Mi prima Alejandra 3

Encontré una realidad que no imaginaba, estaba en mí encontrar mi camino

Ahora que no estaba mi madre, tenía que aprender de verdad que soy

Mi padre vino para las exequias y se fue. Los días siguientes tuvieron un tinte lúgubre. Ale casi no hablaba. Yo estaba desorientada, hasta ahora había tenido un objetivo. Terminar mi carrera y terminar mi transformación sexual. Mama era mi guía y notaba que mi prima por más que lo hubiese prometido, no estaba con el ánimo para eso.

Antes de los tres meses hicieron los papeleos del casamiento. Fue un trámite administrativo, no hubo fiesta ni nada. Esa noche papá se quedó a dormir con Ale. Los escuché discutir, pero después se calmaron y solamente me pareció escucharla llorar, no estoy segura.

Vinieron días de incertidumbre. Sentía que en mi interior latía mi yo femenino. Pero me gustaba jugar al futbol, ir a las fiestas y estar entre las mujeres, estaba desorientada. Empecé a ir al club vestido de chico a la hora que jugaban las chicas. Todavía seguía Melisa de capitana. Tan pronto me vio me invitó a jugar. Era lo que más deseaba, pero ahora tenía que disimular las tetas, no es que fueran muy grandes, pero se notaban.

Me divertí en grande. Hacía tanto que no jugaba que fue una alegría inmensa.

Desde ese día empecé a ir al club más seguido. Alguna vez volví a jugar con los chicos, pero ya estaba desconectado del grupo. No me importaba, me gustaba más con las mujeres.

Una tarde cuando terminamos yo fui a ducharme como siempre al vestuario de los hombres. Estaba yo solo, me estaba desnudando cuando veo que entra Estela

  • Carlos, me da no sé qué verte aquí solito. Yo no te puedo invitar a bañarte en casa cómo Melisa, pero te puedo ayudar a bañarte aquí – Se vino arriba mío y me besó – Melisa me dijo que sabes hacer muchas cosas para calmar la excitación después del partido, mira que excitada que estoy – me llevó la mano a su vagina. O por el sudor o lo que fuera, eso era un manantial me empujó la cabeza y me dio de beber de él. Tenía un gusto fuerte, pero me gustó, me gustaba como gemía mientras apretaba mi cabeza contra su abertura, ahí fue la primera vez que se desbordó

  • Carlitos, hay que tener cuidado. Tú eres muy pequeño para ser papa. Te voy a usar esa cosa que tienes ahí, pero me tienes que avisar, no se te ocurra terminar adentro – antes que llegara mi turno se corrió ella, cuando le avisé que me iba, se dio la vuelta en un 69 fabuloso, ella bebió de esa cosa que yo tenía ahí, y me volvió a poner en la boca esa cosa que tenía ella y hasta que no me dio a beber dos veces más, no se salió.

Melisa me había amenazado para que no contara lo que pasó con ella. pero a ella no la había amenazado nadie. Empecé a ser la mascota del equipo. Cuando iba con ellas me disfrazaba de hombre y me usaban cómo si lo fuera.

Un partido (que yo no jugaba) ganaron a un equipo bastante fuerte. Tocaba festejar y me invitaron a mí. Las chicas estaban muy contentas. Lo festejaron en casa de una de ellas. Hubo bebidas para todas y para mí también. La fiesta se desmadró un poco y con el asunto que les traía suerte, varias lo festejaron conmigo. No sé bien lo que pasó, pero sé que pasó de todo. Entre todo lo que me dieron a tomar, unos cuantos coños vinieron en el paquete. No podría decir cuántos, ni cuántas se aprovecharon de mí

Cuando vieron que no podía más, me llevaron a mi casa me dejaron sentado en la puerta, tocaron el timbre y se fueron. Cuando Ale abrió, solo me encontró a mí con una borrachera que no me podía parar. Algo me debe haber dicho, pero yo no estaba para escuchar nada.

A la mañana me desperté con un dolor que me partía la cabeza. Mi papá había llegado el día anterior, se había quedado a dormir y se había ido a la mañana.

Me vestí con la misma ropa de la noche anterior, todavía no sabía lo que iba a hacer ese día, Era tarde, me extrañaba no encontrar a Ale. La estuve buscando hasta que no quedó más que el dormitorio. Empujé la puerta y la vi. Tirada en la cama llorando

  • Ale, ¿qué te pasa? No me digas que es por mi culpa – no paraba de llorar

  • Es por todo, porque todo lo que le prometí a Cristina no sé si lo voy a poder cumplir, todo me sale mal y no veo que pueda mejorar – me senté en la cama a su lado.

