- ¡Gracias por proteger a tu prima! – me dio un beso en la frente.
Me levanté y cogí el pantalón del pijama, me lo puse y acompañé a mi madre hasta llegar al salón. Mi prima me asaltó cuando me vio para darme las gracias por lo que había hecho. Me senté en el sofá y ellas se sentaron cada una a un lado. Me fijé en ellas.
Mi madre aún llevaba el camisón de dormir y Lucía llevaba la camiseta con la que solía dormir. Debería hacer poco que se habían levantado.
- ¡Así qué mi niño hacer fue un hombrecito y te defendió! – dijo mi madre.
- ¡Vaya si me defendió, el tipo aquel salió volando con la patada que le dio! – me dio un beso en la mejilla.
Durante el día cada uno hicimos nuestras cosas, pero no podía evitar sentirme atraído por mi prima. Mi prima permaneció todo el día con aquella camiseta como vestimenta, aunque la mayor parte la pasó dentro de su habitación. Mi madre se cambió de ropa, pero se puso una ropa con la que nunca la había visto. Llevaba una especie de camisa con un escote bastante amplio y que dejaba ver el sensual canalillo que formaban sus tetas. Mientras sus caderas quedaban bien marcadas por un pantalón bien corto que marcaba hasta su pubis y su redondo culo. Me tenían bastante excitado con aquellas dos mujeres andando por casa con aquellas vestimentas y más de una vez mi polla estaba erecta mientras mi mente me llevaba a lugares prohibidos de la lujuria.
Sobre las nueve de la tarde cenamos y tras ducharnos, cada uno se marchó a su habitación. Me acosté y pensé en mi hermosa prima. Había conseguido impresionarla con mi actuación en la fiesta, y si bien me mostraba cariño por aquello, no sabía si ella querría algo más conmigo. A fin de cuentas ella tenía veinte años y podía buscar algún hombre mejor que yo, sobre todo en cuestión física.
- ¡Eduardo, Eduardo! – escuché la voz de mi prima que empezaba a abrir la puerta - ¡¿Puedo pasar?!
- ¡Sí! – le dije y mi corazón empezó a agitarse. Encendí la luz de la mesita de noche.
- Quería agradecerte lo que hiciste ayer por mí. – se sentó junto a mí en el filo de la cama – Gracias a ti no tuve mayor problema con aquel imbécil.
- ¡No es nada! – le dije - ¡Te ayudaré cada vez qué me necesites! – acaricié su mano y le sonreí.
Se inclinó sobre mí y me besó en la mejilla con un susurro delicado me dijo “¡Gracias!” y se separó un poco, lo suficiente para qué nuestras bocas quedaran muy cerca. No lo pensé, mi corazón latía demasiado rápido para pensar y besé suavemente sus labios, un beso corto que encerraba demasiada excitación y atracción por ella. Nos miramos a los ojos y yo no sabía qué hacer. Fue ella la que me dio otro beso suave, y otro, y otro, hasta quedar unidos por nuestras bocas.
Mis manos agarraron su cintura y acaricié su cuerpo mientras su lengua buscaba la mía dentro de mi boca. Se levantó y quitó la ropa que me cubría. Estaba en calzoncillos y era evidente mi erección ya que mi glande asomaba por el filo de la tela. Ella se echó junto a mí y mis manos acariciaban su cuerpo. Su boca buscó la mía y de nuevo volvíamos a besarnos. Muchos minutos pasamos besándonos, acariciándonos, sin decir nada.
Entonces ella abrió sus piernas y se montó sobre mí. No paramos de besarnos mientras su cuerpo se agitaba sobre el mío. No lo podía creer, aquella hermosa diosa me amaba, me daba el mayor de mis deseos con unos placenteros besos y delicadas caricias. Su boca bajaba por mi pecho, dándome besos por mi cuerpo que vibraba con cada caricia de ella. Llegó a mis calzoncillos y su mano acarició mi endurecida polla por encima de aquella fina tela. Creí que me iba a correr en el momento, aguanté.
