Mi prima Alejandra 2

Sigue mi prima ayudándome a encontrar mi camino en los momentos más difíciles

  • Carla, ¿estás ahí? – llamaba al lado del coche

  • Chis…no grites y no mires para atrás – era raro que Soraya estuviera por ahí cerca, pero yo tenía miedo – anda que después te cuento. – fuimos calladas hasta casa, metió el coche en el garaje y recién ahí me bajé. Entramos a casa y se me quedaron mirando

  • ¿Qué te pasó en la cara? – no sabía porque me preguntaban – pareces un grafiti, ¿Quién te pintó así? – me miré al espejo y tenía marcas de labios por la cara, el cuello, las orejas, lo suficiente para no poder negar que me habían besado? Les conté todo lo que me pareció que les podía contar, cuando terminé les dio la risa y mi prima se empezó a burlar

  • Así que mi primito empezó a pillar enamoradas, ¿o fue mi primita? Mira que es mayor que tú, ándate con cuidado.

  • Ya lo sé, porque te crees que me escapé.

  • Ay, pero como te besuqueó, parece que le gustaste, vas a tener que cuidarte, otra vez te come

  • Como la dejé, pobre de mí sí me pilla. – mama me mandó a bañar a sacarme la pintura mientras servía la cena. Me duché y me puse el camisón para acostarme enseguida.

  • Uhm…vino a cenar Carla – exclamó Ale

  • Y claro ¿o quieres que venga disfrazada de príncipe?

  • No, no mujer, por ahí venías disfrazada de Carlos

  • Ay, que chistosa, hoy soy Carla y me toca dormir con ustedes – y así fue, dormí entre las dos bien arropada. El otro día, de los santos, no pensaba ir a ningún lado, me gustaba como Ale me había armado el sujetador, si no lo apretaba con el corsé, me hacía unas tetas divinas. Ese día lo iba a disfrutar, me puse una faldita y una blusa, y salí a la galería a pintarme las uñas. Estaba en eso cuando vino mama.

  • Carlos, ¿hoy vas a seguir siendo Carla?

  • Y sí, hoy y mañana que también es fiesta.

  • Qué te gusta más ¿ser Carlos o ser Carla? – me quedé pensando antes de contestarle

  • La verdad no sé. Me gusta jugar al futbol, ando bien con los chicos, pero también me gusta andar con las chicas. Cuando soy Carla me siento feliz, esta ropa tan suave, me veo tan linda que me gustaría estar siempre así, pero mira, no tengo tetas y me sobra lo que me sobra. Me tendré que conformar siendo Carla de a ratos – me abrazó y me beso

  • Estás desorientada, piénsalo bien, y si quieres vamos a psicólogo para que te oriente, tienes que decidir tú y vas a ser lo que quieras ser, tómate tu tiempo. – al mediodía como estaba vestida salimos a comer a afuera. Volvimos después de tomarnos un helado y me senté en el salón para ver alguna película. Alejandra se quedó conmigo. Mama se fue a la cama

  • A ver, a ver, a ver. ¿qué te paso ayer con Soraya? No fue eso todo lo contaste.

Mi prima se había dado cuenta que tantos besos no habían quedado en eso, y yo tenía unas ganas locas de contárselo a alguien, y en este caso alguien era ella.

  • No, pero me daba vergüenza decirlo delante de mama,

  • A ver, cuéntalo ¿qué pasó? ¿qué te hizo?

  • Me hizo que le chupara las tetas y que le fregara el coño

  • ¿Te hizo masturbarla? Qué cabrona ¿y a ti que te pareció?

  • Chuparle las tetas me gustó, tiene unas tetas muy lindas, ojalá yo las tuviera así. Y lo demás tampoco estuvo mal. Vieras como se ponía, parece que se derretía, y algo se derritió, vieras todo lo que le salió del coño, y me lo hizo probar.

  • Que guarra, ¿y te gustó?

  • Bueno, no es que sea muy rico, pero en un momento como ese puede pasar

  • Pero dime ¿para ti qué quieres? ya veo que te gusta estar así, pero tienes que decidirte.

  • Y…si pudiera tener tetas, me gustaría estar así, pero liso como estoy, ¡qué va! que clase de mujer voy a ser.

  • Pero tú te crees que una mujer se hace solo con un par de tetas

  • Y no, pero ya vi lo que ayuda, sin ellas no me veo futuro.

  • Carlita, tú tienes que darte cuenta si realmente te sientes una mujer, si te sientes, por las tetas no te preocupes que tu mama te las va a conseguir.

Mi prima siempre me alentaba a seguir por lo que realmente sentía. El problema es que yo no sabía lo que quería.

Como ya lo dije, me gustaba el futbol y jugaba bien, era rápido y habilidoso, lo que no tenía de cuerpo, lo suplía con habilidad. Armábamos partidos en el club. Primeros los hombres y después se entrenaban las mujeres que ya jugaban en una liga menor. Ellas siempre llegaban antes de terminar nosotros, y hacían de público.

La capitana del equipo de ellas era Melisa, una mujer mayor como de 24 años, tetona muy bonita. Siempre venía antes para ver si aprendía algo, aunque era muy hábil. A mí, como me gustaba verlas jugar, como no tenía nada que hacer me quedaba hasta que terminaban.

Una tarde se lesionó una, y Melisa me invito a suplantarla. Sabía que yo no daba patadas y le gustaba como jugaba. Jugaban bastante bien, pero yo era más veloz y tenía un regate que me servía ante los chicos y ante ellas. Melisa se quedó con la sangre en el ojo, no me podía pillar, pero en vez de no querer que jugara más contra ellas, al revés me invitaba siempre.