  • Ale, no llores vas a ver qué vas a poder cumplir con todo ¿qué es lo que no te sale?

  • Nada me sale. Le prometí que te iba a ayudar con tu sexualidad y mira, estás abandonando el tratamiento, te dejan en la puerta cómo un borracho. No sé si estudias, ¿cuándo te vas a recibir? Mientras tanto yo llevando la empresa lo mejor que puedo y haciendo de puta de tu padre, y tú no me ayudas en nada, ni siquiera te ayudas a ti ¿qué es lo que quieres ser? ¿quieres que todo lo haga por ti? – me paré y la dejé llorando.

Me sentí como una mierda, cómo esas niñas caprichosas que esperan que todo se lo den hecho. Fui a mi cuarto me puse unas bragas, el sujetador, y escogí un vestido que realzara mi cuerpo. Me maquillé, me puse los aros, zapatos de tacón, cuando me vi bien me fijé que era hora del almuerzo.

Para hacer la comida no tenía tiempo. Pedí lo que sabía que le gustaba y preparé la mesa, abrí una botella de vino (yo no estaba para eso, pero Ale bien lo valía) cuando estuvo todo listo la fui a llamar.

  • Ale, levántate que ya está el almuerzo – ni se dio vuelta para mirarme

  • Almuerza tú, yo no tengo ganas

  • Ale, no te hagas la tonta, levántate que está todo servido, y me tienes que decir como sigo el tratamiento, así no me disfrazo más de hombre – ahora sí se dio vuelta, me miró, se sonrió y se levantó a vestirse.

Me fui al comedor a esperarla. Sabía que la había puesto contenta y eso me alegró, pero no lo suficiente como para borrar lo que había escuchado, que tenía que ser la puta de mi padre.

Llegó al comedor con un vestido de entrecasa, estaba divina. Para mí estaba divina con cualquier cosa que se pusiera. Se acercó y me dio un beso.

  • ¿De verdad estas segura? Mira que de aquí para adelante no va a ver marcha atrás

  • Sí Ale, cuando me sentí como una mocosa malcriada, me di cuenta de qué lado tenía que estar. Ayúdame, yo voy a hacer todo lo que me digas.

  • Eso te lo van a decir los médicos, pero el asunto es que hagas lo que realmente sientas.

  • Lo voy a hacer, siempre y cuando no me quite tiempo para recibirme. Lo primero es que tú puedas estar libre. Tú no tienes que ser puta de nadie.

  • Carla, eso será cuando puedas hacerte cargo de la empresa. Para eso te faltan años. Vayamos por parte. tienes que terminar tu transformación, y cambiar tus documentos. Después todo será más fácil. Yo mientras puedo aguantar.

  • Eres la mejor prima que pueda tener. No sé qué haría sin ti.

  • ¡Y sí! soy la única que tienes, buena o mala me tienes que aguantar.

  • Y por eso te aguanto. Anda a cambiarte para salir a dar un paseo. No puedes vivir solamente para trabajar. Podemos ir al cine.

Se fue a cambiar mucho más animada.

Ahora estaba segura de lo que realmente quería. Con su ayuda, estaba segura que lo iba a conseguir.

Pasamos una tarde perfecta, después de tanto tiempo me parecía que por fin estaba como tenía que estar. Qué era quien tenía que ser.

Las cosas cambiaron rotundamente. Dejé de ir a jugar al futbol. Me empeñé en estudiar para tratar de matricularme en menor tiempo. Los fines de semana la convencía a Ale para salir al cine o al teatro para distraerla. En fin, pude hacerle la convivencia más llevadera.

Lo que no pude conseguir es que mi papá dejara de aprovecharse de ella. eso me tenía mal

Terminé el curso rindiendo todas las materias y adelantando alguna más. Llegaban las vacaciones y quería pasarlas con mi prima como cuando cumplí los quince años. Cuando se lo dije, Ale me desilusionó.

  • Carla, te programé la internación en una clínica estética, para completar tu transformación

  • Ale, ¿me van a castrar?