- ¡¿Nunca lo has hecho?! – me preguntó y respondí negando con la cabeza.
No dijo nada más. De rodillas en la cama se quitó la camiseta que llevaba. Creía que iba a morirme al ver sus redondas y turgentes tetas. Sus oscuras y pequeñas aureolas custodiaban unos enormes y erectos pezones. Mi polla se agitaba deseosa de lanzar mi semen. Aquellas oscuras y diminutas bragas se perdían entre sus piernas y deseaba abalanzarme sobre mi prima, pero la excitación me tenía paralizado. Sus manos me quitaron la única prenda que guardaba mi polla y mi erecta y gruesa polla apareció ante sus ojos. Después ella se levantó de la cama y se giró, agarró sus bragas y doblando su cuerpo por la cintura, las bajó para ofrecerme la vista de su redondo y prieto culo. Se incorporó de nuevo y se giró lentamente mientras sus manos ocultaban su pubis.
- ¡¿Te parece bonito?! – empezó a apartar sus manos.
Tenía su piernas algo cruzadas y apenas podía ver el comienzo de su coño. No tenía ni un pelo y entonces se subió de nuevo a la cama. No aparté mi mirada de su cuerpo, viendo cómo entre sus piernas aparecían sus labios vaginales. Abrió las piernas y se colocó sobre mí, a la altura de mi polla.
- ¡Empezaré por masturbarte suavemente! – me dijo con una voz sensual.
Una de sus manos separó los labios vaginales y me ofreció una vista del rosado interior de su vagina. Bajó su cuerpo hasta que pude sentir sobre mi polla el calor de su coño.
- ¡Uf, qué dura la tienes! – me dijo mientras agitaba levemente sus caderas para deslizar su coño por mi polla.
Podía ver cómo mi polla se perdía entre los labios de su coño, para aparecer de nuevo. Se frotaba contra mí y yo deseaba correrme. Ella sabía que no aguantaría mucho, era la primera vez qué tenía sexo con una mujer y era evidente que mi semen saldría pronto. Y así fue. Mi glande desapareció de mi vista, entre los labios vaginales y no pude decir nada. Mi cuerpo se tensó y brotó mi semen. Ella sentía el calido semen en su coño, se movió y liberó mi glande para que lanzara un gran chorro que llegó hasta mi barriga. Se movía con suavidad mientras mi polla no dejaba de lanzar más y más semen. Se detuvo y quedó sentada sobre mí, mirando mi glande con una gran sonrisa, notando en su coño las convulsiones que daba por el placer que había sentido.
- ¡¿Te ha gustado?! – me dijo inclinándose hacia mí y besando suavemente mis labios.
No podía hablar, estaba en el cielo con aquel ángel que era mi prima. Agité mis caderas y sentí un poco más de placer.
- ¡¿Ya quieres más?! – me dijo levantándose de mí.
Se colocó a un lado y su mano agarró mi polla que aún guardaba cierta dureza. La agitaba suavemente y mi cuerpo reaccionaba. Cuando su mano tiró de la piel y mi glande asomó, su boca se lanzó de inmediato sobre él. El calor de su boca envolvió mi polla y sus succiones hacían que mi polla se pusiera cada vez más dura. Veía como sus tetas se agitaban con la mamada que me estaba haciendo y en un momento quería volver a correrme, no podía resistir.
Ella parecía saberlo y soltó mi polla, se sentó poniendo su culo entre mis piernas y ofreciéndome una visión maravillosa de su coño mientras su mano se masturbaba sin dejar de mirar mi polla.
- ¡Vamos primo, mastúrbate a la vez que yo!
La obedecí. Agarré mi polla y mientras cada uno agitaba su sexo, no dejábamos de mirar el del otro. Sus gemidos se iban haciendo cada vez más fuerte, parecía que se iba a correr de un momento a otro. Entonces escuché un ruido en el pasillo.