Yo admiraba como dominaba la pelota cuando le hacían el pase de lejos, yo también a veces la dominaba con el pecho, pero ella no es que la controlaba, parecía que la agarrara, que quedaba ahí sobre las tetas, mansita se quedaba dormida, esa jugada me encandilaba.

Siempre le hacía un regate que la dejaba atrás, no se enfadaba pero le picaba.

Estos partidos eran por diversión y no llevábamos la misma indumentaria. Una tarde se vino con sudadera, tenía la camiseta mojada según ella. No le vi ninguna intención. Me pasan la pelota y se pone adelante, le amago para un lado y la miro para donde se vuelca, se quedó quieta corrió la tira de la sudadera y se le salió una teta. Me quedé mirándola embobado, que teta bonita, cuando me quise dar cuenta me quitó la pelota. No tendría que haber vuelto a pasar, pero es que me gustaba verle las tetas, y total el partido a mí no me interesaba.

Claro, todas eran más grande que yo y les daba la risa porque se daban cuenta lo que me hacía

  • Eres una tramposa, te aprovechas porque me da miedo que se te lastimen.

  • A sí, muéstrame algo que me de miedo que te lastimes. Bueno eres muy pequeño, seguro que no tienes todavía

  • Oye, qué no soy tan pequeño, que te crees

  • Uhm…no sé, habría que verlo

  • Me parece que no voy a jugar más contigo, se burlan porque son todas mujeres

  • No te enfades que solamente queremos divertirnos.

Pasaron dos semanas en que no jugué con ellas. Melisa me invitaba, pero no aceptaba.

Una tarde cuando salía del campo después de nuestro partido, me paró

  • Carlos, no seas mal deportista, aquí venimos para divertirnos, hoy nos falta una chica, no seas malo. Mira vine con la camiseta de la que no se me sale nada porque sé qué no te gusta mirarme.

  • De dónde sacaste qué no me gusta mirarte, lo que pasa es que no puedo mirarte y jugar a la pelota al mismo tiempo. – de verdad, me daba una envidia; ella tanto y yo nada.

Me convenció. durante el partido la pasé varias veces, al terminar me pidió si me quedaba para enseñarle los regates que usaba para esquivarla.

  • Enséñame, soy la capitana porque me empeño en aprender, me puedes enseñar esas jugadas. – yo estaba feliz por la importancia que me daba, me trataba como si fuera mayor. Estaba cansado después de los dos partidos, pero no me importaba. Estuvimos jugando más de una hora, cuando paramos se habían ido todos. Estábamos sudados, pero cuando nos fuimos a bañar ya habían cortado el agua caliente.

  • No te preocupes, te vienes a bañar a mi casa y después te acerco a la tuya – no me pareció mal, aparte que la admiraba a Marisa

Cuando llegamos me llevó a su habitación

  • Carlos, me voy a bañar yo primero y te dejo el baño preparado, vete desnudando y después entras tú – no sabía cómo tomar lo de desnudarme, me saqué la camiseta y el pantaloncito, y la escucho llamarme, me fui hasta la puerta del baño, y me dice.

  • Carlitos ¿por qué no me jabonas la espalda?

  • Pero Marisa, estás desnuda y me voy a mojar los calzoncillos – me daba miedo verla desnuda

  • Y quítatelos, somos deportistas, no vamos a tener vergüenza vernos desnudos – no supe que contestarle, era cierto, en los vestuarios estábamos desnudos, pero no mezclados. No me animé a negarme, me desnudé y me metí en la ducha con ella. a mis dieciséis años verla desnuda era ver una diosa. Le jaboné la espalda hasta que se dio vuelta para decirme que ya estaba, cuando le vi las tetas de tan cerca me agarró un tembleque, creo que se dio cuenta.

  • Déjame que ahora te jabono la espalda yo – me quedé duro sin decirle nada, estaba emocionado, ni me di cuenta que me estaba jabonando por atrás y por delante hasta que paró, y después de enjuagarnos bien pegaditos, me dijo – así está bien, ya estamos limpitos los dos, sécate con ese toallón y vamos al dormitorio.

Me envolví en la toalla y la acompañé hasta el cuarto. A pesar que ya me había visto desnudo, no sé porque me daba vergüenza, estábamos sentados en la cama y yo sin saber lo que hacer.

  • Que te pasa, seguro que estás esperando a que me saqué la toalla para verme las tetas

  • No, no de verdad que no, yo no quiero verte las tetas

  • Ah…no te gustan, que pena, yo pensé que te gustaban mirarlas, y bueno si no te gustan

  • No, sí, me gustan, son muy lindas, claro que me gustan mirarlas – se puso a mi lado

  • Míralas, dime la verdad ¿es cierto que te gustan? ¿son lindas? ¿quieres tocarlas?

  • Si me dejas sí, son muy lindas, me gustan mucho

  • Cómo las miras, ni que quisieras chuparlas, ¿quieres chuparlas? Te podía dejar un poquito. No había terminado de decirme eso cuando ya tenía la teta en la boca.

  • Qué apurado corazón, la tienes que agarrar con más calma; así, así, despacito – me empujó para quedar los dos acostados – a las mujeres nos gusta que nos mamen con suavidad, tú quieres gustarles a las chicas de tu edad. Tú me enseñaste los regates y yo te voy a enseñar a que las niñas quieran estar contigo. Tienes que procurar hacer lo que les gusta, y vas a ver que terminan haciendo lo que te gusta a ti.

