Mi prima (1)
Después de pensarlo mucho he decidido explicar finalmente mi historia. Me ayuda a reconciliarme con mi pasado y quizá pueda servir de algo a otras personas que hayan...
MI PRIMA
Después de pensarlo mucho he decidido explicar finalmente mi historia. Me ayuda a reconciliarme con mi pasado y quizá pueda servir de algo a otras personas que hayan experimentado cosas parecidas. Mi nombre no importa, aunque como referencia puedo decir que vivo en una ciudad del centro de Perú.
Desde siempre mi familia ha veraneado en el mismo pueblo de la costa. Es uno de esos donde siempre va la misma gente y con el paso de los veranos uno se acostumbra a ver las mismas caras. Junto a la casa de mis padres estaban también las de mis tíos y de una auténtica legión de primos y primas;
Lo cierto es que los veranos de mi infancia fueron felices y alegres y me gustaba jugar con todos aquellos chicos. Las primas, por el contrario eran un fastidio. La cosa no cambió ni siquiera cuando, a partir de los 14 años, el pueblo se convirtió en el escenario de mis primeras aventuras amorosas y de mi iniciación sexual.
El caso es que tenía ya unos 20 años y una cierta experiencia amatoria acumulada cuando sucedió una cosa que me impactó profundamente.
Aquel verano fuimos los primeros en instalarnos en el pueblo de veraneo. Lo hicieron por mi porque hacía poco que había acabado el curso en la Universidad y tenía que llevarme los libros para estudiar y poder recuperar en septiembre un par de asignaturas. Los siguientes fueron los tíos Mario y Susana acompañados de sus dos hijas, Sandy, que entonces tenía unos 18 años y María Julia de 16. Hacia un par de años que no veía a Sandy y lo cierto es que se había transformado completamente.
Durante el último verano era una chiquilla maleducada y respondona que llevaba uno de esos horribles aparatos dentales. Además la recuerdo como algo gordita y hurgándose con el dedo la nariz constantemente. Ahora se había convertido en una chica alta y delgada que lucía una sonrisa preciosa, pero igualmente maleducada. La oruga se había transformado en mariposa pero conservaba buena parte de su carácter. Aquel verano me había decidido a poner toda la carne en el asador y utilizar las mañanas, cuando todos estaban en la playa, para estudiar con tranquilidad. En realidad no fue tal. Mi cuarto de estudio tenía una ventana que daba al patio de la casa de mis tíos y la verdad es que, entre página y página de mis pesados manuales de física, me relajaba mirando las plantas y flores del patio. Una mañana levanté la vista del libro y pude ver como la antipática de mi prima salía al patio. La había visto infinidad de veces en ropa de baño, pero lo cierto es que aquel día me provocó una profunda desazón verla vestida con una camiseta blanca que le llegaba hasta el muslo. Debajo de aquel algodón blanco, desde mi ventana, podían intuirse unos pechos pequeños y proporcionados que danzaban en libertad y unas braguitas minúsculas que escondían una fresca mata de pelo.
La desazón que me corroía no hizo más que crecer cuando mi prima empezó a pasear por el jardín haciendo que aquel trozo de tela blanca fuera cubriendo y descubriendo aquellos muslos morenos de forma cadenciosa.
Mi primita, tengo que decirlo, me empezaba a caer simpática. Aquella noche me masturbé pensando en ella. El paseo matinal de la señorita se repitió en los días siguientes y yo descubrí que me gustaba mirarla para poder contemplar mejor los detalles que luego, en la soledad de mi alcoba, me daban tanto placer.
