Mi prima

M/f, incesto, primera vez

Aquella mañana se septiembre no se me olvidará fácilmente. Iba a venir una prima mía a la que apenas conocía a vivir con nosotros en Madrid durante un tiempo hasta que encontrara un piso compartido con otras estudiantes. Lo único que yo sabía de ella era que tenía veinte años, lo cual la ponía lejos de mi alcance teniendo yo diecisiete, pero al menos esperaba poder tener alguien con quien charlar en casa, puesto que era hijo único.

Mi padre, mi madre y yo fuimos a la estación de Chamartín a esperarla. Su tren llegó puntual, como es habitual en España, y nos acercamos a los vagones de clase turista. Cuando la vi, me quedé inmóvil allí en aquel andén lleno de gente. ¡Mi prima era una auténtica belleza! No era muy alta, pero sí esbelta y, lo que es mejor, tenía un pecho muy grande que llamaba la atención al tener una complexión delgada. Sus piernas, realzadas por unos vaqueros muy bien hechos, eran muy rectas y estaban muy bien formadas. Era pelirroja y tenía algunas pecas en la cara, aunque no muchas. Sus manos perfectamente cuidadas y su sonrisa dulce fueron quizá las cosas que más me cautivaron. Cuando me dio el beso allí en el andén casi me dio algo.

Fue durante el viaje a casa en coche cuando hablamos por primera vez. Nos sentaron el en asiento de atrás y ella me pareció muy tímida. Había supuesto que fuera muy superior a mí en todo (recordemos que las chicas son mucho más maduras a esa edad, o al menos eso dicen), pero qué equivocado estaba... Mi prima era dulce, tímida y muy agradable. Era ella la que estaba cortada, no yo. Además, desde el principio me miró de una forma especial que yo jamás antes había notado en nadie, aunque a eso no le di excesiva importancia.

El día aquel pasó con total normalidad, con mi prima deshaciendo su equipaje e instalándose en el cuarto de invitados y yo con ella casi todo el tiempo charlando. Conectamos muy bien los dos desde el primer momento y me alegré mucho, porque por fin había encontrado a alquien con quien charlar. Después me enteraría que a ella también le había alegrado mucho, porque había sido siempre una chica con pocas amigas y, por supuesto, sin ningún novio. Yo no podía comprenderlo, pero así había sido.

La mañana siguiente a su llegada, mi prima, que se llamaba Vanessa, amaneció aún más guapa que el día anterior. Era guapísima e incluso mi madre notó lo mucho que me gustaba. El caso es que ella fue la que me aconsejó que llevara a mi prima a dar una vuelta por Madrid para que se fuera familiarizando con la ciudad. Y así, salí con ella y dimos primero una vuelta por mi barrio (Ríos Rosas) y luego nos fuimos a Azca a ver los rascacielos y el enorme centro comercial. No hablamos más que de cosas triviales, como por ejemplo lo que estábamos estudiando y los sitios a los que íbamos (que eran más bien pocos), pero estábamos muy contentos el uno con el otro, porque nos compenetrábamos muy bien. De hecho, mi prima parecía sentir algo más, pero eso no lo descubrí hasta más adelante.

Después de estar en Azca, nos fuimos a una pizzería, donde almorzamos. Mi prima, que llevaba puesta una falda que le llegaba por las rodillas, una camisa de tirantas que apenas disimulaba el extraordinario tamaño de sus pechos y unas sandalias muy sexis que realzaban la belleza de sus pequeños pies. Yo estaba tan embelesado con ella que casi no dejaba de mirarla y mi prima se daba cuenta.

Cuando terminamos de almorzar, nos fuimos dando un paseo por la Castellana en dirección a Gregorio Marañón. La tarde no estaba muy calurosa y se paseaba muy bien por la sombra gracias a una brisa fresca. Mi prima estaba tan radiante que yo apenas podía dejar de mirarla. Ella, que era perfectamente consciente de ello, sonreía, pero ya no de forma tan tímida. ¿La habría yo catalogado mal? Era más que probable, y prueba de ello fue que tomó la iniciativa y me propuso que fuéramos a un parque a pasear un poco por la naturaleza. Decidí coger la línea 7 del metro en Grerogio Marañón y luego transbordar a la línea 2 en la estación de Canal para ir al Parque del Retiro, que me pareció el lugar idóneo.