La escuchaba como si fuera una música de fondo, estaba tan entusiasmado que seguía mamando y a todo le decía que sí

  • Carlitos, no son solo las tetitas lo que a tus compañeritas le gusta que les chupes, ¿ves? aquí entre las piernas hay un puntito que si les pasas la lengua les va a gustar mucho y te van a andar buscando siempre, ven que te enseño – era lo mismo que le había tocado a Soraya, pasarle la lengua me daba un poco de asco, pero a lo mejor no era tan feo, y allí fui – Así, con la puntita pásala suavecito, así, ahora yo te abro los labios y la pasas por toda ese canalito, eso le gusta mucho a las chicas, mete un poquito adentro de ese agujerito, así, así les va a gustar mucho, mueve la lengua, estás aprendiendo muy bien, sabes, cuando consigues que te den todo el juguito, las tienes enamoradas, ahhh…asíii como te lo doy yo.

No era una locura lo que me había gustado, pero no estaba mal. Igual, aunque me quisiera salir de ahí no iba a poder, me tenía agarrado de la nuca y me apretaba contra la almeja que apenas podía respirar, después de tenerme un rato aprisionado entre las piernas, me dejó ponerme al lado de ella. - Ves, así lo tienes que hacer, las chicas van a estar atrás tuyo – me dio un beso apasionado que conteste con el mismo ardor, me quedó lo que aprendí con Soraya – Uhm…tú ya aprendiste a besar, eres un pícaro, no me digas que ya te anduviste con una chica y yo queriéndote enseñar y a lo mejor ya lo sabes

  • No. solamente un besito que me di en una fiesta, tengo mucho que aprender

  • ¿No me estarás engañando no? – me apretó una tetilla – ay, pero mira cómo se te puso dura la teta, ¡Epa! Parece que tienes otra cosa que se te pone dura, ¿seguro que no te estrenaste?

  • No, te lo juro, las chicas ni caso me hacen – me tenía agarrado de la polla como si fuera una sartén.

  • Pues tampoco es para despreciarla, bien empalmada puede servir para sacarse el gusto, ¿te gusta que te la menee? Ven chúpame las tetas un poco más y te doy unas tocaditas, aunque mejor, quédate acostado que te voy a estrenar – se subió arriba mío y se la metió cómo si fuera un bizcocho. Empezó a saltar metiéndola y sacándola – avísame cuando te vayas a correr, lo único que me falta que me deje preñada un chaval de 16 años, ¿te vas a dar cuenta?

  • Sí, yo te digo, creo que me voy a dar cuenta, ¿qué se siente cuando uno se corre?

  • Dime cuando sientas un picor que te gusta mucho, pero avísame – no tardó mucho

  • Melisa, no sé si me estoy por mear, me da mucha gana – pegó un salto y se salió

  • Niño podías aguantar un poco más, menuda calentura me dejas. Pero bueno ya lo vamos a arreglar, tampoco te voy a dejar así pequeño – se agachó y se metió toda la polla en la boca, ¡Ay mi madre! Que cosa más bonita que me venía, yo le había avisado y si sigue será culpa de ella, si me pega no me importa, sentí como si me vaciara a chorros, nunca pensé que eso me pudiera gustar tanto, pensé que se lo había bebido todo, pero me agarró casi desmayado de gusto, y en un beso me pasó parte de lo que tenía en la boca.

  • ¿No pretenderías que me lo tomara yo sola?

  • No, si está bien, lo que tú digas

  • Tampoco me vas a arreglar con esto, mámame las tetas, por lo menos un orgasmo más, que un estreno vale más que eso – mamarle las tetas era cómo un premio, ¡cómo me gustaban! A lo mejor después me chupaba de vuelta, se levantó y se subió arriba mío

  • Ale pequeñejo, a ver cuánto jugo le sacas a esta almeja, a mover la lengua – y sí que me la hizo mover, se descargó una vez y no se salía de arriba, me acordé que Soraya me había hecho meterle dos dedos, y allí fueron, pegó un saltito. – ah cabroncito sabes tus cosas

  • ¿Si quieres te los saco?

  • No sigue a ver qué sabes hacer con ellos – no sé lo que hice, pero empezó a saltar y a moverse como una loca, no podía respirar, me apretaba la nariz, le metí otro dedo más para ver si se salía. No se salió, pero casi me ahoga con la cantidad de jugo que soltó por el coño. Se tiró en mi costado jadeando, yo quedé mirando el techo tratando de juntar aire. Después de un rato de recupero, me dijo

  • Chiquitín, ya sabes hacer algo más que jugar a la pelota. Te darás cuenta que esto no se lo tienes que contar a nadie. Si se llegan a enterar tus amigos, las chicas lo van a saber y ninguna te va a hacer más caso, y yo no te voy a querer más ¿entendiste? – sonó cómo una amenaza

  • No Melisa, que voy a decir, si te tengo que dar las gracias, me gustó mucho

  • ¿Todo te gustó?

  • Todo lo que hicimos me gustó

  • Uhm…vas a ser todo un caballero. A lo mejor otro día podemos volver a bañarnos aquí. - Me vestí y me llevó a casa y me despidió – y no te olvides; de esto nada a nadie.

Esa noche estaba como ido, cené y me acosté como en una nube, a mi edad ya había follado con una mujer. Porque Melisa no era una niña.

