Mi posesión más preciada (4)

Algo que parece el final pero que sólo es el principio.

MI POSESIÓN MÁS PRECIADA (IV)

La oficina estaba vacía.

El último de los empleados acababa de salir hace una media hora. La mujer de la limpieza no vendría hoy.

Sólo quedábamos ella y yo. Así lo había planeado.

Ella, mi juguetito, se afanaba en su ordenador. Teníamos un trabajo que terminar. Como aquella primera vez ¿recuerdas? Ella sí. Lo sé porque la veo nerviosa a través de las persianas entornadas de mi despacho. No la he dirigido la palabra en toda la tarde. Aposta, por supuesto. Quiero aumentar su tensión. Su excitación.

Era el momento. "Desnúdate" tecleé en mi ordenador. Ella me miró al recibir el mensaje en su correo interno. Inútilmente, yo me hacía el ocupado inmerso en el informe que habría de presentar al día siguiente.

Por el rabillo del ojo puede ver cómo se quitaba los vaqueros (sin bragas, por supuesto), la camiseta y el sujetador blanco. Al ver que yo parecía ignorarla, volvió a sentarse y continuó su trabajo. Desnuda sobre la tela rasposa del asiento.

Me encanta su perfil. Sus tetitas desafiantes, sus pezones duros por los nervios, por la excitación, por la edad.

Dejé transcurrir media hora (aún no sé cómo) hasta salir de mi despacho y acercarme a su mesa. Yo estaba vestido, ella desnuda, indefensa.

"Sigue con lo que estás haciendo"

Por encima de sus hombros pude contemplar su trabajo. Pero no era eso lo que me interesaba. MI vista bajó hasta sus pechos, resbalando por encima de sus pezones rosados y duros como piedras. Siguió por su ombligo, se perdió entre sus escasos pelitos y por fin llegó hasta la tela azul del asiento. Allí, entre sus piernas, el azul era un poco más oscuro que en el resto. Señal inequívoca de los jugos que mi juguetito iba soltando.

"Levántate"

Y así lo hizo, sin girarse, mirando al frente mientras se mordía el labio inferior. Sé lo que pasaba por su mente en esos momentos. Lo mismo que por la mía. Ambos recordábamos aquella primera vez. Aquella noche en que azoté su culito hasta ponerlo rojo como un tomate. En la que mi dedo penetró en su agujero virgen. En que se corrió sobre mi mesa de wengé.

Quizás esta noche esperaba lo mismo. Quizás esperaba más. Si es así, lo tendría. Tenlo por seguro. Pero antes quería verla sufrir mientras gozaba. Gozar mientras sufría. Así que, sin avisar, descargué sobre sus nalgas el plástico de mi regla de 50 cm. Gimió, se estremeció... y poco más. Porque a ese azote siguió otro, y otro. Y un cuarto y... No sé cuántos fueron. No me importa.

Mi excitación iba en aumento viendo cómo su culo cogía ese preciosos color rojo que tanto amaba. Paré el castigo. Su cuerpo se tensó esperando más. Pero no, fue mi lengua la que recorrió la raja que separaba sus preciosos cachetes. Pude notar en el extremo de mi apéndice el calor dejado por la regla de plástico. Mi juguetito gimió más fuerte conforme mi lengua pasaba por sobre su agujerito, agarrándose a la mesa con fuerza cuando llegó la extremo inferior de sus labios abiertos.

Ahí puede comprobar el sabor de su excitación, el olor de su deseo. Sin esperar, me levanté, bajando de un golpe mis pantalones y mis boxes. MI polla dura saltó como un resorte golpeando sus nalgas. Sin dejarla reposar sobre su cachete, la agarré con fuerza haciéndola recorrer el camino que hace apenas un minuto hizo mi lengua. La cabeza enrojecida y húmeda de mi sexo se apoyo en su recóndito agujero notando su estremecimiento. Como si tuviera vida propia. Siguió su recorrido mientras notaba el cosquilleo de sus vellos y se abrió paso con su dureza separando sus labios como un cuchillo en la mantequilla.

Notaba su coñito empapado, invitador, palpitante y abrasador. No esperé ni un segundo más, clavándosela con tanto ímpetu que sus talones se levantaron del suelo. Ensartada en mi polla, a mi merced, con sus manos y sus tetas sobre la mesa, un grito incontrolable salió de su garganta.

MI polla se adaptaba a la perfección a su coñito joven. Sus talones volvieron al suelo para ser inmediatamente levantados por un nuevo envite. Y así uno tras otros mientras gotas de sudor corrían por nuestros cuerpos. Mis manos agarraron con avidez, casi con avaricia, sus pequeños pechos Mis caderas se pegaban a sus nalgas como piezas de un mismo puzzle. Mi polla palpitaba dentro de ella.

Noté en el temblor de su cuerpo que el orgasmo estaba cerca, acelerando mi ritmo hasta que estalló con fuerza increíble en un ser tan frágil, tan delicado como es mi juguetito. Un par de empujones más y mi polla, ayudada por los retortijones de su placer, no tardó en soltar incontenibles chorros de semen. Me dejé caer sobre su cuerpo, sobre sus enrojecidas nalgas, disfrutando de los últimos espasmos del placer.

La espera, la tensión creada había merecido la pena. Pude notar lo en su mirada perdida. En sus muslos chorreantes. En mi polla brillante de semen y flujos que, como no, mi juguetito tuvo que dejar limpia con su lengua.

Quizás este relato sea más breve que los anteriores. Pero, puedes creerme, para mí ha sido el más intenso de escribir. Follarme por primera vez a mi juguetito ha sido una experiencia increíble. El placer acumulado durante los días anteriores no ha hecho sino aumentar la fuerza de su explosión final.

Pero esto no es el final. Ni mucho menos. Juguetito está totalmente sometida a mí. Y lo está de verdad. En cuerpo y alma. Ella lo sabe, lo admite y le encanta. Sabe que no tiene competencia. Sabe que puede haber otras, como L, que me escribió un correo (después de leer la historia de juguetito) diciéndome que quería ser mi esclava virtual pero que se rajó a la primera de cambio, pero que ella es la primera. La que de verdad está dispuesta a todo.

Por algo es mi juguetito

profesorjones@yahoo.es