Mi placer: compartir a mi esposa 3
Hablándole al oído le dije: -mira son nuestros amigos de la otra vez, ¿Los recuerdas?
La semana fue inquietante para mí, y a la vez larga, anduve arreglando los detalles con Roberto y Julián y para que mi linda mujercita estuviera a tono ese día, le compré un hermoso vestido que vi en un aparador, y sin consultarle solo se lo llevé. Era un vestido rojo, estrapple, o sea sin tirantes ni mangas, que le cubría desde la parte superior de sus pechos hasta medio muslo, de una tela suave que reflejaría sus formas, Le cubría la espalda una torerilla transparente color rosa, a juego con el vestido. La idea era que ella no usara ese día sostén, nada más de pensar que se le marcarían los pezones me hacía excitarme.
El sábado llegó al fin, ese día me esmeré en atenderla y consentirla. Ya en la noche nos preparamos para salir, verla vestirse imaginándola en los brazos de otros hombres era demasiado para mí. Ella me observaba y sonreía, mientras se calzaba una hermosa tanga rosa delgada que por el frente revelaba la mata oscura de su vello púbico y por detrás un hermoso triángulo en la parte superior dejando sus glúteos eróticamente libres, se puso el vestido que le enfundaba adecuadamente, dejando asomar ligeramente la parte superior de sus senos y resaltando sus nalgas generosamente, ligeramente se denotaba la línea de su tanga y también sus pezones, que al ponerse la torerita los cubrió.
Salimos y ya en el coche, platicábamos de lo que sería esa noche, se notaba alegre y confiada. Al llegar al bar ya estaban Roberto y Julián en una mesa al fondo, quienes nos hicieron señas y hablándole al oído le dije: -mira son nuestros amigos de la otra vez, ¿Los recuerdas, nos sentamos con ellos?-.
Ella solo asintió con la cabeza pero sentí como que se ruborizaba, esto por como inclinó su rostro como escondiéndolo y nos dirigimos hacia ellos, ellos ya tenían una botella de chivas en la mesa y pedimos dos vasos más y nos sirvieron, el tiempo paso rápidamente, y ya habíamos empezado nuestra labor de seducción, procurando tener siempre su vaso lleno. Ya sin ningún tipo de resistencia la habíamos colocado entre Roberto y Julián, y yo frente a ella.
Sacándome el zapato mi pie se deslizó por sus tobillos hasta su rodilla y ejerciendo una ligera presión le hice separar sus piernas mientras mi pie continuaba su recorrido encontrando acomodo en cruce final de sus muslos, sobre su hermosa tanga rosa, ella solo me miró fijamente y tratando de disimular apretó mi pie con sus muslos, tratando de evitar sentir más sensaciones.
Solo que Roberto que estaba a su izquierda haciéndome una ligera seña me hizo desistir y retirando mi pie, él la invitó a bailar, a lo cual ella aceptó, yendo de la mano de él a la semiobscura pista.
Después de unos instantes me acerqué a la pista y discretamente los observé, él la atraía hacia él de la cintura con sus dos manos, mientras ella mantenía su mano izquierda en su hombre y la otra la dejaba caer a lo largo de su cuerpo.
El le susurraba algo al oído mientras ella dócilmente recargaba su cara en su hombro derecho de él, la posición en la cual se mantenían bailando lentamente no me permitía ver claramente, pero notaba cierto movimiento de él,
Al rodear discretamente la pista, me pude dar cuenta que él tenía su mano derecha tomada y le acariciaba esta, a la vez que la aprisionaba en la pierna de él, mientras la mano que mantenía en su cintura la paseaba suavemente por el entorno de su cadera, atrayéndola y restregando sus entrepiernas.
Ella tenía los ojos cerrados, como disfrutando lo que él hacía, la música terminó y ella separándose de él, se dirigió a la mesa, seguida de él, después de un rato disimulando que venía del baño, los alcancé en la mesa. Mi sorpresa fue que Roberto la besaba en la boca, y ella con la boca abierta, se entregaba a ese beso, ella se revolvía en sus brazos y es que ya uno de sus senos estaba fuera de su vestido estrujado por una de las manos de él. Todo sucedía de una forma discreta, en complicidad con la semiobscuridad reinante.
