Mi prima (2)
Mi primera vez con mi prima Sandy fue del todo bestial. Un polvo para recordar, pero una auténtica tontería en comparación con lo que vendría después. Yo ya intuía que aquella criatura de aspecto celestial le iba la marcha cuando le gustó que...
MI PRIMA (2)
Mi primera vez con mi prima Sandy fue del todo bestial. Un polvo para recordar, pero una auténtica tontería en comparación con lo que vendría después. Yo ya intuía que aquella criatura de aspecto celestial le iba la marcha cuando le gustó que me corriera en su cara, pero no adivinaba ni remotamente el camino de perversiones que aquella mente perversa envuelta en un cuerpo de mujer me conduciría. Y yo, de forma irremediable, me había dejado llevar por ese sendero del que no sabía salir acosado por mis propios escrúpulos morales por haberme follado a mi prima y, por otro, porque me apetecía vivir con ella en el filo de la navaja.
El mismo día de nuestro primer polvo, teníamos una cena familiar multitudinaria en casa de mis tíos. Creo recordar que la excusa de la comida, que se hacía en una larga mesa colocada en medio del jardín, era celebrar un aniversario. La cuestión a celebrar era lo de menos.
Andaba yo aún un poco aturdido por la experiencia de la mañana, con ganas de ver como podía continuar aquella aventura, por lo que me lo hice ir bien para poder sentarme frente a mi primita en la larga mesa. A lo largo de toda la comida hablamos de bobadas que en nada podían delatar lo que había pasado aquella mañana. Nada de interés ya que yo empezaba a cavilar la forma como lo haría para poderme quedar a solas con ella más tarde o bien para concertar una cita al día siguiente.
De pronto, interrumpiendo mis planes, noté como desde el otro lado de la mesa me colocaba su pie desnudo sobre mi entrepierna. Ella, al otro lado, sonreía y mientras empezaba a masajear mi miembro con su pie desnudo, su conversación cobraba una serie de nuevos matices.
-Creo que me apetecería comerme un buen helado de fresa, me dijo.
-¿En una tarrina?, le pregunté yo aún sin captar el doble sentido de sus palabras. -No, a mí me gustan los polos y cuando más grandes mejor.
-Y cual es tu polo preferido? pregunté.
-El fregó pié, me contestó mientras con su pie desnudo me daba un suave apretón sobre la base de mis testículos.
En aquel momento yo estaba completamente empalmado con el masaje testicular de Sandy. Me hubiera lanzado sobre ella y me la habría follado allí mismo, encima de la mesa y ante toda la familia. No se me ocurrió otra cosa que levantarme y decir que iba un momento hasta el baño. Nada más entrar en el lavabo de la casa alguien llamó con los nudillos a la puerta. Era Sandy que entró como una exhalación.
-Ha llegado la hora de los postres y como ya te he dicho me apetece un buen helado. Antes que pudiera decir nada cerró el baño familiar con el pestillo y se lanzó hacia mí. Su boca sedienta se lanzó contra la mía mientras su mano buscaba mi sexo. Yo ya estaba totalmente empalmado desde hacía bastante rato con lo que cuando noté que mi polla salía de su prisión de tela me sentí aligerado de una enorme presión. Sandy, al verla fuera, entre sus manos, se lanzó a besarla y chuparla.
-Es mi postre favorito, me dijo. Mi polla empezó a ser un juguete en su boca. Durante algunos momentos lamía suavemente el glande y luego, ávida de ella, intentaba tragársela hasta la empuñadura. Notaba, entonces, como mi polla casi tocaba su garganta en una sensación de placer difícil de describir y que me llevaba casi hasta el orgasmo. Casi, porque Sandy, de forma prodigiosa, sabía administrar perfectamente sus caricias. El placer era tan intenso que me olvidé completamente de donde estaba y que, en cualquier momento, alguien podía echarnos en falta o pescarnos.
Mientras gozaba de mi miembro viril en su boca, Sandy seguía masajeando mis testículos aumentando aun más la sensación global de bienestar. No tenía nada que objetar al movimiento de sus manos hasta que noté como su dedo índice, que quedaba liberada del trabajo sobre los testículos, presionaba suavemente para introducirse en mi ano. No me opuse a que siguiera con ello. Tampoco cuando note que éste, lubricado con su propia saliva, empezaba a entrar y salir del interior de mi ano. La extraña sensación que me provocaba, hacía que el placer de la mamada pudiera seguir durante un largo rato más; Seguí sin oponerme cuando un segundo dedo de ella empezó a abrirse paso en mi interior, en realidad me gustaba cada vez más aquel placer que acababa de descubrir.
-Te gusta, maricón mío, me preguntó. Le contesté afirmativamente, diciéndole que me dejara correr, como en la otra ocasión en su cara. -Sí, pero antes te vas a tragar esto, me dijo mostrándome un cepillo del pelo con un enorme mango de madera redondeada.
Sin que pudiera contestar noté el duro tacto de la madera abriéndose paso en mi interior. Hubiera gritado pero no podía hacerlo en aquel lugar y en aquella ocasión. Sandy me sodomizó con aquello mientras su boca seguía tragándose mi polla hasta que me corrí completamente. Me miró con cara de satisfacción mientras tragaba mi semen a grandes bocanadas. Yo por mi parte, nunca antes había sentido tanto placer y tanto dolor al mismo tiempo. Me quedé el cepillo de recuerdo, claro está. Y justo acabamos de empezar. Ya les iré contando.
CONTINUARA...