Una mañana, pasados unos días, ella no apareció en el jardín. Aquello me provocó un enorme malestar que me impidió cualquier tipo de concentración en lo que estaba estudiando. Desistí en seguir con los libros y decidí irme hasta la playa donde se suponía que estaba toda la familia junta. Allí estaba Sandy, vestida con un traje de baño demasiado grande, jugando con otros de mis primos y primas y algunos amigos más. Me añadí a su juego e intenté entablar una conversación con ella. -¿ No estudias esta mañana?, me pregunto al poco rato- Seguro que te volverán a suspender, añadió con su habitual tono insolente. - Esta mañana no puedo concentrarme, le dije yo - ¿Y eso?, me preguntó - Tus paseos matinales me ayudan..., le dije de sopetón y sin pensar. Sandy no me contestó y se quedó callada. De hecho no volvió a dirigirme la palabra en todo el día. Estaba pensativa, pero lo cierto es que no estaba enfadada. La constatación de que no se lo había tomado mal la tuve al día siguiente cuando, tan bella como siempre, la vi aparecer desde la ventana. Incluso me pareció que, en un determinado momento en que se podían ver sus braguitas especialmente bien, miraba hacia mi ventana y me sonreía. Unos días después las cosas cambiaron. Esa mañana vi como salía de su casa pero en lugar de hacer su recorrido habitual se dirigía hacia la llave de paso del sistema de riego y lo ponía en marcha. En unos momentos los aspersores estaban lanzando agua como locos por los cuatro costados y Sandy, mi dulce primita, estaba bailando en medio del aguacero. El agua empapó de inmediato la camisa y aquellos dulces pechos aparecieron ante mi especialmente claros pegados a ella. Me empecé a masturbar como un loco mientras miraba como aquella criatura daba vueltas y vueltas como una peonza mostrándome lo mejor de su anatomía. Y seguí haciéndolo cuando ella desapareció en el interior de su casa. Aunque estaba muy caliente, me gustaba meneármela con calma y disfrutando al máximo de todo el placer esperando que fuera la excitación y no mis manos las que acabaran levándome al clímax. Iba por el camino de conseguirlo cuando sonó inoportunamente el teléfono. -Te gusta pajearte, ¿eh?, me dijo una voz divertida que no reconocí al principio. Me quedé helado con la polla en una mano y el teléfono en la otra. - Mira hacia la ventana de enfrente . Me siguió diciendo aquella voz En la ventana de enfrente estaba Sandy, con unos prismáticos en una mano, mirando hacia mi habitación, y un teléfono en la otra mano. -Sigue, sigue....Nunca he visto a un chico masturbarse, me dijo -¿Y te gustaría?, le pregunté yo sacando fuerzas de mi situación de indefensión. Dudó un momento y me contestó afirmativamente. -Ya que me has pillado en falso lo mejor es que lo veas de cerca ¿No? Sandy titubeó un momento, pero al poco rato estaba ya en mi habitación. Se sentó sobre la cama y me dijo que hiciera lo que tenía que hacer. Mi primera idea fue pedirle que se quitara ella también algo de ropa para así poder calentarme otra vez. Me dijo que era mi problema. Tampoco le gustó la sugerencia de que nos masturbáramos los dos juntos, desistí de cualquier intento excepto de la venganza. Me desnude completamente y me senté en una silla a poco más de un metro de la señorita que seguía tumbada tranquilamente en la cama. Poco a poco me fui acariciando y excitándome como había hecho tantas veces en solitario. Su presencia, a medida que avanzaba en mi paja, me iba aumentado más y más el morbo. Me fascinaba el modo como aquella chiquilla me comía con la vista y estaba atenta a todos mis movimientos. Me gustaba ver como, excitada, se frotaba sus muslos entre sí. Mi venganza fue dulce. No esperaba que, momentos antes de llegar al orgasmo, me levantara y verse literalmente duchada con un chorro enorme de mi semen. Quedó francamente divertida verla con la cara llena de leche y Aunque, luego el que se quedó helado fui yo. Lentamente se pasó la mano por la cara y se metió el semen en la boca -Humm !que bueno!, exclamó. Creo que esto me va a gustar Así fue como empezó mi increíble historia de sexo con mi prima. Creo que otro día, si ella me deja, les contaré el resto.
CONTINUARA...