Como me había gustado, pero a ella le había gustado mucho más. Y claro, ella tenía tetas, lo primero que hizo fue darme a mamar, y eso la ponía como loca, por el coño se descargaba lo que se cargaba en las tetas.  A mis dieciséis años había encontrado el secreto de las mujeres. Las tetas, ¡eso era! Por eso todos los mayores se fijaban en eso.

Al otro día andaba contento. Contento por lo que me había gustado y por lo que había aprendido, a la tarde estaba sentado al costado de la pileta, pensando en que me podía servir lo que había aprendido, cuando Alejandra se sienta al lado mío.

  • ¿Qué te pasó ayer, que viniste alborotado?

  • Qué me pasó, no me pasó nada, ¿de donde sacaste que me pasó algo?

  • Carlos, no seas tonto, se te nota a la legua que algo raro hiciste, y se me hace que Melisa tuvo algo que ver.

  • Quién dijo que Melisa hizo algo conmigo, no andes diciendo tonterías, si los chicos se enteran no vaya a ser que me eche la culpa a mí.

  • Pero ¿qué te crees? ¿qué porque me lo cuentes a mí se van a enterar los chicos?

  • No, ¿pero porque te tengo que contar algo?

  • Por qué tienes ganas de contárselo a alguien, y la única que no se lo va a contar a nadie soy yo, ¿o ahora no me vas a tener confianza? – Y la verdad que tenía muchas ganas de contárselo a alguien y Ale era la indicada. Y le conté.

  • Ay, pero mira a la Melisa, pero si es más grande que yo, ¡qué descarada! una asaltacunas ¿y qué me dijiste que te obligó a hacer?

  • Bueno…obligar…no me obligó; me dijo si quería y yo por no quedar mal…lo hice, tampoco es que me pareció tan mal, la verdad me pareció muy bien, y tiene unas tetas muy apetecibles, y lo demás…tampoco es que haya estado mal.

  • Ay Carlos, Carlos, a ti te llevan a dónde quieren. Tú no es que no sepas lo que quieres, lo que pasa es que quieres todo.

  • Sí claro, ¿te crees que si tuviera las tetas que tienes tú, andaría pensando en otra cosa?

  • ¿Pero tú solo piensas en tetas? ¿te crees que con eso se acaba todo?

  • No, con eso se empieza, acabar se acaba con lo que cada cual tiene ahí abajo.

  • Mira, métete en internet y averigua, y vas a ver que hay muchas más cosas que las que a ti se te pasan por la cabeza – tenía razón, por internet se encuentra de todo. Me puse a buscar, encontré algunos videos donde las chicas se daban el lote, “qué hay que ver” pero igual, siempre empezaban por las tetas.

Así qué lo que tenía que buscar eran tetas, y encontré, vendían un kit con dos tetas, te las tenías que apretar contra las tuyas, lo soltabas volvían a su tamaño y tiraban de las tuyas para afuera. Según la propaganda, quedaban bien firmes e iban agrandando las que tenías. Justo lo que necesitaba. Eran chinas, así que no eran muy caras, tenía unos ahorros y las compré. Como en casa casi nunca había nadie, tuve que estar a la expectativa.

Al fin llegaron, las recibí y fui corriendo a mi habitación a probarlas. Eran como unas ventosas, molestaban un poco, pero quedaban firmes, me puse un sujetador y me miré al espejo. Puf, me había quedado una más alta que la otra, tenía que tener cuidado.

Volví a colocármelas bien y me quedaron preciosas, me desnudé y me puse unas bragas, me veía fenomenal, en el kit venía una crema recomendada para ayudar al crecimiento, eso es lo que más me entusiasmaba, las iba a sorprender, a mama y a Alejandra.

Casi todos los sábados o los domingos íbamos a almorzar afuera. Mama ya me había avisado que me arreglara para salir. Ya me estaba preparando desde temprano. Esas ventosas eran una barbaridad, tenían el color de la carne y me las había puesto la noche anterior. Me tiraban un poquito, pero bueno, un sacrificio podía hacer.

A la mañana me las saqué para ducharme y tenía todo colorado, pero sobresalían un poco, estaban un poco hinchadas, pero me gustaron. Terminé de ducharme y me empecé a maquillar, ya había aprendido bastante, me arreglé las pestañas, me di crema en la cara, las uñas ya me las había pintado en la noche, y elegí un vestido azul eléctrico bien ajustado que me formaba bien el culo, pero lo mejor eran las tetas, con una blusa semitransparente la mitad se me veían y parecían de verdad. Mirarme ya daba la corriente

  • Carlos, apúrate que ya estamos listas – me apuraba mama

  • No, Carlos no puede ir – le contesté

  • ¿Y ahora qué te pasa? No nos hagas perder tiempo – en ese instante salí yo

  • Mama, si quieres qué te acompañe Carla, bueno, sino vete con Alejandra – quedó flipando

  • Carlita, estás divina, eres toda una mujercita, Ale – gritó –mira tú prima

  • Primita, estás hermosa, hoy nadie se va a fijar en nosotras, todos te van a mirar a ti

Sentí como una ola de satisfacción por todo el cuerpo. Las tetas chinas daban resultado.

Estaba toda orgullosa, pero a la tarde me empezó a doler un poco, gracias que después de pasear un poco, compraron comida para la noche y volvimos a casa. Me las saqué y tenía el pecho inflamado. Volví a leer las instrucciones e indicaba que si querían agrandar mucho, tenían que hacerlo dándose un descanso. Uhm…iba a tener que hacerlo de a poco.