- ¡Mi madre! – le dije en voz baja.
- ¡No te pares! – me dijo sin importarle nada - ¡Sigue, machácatela, me voy a correr!
Me olvidé de todo cuando vi cómo las caderas de Lucía se agitaban y de su coño empezaba a brotar flujos que lanzaba contra mi polla. Mi mano se agitó más rápido y me senté hasta que apunté mi polla hacia su coño. Los dos nos agitábamos enloquecidos cuando mi glande empezó a lanzar semen hasta chocar contra su coño. Sus dedos restregaban y mezclaban nuestros líquidos en la raja de su coño mientras los dos gozábamos con aquel sexo. Caímos rendidos en la cama. Por unos minutos recobrábamos la respiración y las fuerzas. Después ella se levantó y se puso su camiseta. Cogió sus bragas y se acercó a mí. Me dio un beso en la boca.
- ¡Toma, para qué me recuerdes esta noche! – volvió a besarme y desapareció por la puerta.
Me levanté y cerré la puerta. Miré la cama mojada con los flujos que había lanzado mi prima y mi semen. Mis piernas aun se agitaban por el placer. Quité las sábanas y las cambié. Me volví a meter en la cama y me dormí agarrados a las bragas de Lucía mientras las olía.
- ¡Vamos guarro! – escuché la voz de mi madre qué me despertaba - ¡Tienes qué ir a clases!
Mi corazón se agitó cuando me di cuenta de que aún tenía las bragas de mi prima en la mano, las escondí bajo la almohada, pero creo que ya era tarde, mi madre las había visto. Salió por la puerta con un “¡Hasta luego!” pues yo era el último en salir de la casa. Durante todo el día lo pasé cómo en una nube. Pensaba en lo que había ocurrido la noche anterior y deseaba volver a ver a mi prima. Cuando acabé las clases, al salir por la puerta escuché que me llamaban.
- ¡Eduardo, Eduardo aquí! – allí estaba mi prima llamándome.
Corrí hacia ella y nos fuimos en su coche hasta casa. Entramos y no estaba mi madre. La abracé desesperado por sentir su amor. Ella me detuvo.
- Eduardo, lo de anoche fue algo maravilloso, me sentí muy excitada al hacerlo… - me temí lo peor, temí las palabras que vendrían a continuación - ¡Vamos a ir despacio!
- Lo qué tú digas Lucía…
Me sentí perdido. Si había ido a buscarme a mi habitación es qué sentía por mí algo más que el simple cariño por un primo, me había masturbado e incluso me la había mamado. Tal vez para ella sólo era sexo, pero para mí era algo más… Me sentía confundido. Me marché a mi habitación.
Media hora más tarde llegó mi madre y ya habíamos preparado todo para comer. Desde las palabras de mi prima, me sentí alejado de ella y ni siquiera la miraba. Cuando llegó mi madre se marchó a su habitación y se cambió de ropas. De nuevo se ponía aquellas ropas que la hacían tan excitante el día anterior, sobre todo ver sus tetas. Tras la comida, Lucía volvió a marcharse a su facultad, mientras mi madre y yo quedamos en casa. Yo intentaba estudiar en mi habitación y mi madre hacía sus cosas por la casa.
- ¿Te gusta tu prima? – escuché la voz de mi madre tras de mí.
- Sí… - contesté.
- Es una chica bonita, pero tal vez ella no quiera lo qué tú te imaginas…
- Eso parece… - le respondí afligido.
- ¡Vamos, ven! – mi madre me cogió de la mano y me llevó al salón, puso música y se abrazó a mí - ¡Me ha dicho tu prima qué bailas muy bien!
Me dio la espalda y pegó su cuerpo al mío. Mis manos la cogieron por la cintura y mientras sonaba la música, nos agitábamos al ritmo y su culo se frotaba levemente contra mí. ¡No podía ser! Mi madre me provocaba una erección y ella lo tenía que notar, casi se notaba a simple vista en el pantalón de mi pijama.