Julián me vio y le hizo una seña a Roberto y este se separó de ella, dando tiempo a que ella recompusiera su vestido, me acerqué y seguimos brindando, la invité a bailar y la llevé a la pista donde amparado por la obscuridad y aprovechando su estado de semi embriaguez y excitación al que estaba sometida le dije al oído al tiempo que una de mis manos le tallaba una de sus nalgas con delicadeza: -mi vida, que caliente me tienes, mira-. Mientras le tomaba de una de sus manos y la llevaba a mi erecta verga.
Ella me miró fijamente, con sus ojos semi vidriosos por el alcohol ingerido y por lo excitada que se encontraba, y abriendo sus labios buscó los míos, besándonos con ardor, ella seguía tallando mi verga por sobre el pantalón, yo oprimiéndola hacia mí, busqué con una de mis manos sus senos, y jalando ligeramente la orilla superior de su vestido hacia abajo, fui descubriendo sus senos, que denotaban su excitación por la dureza de ellos y de sus pezones.
Mi mano se posesionó de uno de sus pezones oprimiéndolos ligeramente con mis dedos pulgar e índice, haciendo que su beso fuera más intenso y prolongado a la vez que emitía un quedo gemido signo de su abandono. Cuando sus labios se separaron de mí, solo dijo; -Te amo-.
Terminó la música y recomponiéndole el vestido fuimos a sentarnos, ahora me senté al lado de ella, mientras seguimos departiendo ella se acurrucaba en mis brazos, mientras yo la abarcaba hacia mí, una de mis manos jugaba discretamente con sus senos por encima de su vestido, manteniendo la dureza de ellos, ella casi ocultaba su rostro en mi regazo, pero se sentía su agitación de una manera tenue y morbosa. Cosa que era notado por ellos dos, que solo observaban.
Ella mantenía una posición que no permitía que ellos observaran que ahora mi mano jugaba con sus senos descubiertos, mientras ella traviesamente me tallaba el bulto que levantaba en mi entrepierna.
Sorpresivamente, le dije al oído: -ahorita vengo, tengo que ir al baño-, parándome rápidamente, dejándola expuesta con el vestido bajado y sus senos expuestos.
Caminé con dirección al baño pero ya fuera de la vista de ella, me detuve y regresando me posicioné cerca de ellos para observar lo que hacían. Julián ya estaba sentado al lado de ella, y la tenía abrazada mientras la besaba, a lo que ella accedía con los labios abiertos permitiendo que sus lenguas se fundieran. Roberto solo observaba manteniendo la discreción ante la escasa gente que se encontraba también en lo suyo.
La gente imaginaría que ella era una de esas tantas putitas que llegan acompañando a sus clientes a seguir la parranda después de salir de algunos de los burdeles donde abundan las putitas; y que era manoseada y tomada por uno u otro de los que la acompañaban.
Mi esposa seguía presa de la calentura que la embargaba, ya que mientras era besada por Julián, permitía que este metiera mano por entre sus piernas, alcanzando su preciado tesoro, a la que solo se interponía la breve tanga transparente que ella llevaba. El ligero movimiento que ella hacía con su cadera era signo de su excitación.
Julián sintiendo mi presencia la soltó lentamente dejándola sola para que yo me sentara a su lado, ella buscando mi hombro, recargó su cabeza. Viendo ya su estado le dije al oído: -Vámonos ya para la casa a terminar la velada nenita-.
Ella asintió con un movimiento de cabeza, pedimos la cuenta, que pagó Julián y nos salimos, en ningún momento le dije a ella que nos íbamos solo ella y yo o nos íbamos los cuatro. La tomé de la cintura y salimos lentamente, ya que ella no coordinaba bien ya sus movimientos.
Llegamos los cuatro a la calle y me acompañaron al auto, me ayudaron a subirla y luego fueron por su auto, para seguirnos detrás.
Al llegar a la casa, ellos nos alcanzaron y entraron caminando al garaje del frente de la casa, y esperaron que bajáramos del auto, para enseguida entrar a la casa.
Sin preámbulos de ninguna clase yo tomé a mi mujer de la cintura y contrario a la primera vez, la introduje en la recámara de las visitas que se encontraba al lado de la sala. Ella dócilmente se dejó llevar, una vez dentro de la recámara, la puse frente a mí besándola ardorosamente, ella con los brazos caídos, se dejó hacer, mis manos palpaban su cuerpo, de pojándola de la torerita, dejando ver su cuerpo enfundado en ese vestido rojo que le dejaba desnudos los hombros, manoseada por su lindo trasero y por sus hermosos senos. Ella gemía quedamente participando del beso ardiente que le prodigaba, mientras era acariciada por mí. Julián y Roberto estaban parados en la entrada de la recámara, esperando su oportunidad.