  • No, si quieres eso tendrías que ir a otro país. Aparte de eso, lo demás te lo van a feminizar completamente. Vas a ver que te va a gustar – Estuve veinte días internada. Cirugía facial. Una intervención en las cuerdas vocales me tuvo una semana sin poder hablar, me afinó el tono de voz. Inyecciones de estradiol, y algún estrógeno más que no conozco, consiguieron agrandar mis senos y creo que hasta mis glúteos. Ale venía casi todos los días.

  • Vas a quedar preciosa, los chicos van a estar atrás tuyo – Me decía para darme ánimo. No me molestaba en contestarle, con qué le gustara a ella me conformaba.

En esos veinte días no me pude ver a un espejo. Cuando al fin terminé la internación, Ale me llevó a verme a casa.

Me sentía diferente, la piel me apretaba en los pechos. El culo también, me parecía que lo llevaba sobresalido. Cuando se lo dije a Alejandra se echó a reír

  • Vas a ver que te va a gustar – Cuando me miré en el espejo no lo podía creer. Siempre fui parecida a mama, pero ahora parecía que fuera ella, pero de joven. Las tetas no eran una exageración, pero eran grandes como las de ella.

Me dio para que me pusiera una lencería nueva preciosa. Me tuvo que ayudar a acomodarme lo que me diferenciaba de una mujer. No me lo podía creer parecía una diva

  • Ale, está es tu obra, ya no vas a poder decir que no le cumpliste a mama, me parezco a ella

  • Mira, esta fotografía es la que les llevé a la clínica para que te feminizaran como ella, en ese tiempo tenía más o menos tu edad – me quedé impresionada, parecía una foto mía.

Desde ese día salíamos más seguido. La acompañaba a la empresa, e iba tomándole el punto al trabajo, me faltaba mucho, pero algo aprendía. Cuando mi papá me vio, no dijo nada, le pareció lo más natural. Bueno, nunca le había importado y no iba a empezar ahora.

Ese día que llegaba y se quedaba en casa, era un castigo. Veía lo que sufría Alejandra y sufría yo. Estudiaba lo más que podía, pero para tomar la conducción de la empresa tenía que tener la edad.

Una mañana, Alejandra me pidió que la acompañara. Me llevó hasta el registro de las personas, me sacaron la foto y todo lo demás que necesitaba para convertirme en Carla de hecho y de derecho.

Esa noche salimos a cenar afuera. Cuando llegamos a casa, le pedí que brindáramos por mi nueva vida

  • Ale, te prometo que me voy a esforzar por terminar la carrera y liberarte. Creo que mama no tendría que pedirte eso, y mi padre no tendría que aprovecharse.

  • Carla, tu preocúpate por estudiar, no te digo que me guste lo que estoy haciendo, pero es lo menos que podía hacer por Cristina.

  • ¿Sabes que quedo en deuda contigo para toda la vida? Soy obra tuya, no sé cómo pagarte.

  • Algo se me va a ocurrir – me dijo con una sonrisa – vamos a dormir que mañana trabajo.

Esa noche me quedé pensando en cuanto le debía. Desde que murió mama, solo se ocupó de la empresa y de mí. Y yo siempre no ayudé. No le conocí novios, no salía a divertirse, vivía para cumplir con lo prometido.

Ese fin de semana la invité al teatro. Era una comedia como las que le gustaban a ella en la tele. Remoloneó un poco, pero aceptó. Ya me había terminado de arreglar, y la estaba esperando. Cuando apareció me quedé de una pieza, estaba divina

  • Carla – me gritó - ¿qué me miras cómo si fueras boba? – era cierto, estaba hermosa

  • Boba sería si no te mirara ¿qué piensas, buscar novio hoy? Me parece que me voy a tener que volver sola

  • Ay sí, voy a encandilar pretendientes por ahí.

  • A mí ya me encandilaste, y eso que no pretendo nada – frunció la nariz como me gustaba

  • Anda vamos, déjate de decir tonterías – estaba segura que le había agradado el piropo.

Cambiaron un poco las cosas, salíamos más seguido. La convencí de ir a descansar a la casa de la sierra. Allí la íbamos a pasar bien. yo cociné lo que sabía que le gustaba. Llevé para darle todos los gustos, sabiendo que era poco para el sacrificio que hacía.

A la noche prendí la chimenea, preparé unos tragos y nos sentamos en el sillón para ver una película. Traje una manta para los pies para estar más calentitas. Todo era perfecto, todo menos la película. A la mitad Alejandra se empezó a quedar dormida, apoyó la cabeza en mi hombro y ahí se quedó.