- ¡¿Estás más animado?! – me dijo jadeante por los movimientos que había hecho.
- Sí mamá. No sabía qué te movías tan bien bailando.
- Es qué nunca me has pedido que bailemos. – rió y quitó la música - ¡Ahora a estudiar y no te preocupes por tu prima!
Durante unas cuantas horas estuve estudiando. Pensar en mi prima pasó un poco a segundo plano cada vez que recordaba el roce del redondo culo de mi madre cuando bailaba conmigo. ¡Joder, sentir deseos por mi prima era una cosa, por mi madre era algo más pervertido! Entonces comprendí que mis verdaderos sentimientos por mi prima no eran más que la respuesta de mi cuerpo por su hermoso y sensual cuerpo. Al igual que me ocurría con mi madre. Supuse que cualquier mujer que se acercara a mí me produciría la misma reacción. Me sentí aliviado con aquel pensamiento. Y cuando regresó mi prima me sentí más aliviado en su presencia, casi ni necesitaba mirarla.
Y los días iban pasando. Y las semanas. Hasta que un momento llegó la Navidad. Creí que mi prima se iría a su casa, pero no lo hizo. Se quedó allí con nosotros y preparamos todo para la noche buena. Mi madre y yo siempre las habíamos pasado solos los dos, allí, en casa. Aquella noche sería algo diferente pues estaría Lucía con nosotros. Más raro me resultó que mi prima no quisiera ir a ninguna de las fiestas a las que sus compañeras de clase le habían invitado. Ni se fue con su familia, ni con sus amigas.
Cuando llegó la Noche Buena, los tres estábamos en casa. Todo iba genial, hablábamos, nos reíamos y disfrutábamos de la cena que entre ellas habían preparado. Yo intenté hacer una salsa que busqué por Internet y hubo que tirarla, con lo qué quedé eliminado de hacer más comidas. Cuando acabamos de cenar, serían las doce de la noche, retiramos todas las cosas de la mesa y dejamos sólo algunos licores y demás bebidas.
- ¡Vamos cariño! – me dijo mi madre - ¡Tómate este chupito qué me ha dicho tu prima que estás muy gracioso cuando bebes!
- ¡No mamá! – le dije y deseé tomármelo de una vez para atreverme a hacer algo con mi prima.
- ¡Vamos primo! – me dijo Lucía - ¡Muéstrale a tu madre cómo eres en realidad!
No lo pensé, agarré el pequeño baso y de una vez tragué su contenido. No sabía lo que era, no me importaba, pero entró en mi cuerpo quemándome por dentro.
- ¡Ya está! – grité levantando los brazos en señal triunfadora.
- ¡Otro, otro, otro! – canturreaba mi prima animándome. Mi madre puso otro.
- ¡Y otro! – grité cuando me lo tomé - ¡Ya empiezo a perder la visión!
Mi madre y mi prima reían mientras ellas tomaban una copa suavemente, sin prisas por recibir alcohol. Me levanté y puse música. No sabía lo que sonaba, pero me movía al ritmo de la música tomando el papel de animador de la fiesta. Y sin saber el motivo, me sentí siendo un stripper, empecé a desabrocharme la camisa y a quitármela poco a poco mientras ellas me animaban divertidas por la situación y dando palmadas. Me la quité y miré a mi prima que esperaba que se la lanzara, se la lancé a mi madre y la apresé con la camisa por la nuca. Me acerqué a ella y agitaba mis caderas hacia mi madre. Tiré de la camisa hasta que su cabeza estuvo cerca de mi cuerpo. Ella me dio un beso en mi desnuda barriga. Podía escuchar las risas de Lucía.