Separándome de mi esposa, la tomé de una de sus manos y la conduje al centro de la recámara haciendo una seña a ellos de que se acercaran y así tomada de la mano la puse en medio de los dos prácticamente entregándoselas para que tomaran su cuerpo.
Ella mantenía relajadas sus manos a los lados de su cuerpo y pronto Julián por delante y Roberto por detrás de ella, tomaron control de su cuerpo. Julián, la atraía hacia el de su trasero, apretujándoselo con las dos manos, y Roberto le besaba la parte desnuda de su espalda y cuello mientras sus manos amasaban sus pechos; mientras ella alzaba su cara y jalaba aire con la boca con los ojos cerrados, totalmente abandonada y entregada al placer que ellos dos le daban.
Roberto desde atrás de ella, comenzó a subir su vestido por sus muslos, lentamente, dejando ver la blancura de estos hasta dejar ver sus respingadas nalgas calzadas por esa breve tanga rosa transparente, una de sus manos viajó hacia el frente de su entrepierna acariciando por encima de la tela de su tanga su preciado tesoro, haciendo que ella abriera sus piernas y levantara el trasero provocando que él atrapara por completo su triángulo sexual, tallando con firmeza, arrancándole gemidos cada vez más fuertes.
Julián a su vez descubrió sus senos, jalando hacia abajo su vestido por la parte superior, dejando a mi esposa con su vestido enrollado en su cintura, mientras sus senos eran atrapados por Julián que los amasaba y besaba, ella al recibir semejante trato puso sus manos en los hombros de Julián.
Mi excitación no tenía límites, al verla así en esa posición, prácticamente desnuda, con el vestido enrollado en la cintura y solo calzada con su tanguita, recargada con sus manos de los hombros de Julián, empujando sus pechos al frente invitando a este a tomarlos, mientras elevaba su trasero también entregándoselo a Roberto para que este tomara sus nalgas y su sexo.
Los dejé un rato para ir al baño que se encontraba afuera a un lado de la recámara, tanta excitación me dieron ganas de hacer pis. Tardando un momento, también dando un espacio a que ellos se relajaran y tomaran su festín que no era otra cosa que el cuerpo de mi adorada esposa.
Cuando regresé a la recámara lo primero que vi fue su vestido tirado en el suelo, signo de que la habían desnudado, al entrar completamente, el espectáculo que vi, todavía lo recuerdo y me excito siempre al recordarlo. Julián estaba tendido en la cama con la verga fuera de su pantalón, y mi esposa en cuatro a la orilla de la cama con el trasero al aire, enfundada todavía en su tanguita, mientras se engullía la verga de él; y detrás de ella arrodillado en el suelo, Roberto le había hecho a un lado la tira de su tanga calzándola en una de sus nalgas y le abría estas para lamer su brillante y mojada rajita.
Ella movía su cadera y gemía entrecortadamente por la verga que se comía y por la lamida que Roberto le daba. Me despojé de mi ropa quedando totalmente desnudo y con una erección tremenda por el espectáculo que me daban en la que la protagonista principal era nada menos que mi mujer.
Un prolongado gemido y una súbita agitación en su cuerpo fueron el indicativo de su primera venida, ella dejó de mamar la verga de Julián para prolongar su venida dando grititos de placer, se dejó caer en la cama quedando de lado con los ojos cerrados y la boca abierta jalando aire acompasadamente. Ellos la dejaron relajarse por un rato mientras se desnudaban también y una vez desnudos la acomodaron boca arriba, con las piernas abiertas totalmente, su tanga se encontraba prácticamente mojada por los jugos emanados de ella y la lamida que le habían dado, notándose la hendidura de su sexo y la espesa mata de pelos que coronaba su sexo.
Roberto se recostó a un lado de ella, besándola con placer, mientras que haciendo a un lado su tanga comenzó a tallar con sus dedos el sexo de ella, haciendo que ella se revolviera en la cama mientras extendía sus brazos abrazándolo y ondulaba su cadera elevando su trasero presa de la excitación. Ya Julián estaba arrodillado del otro lado de ella buscando con su enhiesta verga su cara para que se la mamara. Tomándola de la cara le hizo voltear y encontrarse de frente con su verga que pronto fue engullida por su ansiosa boca, para que este iniciara un mete y saca como si la follara por la boca.