Cuando llegamos a la estación de Retiro, subimos a la superficie y entramos en el parque. Sorprendentemente, no había demasiada gente una tarde tan agradable como aquella, así que pudimos iniciar nuestro paseo con mucha tranquilidad. Nos metimos por zonas poco transitadas para poder disfrutar más del sonido de los pájaros y hablamos poco, aunque por fin, mi prima rompió el silencio:

-¿Sabes?, tengo una cosa que decirte –dijo.

-¿Qué? –le pregunté yo intrigado.

-Pues mira, me da un poco de corte, pero... tengo que decírtelo. Me he dado cuenta de cómo me mirabas esta tarde y ayer y...

Yo me moría de vergüenza y de temor... ¿cómo reaccionaría mi prima ante aquello? Pensé que estaría muy enfadada.

-¿Y? –la urgí.

-... y quería decirte que tú a mí me gustas mucho, pero no sé si yo a ti también. No estoy segura de si me estabas mirando por eso.

¡Ahí va! ¡Le gustaba! No podía creerme aquello, era una especie de sueño extraño. ¿Cómo podía ser? Yo, modestia aparte, no era nada feo, pero, ¿era para tanto? Era un chico de pelo castaño claro, de complexión delgada y algo atlética y bueno, no estaba mal, pero aquello... aquello era demasiado.

-Sí, te miraba porque me gustas mucho –acerté a decirle.

Mi prima se puso colorada, pero superó el ataque momentáneo de timidez que se hizo con ella y me cogió de una mano. Aquella mano preciosa y suave me acarició la mía hasta que los dos nos acercamos más el uno al otro y nos dimos un breve beso en los labios. Los dos sonreímos y luego nos acercamos de nuevo y nos dimos nuestro primer beso con lengua. Para ella era obvio que no lo era, pero para mí sí y estaba alucinado. Ni que decir tiene que tenía una erección de mil demonios.

-¿Sabes?, ojalá estuviéramos en algún sitio solos ahora –me dijo después de besarme.

-¿Por qué? –le pregunté inocentemente.

-No sé, estaríamos más tranquilos, aunque por aquí apenas pasa gente –dijo.

-Es verdad, pero bueno...

Vanessa no me dejó seguir y me besó de nuevo, esta vez de forma más profunda y pegando su cuerpo más al mío. Sus grandes y duras tetas rozaban mi pecho y sus manos acariciaban mi cara y una de mi abdomen. Yo no me atrevía a tocarla, pero no era por falta de ganas... Seguimos besándonos durante al menos diez minutos. Entonces, sonó mi teléfono móvil. Era mi madre, que me decía que iban a tener que salir y que no iban a volver hasta la madrugada, porque mi padre tenía una cena de trabajo importante a la que podían asistir las mujeres.

-¿Quién era? –me preguntó mi prima cuando colgué.

-Mi madre, que dice que se salen y no vuelven hasta la madrugada.

-¿En serio? Entonces podemos irnos a tu casa...

-Sí –dije yo sonriendo, aunque aún un poco cortado.

Mi prima sonrió y me dio un beso corto.

-Estás un poco cortado, ¿eh? –me dijo Vanessa de forma dulce y comprensiva-. Si no quieres, no vamos a tu casa todavía.

-No es eso, si yo quiero que estemos allí los dos solos, pero es que...

-¿Qué te pasa? –me preguntó preocupada-. ¿Te encuentras mal?

-No es que yo... bueno... nunca he hecho nada de esto...

-Ah, es eso... Oye, pues para ser la primera vez que besas a una chica lo haces muy bien... me ha encantado, te doy mi palabra. Pero eso sí... estás muy cortado... ni me tocas ni nada...

-Es que no sabía si me dejarías... –le dije.

-Claro que te dejo... si llevo enamorada de ti desde que te vi en una foto hace dos años... Estaba loca por verte y por besarte, ¿cómo no te iba a dejar?