Busqué la manera de que quedara más cómoda. No sé si para ella o para mí. Para mí, era teniéndola abrazada con la cabeza apoyada en mi hombro. Pasé mis labios por su frente, le alisé el cabello para atrás, quería verle toda la carita. No sé lo que me pasaba. Hacía casi veinte años que la veía todos los días, y ahora me venía a dar cuenta de lo lindos que eran esos labios. Me acurruqué para seguir disfrutando su compañía.

Me desperté casi a la madrugada. Me estaba mirando en la misma posición en que nos habíamos quedado dormidas

  • ¿Por qué no me despertaste cuando se terminó la película?

  • Qué te voy a despertar, estabas dormida como una angelita, hubiese sido un crimen despertarte ¿y tú que estabas mirándome porque no me despertaste a mí?

  • Será porque tú también parecías una angelita, y entre angelitas queda feo despertarse.

  • Uhm…aquí se está calentito, ¿nos quedamos?

  • Déjame que me estiro, agárrame y no me dejes caer, hasta…hasta dentro de un rato – me dio un piquito en los labios y se volvió a dormir sobre mi hombro.

Ese fin de semana fue especial. A medida que se me aclaraban un montón de cosas, otras se oscurecían. Que estaba dándome cuenta que lo que sentía por mi prima, era algo más de lo que me había parecido, lo tenía claro. Que era mi prima, casi hermana y que siempre me tuvo como tal, era la parte clara que oscurecía todo.

Sí, realmente fue especial, tan especial que todos los días cuando la veía me parecían especiales. Empecé a soñar que cada vez que me arreglaba el pelo traía otras intenciones, lo malo es que eso me lo venía haciendo desde los tres años, cuando me disfrazaba de muñeca.

Tenía un montón de fotografías vestida de muñeca. Después, cuando me disfrazaba para las fiestas, quedaba la foto. Aun cuando salieron los móviles con cámara, siempre las editaron para el recuerdo, y siempre era mi prima el artífice de mi disfraz.

Ahora en el aniversario de la muerte de mi mama, me hubiese gustado que pudiese verme convertida en la mujer que siempre deseó que fuera.

En el álbum que estaba mirando, constaba impresa toda mi transformación

Las miraba mientras me daba cuenta que si mi mama había deseado que yo fuera una mujer, Alejandra había conseguido hacer de mí una mujer. Una mujer enamorada

Seguí revisando las fotografías, cada una me traía un recuerdo diferente, todos importantes, la última fotografía estábamos las tres. Mama ya estaba enferma, pero nos tenía abrazadas con un brazo a cada una. Todavía nos reíamos las tres. No pude evitar unas lágrimas.

Puse el álbum en la caja dónde estaba, atrás había otro, lo saqué con cuidado, lo abrí, eran fotografías, empalidecí. Dios cómo era posible.

Miraba y no lo podía creer, busqué algo que me hiciera pensar que eso era mentira, pero estaban ahí. No había duda, mi mama y Alejandra en las posiciones más lujuriosas que se pudiera imaginar. No era algo cómo un cariño casto o algo que se le pareciera. Era sexo, sexo desenfrenado. Mi prima, mi dulce primita comiéndole el coño a mi mama cómo si no hubiera un mañana.

Dejé el álbum y revisé el cajón. Había videos, más fotos un libro manuscrito. Tenía bastante para revisar. Escuché el coche de Ale, guardé todo y bajé del desván.

Quería disimular hasta enterarme de todo, entró Ale contenta

  • Hola preciosa, ¿cómo estás? – quería disimular pero se me hacía difícil. No le contesté, sabía que si lo hacía las palabras iban a salir en borbotones. Me fui a mi habitación y me quedé encerrada. Pasó cómo una hora y me llamó

  • Eh Carla, está la comida servida, ven a cenar

  • Deja, hoy no ceno

  • ¿Como que no cenas? ¿qué te pasa?

  • ¡Que no tengo ganas de cenar! ¿me puedes dejar tranquila? – abrió y entró furiosa

  • ¿Qué mierda te pasa? ¿qué me tienes que contestar así? ¿qué te crees que soy yo?

