Mi placer: compatir a mi esposa 2
De repente me vi con mi lapicero en la mano, en un espacio puse: "Quiero compartir a mi mujer, pon aquí tu número de teléfono".
Pasaron varias semanas y ninguno hablaba de esa experiencia, y yo procuraba no mencionar nada para no entrar en explicaciones, eso sí nuestras sesiones de sexo mejoraron de tal manera que ella se entregaba sin restricciones y lo cual yo aprovechaba para hacerle lo que se me antojaba, el sexo anal antes había sido muy esporádico solo 3 veces para ser exactos y siempre con resistencia de ella, y ahora ese culito que siempre me enloqueció era el que más penetraba ahora, ya sea con mis dedos o con mi pene.
Solo que en mi despertó de nuevo ese instinto de perversión, que no era otra cosa que verla de nuevo en brazos de otro hombre, así que se me ocurrió algo, resulta que en una ocasión andando en el centro de la ciudad, me dieron unas ganas terribles de ir al baño, así que busqué un baño público y entré en uno de sus cubículos, en sus paredes había una cantidad inmensa de letreros obscenos, poniéndome a leerlos hasta que me encontré con uno que decía: "Me encanta ver a mi mujer en brazos de otros", solo eso.
Leerlo me hizo recordar a mi mujer en el cine y a la vez tener una erección, por mi mente pasaron un montón de cosas y así de repente me vi con mi lapicero en la mano, en un espacio puse: "Quiero compartir a mi mujer, pon aquí tu número de teléfono".
Me fui de ahí, y en esa semana me inquietaba y a la vez me excitaba al pensar en lo que había puesto en ese baño, a la semana siguiente, con algo de excitación, morbo y ansia fui de nuevo a ese baño público, entré al mismo cubículo y para mi sorpresa y excitación habían 8 números telefónicos anotados alrededor de mi mensaje, anoté cada uno de ellos y rayé el mensaje que había puesto para ya no tener más números, solo puse otro que decía: "Espera mi llamada".
Fueron 3 días de indecisión con respecto a que haría, hasta que finalmente y previendo alguna dificultad, desde un teléfono público llamé a uno por uno, siempre he dicho que a través de saber preguntar, llegas a saber la verdadera intención de las personas, de los 8 elegí a 3 para entrevistarme personalmente con ellos, uno no llegó puntual y lo deseché, pero con los otros 2 llegué a un acuerdo, Se presentaron como Julián y Roberto, les platiqué mis intenciones, que era la de ver a mi mujer entregada, pero no solo entregarla, sino que tenían que saber seducirla, al parecer tenían cierta experiencia en esas lides ya que me explicaron de qué modo se haría la seducción y entrega de mi mujer. Les expliqué que ella no sabría nada, de ahí la importancia de saber seducirla, ellos entendieron y planeamos lo que haríamos, después de ponernos de acuerdo hasta en la fecha, que sería el último sábado del mes, nos despedimos.
Esperé la fecha señalada con una gran ansiedad y temor a la vez, le dije entre semana que ese sábado iríamos de copas y a bailar, ella aceptó, me sorprendió cuando me preguntó como quería que se vistiera, le dije que iríamos de compras porque quería que estuviera irresistible. El jueves por la tarde salimos de compras, fuimos al centro comercial, recorrimos varias tiendas buscando algo que fuera ideal para mis planes y que le gustara a ella; por fin acordamos en un vestido azul claro, que se amarraba a la nuca con unas cintas que se ensanchaban sobre sus pechos, cubriéndolos parcialmente ya que se asomaban por entre ellos para mi parecer excitantemente, el vestido caía libremente por su cuerpo hasta un poco arriba de las rodillas, entallando bellamente su cadera y hermosas nalgas, en el área de ropa interior ella eligió una bella tanga blanca de encajes en los bordes y una tela suave y transparente en su interior y un brasier igual blanco estraple que solo se abrochaba por detrás sin tirantes, no se lo probó ya que la ropa interior no permitían probársela. Dijo que tenía las zapatillas ideales para ese vestido y así quedó lista su vestimenta para mis planes: entregarla en manos de dos desconocidos.