-¿Tú alguna vez has... ?

-¿Qué?

-Que si alguna vez has...

-¿Que si lo he hecho alguna vez? No, nunca, aunque sí he llegado a tocarme y eso con algún chico que otro. Pero no, no lo he hecho nunca.

-Ah –me limité a contestar yo.

-Tú tampoco, según me dices.

Yo negué con la cabeza.

-Bueno, entonces, ¿nos vamos o prefieres que sigamos con nuestro paseo? –me preguntó.

-Vámonos mejor, porque al menos estaremos más tranquilos en el sofá de casa -dije yo sonriendo nerviosamente.

Mi prima se echó a reír.

-¡Anda que no eres tú listo... ! –exclamó sin dejar de reírse.

Yo sonreí también y los dos nos dimos un pequeño beso y nos pusimos en camino hacia la estación de metro de Retiro. Nos besamos varias veces más por el camino, pero no durante mucho tiempo. Cuando por fin llegamos a la estación, cogimos el tren rápidamente y nos bajamos en la estación de Canal, en la misma línea 2, desde donde fuimos andando hasta mi casa. Mis padres ya no estaban, así que nada más entrar, nos sentamos en el salón y nos dimos otro beso breve. Mi prima estaba radiante...

-Me gustas mucho, ¿lo sabías? –me dijo.

Yo me sonrojé un poco, pero guardé la compostura. Ella me volvió a besar y esta vez lo hizo con mucha intensidad, acariciándome además el pecho y el abdomen con mucha fuerza. Sus grandes tetas rozaban mi antebrazo izquierdo y mi erección (que ya estaba presente sólo con mirar a mi prima) era de proporciones considerables. En los pantalones que llevaba puestos, de una tela bastante fina, era más que evidente, porque además yo estaba bastante bien dotado.

El punto culminante de aquellos primeros escarceos con mi prima llegó cuando, al retirar una mano de mi cara, dejó caer el brazo de forma que tocó mi dura erección. Mi prima, naturalmente, quitó la mano rápidamente, pero dejó de besarme y se retiró sonrojada y sonriendo.

-Lo siento –fue lo único que atinó a decir.

-No pasa nada –la tranquilicé yo.

Vanessa sonrió reconfortada y luego me acarició el brazo izquierdo. Yo, por primera vez, la correspondí y acaricié su brazo. Luego ella pasó a acariciarme el abdomen y el pecho y yo me atreví por fin a hacer lo mismo. Puse mi mano derecha en su barriga, que no tenía ni un gramo de grasa, y luego fui subiendo hasta sus tetas. Vanessa estaba algo inquieta, pero no me detenía. Puse mi mano sobre una de sus tetas y la acaricié despacio, notando claramente lo erecto que estaba su pezón. Luego pasé a la otra, que también tenía el pezón erecto, y la acaricié con delicadeza también. Noté entonces que mi prima respiraba de una forma diferente, con más dificultad.

-¿Te encuentras mal? –le pregunté deteniéndome.

-No, no... de verdad, sigue, por favor... Me gusta –me dijo con voz ronca.

Contando con su aprobación, seguí acariciándole las tetas lentamente, rozando sus pezones, mientras ella acariciaba mi pecho y mi abdomen. Tal debía ser la sensación agradable que estaba experimentando mi prima me besó con una energía enorme mientras yo seguí tocando sus turgentes tetas. Mientras me besaba, hizo algo que me sorprendió... Bajó acariciándome desde el pecho hasta el abdomen y luego siguió y tocó mi dura erección con cierto temor a mi reacción. Pero yo no hice nada y ella no se detuvo, aunque me la estuvo tocando con cautela, intentando más que nada delimitar su forma aplastando la tela del pantalón.

Después de un par de minutos así, nos volvimos a separar. Mi prima estaba algo despeinada y se mesó el pelo. También se echó para abajo la camisa, que se le había subido un poco dejando ver su ombligo. Su falda, en cambio, se quedó por la mitad de sus muslos, que era donde había estado desde que nos sentáramos en el sofá.

