Mi posesión más preciada (3)

Mi juguetito va de compras.

MI POSESIÓN MÁS PRECIADA (III)

La jornada se me ha hecho eterna. He podido ver, incluso estrujar, sus nalguitas el par de veces que hemos coincidido en la fotocopiadora. Pero nada más.

Eso sí, la he estado mirando a través de la puerta abierta de mi despacho. Me gusta. Me gusta su cuerpo joven, sus pequeños pechos. Pero, por encima de todo, me gusta que sea mía, que se entregue de esa forma tan especial.

Ahora que lo pienso, tengo que darle un nombre: No quiero llamarla puta, ni zorra, ni vulgaridades por el estilo. Por lo menos no habitualmente.

Por fin, el momento ha llegado. Hoy el trabajo no ha sido excesivo y podemos salir todos a la hora (por supuesto, también me he encargado de eso). Montamos en mi coche y salimos del parking del edificio. Si alguien nos ve no pasa nada. La zona donde trabajamos está bastante apartada y es normal acercar a la gente hasta el centro.

Voy a llevarla de compras. Y, como no quiero que nadie nos conozca, iremos a una capital cercana. Pero antes vamos a pasar por su casa. Sus padres trabajan, su hermana pequeña está en el insti y yo quiero ver toda su ropa. Cómo si no voy a ordenarle que se ponga lo más adecuado para cada momento...

Está nerviosa, lo noto. Estoy seguro de que se removería inquieta en el asiento. A no ser porque su culo sin bragas está directamente apoyado sobre la tapicería. Y supongo que pica un poco.

Nada más entrar en su casa y cerrar la puerta le doy mi primera orden:

  • "Desnúdate".

Lo hace sin rechistar dejando en el suelo del pequeño recibidor su falda, su camiseta y su sujetador blanco.

  • "Vamos a tu habitación".

La sigo por el pasillo contemplando su culito. Comparte habitación (y armario) con su hermana. También ropa, por supuesto. Pero lo que es suyo está en uno de los lados. Me siento en la cama nido. Un simple gesto sirve para que vaya sacando la ropa y colocándosela sobre su cuerpo. Asiento y deniego según las prendas. Las rechazadas van a parar al suelo. El resto se apilan en una silla. En unos minutos hemos hecho una buena selección.

  • "Ahora los cajones".

Estoy deseando ver su ropa interior. Esta vez no sólo se la coloca encima. Le pido además que me la entregue. Quiero sentir su tacto.

  • "¿Ya está todo?¿Dónde guardáis la ropa sucia?"

  • "En la cocina. En la lavadora"

  • "Vamos".

Entramos en la cocina. Abre la lavadora y comienza a sacar cosas. Se ha puesto roja de nuevo. Me encanta cuando lo hace. En la lavadora hay de todo. Polos, camisas de su padre, algún pantalón de su hermana. Y mucha ropa interior. Lógicamente descarto rápidamente la que pertenece a su padre. La verdad, no me motivan en absoluto los gayumbos sucios. Otra cosa es la colección de braguitas que salen por el ojo de buey.

Le pido que me las pase. Por su vergüenza, deduzco que las primeras son de su madre. He visto alguna foto por la casa. Cuarenta y muchos, bien conservada. Le gusta la lencería elegante, esta es de raso negro. Huele bien, a sexo de mujer madura. Las suyas y las de su hermana son más difíciles de distinguir. Le pido que me diga cuál es de cada una. Me gusta el juego.

Estas son. Las bragas que llevaba la otra noche. El recuerdo de nuestra "primera vez". Huelen fuerte. A sexo caliente, a crema hidratante, al suave sudor de joven en la flor de la vida. Su corrida las impregnó de un aroma inconfundible. Sin decir nada me las guardo en el bolsillo.