Por fin llegó el sábado, cuando llegué del trabajo, la encontré recién bañada y cepillándose el pelo sentada frente al espejo solo con una toalla enrollada en su cuerpo, me dijo que ya tenía mi ropa lista para que me aseara y vistiera, mientras me desnudaba para entrar al baño ella se enderezó y quitándose la toalla quedó desnuda delante de mí, sin decir nada se puso la tanga que había elegido ella para ese día, yo la observaba vestirse, se veía divina con solo la tanga que le ceñía esplendorosamente, con una ligera erección ya entre las piernas mejor me dirigí al baño, cuando salí ella ya se había calzado las zapatillas y el vestido, y se veía hermosa, la abracé por detrás tomándola de la cadera sintiendo los pliegues de su tanga sobre el vestido, le di un beso en una mejilla y me apuré a vestirme.
Primero fuimos a cenar y tomamos 2 copas que nos animó, y nos dirigimos a un antro a bailar, al llegar ahí le dije al mesero que nos diera una mesa discreta y nos llevó a una que se encontraba en un rincón en semi penumbras, pedí una botella de brandy y comenzamos a beber y platicar y bailar, pasó como una hora cuando en una mesa cercana se sentaron las dos personas que había elegido, bien portados y bien vestidos se veían bien nos saludaron con un gesto y yo empecé mi labor que fue la de abrazar y acariciar discretamente a mi esposa, la abrazaba con una mano y le decía palabras dulces mientras que con mi otra mano se la pasaba levemente por sus senos y por sus piernas sobre el vestido, ella impedía que me propasara atajando mi mano pero sin decir nada, el alcohol ya ingerido me ayudaba.
Ellos discretamente nos veían y ella al darse cuenta que nos observaban volteo ligeramente a lo que ellos hicieron un gesto con su vaso hacia ella quien con una ligera sonrisa les devolvió el gesto, yo me hice el desentendido como si no hubiera visto nada. La saqué a bailar y en la semipenumbra de la pista la atraía hacia mí y le tallaba las nalgas ligeramente, mientras le susurraba al oído: -Que rica te ves mi reina, me encanta como se te ve este vestido-, y a la par que le tallaba las nalgas, mi otra mano viajó a sus senos y sopesando uno de ellos le oprimí el pezón a la vez que le mordía una oreja.
La respuesta fue un ligero gemido y oprimir su cuerpo al mío, tallando su entrepierna fuertemente a la mía, sintiendo mi erección, dejamos de bailar para regresar a la mesa, seguimos bebiendo y mi mis manos no dejaban de atenderla con aceptación de ella, se acercó el mesero llevándonos unas copas, diciendo que nos la mandaban los de la mesa de al lado, ellos levantaron su copa para ofrecernos un brindis a lo que yo aceptando el ofrecimiento, levanté la mía en un gesto de brindis, ella solo volteo a verlos sin decir nada.
Seguí con mi propósito de estimular su cuerpo, la mantenía abrazada contra mí con mi mano izquierda, mientras mi mano derecha viajaba de sus pechos a sus piernas, aumentado el grado de excitación de ella, que mantenía los ojos cerrados y recargaba su rostro en mi hombro, metí mi mano debajo de su vestido avanzando hacia su entrepierna, ella estaba abandonada a mis caricias, no hizo ningún intento de a oponerse, deslicé ligeramente la falda de su vestido por sus piernas dejando a la vista sus muslos muy arriba de ellos, mi mano ya estaba tallando ligeramente su entrepierna por sobre la suavidad de la tela de su tanga blanca, sentía su humedad ya incipiente.
Sin que se diera cuenta hice una seña ya convenida a mis cómplices y uno de ellos se acercó a nuestra mesa y nos saludó, ella al oírlo abrió los ojos y se enderezó, yo retiré mi mano de su entrepierna y el nos pidió si aceptábamos que nos invitaran una botella en su mesa, mientras observaba la blancura de sus muslos, ya que ella no se había percatado que tanto enseñaba. Discretamente ella bajó la falda de su vestido mientras yo sin consultarla le contestaba a el que aceptábamos pero que se pasaran a nuestra mesa.
Se presentaron y después de un rato ya los 4 convivíamos como grandes amigos, risas, bromas, elogios, etc. De todo con tal de estar a gusto, nuestra labor comenzó cuando Julián me pidió permiso para sacarla a bailar, a lo cual sin siquiera verla con un gesto indiqué que sí.
Él le extendió su mano invitándola a lo que ella después de un instante de turbación se paró y se fue con él a la pista que se encontraba en la parte de atrás de donde estábamos sentados, después fue una rotación de llevarla a bailar y empezar la seducción, cada quien haciendo su labor lentamente, debilitando sus defensas. Cuando bailaba conmigo, yo la apretaba contra mí, tallando mi palpable erección contra su vientre, y mis manos abarcaban sus protuberancias traseras y delanteras, todo con discreción, mientras le susurraba al oído palabras dulces pero a la vez atrevidas, se notaba su excitación.