A la mañana me desperté, después de ir al baño me fijé en lo que me iba a poner. Lo primero mis nuevas tetas y después me puse a buscar algo para entrecasa. Como voy guardando lo que Alejandra deja de usar, encontré el uniforme de cuando iba al preparatorio. Una faldita a cuadros y una camisa que cuando me las puse me quedaban divinas.

Mama estaba cocinando, cuándo me escuchó en la cocina, me avisó

  • Hay que ir a comprar el pan, a ver si vas tú o Alejandra

  • Voy yo mama, Ale todavía no vino, – se dio vuelta para darme el dinero

  • ¡Carla! Pero estás loca ¿cómo vas a ir así? ¿no ves que te van a reconocer?

  • Y bueno, alguna vez tendrá que ser la primera – resopló

  • Deja que vaya Ale que tengo que hablar contigo – nos sentamos en el sillón y me acercó a su lado – Mira, no te puedo reprochar nada porque la culpa debe ser mía, pero no puedes andar entre dos sexos. O eres hombre o eres mujer. No puedes estar un rato para cada lado. ¿qué quieres ser? ¿cómo te sientes mejor? Tienes que decidirte – lo pensé un ratito

  • A mí, cómo mujer me gusta más, cuando me visto así me siento más yo, pero ¿puedo terminar siendo una mujer?

  • Si quieres serlo sí. Ahora se puede cambiar de sexo, la ley te lo permite, claro, tienes que demostrar que mentalmente eres una mujer.

  • Pero ¿qué voy a demostrar si ni tetas tengo?

  • hay un montón de cosas que tienes que demostrar, las tetas son lo de menos, te las puedes poner como se te ocurran. Piensa bien, si quieres ser mujer lo vas a ser. Si lo dudas, cuando venga habla con Alejandra, pregúntale lo que tengas en dudas, ella te va a ayudar.

Lo conversé con mi prima, con ella podía hablar de todo.

  • ¿Te parece que puedo ser mujer? – le pregunté

  • ¿Y tú quieres ser mujer? Lo que hiciste con Melisa no fue mucho de mujer

  • Fue ella la que hizo. Aparte estuve mirando en internet, y lo que hicimos, si no fuera por el detalle que tengo ahí abajo y que no tengo tetas, es lo mismo que hacen entre ustedes.

  • ¡Carla! Todas no hacen lo mismo. Aparte mira, si quieres ser mujer y te sientes mujer Cristina te va a ayudar. Piénsatelo bien, no vas andando que vas y vienes.

Al fin, quedamos en que iba a terminar el bachillerato, mientras averiguábamos cómo eran los tratamientos, cómo cambiar los documentos, mientras yo me aseguraba de que no iba a arrepentirme.

Seguí jugando al futbol, con los chicos y cuando las chicas me lo pedían también lo hacía con ellas. Melisa me llevó dos veces más a bañar a su casa, la última vez me llevó con Claudia, una chica un poco más joven que ella. esa tarde entre las dos me hicieron hacer de todo. Me tenían mareado, como en el futbol, me hacían el dos a uno y después me pedían ayuda para hacérselo entre ellas. Eran incansables, cuando llegó la hora de irme, Melisa llamó un taxi, me dio el dinero y me mando a mi casa mientras seguía con Claudia.

Eso me hizo ver que ser mujer era más completo. No es que yo la haya pasado mal, es que ellas la pasaron mejor, y cuando me vine seguían.

Cuando terminé el bachillerato me preparé para estudiar a distancia en la UNED. Tenían mis documentos y no tenía importancia como era o me vestía. Mama me llevó a un especialista que me dio un tratamiento con estrógenos para hacer la conversión física.

Tuvimos una reunión entre las tres. Mama me iba a apoyar en todo, pero yo tenía que estudiar y recibirme, para poder manejar la empresa y ayudarle a Alejandra cuando ella no estuviera. Lo decía cómo si se fuera a morir dentro de un rato.

Me había decidido. Me sentía mejor así, los suplementos con estradiol me hacían sentir más femenina, me dieron unas cremas para masajearme todas las noches, y al cabo de dos meses mis senos ya no necesitaban tanto relleno.

Salía poco, de mis amigos de antes me había separado. No sabía cómo se iban a tomar mi transformación. En el estudio andaba bien, para todo lo que se requería practica tenía la empresa, y la ayuda de ellas dos.

Papá no contaba, es cómo si no existiera. Vio mi transformación y no le interesó. No es que no le gustó o algo así. Simplemente no le importó. Si a él no le importaba como hija a mí no me importaba como padre.

Teníamos una cabaña en la sierra, estaba un poco abandonada pero ahora que salía menos, se me dio por ir a pasar de vez en cuando algunos días tranquila, estudiar, ver películas, y andar a caballo. El hombre que cuidaba esas casas, tenía varios y me lo prestaba. Generalmente en otro me acompañaba su hija. Irene era una chica muy guapa y muy simpática. De a poco nos hicimos amigas. Un fin de semana me llamó

  • Carla, ¿vas a venir este sábado? Quería ir al baile del pueblo, y el pesado de mi papá no me deja ir sola, hay un chico que me gusta mucho, y me parece que también le gusto. Si me acompañas tú me salvas. – no tenía nada que hacer, y eso de ir a un baile me entusiasmaba, ahí nadie conocía mi condición y podía interactuar sin miedo. Le dije que sí.