Liberé a mi madre y me giré hacia mi prima. El alcohol circulaba demasiado deprisa por mi cuerpo y todo empezaba a tomar un suave giro, no estaba muy embriagado, pero mis facultades físicas empezaban a mermarse. Pasé la camisa por la espalda de Lucía y tiré de ella. Sus manos rápidamente se lanzaron a mi pantalón y lo desabrochó. Iba a empezar a bajarlo, pero la detuve. Me dirigí a mi madre y la levanté para que se sentara cerca de mi prima. Veía a las dos divertidas y la verdad es que yo empezaba a sentirme cada vez más excitado con aquello, de forma que mi polla estaba dura y erecta bajo mis ropas.
Me separé de ellas un poco y me quité los zapatos, lanzándolos con cuidado por el salón. Después puse mis manos en la nuca y me acerqué dando pequeños botes y agitando mis caderas hacia ellas. Las miré y parecían disfrutar de aquel ridículo espectáculo. Cogí una mano de cada mujer y la llevé al filo del pantalón, cada una por un lado. Puse mis manos en la nuca y cada una tiró de la prenda hasta que quedó en mis tobillos. Las dos abrieron las bocas sorprendida al descubrir la erecta y gruesa polla que se marcaba en mis calzoncillos. Me quité los pantalones y caminé hasta el sofá. Me senté y desafiante les dije: “¡Superad eso!”
Estaba sentado en calzoncillos en medio del sofá. Me sentí ridículo al verme allí, en una noche cómo aquella, haciendo un espectáculo tan soez para mi madre y mi prima. Pero la divertida euforia del alcohol me hizo olvidarme de ello. Miré a las dos mujeres que cuchicheaban en la mesa. “¡Vale, de acuerdo!” escuché y las dos se levantaron. Se marcharon a las habitaciones y volvieron unos pocos minutos después con otras ropas.
Caminaron hasta colocarse frente a mí, a unos dos metros. Pusieron sus brazos en jarra, cómo si me dijeran “¡Ahora te vas a enterar!” Hasta ese momento no me fijé en lo excitante que se habían vestido. No eran trajes de noches para ir a una fiesta, pero aquellas prendas marcaban perfectamente sus cuerpos y mi mente empezaba a confundirse.
- ¡¿Te gustan las universitarias?! – dijo mi prima y apoyó sus manos en la mesa, dándome la espalda y poniendo su culo bien en pompa, su falda subió hasta colocarse a ras de empezar la redondez de sus cachetes. Me miró sensual.
- ¡¿Qué tal una buena madura?! – las dos vestían iguales y también se giró y se colocó en la misma postura que mi prima. A ella se le veía parte de su culo y mi polla empezó a asomar por los calzoncillos.
Lucía puso una mano en el culo de mi madre y empezó a subir la falda de tablas escocesa que la cubría. ¡Joder, aquellas dos sabían bien lo qué me gustaba aquello! Puse mi mano sobre mi polla, por encima de la tela y la agité. Mi madre permaneció inmóvil mientras mi prima se acercó a ella. Le subió la falda por completo y dejó su culo al aire. Dobló las rodillas y pasó su lengua por uno de los cachetes. Mi madre se giró y empezó a desabrochar su camisa. Un botón… dos… tres… Separó la tela y sus hermosas y grandes tetas aparecieron ante mí. Lucía levantó de nuevo su falda y sus bragas negras marcaban sus pubis, pasó su lengua por el muslo de mi madre cómo si fuera a lamerle su coño.
Joder, aquello me estaba poniendo cardiaco y mi polla iba a estallar. Mi madre estaba buenísima y sensual. Mi madre agarró a mi prima por las coletas que se había hecho y la levantó. Acercó su boca a la de ella y sus lenguas casi se tocan. Mientras Lucía me miraba y pasaba su lengua por los labios, mi madre empezó a desabrochar su camisa hasta sacar las hermosas tetas de mi prima. No insinuó nada, su lengua lamió uno de los pezones y Lucía echó la cabeza atrás con un pequeño gemido. Mi madre seguía pasando su lengua por el pezón endurecido de mi prima y su mano empezó a subir por el muslo de la joven.