De acuerdo a lo convenido hubo un momento en que me dejaron a solas con ella en la mesa, aprovechando para meterle mano y excitarla más, ya estaba a punto, yo la animaba diciéndole: -mi putita, que rica estás, tu cosita está ardiendo, mientras uno de mis dedos se introducía en su húmeda rajita, ella recostada en mi hombro y con los ojos cerrados me besaba mientras gemía, las piernas abiertas con la falda del vestido casi enseñando el inicio de su tanga.
Ellos regresaron y silenciosamente se sentaron, observando el espectáculo de ver sus muslos separados mientras mi dedo invadía su intimidad, cuando ella se dio cuenta de su presencia, se separó de mí cerrando sus piernas obligándome a abandonar su intimidad sexual, pero sin hacer caso de la falda de su vestido que se encontraba lo suficientemente alzado como para seguir disfrutando de su belleza.
De acuerdo a lo planeado ahora yo fui al baño, tardándome un poco para dejar que ellos hicieran su labor, regresé sigilosamente y con ansias, al acercarme solo veía a Julián y medio veía a Roberto, mi mujer se encontraba entre ellos dos, poco a poco se fue visualizando la figura de mi mujer, ella estaba recargada a su asiento y sonreía, mientras Julián le hablaba al oído y su mano izquierda acariciaba levemente la nuca de ella, Roberto solo observaba aparentemente, pero la realidad era que su mano izquierda se posaba en el muslo izquierdo de ella cerca de la rodilla, ahí estaba mi mujer entre dos hombres que no conocía, pero que si todo salía bien yo mismo la entregaría en sus brazos para que poseyeran su cuerpo y ella lo ignoraba.
Cuando estuve cerca de la mesa ellos dejaron de abordarla, y cuando me senté al lado de ella, observé cómo se encontraba, la falda de su vestido seguía muy arriba de sus muslos, quizás más arriba de lo que yo le había dejado, casi se le podía ver el hermoso inicio de una silueta blanca proyectada por la tanga que traía puesta, no sé si era mi idea pero casi podría asegurar que los tirantes que se ensanchaban en sus pechos, estaban mal acomodados, como si estos hubieran sido removidos. A mi parecer se veía deliciosa, un bocado finamente listo para ser devorado.
Decidí que era momento del todo por el todo, disculpándome con ellos dije que nos marchábamos, ellos decían que porque no le seguíamos yo argumentaba que ya era muy tarde, ellos dirigiéndose a mi mujer le preguntaron si se quería ir, a lo que ella, dijo un –no se él-. La trampa estaba tendida, Julián dijo que invitaban otra botella de licor, y yo reviré que aceptaba solo si nos la tomábamos en casa, porque así ya no había problemas de amanecer si queríamos, ellos aceptaron y mi mujer no dijo nada pero tampoco se resistió y abandonamos el bar y nos dirigimos a casa. Nosotros abordamos nuestro auto y ellos nos siguieron en el de ellos.
Pasamos a comprar la botella y demás cosas y llegamos a la casa. Nos quedamos en la sala, pusimos música, saqué vasos y seguimos brindando, mi mujer ya acusaba los estragos de la bebida, ya solo seguía con nosotros pero su mirada vidriosa y sus balbuceos denotaban su embriaguez.
Siguiendo el juego la abrazaba y besaba delante de Julián y Roberto, ya encarrilado empecé a sobar sus senos por encima de su vestido con todavía una escasa resistencia de parte de ella, se recargó en el respaldo del sofá con los ojos cerrados y la boca abierta como invitando a invadirla, pero en realidad balbuceaba palabras de resistencia, algo así como: -que ya se marchen-, pronto ya su cuerpo era sobado por mis manos y su vestido ya estaba casi en la cintura, la blancura de su ropa interior apareció a la vista de los lobos que esperaban el momento propicio de atacar a su presa.