  • Una puta eres. Una puta que con mi madre engañaron a mi padre lo que les dio la gana. Ahora pobrecita, mírala, tan pura, se tiene que dejar follar y no le gusta, no le gusta para nada. Pues si no te gusta, bien hace en cobrarte los cuernos – ahora la que se puso pálida fue ella, pálida hasta que le volvió el color al rojo violento

  • Nunca engañamos a Arturo – exclamó furiosa

  • Tengo las fotografías ¡eres una mentirosa!

  • Nunca engañamos a tu padre – se fue dando un portazo, la seguí furiosa, pero se metió llorando en su habitación. No pude decirle nada más. la cena quedó muerta de risa.

Pasé una mala noche, quizá ella también, pero tenía su culpa y yo no. Estaba rabiosa, no es que me importara que lo engañaran a mi padre. La verdad que me daba lo mismo, pero todas esas ilusiones que me había hecho se me fueron a la mierda. No es que estuviera segura de llegar a algo con ella, pero no sabía que mis deseos ya estaban destruidos antes de nacer.

Al otro día cuando me levanté ya se había ido. No había tocado nada, saqué la comida de la mesa, separé lo que quedó bien por si me daba hambre limpié todo y fui a envenenarme más al desván. Miré otras fotos y bajé con unos videos. Eran las fotos en movimiento. Yo había visto porno lésbico, esto no lo era.

Era sexo lésbico, pero no solamente sexo, era mucho más, aun yo, con la amargura que tenía me daba cuenta cuanto de amor que había en esos actos. Me puse a llorar, ver a las dos mujeres que amé en mi vida haciéndose el amor, porque lo que estaba viendo era el amor que quisiera vivir yo.

Esa noche llegó tarde y se metió en su habitación. A mí se me había pasado la furia irracional, pero en el fondo no cambiaba nada. Estaba destrozada, no veía un futuro, todo se había ido al traste. Igual no me dio oportunidad de verla, se fue temprano.

Suspendí el estudio y seguí revisando los videos y las fotos. Me quedé pasmada.

Había visto el libro, ¿qué me contaría? Era el diario de mi madre. Dejé todo lo demás, ya sabía de qué se trataba, estuve todo el día leyendo, estaba muy bien escrito con la letra prolija de mi madre. Medio libro era un resumen de otros que debía haber terminado y lo demás llegaba casi hasta el día de su muerte. Tardé ese día y el siguiente, a veces las lágrimas no me dejaban leer.

Hacía tres días que no la veía. Si no dormía algo en la empresa debía estar casi muerta. Esa noche la esperé. Llegó pasada las once, le salí al encuentro

  • Ale ¿podemos hablar?

  • No sé qué tengas que decirle a una puta

  • Por favor, creo que no te voy a hacer perder mucho tiempo – se sentó en el sillón y me senté al lado - ¿me perdonas? – me miró extrañada

  • ¿Hablaste con Arturo? - preguntó

  • ¡No! pero sé que el sacó algunas fotos, y leí parte del diario de mama. Sé cómo se amaban, cómo tuviste que aguantar a papá por amor a mi madre. No te puedo negar que un poco aun me duele, pero lo hicieron todo por amor, la querías mucho ¿verdad? – las lágrimas le brotaban cómo una catarata. La atraje contra mi pecho escuchándola entre hipidos.

  • Carla, yo no la quería, ¡la adoraba! Para mí era todo. Antes de llegar a esta casa no conocía lo que era afecto. Aquí encontré el amor de una madre el cariño de una hermanita. Era todo así, toda mi vida estaba aquí y no necesitaba más. Fui creciendo y fueron cambiando las cosas y a Cristina cada vez la amaba más.

  • Ella tampoco había conocido el amor en su vida. Vivía para su empresa, quería tener una niña y eligió a Arturo, guapo, inteligente, y que no le iba a traer problemas y le salió bien

  • No le salió tan bién, nací yo

  • Carla, tú siempre fuiste una niña, la primera vez que te vi, te vi como niña y no me equivoqué. Después no sé cómo pasó, pero lo que pensé que era amor de hija a madre pasó a ser de mujer a mujer. Las dos nunca nos habíamos enamorado de nadie, y aparte de ti tampoco sentíamos cariño por nadie. Para mí, toda la vida éramos nosotras tres, ella se fue y tú me odias

  • No te odio, pero si me sigues mojando la camisa con tus lágrimas te voy a terminar odiando

  • No seas mala, no te burles. Ya sé que saber eso te habrá caído mal, pero es que a tu mama le hubiese dado todo. Si hubiese podido cambiar mi vida por la de ella lo hubiese hecho. Por favor no me odies que eres lo único que tengo.