-¿Sabes?, creo que deberíamos parar ahora si no vamos a hacer nada más –me dijo con expresión seria.

-¿Te sientes mal o algo por todo esto?

-No, no es eso... Es más, me siento muy bien, porque me gustas mucho, pero es que no sé si tú...

-¿Si yo qué? –quise saber.

-Si estás... Bueno, si quieres seguir adelante también.

-Sí, claro que quiero seguir...

-Entonces, ¿no te ha importado que te toque... ahí?

-No, me ha gustado...

Mi prima sonrió más calmada y luego me cogió de una mano.

-Me gustaría una cosa, pero no sé si tú te atreverás... –me dijo.

-¿Qué es?

-Pues... me da un poco de corte decirlo...

-Venga ya, no seas tonta... A mí me puedes decir lo que quieras... –le dije yo.

-Es que no sé cómo te lo vas a tomar...

-En serio, me lo tomaré bien, dime qué es.

-Pues... ¿te bajarías los pantalones un poco para que pudiera verte la... ? Yo te dejo ver algo también, si quieres... –dijo Vanessa sonrojada y realmente cortada.

-Vale, pero aquí no... Mejor en mi cuarto, ¿no?

Vanessa se quedó pensativa un momento.

-Vale, vamos –dijo por fin.

Los dos nos levantamos y nos dirigimos a mi cuarto. Había en él una cama bastante amplia, que fue donde nos sentamos habiéndonos quitado previamente los zapatos. Mi prima se sentó apoyada contra la pared y yo me puse de rodillas junto a ella. Sin pensármelo dos veces, me bajé los pantalones y los calzoncillos y le enseñé mi verga erecta, que tenía un grosor considerable y diecinueve centímetros de longitud. Mi glande, además, estaba totalmente fuera, reluciente y rojo, de modo que mi prima se quedó boquiabierta.

-¿Qué te parece? –le pregunté no exento de cierto orgullo.

-Es... es muy grande... No había visto nunca ninguna y... bueno, ¿eso realmente cabe en... ?

-Supongo, no lo sé.

Dicho aquello, me senté junto a mi prima y me puse a tocarle las tetas otra vez mientras nos besábamos despacio. Ella, aunque dudando, tocó mi rabo y luego movió su mano de arriba hacia abajo. Luego lo dejó y se separó de mí de nuevo, aunque sin dejar de mirar lo que tanto le había llamado la atención.

-Bueno, ¿qué quieres verme? –me preguntó tímidamente.

-Nada si tú no quieres, Vanessa... No quiero que hagas nada que no te guste... Tú tenías ganas de verme esto y yo te lo he enseñado, pero tú si no quieres... da lo mismo.

-En serio, quiero enseñarte algo... Bueno, no te puedo decir que nadie me haya visto el pecho, pero lo otro... nadie absolutamente aparte de mi madre... –dijo sonriendo.

-Ah, ¿se las has enseñado a otros?

-Bueno, a otros dos chicos con los que he estado enrollada, pero nunca llegamos a más...

-¿Me das detalles? –le pregunté.

Vanessa parecía algo incómoda con el tema, pero aun así accedió.

-Pues nada, hacíamos más o menos lo mismo, pero ellos nunca me enseñaron nada... Yo se la toqué a uno una vez. Y el pecho me insistieron los dos en que se lo enseñara y me lo tocaban y eso, pero nunca llegamos más lejos, aunque me lo pidieron.

-Ajá, ya veo. Bueno, yo ninguna experiencia, pero sí he visto muchas películas... –dije.

Vanessa se echó a reír.

-Bueno, al menos tendrás mucha idea sobre el tema... –dijo sin parar de reírse.

-Sí.

Mi prima me dio entonces un beso suave y profundo mientras acariciaba mi pecho.

-¿Sabes una cosa?... Te quiero desde hace mucho tiempo y he venido a Madrid para poder estar contigo... –me dijo al oído.

-¿De verdad? ¿Y yo todo este tiempo sin saber que tenía una prima tan increíblemente guapa que me quería?