Ese sábado me preparé cómo para bailar sin correr riesgos, me puse un jean bien ajustado que me hacía resaltar el culo, pero me sujetaba lo que tenía que tener sujeto. Las tetas estaban bastante creciditas y con las copas chinas un poco rígidas las hacían ver apetecibles, una camisa vaquera y allí me fui. Cuando llegué Irene me estaba esperando ansiosa. Estaba preciosa, si ese chico no ligaba es porque era bobo

  • Carla, gracias, si no venías tú, mi papá no me dejaba

  • Bueno, espero darte suerte, ven que vamos en mi coche – llegamos al baile. Era un baile de pueblo dónde casi todos se conocían. Una pista al aire libre, y música para bailar suelto, pegados o cómo se quisiera. Me presentó a sus amigas y salimos a bailar. Irene me mostró a su chico. Un chico lindo que no le sacaba los ojos de encima, de a poco empezó a acercarse y entremezclarse con nosotras, claro, siempre tiraba arrimarse a Irene, yo seguía bailando con las otras chicas y unos amigos que se habían acercado. Estábamos pasando un buen rato, cuando veo a un grandulón meterse entre Irene y su chico. Disimuladamente empecé a cruzarme entre el e Irene para que los dejara en paz. Se lo hice unas cuantas veces para que se diera cuenta que molestaba. Y no va que me mete la mano en el culo mientras me dice

  • Mira tontita, hoy me iba a follar a Irene, pero tú estás con ganas, hoy te toca – me atrae contra él y me planta un beso. El primer beso que me da un hombre. No me gustó el beso, quizá porque no me gustó el renacuajo ese

  • Quédate tranquilo y suéltame si no quieres que se arme – se echó a reír, me apretó más

  • Así que se va a armar, ¿y quién va a armarla tesoro? – una de las primeras clases en artes marciales, es defenderse en esta situación. El primer rodillazo ya lo tenía medido, se agarró los testículos y quedó arrodillado con la cara a la altura del segundo rodillazo. Se escuchó un ruido feo, y algo feo debía haber pasado porque la rodilla me quedó doliendo. Lo sacaron y se lo llevaron, yo parecía la mujer maravilla. Irene no me miraba, me admiraba

  • Carla, eres una superchica, - con la emoción se le olvido el chico

  • Irene, porque no nos vamos a otro lado, a ver si vuelve ese – era un pandillero y mejor irse. Quedaron de encontrarse en otro momento y nos volvimos. Irene estaba emocionada.

Esa noche me acosté pensativa. No me gustó nada el beso de ese zanguango, pero el chico de Irene no me parecía nada mal. no es que quisiera nada con ese chico, simplemente que no era repelente como el otro y seguro que besaba mejor.

El domingo apenas saludé a Irene y me volví. Cuando le conté a Alejandra le dio la risa.

  • Ay Carla, eres la chica peligrosa de los cuentos, el beso de la muerte.

  • No te rías, si te besara ese tipo seguro que no te reirías

Luego de eso iba todo normal, mi estudio iba bien, Ale ya atendía bien la empresa, a veces iba yo más para aprender que para ayudar, pero si alguna vez mama estaba cansada, acompañaba a Alejandra y en algo le servía.

En una temporadita mama me mandaba más seguido a suplantarla. Me gustaba; todo ese ambiente me gustaba. El pandemónium de requisitos para hacer una exportación, las variaciones de las divisas. Todo eso me parecía un juego que me encantaba jugarlo.

Una mañana antes de abocarnos a la tarea, Alejandra me lleva aparte

  • Carla, Cristina está enferma – me dice preocupada

  • ¡Qué! ¿cuándo fue al médico?

  • Eso es lo malo, es qué no quiere ir al médico, tiene miedo de ir y que le diga que está enferma.

  • Pero si no fue al médico de dónde sacas que está enferma

  • Es qué la conozco, estoy más tiempo con ella que tú, y sé qué está enferma

  • ¿Y no te parece que es mejor que eso lo diga un médico y no tú?

  • Y eso es lo que quiero, que la vea un médico, pero no quiere ir, de verdad Carla, ayúdame a convencerla, a mí no me hace caso, tengo miedo por ella, a ver si la convences tú – tenía una desesperación que no me quedó dudas de por lo menos se lo creía. Algo malo tuvo que haber notado. Alejandra no era fantasiosa, y eso es lo que me asustaba.

  • Ale, si no te hace caso a ti menos me lo va a hacer a mí que no sé ni pepa de enfermedades. Se me ocurre hacer una cosa, si me sale quizás me tengas que ayudar con lo que no sé.

Quedamos así. Ella hacía cualquier cosa con tal de llevar a mama al doctor

Pedí una consulta privada con el ginecólogo de la clínica dónde estábamos asegurados todos. Era un tipo estupendo. Empecé explicándole mi caso. A mí no tenía que revisarme nada, pero iba a ser la excusa. Claro, mi prima le tuvo que explicar porque tenía esos miedos. Miedos qué cuando los escuché también fueron míos.

Al otro día amanecí enferma. Mama también se sentía mal, pero yo no podía ir a la empresa estaba enferma. Tuvo que ir ella. Preparé todo para su vuelta, la vi y me daba pena, se veía mal, pero qué iba a hacer.

  • Mama, no aguanto más, me duele toda la parte del estómago, hablé con un doctor y quedé para ir mañana, me tienes que acompañar – pobre mama, así como estaba, se preocupó tanto por mí que se olvidó su malestar.