  • Ale, cómo te voy a odiar, tú también eres lo único que tengo

  • Tú tienes a tu padre

  • Tú tienes a tu marido – nos quedamos mirando como dos desposeídas, solamente nos teníamos las dos

  • ¿Entonces me perdonas?

  • No tengo nada que perdonarte, se amaron y te tengo que dar las gracias por haber hecho feliz a mi madre, le diste algo que nunca le sobró.

  • Nunca va a ser tanto como lo que me dieron ustedes

  • No digas eso, los días más felices los pasé contigo cuando cumplí mis quince años. Todavía sueño con volver a vivir algo así – ya había parado de llorar, pero se quedó contra mi pecho

  • ¿Quieres dormir conmigo hoy como en tu cumpleaños?

  • Si no me invitabas te iba a odiar en serio, voy a ponerme el pijama – me dio un cachete en el culo y salí corriendo. Cuando fui a su habitación ya estaba con el camisón acostada

  • A ver, ¿cómo quieres ponerte? – la miré con una sonrisa

  • Como aquella vez. Me dijiste que era peligrosa, los documentos no me sacaron el peligro

  • Entonces pon el culo para mi lado – me puse de espalda arrimándome contra las tetas, el pubis me lo arrimó ella – de aquella, habías descubierto para que servían las tetas.

  • No te rías que no estaba tan equivocada, lo que pasa que no tenías de donde agarrar, mira, ahora es diferente – le llevé la mano hasta que me cubrió el seno por completo - ¿quieres que te diga? No estaba equivocada, ahora también me gusta – se largó a reír y con las tetas clavadas en mi espalda, me dio un beso en el cuello que casi me derritió, - eso también me gustó - le di un culazo a ver si seguía, pero paró, me dormí pensando en las fotografías, que pena que no fuera yo quien estuviera en ellas.

A la mañana tenía un sueño que me moría, pero Alejandra tenía que irse a trabajar. Mientras se estaba arreglando le preparé el desayuno.

  • Carlita, que buena que estás, eres tonta, te podías quedar durmiendo

  • De alguna manera te tenía que pagar que me dejaras dormir contigo

  • No sabía que tenías que pagar por eso, pero creo que me voy a aprovechar – terminó de desayunar y se fue dándome un beso como siempre.

Me volví a acostar un rato, pero ya no dormí. Me sentía bien. Después de esos días de angustia ahora me sentía bien. Quería seguir leyendo el diario de mama, era una forma de conocer cómo realmente era

Parecía que su objetivo, siempre fue la empresa. Su vida amorosa no existió. Nunca se sintió atraída por ningún pretendiente, y eso la llevó a concertar un matrimonio de conveniencia. Mi padre, iba a ser eso, aunque después quiso y pudo tomar algo de sus derechos.

Ella que nunca había amado a nadie, se enamoró perdidamente de Alejandra. No la juzgaba, era difícil no enamorarse de ella. Qué me lo dijeran a mí.

Me pasé todo el día envuelta en fantasías ajenas. Cuanto más leía más las comprendía y las envidiaba. Por lo menos, mama conoció la felicidad.

Esa tarde me avisó que traía la cena. Llegó y me dejó los paquetes mientras se iba a duchar. Cuando volvió, vestida con una bata que le dibujaba el cuerpo, me era imposible no mirarla

  • ¿Qué tengo que me miras tanto?

  • ¡Qué tienes! Lo que tienes siempre, y siempre te miro, o te crees que soy tonta

  • Ay…mírala, que amorosa, no me digas que te estoy enamorando

  • ¡Por qué no te vas a la mierda! ¿te estás burlando? – le pregunté sonriendo

  • Qué prima más ordinaria que tengo. Para colmo, te voy a tener que invitar a dormir conmigo si quiero que me hagas el desayuno.

Terminamos de cenar, nos quedamos haciéndonos chistes como siempre y nos acostamos. Como la noche anterior, se pegó a mí y con la mano con que me abrazaba, me pellizcaba delicadamente los pezones

  • ¿Te gusta? – me susurró al oído

  • Sí, sigue – volvió a darme un beso más largo en el cuello como buenas noches. Me tuve que conformar con eso. Se durmió o se hizo la dormida.