Aquella mano se perdió bajo la tela de la falda y se agitaba tocando su coño. Mi prima gimoteaba mientras sentía cómo su tía le lamía y la masturbaba. Mi excitación se mezcló con el desconcierto que me produjo la situación. Nunca imaginé a mi madre cómo lesbiana, pero estaba masturbando a mi prima. Me levanté del sofá y me arrodillé delante de mi prima, alargué una mano para levantar su falda y poder ver claramente qué le hacía mi madre.
- ¡Sin tocar! – me paró la mano de mi prima.
Ella agarró la falda y la levantó. La mano de mi madre se agitaba sobre las bragas de mi prima y marcaban sus bonitos labios vaginales en la fina tela. Me levanté y me acerqué a ellas, quería saborear el pezón libre de mi prima. De nuevo su mano me detuvo. Las miraba excitado, fuera de mí por tanto placer.
Mi madre dejó de lamer el pezón y me miró. No podía creer lo que veía en sus ojos. Mi madre tenía deseos de sexo. Se acercó a mí y me ofreció su boca. El primer contacto con los labios de mi madre me embriagó más que la dosis de alcohol que me había tomado. Estaba cómo en un sueño, podía sentir el tacto de sus labios que se movían pidiéndome más y poco después su lengua entró en mi boca para buscar la mía.
Moví mi mano y busqué las caderas de mi madre. La acaricié y bajé por su falda para colarme bajo ella. Sentí en nuestras bocas la boca de Lucía. Nos separamos un poco y ahora nuestras tres lenguas se agitaban y se acariciaban. Mis dedos tocaron la fina tela de las bragas de mi madre y pude sentir los abultados labios vaginales de su coño.
Abandoné sus bocas mientras ellas siguieron besándose. Me arrodillé y levanté la falda de mi prima. Allí estaba la mano de mi madre, agitando su coño, masturbándola. La aparté y llevé mi boca para besar su coño por encima de las bragas. La mano de mi madre se puso en mi cabeza y me acariciaba suavemente. Aparté las bragas a un lado y el coño de mi prima brillaba por los flujos que ya había lanzado. Nunca lo había hecho, pero acerqué mi boca y torpemente lamí la raja de su coño. Al momento mi boca se inundaba de los flujos de mi prima.
La mano de mi madre agarró mis pelos y me obligó a separarme de mi prima. Me forzó a girar la cabeza hasta que su coño estaba delante de mi boca. Sabía lo que quería. Con una mano aparté las bragas y hundí mi boca entre los pelos para buscar la raja de su coño. Nunca había comido un coño, menos dos, pero lo primero que encontré de mi madre fue su clítoris. Era enorme y sobre salía de sus grandes labios vaginales. Lo lamí y lo besé y empecé a escuchar los gemidos que daba mientras su hijo le comía el coño.
- ¡Sí, sí! – era lo único que decía entre gemidos de placer.
Lucía mamaba sus tetas mientras yo lamía su coño. Las piernas de mi madre se agitaban por el placer, estaba a punto de sentir un orgasmo. Su mano apartaba mi cabeza de su coño y me hizo levantarme.
- ¡Vayamos a mi cama! – dijo mi madre y nos soltó para que la siguiéramos. Besé a mi prima y nos marchamos a su habitación.
Entramos en la habitación y mi madre se tiró en medio de la cama, se quitó las bragas y nos ofreció una vista de su peludo coño.
- ¡Hacer cosas para qué pueda masturbarme! – nos ordenó a mi prima y a mí.
- ¡No! – dijo Lucía y se subió a la cama a cuatro patas - ¡Ven! – me dijo y la obedecí.
Lucía se colocó entre las piernas de mi madre y abrió sus labios vaginales. El rosado interior de su vagina apareció ante nosotros, húmedo y brillante, su clítoris resaltaba erecto y enorme. Los labios de mi prima besaron su sensible clítoris y las caderas de mi madre se agitaron. Lucía se apartó y me indicó que yo hiciera lo mismo. Besé su clítoris y succioné como mi prima había hecho con mi polla aquella noche que me la mamó. Mi madre pareció enloquecer. Sus caderas se agitaban y en mi barbilla sentía la caliente vagina que se frotaba contra mí. Lucía buscó con sus dedos la vagina de mi madre y comenzó a penetrarla con dos dedos. Mi madre gemía y se agitaba.