Me paré tomándola de la mano para que me siguiera, la tomé de la cintura, no se tenía en pie fácilmente, la abracé y la seguí besando, desaté el cinto de su vestido amarrado a la nuca y este se deslizó hasta su cintura con un débil intento de ella por regresarlo a su lugar pero sin fuerzas para ello, quedando con su dorso descubierto solo cubierto por su brasier que solícito fui ayudado por Roberto que se lo desabrochó y se lo quitó, ahora sus senos emergieron al natural los cuales fueron abarcados por el mismo Roberto, a lo que ella en una desesperada defensa a la invasión de su cuerpo se resistió, jaloneándose y dándose vuelta abrazada conmigo alejándose de sus manos.
Este prudentemente se separó y yo seguí preparándola, la besaba y le decía palabras cariñosas al oído, deslicé su vestido por su cadera y sus muslos quedando en mis brazos solo con su pequeña y hermosa tanga blanca transparente y de encajes y sus zapatillas. Le amasaba sus nalgas y le metía mano en su entrepierna notando lo húmeda que estaba, Julián y Roberto quitaron todo lo que había en la mesa de centro que era de buen tamaño y la dirigí a este poco a poco y sin dejar de besarla, manosearla y murmurarle palabras cariñosas la fui sentando en la mesa y posteriormente recostarla en ella.
Ella quedó finalmente recostada en la mesa, de espaldas su cabeza quedaba a medias en la orilla de la mesa y sus piernas y pies fuera de ella asentadas en el suelo, le separé las piernas y por un momento admiré su posición, con los ojos cerrados y su cuerpo expuesto, su sexo solo tapado levemente por esa tanga que me enloquecía. Ataqué su cuerpo de nuevo besándole los pechos y sin dejar de masajear su entrepierna, me enloquecía tocarla así por encima de su tanguita, ya mi verga la tenía de fuera con una erección tremenda y me dispuse a tomar lo que era mío, me posicioné entre sus piernas y haciendo a un lado su tanguita la penetré de un golpe escuchando su gemido al sentirse invadida.
Comencé un vaivén de entrada y salida de su sexo, aferrado a su cadera, Julián y Roberto ya se habían desnudado y esperaban solo una indicación mía. Retardando mi placer me salí de ella e incorporándome les indiqué que era el momento, ellos se acercaron, uno a cada lado de ella y pronto su cuerpo era avasallado por esas cuatro manos que con mi aceptación tomaban posesión del cuerpo de mi mujer, que manoteando y negando con la cabeza se resistía todavía.
Me separé de ellos y me senté en el sofá para observar, Julián se posicionó inmediatamente entre sus piernas y comenzó a saborear con su boca los jugos de mi mujer. Ella mantenía ahora los ojos cerrados y la boca abierta, su cadera se ondulaba y se elevaba buscando un goce más profundo a la par que sus pechos eran amasados y besados por Roberto, sus gemidos eran continuos y más expresivos, me acerqué a observar de cerca como su cuerpo era atacado por ellos 2, y ver como su sexo brillaba presa de sus jugos y la saliva de Julián que se encontraba engolosinado con esa madura y pulposa fruta.
Julián se preparó para penetrarla, incorporándose y separando más los muslos de ella, yo mismo hice a un lado su pequeña tanga y abrí sus labios vaginales acariciando con un dedo su clítoris haciéndola gemir más, él posicionó su erecto miembro en la entrada del sexo de mi mujer tallando la punta de su miembro en la parte superior de su vagina, volteando a verme como para ver si en verdad estaba consciente de lo que hacía, con una expresión de morbo y lujuria asentí con un movimiento de cabeza y él tomando a mi amada esposa de la cadera de un empujón se la dejó ir hasta el fondo.
Por instinto, morbo o no sé qué, observé como esa verga extraña invadía un lugar que solo yo había conocido y tomado, no podría describir lo que sentí en ese momento, la rigidez de mi verga describía lo que sentía, el agudo y largo gemido que salió de la boca de mi mujer me sacó de mi ensimismamiento, voltee a ver su rostro pero en el mismo momento en que Roberto introducía su verga en su boca, me volví a retirar para solo observar como estos 2 hombres tomaban posesión de un cuerpo que era mío y yo mismo se las había entregado.