-No exageres... pero sí, estoy totalmente enamorada de ti, aunque suene un poco cursi. Si no lo estuviera no estaría en esta situación contigo ahora mismo... Y para que veas que no te engaño, te voy a dejar que veas algo que jamás ha visto ningún otro chico...

Mi prima se puso entonces de pie junto a la cama y puso sus manos a ambos lados de su cintura. Lentamente, se bajó la falda y se quedó en braguitas ante mí. Mis ojos no daban crédito a lo que veían, pero aquello era real... Sus curvas eran muy sensuales y su piel muy blanca y apenas con pecas, curiosamente. Yo seguí mirando mientras ella cogía el elástico de sus pequeñas bragas y se las iba bajando, dejándome ver poco a poco su triángulo mágico, su lugar más íntimo y a la vez más atrayente... Su vello púbico era algo más oscuro de lo que me esperaba, siendo casi castaño, y estaba en estado natural, sin cuidados de ningún tipo. No obstante, al ser por naturaleza muy ordenado, se distribuía de forma bastante armoniosa. Mi prima se acercó entonces un poco más a mí, aunque sin ponerse sobre la cama.

-¿Qué te parece? –me preguntó mi prima allí de pie.

-Eres una diosa... –le dije con total sinceridad.

-No exageres, tonto... Tú sí que eres guapo y estás bien formado...

Los dos sonreímos y mi prima se volvió a sentar a mi lado. Los dos nos besamos con mucho vigor y nos empezamos a manosear ya desnudos. Ella me empezó a hacer una paja muy despacio mientras yo disfrutaba de la suavidad de sus melones, aún cubiertos por su camiseta de tirantas. Metí en un momento de lujuria mi mano derecha por debajo de ésta y la puse sobre una de sus tetas, sólo cubierta ya por su sujetador. Luego, mi prima, que había estado esperándose que hiciera aquello, se despegó de la pared un poco y se quitó la camisa. Su sujetador era negro, igual que sus bragas, y estaba bien relleno con sus melones. Los pezones sobresalían claramente y estaban completamente erectos. Era evidente que yo no iba a aguantar mucho así, de modo que Vanessa se llevó las manos a la espalda y desabrochó su sujetador. Ahora sí pude contemplar lo que realmente había deseado verle. Sus tetas eran grandísimas y además muy firmes... Yo estaba en un éxtasis voluptuoso del que no quería salir. Se las acaricié y manoseé durante un buen rato mientras ella seguía meneándomela despacio.

Luego, atreviéndome a hacer algo que no sabía cómo iba a sentarle, bajé y acaricié su vello púbico superficialmente. Más tarde, muy poco a poco, me atreví a presionar un poco y fui tocando su raja, que estaba muy húmeda ya. El cuerpo de mi prima se estremeció con el tacto de mi mano, pero ella no me detuvo, así que simplemente seguí adelante pasando mi mano por toda su raja de arriba abajo como ella estaba haciendo en mi polla y llegué incluso a introducir dos de mis dedos en el principio de su agujero. Ella se asustó un poco y dio un respingo...

-Perdona –le dije.

-No, no es nada... es sólo que me da un poco de miedo...

-Lo siento, no sigo por ahí si no quieres...

-Pero sí quiero, lo que pasa es que me asusta un poco, porque no sé si cabrá tu... –me dijo.

-Ah, pero si ni quieres hacerlo no tenemos por qué llegar hasta el final.

-Quiero que seas tú el primero y estoy muy... bueno, muy caliente ya... Te necesito, de verdad...

-Lo que pasa es que... no tenemos condones...

-Es verdad... no lo había pensado... Espero que haya por aquí en algún sitio, porque de verdad que tengo ganas...

-Espera, voy a buscar en el cuarto de mis padres...

-Vale.

Fui a la habitación de mis padres, pero no pude encontrar nada. Seguramente mi madre estaba tomándose la píldora y no usaba condones... Estaba cabreado... para una vez que iba a hacerlo...