Yo estaba segura de que me quería tanto como yo, pero el hecho de ser prima hacía que el cariño fuera diferente. Aunque con mama no tuvieron esos inconvenientes.

Lo que estaba segura, es que para que pasara algo tenía que partir de su parte. Era más grande y debía conocer las diferencias entre cariño y amor. A la mañana me levanté y le preparé el desayuno

  • Ale, esta noche no traigas nada porque voy a cocinar yo

  • Uy qué bien, a ver si preparas algo rico. Seguro voy a llegar cansada, que tengo que ir a la aduana y eso va para largo.

Solomillo con setas era su comida preferida, y solomillo con setas le iba a hacer. Pasé el día pensando, imaginándome cosas que deseaba, pero sabía que no iban a pasar.

Tenía que ser optimista, si no pasaba nada, otra vez sería. Tenía que estar preparada para lo que fuera.

Tenía todo listo cuando llegó cansada.

  • ¡Cómo vienes chica! Metete en la bañera, que te la tengo preparada con sales y todo

  • Uhm…me parece que te voy a tener que invitarte a dormir, aunque mañana no tenga que desayunar temprano.

  • Si tú no trabajas yo tampoco, pero anda que ya va a estar la comida, apúrate – cómo a la media hora volvió con la bata que tanto me gustaba. yo estaba con una faldita y una camisa, no necesitaba sujetador.

Nos miramos a conciencia, casi nos daba la risa, no disimulábamos nada. Cenamos mientras me contaba el día cansador que le había tocado. Cuando terminamos la invité a tomar una copa en la sala.

  • ¿Y la copa por qué? ¿qué festejamos?

  • Esto, que tomamos una copa mientras descansas.

  • La verdad es una buena excusa, si vieras como tengo los pies, hoy fue fatal

  • ¿Quieres qué te de unos masajes? Te puede aliviar mucho

  • Me gustaría, pero ya es mucho abuso, ¿cómo te pago? con dormir solo no alcanza.

  • Piensa en algo más. Anda no seas boba traigo una crema y te dejo como nueva – fui a buscar la crema. Me senté en la mesilla enfrente del sillón. Puse el pie sobre mi falda, comencé a pasarle los dedos por la planta, llegué hasta el tobillo y volví hasta pasarle entre los dedos. Se iba adormeciendo con una cara de satisfacción que me daba ganas de pasarme la noche así. Ya estaba medio dormida, cuando dejé un pie para agarrar el otro. Hice el mismo trabajo, llegué a esos deditos preciosos, parecían de una muñeca.

No sé lo que me pasó, pero no pude evitarlo, me los metí en la boca, le quería meter la lengua entre ellos. Se despabiló.

  • Carla, ¿qué haces? – me puse toda colorada, no sabía que decirle

  • Ale, perdóname, no sé lo que me pasó, fue algo raro, no sé, estaba ahí, y de pronto

  • Deja de decir tonterías y siéntate a mi lado, ¿sabes una cosa? Me gustó mucho

  • ¡Sí! ¿te gusto? De verdad fue sin querer, ¿me perdonas?

  • ¿Sin querer?

¿

Entonces no me vas a hacer masajes como estos nunca más?

  • Cuando quieras te los hago, no sé si te das cuenta, pero yo te quiero mucho

  • Yo también te quiero mucho, más de lo que te crees

  • Pero yo te quiero no como prima ¿Viste cómo querías tú a mama? Así te quiero yo. Estuve leyendo que tú querías ser la muñequita, el juguete de mama, así te quiero yo.

  • Carla, yo quería hacer feliz a Cristina de cualquier manera, nunca me trató como un juguete, pero a mí no me importaba hacer lo que quisiera con tal de verla feliz. Verla feliz a ella, era mi felicidad. Cuando la hacía…viste, la hacía…ser feliz y a mí me pasaba lo mismo. Mi cuerpo reaccionaba como el suyo, y casi siempre éramos felices juntas.

  • Ale, yo estoy enamorada de ti. Tú dices que también me quieres, fíjate soy igual a mama, ¿no podías ser conmigo lo mismo? – respiró fuerte antes de hablar

  • Carla, yo te quiero mucho, conseguí que fueras igual a Cristina cuando tenía tu edad. Te amo Carla, no por eso, es que siempre te quise mucho, pero tu mama fue todo. Tía, amiga, madre, novia, todo lo que podía ser lo fue. Con ella podía sentirme su muñeca para hacerla feliz. Me llevaba veinte años. A ti te quiero, pero te llevo seis años, soy más grande que tú, no me puedo sentir tu muñeca – me apretó contra su pecho mientras me acariciaba.