Las piernas de mi esposa se encontraban en los hombros de Julián, que impulsándose de los muslos de ella seguía embistiéndola, mientras Roberto ahora le besaba en la boca introduciendo su lengua en ella y sus manos retorcían sus senos, un ronco “aaaggghhh” y su cuerpo retorciéndose fue el indicio de su primera venida. fue una acompasada posesión de su cuerpo, ninguno de ellos daban reposo a su cuerpo, hasta que intercambiaron posiciones, Julián se retiró de su cuerpo, sacando su verga de su sexo, mientras Roberto tomando a mi mujer de la mano totalmente entregada ya, la incorporó y la posicionó en cuatro en el sofá, separando sus piernas y delicadamente la empujó de la espalda sobre el respaldo del sofá, en esa posición, con el trasero levantado Roberto sin miramientos la penetró haciéndola gemir de nuevo, Julián ya se encontraba del otro lado del sofá, y sus manos acariciaban la parte superior del cuerpo de ella, con mayor atención a sus senos, mientras inclinado sobre ella, le besaba los hombros y espaldas. Y el otro la embestía fuertemente tomándola de la cadera hasta hacerla venir por segunda vez.
Con la verga en mi mano, gozaba de la visión que tenía frente a mí, mi mujer siendo poseída por estos hombres, que sin miramientos la tomaban como una muñeca en sus manos, en estos momentos ella estaba recostada bocarriba en el sofá, con una pierna sobre el respaldo de este y la otra en el suelo, totalmente entregada a la lujuria de tres hombres, 2 que la poseían y otro que solo veía como la cogían,
Era Julián quien se encontraba ahora entre sus piernas, disfrutando de su cuerpo, mientras Roberto esperaba su turno con su verga en su mano, mi mujer se encontraba totalmente abandonada a lo que le hacían, solo su cara hacía gestos de satisfacción y sus gemidos eran entrecortados y más quedos, ya con su cuerpo totalmente abandonado a lo que le hicieran. Julián al fin se sació de su presa al emitir un sonoro gemido, y enterrar más su cuerpo al de ella, acompasando su venida con los gestos de su cara, fue notorio un nuevo orgasmo de mi mujer, por la forma de contorsionar su cuerpo, pero ya sin emitir agudamente sus gemidos, solo respirando forzadamente.
Pronto ya Roberto la había virado en el sofá y levantando su trasero se preparó a tomar lo que hacía falta de ella, le abrió las nalgas y posicionó la punta de su verga en la entrada de su hoyito posterior, ensalivándola antes su huequito anal para una mejor penetración, me acerqué para ver como ese miembro invadía poco a poco su orificio posterior, se fue tragando de poco en poco esa verga hasta engullirla toda, ella acusó la penetración porque de su boca salieron sonidos ininteligibles y el gesto de su cara denotaba la invasión sufrida, mientras sus manos se crispaban en la tela del sofá, Roberto tomó una pausa antes de comenzar a martillar su trasero, una vez bien posicionado comenzó el metisaca de su trasero entregado, apoyado con una mano en el sofá y con la otra le amasaba las nalgas o recorría las formas del cuerpo de mi ya derrotada esposa, Roberto siguió su labor invadiendo ese preciado tesoro que alguna vez solo me perteneció a mí.
Roberto terminó eyaculando en las entrañas de mi esposa, mostrando un gozo tremendo ya que al tiempo que se mecía dentro de ella, le decía palabras cariñosas y le besaba en la espalda, nuca y cara, ya que ella se encontraba inerte debajo de él, con la cara de lado como si me mirara, pero en realidad estaba perdida en la lujuria de alcohol y placer a la que fue sometida.
Cuando Roberto se retiró de ella, yo me acerqué y acariciándola le di un beso cariñoso en la boca, ella se encontraba desmadejada en el sofá, y yo con cuidado me acosté al lado de ella sin dejar de acariciar su cuerpo, el mismo que tenía las huellas de 4 manos que habían tomado posesión de él.
Ya los muchachos se habían vestido y hablándome se despidieron, les acompañé a la puerta y los despedí con un apretón de mano, y con un “estamos en contacto”.
Regresé hacia mi esposa deteniéndome frente a ella y la observé detenidamente, su respiración era ya más relajada, con el pelo revuelto, sudorosa, con el trasero en firme, denotando las huellas de la posesión realizada, por medio de flujos brillantes que se notaban en sus nalgas y entre sus piernas que ahora mantenía cerradas. De nuevo mi cuerpo sintió el timbrazo de excitación y se notó en mi verga que no dejaba de estar excitada. Con delicadeza, tomé a mi mujer entra mis brazos y la llevé a nuestra recámara, que se encontraba arriba, la deposité en la cama, bocabajo, admirando su firme trasero, y separando sus piernas me dispuse a tomar lo que era mío y que había compartido a otros hombres, abrí sus nalgas observando su orificio posterior y poniendo la punta de mi enhiesta verga en su la entrada de su trasero la penetré sin piedad, ella notó la invasión, pero no pudo hacer nada al respecto, ya mi verga se encontraba dentro de ella por detrás, y me empecé a mover para deleitarme con su hermoso trasero, la besaba y acariciaba, me posesionaba de ella con la mayor de las ternuras y demostrando de esa manera que las seguía amando, terminé por venirme en su trasero, ella ya no respondía a nada y solo me zafé de ella y abrazándola me dispuse a descansar con una sensación de satisfacción, mañana ya veríamos cómo reaccionaba.