Volví a mi cuarto y allí estaba mi prima como la dejé, sentada con la espalda apoyada contra la pared. Sus pequeños pies, cuyas uñas no estaban pintadas, eran preciosos y me la ponían aún más dura. De sus tetas, ¿qué más puedo decir... ? Estaba tan caliente que iba a reventar, y estaba sin condones...

-No tienen condones... –le dije a mi prima, que se quedó decepcionada.

-¿Y si lo hacemos sin condón?

-Es un poco arriesgado, pero ya que los dos somos vírgenes...

-Por eso te lo digo, no tendremos nada raro...

-Bueno, pues sin condón...

-Eso –dijo mi prima entusiasmada-. Pero hazlo pronto, por favor, que tengo muchas ganas...

Sin esperas, mi prima se tumbó sobre la cama y separó las piernas, mostrándome su raja húmeda y adornada con pelos. Tenía un coño muy bonito, con una raja perfectamente dibujada, sin pliegues raros ni nada. El aroma que emanaba de él era tan atrayente que casi no pude resistir ni un minuto allí mirándolo. Por el contrario, con aquellas agresivas feromonas en el aire, me aproximé a ella con mi flamante miembro vibrando y mi boca hecha agua. La naturaleza había impuesto ya su ley y no había forma de eludirla; estábamos atrapados en sus redes y nos veíamos precipitarnos hacia el abismo del sexo desenfrenado sin remedio.

Coloqué mi rabo en la entrada de su coño y apoyé el peso de mi cuerpo en mis brazos, puestos a cada lado de los hombros de mi prima. Ella me puso mejor en posición y apretó sus muslos contra mi cuerpo. Yo empujé con fuerza e introduje mi bálano en su agujero, pero nada más. Era realmente virgen, no me había engañado, y el obstáculo estaba allí. Apreté con fuerza, pero no ocurría nada, no podía metérsela hasta el fondo. Mi prima estaba tremendamente caliente y yo aún peor, pero parecíamos a haber llegado a un callejón sin salida.

Estuvimos intentándolo un buen rato, pero no ocurrió nada hasta que yo empujé con verdadera fuerza y conseguí reventarle el himen y llegar así poco a poco hasta la zona interna. Su vagina, a pesar de lo caliente que estaba, era muy estrecha y me resultó extraordinariamente difícil penetrarla con comodidad, pero poco a poco fue ensanchándose para poder alojar bien mi rabo. Es sorprendente que no sangrara nada en absoluto, pero me alegré sobremanera, porque no habíamos tenido en cuenta aquel riesgo que hubiera manchado las colcha de mi cama.

Así pues, sentí mi gorda y dura polla dentro del estrecho y cálido lugar íntimo de mi prima mientras besaba y chupaba sus tetas duras y grandes y ella me acariciaba el pelo de la cabeza entre leves gemidos y jadeos. A veces daba un pequeño respingo porque le dolía un poco, pero por lo general sólo gozaba de aquella primera penetración. Estábamos los dos por fin unidos carnalmente y aliviando el calor que habíamos ido acumulando durante horas. Nuestros cuerpos estaban ardientes y pedían un coito vigoroso, una cópula profunda que mitigara la tremenda excitación.

Mi prima se corrió por primera vez con un hombre a los pocos minutos, tiempo durante el cual yo había aguantado sorprendentemente sin hacer lo propio. Los espasmos de su cuerpo estuvieron acompañados de gemidos y jadeos de goce y de una formidable presión de sus piernas sobre mi cintura. Las contracciones de su vagina precipitaron mi orgasmo, que llegó al poco. Inundé de una forma escandalosa su vagina con mi esperma, que manaba como si saliera de una tubería. Chorro tras chorro de caliente líquido generador fue vertido dentro de su estrecha fuente de placer mientras yo sentía un maravilloso alivio. La culminación de nuestra unión había llegado y nos separamos al poco. Del coño de mi prima salía algo de semen cuando me tumbé junto a ella.

-Te has corrido dentro, ¿no te has dado cuenta? –me dijo nada más tumbarme. Un calor terrible se apoderó de mi cuerpo cuando me di cuenta de ello.

-¡Dios!, ¿y qué vamos a hacer ahora? –le pregunté.