Aprovechando su caliente entrega de ella, me arrodille entre sus piernas y haciendo a un lado la mano de Roberto probé sus jugos introduciendo mi lengua en su cavidad vaginal, absorbiendo estos con gran placer y de paso proporcionar placer a mi adorada esposa que solo se revolvía en la cama emitiendo ahogados gemidos por mantener ocupada su boca dando placer a otro hombre.
Roberto se incorporó mirándome como pidiendo permiso para poseer a mi esposa, cosa que aprobé con un movimiento y este se posicionó entre sus piernas con su verga en una de sus manos dirigiéndola a su objetivo, el coño de mi esposa. Presa de mi excitación yo mismo abrí los labios de su rajadita viendo con un gran morbo como esa verga extraña invadía poco a poco el preciado tesoro que siempre fue mío. Un fuerte gemido de placer salió de los labios de mi esposa al ser penetrada completamente, ella dejó de chuparle la verga a Julián para gozar a sus anchas de la penetración de su cuerpo.
Me incorporé y ocupé el lugar que había dejado Roberto, al lado de ella, atraje su cara con mis manos, tenía los ojos cerrados y la boca entre abierta, la besé y ella respondió con ardor, dejando que mi lengua jugara en el interior de su boca. Le susurré al oído, -¿gozas putita?-.
Solo un murmullo escuché, incapaz de hablar, por el placer experimentado ella se encontraba transportada en las alturas del placer sexual. Verla me hizo experimentar ternura, por cómo se entregaba al placer que le proporcionaban otros hombres, y todo esto como resultado de mis fantasías anormales que creo muy pocas mujeres aceptan realizar, yo la besaba y trataba con dulzura, diciéndole palabras mezcladas entre cariñosas y morbosas.
Julián reclamó su parte, atrayendo su cara para besarla mientras le sobaba los senos, me retiré de ella y observé la caliente escena, ella se revolvía en la cama, sus caderas subían y bajaban sincronizando las embestidas que le daba Roberto, mientras Julián le besaba y amasaba sus senos y apretujaba sus pezones haciendo que ella gimiera fuertemente.
Yo me encontraba sentado en un sillón que se encontraba en la recámara y con gran excitación tallaba mi verga mientras observaba como mi mujer era tomada por estos dos hombres por segunda ocasión.
Roberto le había tomado ambas piernas y calzadas estas en sus hombros empujando más fuertemente mientras le jalaba de la cadera haciendo más profunda la penetración, mientras Julián de nuevo se había posicionado de rodillas cerca de su rostro para que ella le mamara su verga, cosa que ella hacía con cierta dificultad.
Intercambiando posiciones, la pusieron en cuatro en posición de perrita, y mientras mamaba ahora la verga de Roberto, Julián la embestía por detrás, asido a su cadera. No le dieron tregua a mi pobre mujercita, cosa que ella en ningún momento se quejó, al contrario fuertes gemidos denotaban su placer.
Su segunda venida llegó pronto, y esto la hizo emitir agudos grititos, con los ojos cerrados y enterrando su cara entre las piernas de Roberto y jalando aire por su entre abierta boca.
Ella se desplomó nuevamente en la cama, pero Julián no le dio reposo y poniéndola de lado, se posicionó frente a ella buscando con su verga en la mano, su sexo de ella, le comenzó a tallar su rajada, en especial su excitado clítoris, haciendo que de nuevo ella reaccionara y emitiera sus acostumbrados gemidos de placer. Él se acomodó frente a ella y empujó su cadera para efectuar una nueva penetración en ella que elevó su pierna por encima de la cadera de él, buscando una penetración más profunda. Roberto se posicionó detrás de ella, besándola por la nuca mientras sus manos tomaban sus senos, apretando con las yemas de sus dedos sus pezones,, ella arqueaba su cuello buscando más sensaciones en su cuerpo, dejando que él la besara.
La boca de Roberto viajó por toda su espalda hasta llegar a la canaleta de sus nalgas, y comenzó a mordisquearle cada una de ellas, mientras se las amasaba con las manos, le abrió ambas nalgas, yo me acerqué y pude observar como entraba y salía de su sexo la verga de otro hombre mientras una lengua buscaba como si quisiera penetrar su culito, Roberto le pasaba una y otra vez la lengua en toda la canaleta de sus nalgas, siempre deteniéndose en su hoyito trasero, ensalivándolo y dejándolo listo para la invasión.