A la mañana llegamos al hospital y ya nos estaban esperando (ese servicio no era gratis) pasamos a una oficina. El médico nos saludó con cortesía. Dirigiéndose a mí

  • Bueno ayer me explicó su caso y no quiero engañarla, en los casos como el suyo tenemos mucho que aprender y por eso necesitamos mucha información. Hay un contesto hereditario que seguramente hay que tomar en cuenta. Creo que lo mejor es que mientras a usted la atienden en un consultorio a su madre la analicen en otro, así sabemos a qué atenernos

  • Pero doctor, mi hija no le dijo que era…

¿

cómo decirle? – ese doctor era un genio

  • Sí señora, ya sabemos que está cambiando el sexo, pero justamente tenemos que saber, que cargas hereditarias la indujeron a optar por este cambio, eso solamente lo podemos saber de usted, y de usted podemos saber si acarrea alguna dolencia. – me dio pena la expresión de miedo que vi en su rostro. Pero sabía que era lo mejor. No sé si fue lo mejor.

Los próximos días fueron de expectativas. Yo no me lo creía, pero Ale y mama vivían esperando los resultados. Se ve qué me faltaba para ser mujer. Cuando llegó el turno para hacerse un estudio mucho más profundo, yo empecé a pensar que podía ser algo malo. Ellas pensaron en lo peor. Lo malo es que le acertaron.

Mi bisabuela se había muerto joven de cáncer de útero en el tiempo que ni se conocía la enfermedad. Mi abuela no se fue tan joven, peleó más pero todavía no tenía cura. Mama, si hubiese ido antes, tenía un gran porcentaje de oportunidades de curarse. Oportunidades que desaprovechó por miedo. Era insólito, pensar que tienes una enfermedad y tener miedo a saberlo. No la entendía. No la mataba el cáncer, la mataba el miedo.

No valía reprocharle nada, probaron con rayos, pero ya nos avisaron que las esperanzas eran nulas, estaba muy avanzado. Lo peor, escuchar ¿si hubiese ido antes? ¡quizás! ¡y con eso qué!

Con Ale, hicimos una confabulación o como se llame. No teníamos que llorar delante de ella. Teníamos que tratarle de alegrar el pedazo de vida que le quedaba. Le pedimos al doctor que le diera para el dolor, del ánimo nos íbamos a ocupar nosotras.

Fueron dos meses de angustias disfrazadas. Delante de ella era todo normal. Nos mostrábamos despreocupadas. Como si todo estaba bien, que eso se iba a curar pronto. Y ella con una sonrisa, me aconsejaba cómo me tenía que portar como mujer, la cirugía que me tenía que hacer para feminizar un poco más mi cara. Con poco podía quedar como ella a mi edad, era parecida

  • Me va a gustar verte con un vestido de fiesta. Ya te están creciendo las tetas, casi no necesitas relleno. Pensar cuanto deseé en tener una hija. Esperé, pero tengo la más linda.

Mientras Alejandra atendía la empresa, yo cuidaba a mi madre, trataba de alegrarla en todo lo posible. Pobre, ella con tantas drogas ni cuenta se daba. La ayudaba en todo, cuando se sentía bien, la llevaba a comer a la mesa, y ahí hablábamos de todo lo que íbamos a hacer, como iba a ser la presidenta de la empresa, que dentro de unos años ella se iba a retirar y nos iba a dejar manejar todo a nosotras. El ideal de ella, era que la empresa siguiera bajo nuestra dinastía (lo decía riendo, pero sé qué así lo sentía) y que Ale me iba a ayudar.

Le habían hecho un análisis y las esperanzas no daban para más, podía ser una semana.

A las noches Ale dormía con ella. decía que me daba un descanso psicológico. Lo que podía hacer era llorar a gusto. No importaba, el asunto es que no llorara ella.

Esa mañana tenía que comprarle unos remedios y algo que le gustara. Quería comprar todo lo que le gustara. Cuando se fue Alejandra le pregunté

-Mama, tengo que ir a comprar unas cosas, ¿quieres que te lleve a la sala a ver la tele grande?

  • No cariño, vete tranquila que voy a dormir un rato más y sueño con la hija tan linda que tengo – me lo dijo con una sonrisa de satisfacción que hasta dude si estaba enferma. Bueno, era lo mejor, que ni siquiera se diera cuente que se estaba yendo. Ya en ese momento salía como Carla, como lo que era. Algunos me reconocían por lo que había sido, para otros era Carla nada más. Volví con los paquetes, entré sin hacer ruido, si estaba durmiendo quería que siguiera, dejé todo sobre la mesa y me acerqué a la habitación. Escuché unos gemidos, miré por la puerta entreabierta y era mama, abrazada a la almohada sollozando

  • Mama, ¿qué te pasa? – me miró y quiso dibujar una sonrisa ¡qué iba a dibujar! En ese instante me di cuenta que estaba consciente que se moría y no lo admitía por nosotras.

  • No es nada, es que me sentía sola y me puse un poco mimosa. Mira, llegaste tú y se me pasó – me abrazó con las pocas fuerzas que tenía – Hijita, nunca abandones tus sueños, pelea para ser lo que quieres ser, seguramente no va a ser fácil, pero si pones empeño vas a lograr lo que mereces. No sé porque estamos hablando así, ni que el mundo se acabara mañana.