- ¡Dale tu polla a tu madre! – me dijo mi prima y abandoné tan cálido lugar.
Me quité los calzoncillos y de rodillas me acerqué a la cara de mi madre. Sus ojos cerrados y su boca abierta mostraban el placer que Lucía le daba al comerle el coño. Cogí mi polla con una mano y golpeé levemente en la cara descompuesta por el placer de mi madre. Me miró y su mano agarró mi endurecida polla para llevarla a su boca. Su lengua jugaba con mi glande cubierto por la piel. Lo liberó y su boca se lo tragó. Las caderas de mi madre se agitaban mientras veía como mi polla se perdía en el interior de su boca. Sus tetas se agitaban con los movimientos de su cuerpo y empecé a tocárselas. No tardó mucho en tener un primer orgasmo y cuando mi prima levantó su cabeza del coño de mi madre, su boca brillaba por la gran cantidad de flujos que había lanzado.
Mi madre se levantó y me obligó a tumbarme en medio de la cama, con mi polla totalmente erecta y deseando clavarse en aquellos húmedos coños. Levantó a Lucía y le quitó las bragas y la camisa. Ella también se quitó la camisa. Las dos quedaron con aquellos calcetines que le cubrían por encima de las rodillas y por aquellas faldas. Besó a mi prima en la boca saboreando sus propios flujos y la obligó a colocar su coño sobre mi boca.
¡Joder, qué rico estaba el coño de mi prima! Lo lamía y jugaba con su clítoris mientras ella gemía y me lanzaba flujos para que me los comiera. Lucía movía sus caderas y restregaba su coño contra mi boca. Sentí el calor de la boca de mi madre en mi polla. Se la tragaba entera y jugaba con mi glande dándole suaves caricias con su lengua. Mi polla iba a estallar mientras mi madre me la mamaba. Mientras, en mi boca caían todos los líquidos que mi prima me lanzaba. Los gemidos de placer de Lucía llenaban toda la casa, chillaba y se agitaba con cada lamida que le daba. Mi polla estaba apunto. Sentí que mis huevos iban a quedarse vacíos y mi madre lo supo. Su boca envolvió mi glande cuando empezó a lanzar el semen. Pocas gotas cayeron fuera de su boca y se tragó todo mi semen.
Lucía miraba hacia atrás cuando supo que iba a eyacular. Había observado como su tía se había tragado todo el semen y ella quería correrse. Bajó las caderas y me obligó a comerme por completo su coño. Mientras mi lengua se agitaba entre los labios vaginales de mi prima, mi madre se levantó y se colocó junto a ella, acercó su boca a mi prima y pudo ver que aún tenía algo de semen. Se fundieron en un beso para compartir mi corrida y en ese momento la vagina de Lucía se vaciaba sobre mi boca con un tremendo orgasmo.
Lucía cayó de espaldas sobre mí. Por la raja de su coño podía ver deslizarse los flujos y caer sobre mi pecho. Mi madre se agachó y me besó en la boca, aun pude saborear mi propio semen, después beso a nuestra amante en su coño. Estábamos cansados por los orgasmos que habíamos tenido. Durante unos minutos descansamos con nuestros cuerpos mezclados sobre la cama y dándonos suaves caricias.
- ¡Ven Lucia! – dijo mi madre colocándose en el filo de la cama a cuatro patas y con el culo bien en pompa - ¡A ver qué sabe hacer nuestro niño con nosotras!