  • No me entendiste ¡yo quiero ser tu muñeca! ¡yo quiero hacerte feliz! Soy lo que soy gracias a ti y quiero que tu felicidad sea la mía. Quiero conocer el sabor de cada centímetro de tu cuerpo. Quiero hacerte gozar como gozabas con ella. Ale, si de verdad me quieres, ayúdame a quererte para ser felices las dos – me agarró la cara con las dos manos y me llevó hasta sus labios. No fue un beso. Fue el beso, el que hizo que mi esencia se entregara a ella.

  • Carlita, claro que te quiero mi amor. No te vayas a creer que todo lo que hago es porque se lo prometí a Cristina. Lo hago por ti. Desde pequeña cuando todavía no sabías lo que eras, fuiste mi muñeca, sin saberlo te fui haciendo a mi gusto. Chiquita, no quiero una muñeca para que me haga feliz, quiero una mujer para que me acompañe a ser feliz.

  • Ale, yo quiero ser esa mujer – los besos pasaron a ser más fogosos, sentía como si su aliento me enfebreciera todo el cuerpo. Tantos años cerca, las dos juntas, ella ayudándome con mi transformación, sin saber lo que realmente sentía.

Yo misma tampoco lo sabía. Era como una represa que no dejaba fluir el rio de nuestros sentimientos. La acabamos de romper. Me precipité sobre su cuello, lo fui cubriendo con mis besos. Desabotoné su bata, y esos senos que tanto había deseado saltaron rozagantes pregunté - ¿me dejas?

  • Son tuyas – se sujetó una con la mano y me tomó de la nuca para acercarla a mi boca. Con la emoción no estaba segura que hacer. No porque no lo hubiese hecho antes, pero ella no era Melisa ni como las otras. Me fue guiando hasta que besé el pezón y sorbí con fruición. Ahora estaba segura que las tetas eran una fuente de placer. Lo que aprendí ese día, que también lo eran para quien mamaba. Se recostó en el sillón llevándome con ella. Yo no quería desprenderme y ella parece que tampoco, me acariciaba la cara mientras respiraba agitada. Seguí chupando como si de allí fuera a sacar leche. Me pasó a la otra para darle el mismo tratamiento, y se lo di.

Mientras seguía con esa especial mamografía, fui corriendo la mano hasta llegar a su pubis. La pasé sobre sus bragas, y las encontré suficientemente mojadas cómo para pensar que merecían una atención especial. A caballo de mis besos me fui aproximando hasta el punto de su deseo (qué también era el mío) - ¿Puedo? Pregunté

  • Mi amor, no preguntes tanto – se despegó del sillón para que pudiera sacarle las bragas. Las fui corriendo descubriendo el motivo de mi deseo. Se las terminé de sacar, y cómo hipnotizada mirando esa belleza, me volví a meter esos deditos del pie en la boca como si fuera un chupete. – Carla, por favor, ¡ya! – me susurró.

Fue el aviso que tenía que atenderla a ella, subí besando esos muslos, hasta llegar a ese nidito que me estaba esperando. Pasé la lengua separando los labios hasta llegar a su botón de placer. Estaba descontrolada, lamía, chupaba, mordía con los labios esa puntita candente y sentía cómo se volvía loca. Sabía que estaba por deshacerse en un orgasmo y ese orgasmo quería que fuera mío. No tuve que esperar mucho, me tomó del cabello y me apretó contra su vagina, cuando entre medio de espasmos se corrió regalándome la miel de su placer.

Volví por el mismo camino hasta sus labios, me estaba esperando ansiosa

  • ¿Lo hice bien? ¿te gustó? – pregunté temerosa

  • ¡Sí qué lo hiciste bien! No sabes cuánto necesitaba esto, hace más de dos años que no sentía algo así

  • Pues de ahora en adelante lo vas a poder sentir todas las veces que quieras. Cómo muñeca, cómo novia o cómo quieras, siempre voy a estar para ti.

  • Chiquita, yo también voy a estar para ti, este es un camino de ida y vuelta, y aunque tengamos que esperar, quiero que llegue el día que seas mía para siempre.

¿Podrá ser el inicio de una nueva vida? Veremos si la culminación dejan a cada personaje en el lugar que les corresponde