Me desconcertaba, de pronto pasaba de darse cuenta de lo que estaba pasando, a pensar que podíamos programar el futuro. A pensar que tenía futuro. Esa noche le comenté a Ale lo que había pasado y lo que me había dicho.

  • ¿Sabes lo qué pasa? Cristina es mucho más inteligente que nosotras, queremos ocultarle como está de enferma y ella quiere ocultarnos que lo sabe – nos abrazamos llorando.

  • Ale, no podemos ir a llorar a su lado. Sabemos que ella sabe, pero tenemos que ayudarla a morir sufriendo lo menos posible – entramos en la habitación y nos aproximamos una por cada lado. Nos acostamos pegadas, pero tratando de no molestarla. Nos agarró con un brazo a cada una y nos atrajo hasta quedar nuestras caras pegadas.

  • Mírenme, entre las dos personas que más quiero – la besamos al unísono antes de escucharla - ¿no es una buena forma de morir?

  • ¡No! ¡No! - grité – ¡No tienes que morirte! No es justo que te mueras. ¿por qué? Yo no quiero que te mueras

  • Cristi, no me hagas esto – pidió con un lamento Alejandra. Mama tenía una expresión indescifrable. Tomó de la cara a Ale y le dio un beso como si ahí le estuviera entregando todo. Me quedé sorprendida. Ale estaba colorada llorando. Mama ahora me agarró a mí, el beso que me dio no tenía nada que envidiarle al de Ale. No sé si fueron con amor o con rabia, pero nunca me habían dado uno así. Se apoyó contra el respaldo, cerró los ojos y dijo

  • Estos besos quizá sea lo último que me llevo, cuando mi cuerpo esté en el cajón no quiero que me besen, ahí no voy a estar yo, estaré en el cielo o en el infierno, pero ahí no. Por eso los importantes son estos – no queríamos llorar, pero ¿cómo hacíamos? – Ayúdenme a ir hasta la sala que tenemos que preparar todo – la llevamos hasta el sillón más cómodo.

  • Siéntense y escúchenme. Sé que lo que les pido queda a su voluntad. Quizá a lo primero sea pesado, pero va a terminar siendo para el bien de ustedes. Saben que mi sueño siempre fue que esta empresa quede en la familia. Tú papá quizá tenga otras ideas, no puede hacer mucho, pero te puede inhabilitar hasta que llegues a tu mayoría. Y para manejar la empresa tienes que recibirte y sacar el registro de despachante de aduana. Mientras tanto la va a llevar adelante Alejandra. Pero así todo Arturo puede hacer mucho daño. Lo mejor es que dentro de dos o tres meses, tú Ale te cases con el – Ale abrió los ojos aterrada

  • ¡Yo! ¡yo! ¿me tengo que casar?

  • Ale, ya lo hablé con él, es solamente en los papeles. Cuando Carla se reciba, tú te divorcias y en paz. Carla, empéñate, cuando antes terminas, antes liberas a tu prima y entre las dos van a llevar la empresa adelante. Ale, sé que esto no te gusta, pero hazlo por mí

  • ¡Sí! Cristina, te lo prometo

  • Y tú Carla, sigue con el tratamiento, Alejandra te va a ayudar con los papeles, vas a ser una belleza, ya me alegras los ojos así como estás – después que termino de darnos las instrucciones nos pidió ir a la cama, la llevamos le dimos un calmante y se quedó dormida

  • Ale ¿quieres casarte con mi padre?

  • ¿Cómo voy a querer casarme con Arturo? Me lleva cuarenta años, puede ser mi abuelo

  • ¿Y qué vas a hacer entonces?

  • Lo único que puedo hacer, casarme. Se lo prometí a Cristina.

  • Puf…no te envidio. Dime porque no dejas que el gerente se quede a cargo y esta semana nos quedamos con ella. el medico dijo tres días, podíamos tratar de alegrárselos.

Quedamos así. Esa noche me quedé pensando en la responsabilidad que me tocaba de ahí para adelante. Aunque cuando pensaba en Alejandra, lo mío era una tontería, pobre.

A la mañana vino Ale a despertarme. Me encontró maquillándome. Y separando ropa de salir. Se sentó en la cama y me preguntó

  • ¿Se puede saber adónde vas a ir tan temprano?

  • A darle el desayuno a mama, quiero que me vea cómo quiso verme siempre

  • Déjame que te ayudo, le vas a dar una alegría grande – así hicimos, le di la alegría, pero se puso a llorar mientras me llenaba la cara de besos, tuve miedo de hacerle daño

Los dos últimos días los pasó en calma, hasta se la veía contenta, me pidió que me mostrara con diferente ropa. La última noche me atreví a mostrarme con un conjunto de lencería. Me pidió que me acercara y mirándome las tetas, me preguntó.

  • ¿Y con qué te las rellenaste? –me saqué una por arriba del sujetador

  • Mira, no son muy grandes, pero son mías – me las tocó, las apretó y se me pusieron duras

  • Me voy tranquila, creo que todo lo bueno que podía hacer lo hice – nos volvió a dar un beso a cada una. Alejandra, la pobre se iba en lágrimas. Esa noche falleció.

A la despedida fue Carla. Sentía que tenía que ir así, y no importaba si me reconocían o no. ese fue el sueño de ella, y se lo debía.

Pretendo tratar en este relato las circunstancias de alguien de alguien que no este seguro de habitar el cuerpo acorde a su mentalidad. quizá tratarlo desde un punto poco serio a alguien le parezca terrible, pero tampoco es una pagina academica. disculpas a quien no le gusta