El resplandor que entraba por la ventana era seña de que el día estaba avanzado, me incorporé y me di cuenta de que me encontraba solo, mi esposa no se encontraba en la recámara, me dirigí al baño a asearme y bajé a la sala, no pude evitar una rara sensación al dirigir mi vista hacia el juego de sala, mirar la mesa de centro, todo ya limpio y acomodado y recordar lo que ahí había sucedido, se escuchaba el trajinar en la cocina, ahí estaba mi esposa vestida con una ligera bata que le llegaba a la rodilla y que translucía sus formas y denotaba la línea de su braga y resaltaba sus pezones ya que no traía brasier.
Temeroso a lo que me diría me acerqué, ella volteó al sentirme y dirigiéndome una sonrisa me dijo: -Flojito, ya era hora de que te pararas, estoy preparando un rico desayuno-.
Acercándome a ella le di un beso, y pronto ya nos encontrábamos desayunando, arriesgando le dije, -Que nochecita la que nos aventamos-..
Ella solo dijo: -Sí, no recuerdo ni como llegué a la cama-.
-Yo te llevé en mis brazos-, le dije, -y te portaste demasiada extrema una vez en la cama, te devoré y te hice lo que quise-, le dije sonriendo.
-¿De veras?, algo recuerdo de eso, y todavía siento el cuerpo adolorido, creo que si te aprovechaste de mí-. Dijo mientras me miraba.
Ya no abordamos nada de eso y todo transcurrió entre comentarios cotidianos y dejé mis temores, me sentía reconfortado de que ella no recordara nada, al menos eso era lo que intentaba decirme o hacerme creer.
Nuestras sesiones de sexo siguieron siendo plenas, ella se me entregaba sin restricciones y con una calentura extrema, no había nada que no intentara yo y que ella me lo negara, disfrutaba y tomaba lo que era mío, su cuerpo. No me cansaba de hacerle sentir en la cama que era mi puta y ella lo aceptaba y demostraba que lo era, sin negarse a nada.
Fueron semanas de una tranquilidad y gozo sexual pleno, pero un día después de una sesión plena de sexo, estando yo detrás de ella abrazándola, sin mirarme me dijo: -A ver qué día me llevas a dar una vuelta a divertirnos “de nuevo”-, dijo, remarcando esa frase “de nuevo”.
Escuchar eso de sus labios hizo que mi mente trabajara a mil por segundo imaginándome de antemano lo que haría, como lo haría, contactar a mis nuevos amigos, a donde la llevaría, etc. Todo eso en solo unos instantes.
Ella volteó a verme y sonriendo me dio un beso y se dispuso a dormir, yo demoré en dormirme meditando en lo que me dijo y ya planeando que haría, mi mente retrocedió a aquella aciaga noche en la que la veía ser disfrutada por dos hombres a los que nunca había visto antes, finalmente me dormí con una sonrisa y una erección, saboreando lo que vendría después.
Me puse en contacto de nuevo con Julián y Roberto, ellos estuvieron prestos a repetir la experiencia, Julián me dijo: -Tu mujer es una maquinita caliente de sexo, tiene todo para hacer feliz a 3 hombres y hasta más, es una putita bien prendida, con todo respeto-.
Acordamos que en esta ocasión no inventaríamos nada, que le diría a ella que habíamos acordado vernos de nuevo y salir de copas.
Cuando platiqué con mi esposa y le pregunté que a donde quería ir y que deseaba hacer, me contestó con una sonrisa: -A donde tú quieras llevarme y a lo que tú quieras hacer-. Oír esto me excitó, así que le dije:
-De acuerdo quedarás en mis manos-, y acercando mis labios a su oído, le remarqué: -Serás mi putita-.
Todo quedó listo para el sábado por la noche, le dije que iríamos al mismo lugar al que habíamos ido la vez anterior y encogiendo los hombros, solo dijo: -Si eso es lo que quieres, tu mandas-.