Lucía no dijo nada, se colocó en la misma postura junto a su tía y esperaron que yo actuara por voluntad propia. Me levanté y miré sus culos redondos y ofrecidos para que yo las hiciera gozar. Me arrodillé y los miré. Entre sus piernas podía ver sus coños. El de mi prima brillante, el de mi madre mostraba los pelos húmedos por el placer. Llevé mis manos a sus coños y los acaricié con mis dedos gordos. Sus culos se agitaron. Acerqué mi boca y besé cada coño. Después me acerqué al culo de mi madre y hundí mi boca entre sus cachetes para intentar lamer su ano. Casi llegaba y sus manos separaron aquellas redondas carnes para ofrecérmelo. Mi lengua jugó con él y mi madre ronroneaba de placer. Abandoné a mi madre y Lucía ya me esperaba con sus cachetes bien separados. Igual tratamiento hice con su ano.
Mi polla ya estaba endurecida de nuevo. Me levanté y agité un poco mi polla con la mano. Las dos me miraban sin saber bien que iba a hacer. Me acerqué al culo de mi madre y escupí un poco de saliva sobre su ano. La expresión de mi madre cambió cuando supo lo que iba a hacer, pero no dijo nada. Llevé mi hinchado glande hasta su ano y empujé un poco. El cuerpo de mi madre se tensó. Me separé de ella e hice lo mismo a mi prima que sonreía con lo que le iba a hacer. Empujé mi polla y su ano cedió y a punto estuvo mi glande de meterse dentro. Pero no era eso lo que quería.
Me coloqué de nuevo tras mi madre y apunté a su vagina. Ahora sí, empujé y mi polla entró casi por completo. El gemido de mi madre llenó la habitación. La saqué un poco y con otro empujón más fuerte, la penetré por completo. Podía ver cómo mi polla entraba y salía de su coño, cómo sus labios se dilataban con cada penetración.
La saqué de mi madre y en un momento la clavé en mi prima que dio un grito de placer al sentirse llena. Llevé mi mano al coño de mi madre y la masturbaba mientras mi polla entraba en mi prima.
Volví a cambiar y ahora penetraba a mi madre. Puse una mano sobre su culo y mi dedo gordo buscó su ano. Lo acariciaba y poco a poco iba entrando. Mi polla ahora entraba frenética en su coño. Agarré el culo de Lucía y la moví hasta que se colocó sobre mi madre. Ahora tenía los dos culos delante de mí. Sólo tenía que subir un poco para follar a mi prima, después bajar otro poco para penetrar a mi madre. Las dos gemían y gozaban. Cuando penetraba a mi madre, mi prima levantaba el culo y le lamía su ano. No sé cuanto tiempo estuve penetrando a las dos.
Mi madre fue la primera en sentir que se iba a correr. Sus gemidos se aceleraron y me pidió que la follara más rápido. Así lo hice y sus piernas se convulsionaban cuando un tremendo orgasmo la invadió. La dejé gimiendo mientras su mano le acariciaba el clítoris y volví al coño de mi prima.
La clavé con furia. Quería que se corriera rápido y lanzar mi semen, quería correrme ya. Agarrado a las caderas de Lucía, la penetraba frenéticamente. Ella empezó a gemir y a chillar cuando el orgasmo la invadió.
- ¡Me corro, me corro! – empecé a decir.
- ¡Lléname con tu semen! – dijo Lucía.
- ¡No, yo también lo quiero! – dijo mi madre cuyo culo seguía en pompa bajo nosotros.
Clavé mi polla por completo en Lucía y solté un chorro de semen. Me costó, pero la saqué y la clavé por completo en mi madre. Otro chorro de semen salió y llenó su vagina. Un poco más y volví al llenar la vagina de mi prima. Fue espectacular eyacular en los dos coños, excitante e inimaginable hace tan sólo unos meses. Caí rendido en la cama y ellas descansaron abrazadas a mí. Aquella había sido una noche buena de las buenas y esperaba que aquello se repitiera más veces durante aquella noche. Así que di gracias por tener una familia tan buena y unida como la que formábamos mi madre, mi prima y yo.