-No sé, tendremos que pedir una de esas píldoras poscoitales de las que han hablado de en la televisión.

-Vale, ahora vamos.

-Me ha encantado... –me dijo dándome un beso en la cara-. Quiero que lo hagamos más veces...

-Yo también, pero vamos a la farmacia a que nos den eso...

-Habrá que ir antes al médico...

-Es verdad, vamos a vestirnos.

Mi prima pasó un momento a limpiarse al baño y luego fuimos al médico a que nos recetara las píldoras. La cara que puso fue un poco rara, pero nos las recetó, junto con instrucciones de cómo usarlas. Las compramos en una farmacia alejada de mi casa, donde no me conocían, y también compramos una caja de condones. Mi prima no parecía demasiado preocupada, es más, me dijo que tenía ganas de hacerlo otra vez nada más llegar a casa, a pesar de que tenía algo de molestias en su agujero, que estaba recién abierto por primera vez.

-Esta vez lo haremos con condón –me dijo cuando llegamos a mi cuarto.

-Sí, por supuesto –le contesté yo mientras me quitaba la ropa.

-Pero espera, que me voy a beber un vaso de leche para tomarme la píldora.

Me desnudé mientras esperaba a Vanessa y me senté sobre la cama con la espalda contra el cabecero. Mi rabo estaba totalmente empinado otra vez y así fue como lo vio ella cuando volvió de la cocina. Sólo tenía puesta la falda y las bragas, sus tetas estaban ya al aire. Tardamos muy poco en estar de nuevo copulando para aliviar la tensión que nuestras hormonas enloquecidas nos provocaban, aunque esta vez llevaba puesto un condón. Mi prima se puso en esta ocasión a cuatro patas y yo la penetré desde atrás, así que casi éramos dos perros follando como locos. Cuando nos corrimos, nos sentamos el uno junto al otro, besándonos y magreándonos despacio.

-No sé cómo vamos a hacer esto cuando tus padres estén en casa, pero yo estoy colada como una tonta por ti y quiero que lo sigamos haciendo –me dijo mi prima.

-Bueno, mi madre trabaja por la tarde de 3 a 9 y mi padre muchas tardes está fuera en reuniones y cosas de esas. Como en tu carrera sólo hay turno de mañana, o por lo menos eso te oí decir esta mañana, no creo que tengamos problemas.

-Espero que no, porque te necesito mucho... Llevo años colada por ti y ya no podía más. Seguramente te pareceré una fresca por haberme entregado así, pero no he podido contenerme... Estaba guardando mi virginidad para ti.

-No pienso mal de ti y estoy todavía más colado por ti que tú de mí. Tengo a una diosa loca por mí, así que imagínate cómo me siento...

-Pues me vas a tener enterita para ti. Ojalá pudiéramos dormir juntos en la misma cama tú y yo para poderlo hacer y luego quedarnos abrazados...

-Sería maravilloso, pero me temo que eso no pasará...

-Al menos no de momento...

Curiosamente, yo estaba muy equivocado al decir aquello, porque mi prima se quedó embarazada de mí a los dos meses de llegar a Madrid. Fue un gran disgusto para sus padres y un buen sobresalto para los míos, pero poco a poco fueron haciéndose a la idea de que nos queríamos de verdad y que éramos una pareja y hasta nos permitieron compartir cama. Compraron una grande y la pusieron en mi cuarto. De este modo, casi cada noche podíamos hacer lo que Vanessa, mi diosa, había deseado tanto... hacer el amor cada noche y luego dormirnos abrazados. Desgraciadamente, mi prima no terminó su carrera, puesto que decidió dedicarse a su bebé, que fue una niña. Yo me dediqué en cuerpo y alma a mis estudios y me convertí en un empresario como mi padre, con el cual empecé a trabajar y a ganar bastante dinero. Eso nos permitió a Vanessa y a mí, que seguíamos completamente enamorados el uno del otro y hacíamos el amor tanto como podíamos, independizarnos y crear nuestra propia familia. Aún hoy, veinte años después de conocernos, seguimos uniéndonos casi a diario y un amor sólido nos mantiene muy juntos...