Mi prima de 39 años
Por fín acabo en la cama con mi prima casada de 39 años.
Mi prima tiene 39 años y se conserva de maravilla, no es muy espectacular pero mantiene un gran cuerpo con unas piernas largas, normalmente lleva minifalda y medias, y esto es una cosa que me encanta pues las piernas de las mujeres con unos pantys negros siempre han sido mi perdición.
Desde pequeños, cuando veraneábamos juntos, ella siempre me atrajo, pero no tanto como desde hace un par de años hasta ahora.
Nunca me había fijado en ella, ahora está casada y tiene un maravilloso hijo, su marido es excepcional, pero cuando la veo se me olvidan todas estas relaciones.
Como he dicho antes, hace dos años, estando en su casa en verano, yo dormía en un colchón donde se encontraba la tele, hacía mucho calor y mi prima y yo nos quedamos dormidos viendo la televisión, mientras en la otra habitación dormían su marido y su hijo.
Después de un rato noté como mi prima me abrazaba por la espalda, yo pensé que era un gesto intuitivo, así que lo dejé pasar, pero yo estaba muy nervioso. Según pasaba la noche y los cambios de postura en el colchón, fui yo el que me abracé a ella por detrás, y con el olor de su perfume me fui acercando más y más a su cuerpo, hasta que mi pene quedó rozando su culo. En esta situación no pude retenerme y mi polla se fue endureciendo, y trató de penetrar entre sus muslos, abriéndose paso poco a poco. Mi prima pareció despertarse y se separó de mi, así terminó la noche.
Los siguientes días me los pasé intentando buscar entre la ropa sucia todas sus braguitas y sus medias usadas tras los días de trabajo, no paraba de masturbarme con los dulces olores que despedían aquellas prendas que habían estado tan cerca de su sexo.
En estos días, noté que mi prima me hacía un poco más de caso y que me mimaba bastante, cuando me fui de su casa, al despedirse me dio los besos rozándome los labios y logré percibir que con sus ojos me decía algo.
Al cabo de estos dos años, volví a su casa por motivos de trabajo, y ella seguía tan guapa y excitante como la última vez.
Me quedé a dormir en su casa esperando que se presentara la oportunidad de poder acariciarla y besarla, y hacerle el amor como yo quería. A la mañana siguiente, su marido se marchó a trabajar pronto y yo acompañé a su hijo al campamento matinal, cuando volví a casa, mi prima estaba vestida con una de sus minifaldas y un delantal, estaba fregando los platos del día anterior. Cerré la puerta, y fui a darle los buenos días, la cogí por la cintura, con mi cuerpo apoyado en su espalda, para darle dos besos en las mejillas, y vi que su piel se erizaba y que se ponía nerviosa, respiraba de manera entrecortada, entonces fue cuando comprendí que ella también deseaba que algo pasara entre nosotros.
Sin decir nada, la bese suavemente en el cuello y empecé a acariciarle su estómago, ella soltó los platos y se agarró fuertemente a la fregadera, no dijimos nada en esos momentos.
Subí las manos hasta sus pechos, sus pezones estaban duros y yo no paraba de pellizcarlos dulcemente, mi pene estaba ya durísimo golpeando contra su perfecto culo. Poco a poco, fui bajando las manos hasta sus tobillos y las subí pasando las yemas de mis dedos por todas sus piernas, a la vez que no podía dejar de besarlas. Al final llegué hasta su sexo, que ya estaba muy húmedo y empecé a jugar con su clítoris y a meter poco a poco uno y dos dedos dentro de su caliente coño.
Los dos estábamos excitadísimos, ella se dio media vuelta y me besó en la boca como nunca lo había hecho nadie, después de unos minutos así, bajó hasta mi erecta polla, la sacó de los pantalones y primero con las manos y después con la boca, empezó a masturbarme. Al cabo de unos minutos acabé dentro de su boca, mientras una gran parte de mi leche salía por sus labios y otra parte trataba de tragársela.
Directamente nos fuimos a la cama, desnudándonos violentamente y dejando la ropa por toda la casa, allí comencé a comerle el chorreante coño a mi prima, mientras ella no paraba de retorcerse encima del catre. Allí mismo se corrió y derramó unos pequeños jugos que me resultaron deliciosos. En poco tiempo empezamos a follar como dos jovenzuelos, probando todas las posturas posibles, a mi me gustaba meterle uno de mis dedos en el culo, mientras mi polla entraba y salía de su sexo. Después de una hora los dos dejamos de fornicar agotados y nos quedamos tumbados en la cama, mientras yo le contaba todas mis experiencias fetichistas con sus prendas interiores.
Los siguientes días seguimos follando pero además ella, me dejaba por las noches su ropa interior del día anterior, ropa que estaba totalmente mojada y con un olor a sexo que se instalaba en mi habitación.