  • "Bueno, ya está bien. Ponte el vestido blanco de vuelo y vámonos"

No se ha puesto bragas y al sentarse en el coche ha vuelto a apoyar su culo directamente sobre la tapicería. Así me gusta Tenemos unos tres cuartos de hora hasta nuestro destino. Y le pido que me cuente todo sobre su vida. Su vida sexual, por supuesto. Su primera masturbación, los juegos con los chicos, su primer polvo... Su relato nos hace el viaje mucho más corto. Y mucho más excitante. Puede que algún día transcriba aquí alguna de sus historias. Pero de momento, volvamos al presente.

La excitación acumulada durante el día me tiene al borde del estallido. Pero quedan dos detalles más. Ya en la Galería Comercial saco sus bragas, las bragas de aquella primera noche, las pongo en su mano y le doy las instrucciones pertinentes. Parece a punto de negarse. Pero creo que ya se ha dado cuenta de que el juego no tiene marcha atrás.

Entramos por separado en la tienda. Por supuesto que yo sabía donde la traía. Es una tienda de ropa interior de señora y caballero. Hay dependientes de ambos sexos y, aunque generalmente las mujeres van donde las chicas y los hombres donde los chicos, ella tiene otras órdenes. Me coloco lo suficientemente cerca para escuchar la conversación.

  • "Verás, quería unas bragas iguales que éstas" Dice mientras pone en manos del dependiente sus bragas, nuestras bragas. Este se da cuenta rápidamente de que están usadas: el tacto, el suave aroma que desprenden. La mira fijamente. No sabe muy bien cómo reaccionar. Se pone muy, pero que muy nervioso.

  • "cu...cu..cu..cuántas"

Ella también está nerviosa, con ese rubor que tanto adoro. Que tan cachondo me pone.

  • "Tres"

El se resiste a soltar las braguitas que tiene en su mano. Es ella la que se las tiene casi arrancar y meterlas en la bolsa de papel de la tienda Se da la vuelta para salir y la precipitación (¿o es que le está cogiendo el gusto al juego?) deja asomar un cachete desnudo. Pobre chaval. De los nervios incluso se le ha olvidado cobrar.

Ella sale apresuradamente de la tienda. Nos juntamos al final de la galería. Dice que lo ha pasado muy mal. Pero sus ojos indican todo lo contrario. Veo en ellos una mirada pícara... y cachonda.

Sin decir nada sigo andando y ella me sigue. Entramos en Massimo Dutti y, tras mirar varios chinos, elijo unos azules y entro en el probador. Ella espera fuera. Me quito mis vaqueros y sin probarme los otros (se de sobra que no son mi talla) asomo la cabeza y el brazo y le digo:

  • "Tráeme otra mayor"

No tarda ni un minuto en tocar suavemente la puerta.

  • "Entra"

Me bajo los calzoncillos y me siento en el borde pequeño banco, Mi polla está muy dura y brillante. La excitación del día sale por todos y cada uno de sus poros. Ella la contempla golosa, sabe lo que tiene que hacer. Se recoge el vestido con ambas manos por encima de las caderas. Se pone en cuclillas, inclina la cabeza y se la mete hasta el fondo de su boquita.

-"No se te ocurra tocarte"

Aparta la mano de su coño inmediatamente y sigue chupando. No es la primera vez. Lo sé, me lo ha contado en el coche ¿recuerdas? A través del espejo del probador veo su culo y el nacimiento de su coñito. Veo cómo suben y bajan al ritmo de su mamada. Me veo allí sentado, veo mi polla aparecer y desaparecer entre sus labios color fresa

No sé si podré aguantar mucho.

Mi leche acumulada durante horas de excitación permanente acaba saliendo a borbotones inundando su boca. Es tanta que se le escapa por las comisuras. Alguna gota cae al suelo, con tan mala suerte que mancha el pantalón que ella me había traído. Qué mas da, no pensaba comprarlo. ¿Sabes quién tendrá que devolverle el pantalón a la estirada dependienta, verdad?

Por supuesto, ella. A la que tanto disfruté azotando hasta poner su culo como un tomate. A la que metí mi dedo bien empapado de crema hasta el fondo de su culo. La que puso cachondo al dependiente. La que me la acaba de chupar como si la vida le fuese en ello. La que se me ha entregado totalmente.

Ella... mi juguetito.