El guio con una de sus manos su endurecida verga y la posicionó en la entrada del culito de mi esposa, Julián dejó de moverse para dar espacio a que Roberto se acomodara detrás de mi esposa, ella seguía meneando su cadera, en un vaivén ondulante buscando seguir la penetración que Julián había suspendido momentáneamente. Cuando Roberto tuvo a modo la penetración, inició empujando hacia delante por detrás de mi esposa, ella acusó la invasión en su trasero, y echando hacia delante su cadera como huyendo a esa invasión, pero detenida por el cuerpo de Julián, que empezó con un movimiento suave a seguir la penetración que había detenido, un agudo gemido salió de la boca de mi mujer cuando finalmente Roberto penetró ese adorado culito que en algún tiempo solo a mí me lo dio.
Sus grititos aumentaron cuando los dos empezaron a coordinarse y simultáneamente la penetraban, uno por delante y el otro por detrás, ella, gemía y gritaba sin cesar, presa del placer que ellos le prodigaban, y yo con mi verga en la mano disfrutando de ese placer de ver como mi mujer era penetrada por dos hombres, hasta cierto punto desconocidos, mismos que tomaban sin misericordia y sin dar cuartel, de su cuerpo, que todavía era hermoso.
El movimiento de sus cuerpos era acompañado del movimiento de sus manos y bocas que no dejaban rincón del cuerpo de mi esposa que no recibiera placer, sus piernas, sus nalgas, sus senos, boca, espalda, nuca, casi todo su cuerpo era atacado por estos dos hombres que su cometido era solo darle el mayor placer posible. Y a la vez un placer morboso para mí, ya que yo gozaba viendo como su cuerpo era tomado.
Un prolongado gemido anunció un nuevo orgasmo de mi mujer, cosa que no entorpeció la labor de ellos que no le dieron reposo para relajarse y siguieron martillando su sexo y culito, ella se revolvía en sus brazos sin dejar de gemir presa del orgasmo experimentado, pero ellos seguían dando placer a su cuerpo sin darle tregua.
Para mi malsano placer observé durante casi dos horas, como mi mujer experimentó 3 orgasmos mas, ellos se turnaron sus dos receptores de placer de ella para seguir disfrutando de su cuerpo, la cambiaron de posición varias veces, ella solo recibía en su cuerpo esas dos vergas que le prodigaban el placer nunca antes experimentado de esa forma. El primero en venirse fue Julián que se vino cuando la penetraba por detrás, ella recostada boca abajo mientras el martillaba su trasero, se vino en su hermoso trasero, que fue el primero en recibir la descarga de él, ella quedó a merced de Roberto, que disfrutó todavía un rato más de su cuerpo, la penetraba por delante, luego por detrás y finalmente se vino en su cara, quiso venirse en su boca pero eso ya no se lo permitió ella, dejándola toda embarrada de semen en su cara.
La observé toda desmadejada en la cama, desnuda casi totalmente, ya que su tanguita nunca se la quitamos, observé como esta prenda había quedado hecha a un lado de sus partes íntimas empapada de jugos mezclados de los tres, su cara toda embarrada, sus pechos enrojecidos de tantas mamadas que recibió. Pero sobre todo su cara que expresaba una ligera sonrisa, que yo interpretaba de placer. Esperé que ellos se vistieran para marcharse, los acompañé hasta la puerta y los despedí con un apretón de manos, era como si les dijera “gracias por cogerse a mi esposa”.
Regresé a la recámara donde estaba mi esposa y me recosté a su lado, abrazándola con cariño y ternura, mientras le decía palabras de cariño, y yo, pues ya también estaba satisfecho, me había venido dos veces ayudado por mis manos y por la visión que observé durante el tiempo que duró la posesión de mi esposa, realmente estaba satisfecho. Pensando así me quedé dormido abrazado a ella, estaba por amanecer.
Si la primera vez sentí temor de lo que había pasado, esta ocasión al despertar lo primero que hice fue buscarla, ella estaba bañándose en nuestra recámara, arriba, entré al baño y abrazándola, le dije: -¿te ayudo mamita?- y ella sonriendo me dio la espalda bajando los brazos y quedando a mi merced.
Ya después hablaríamos y creo que volvería a pedirme “salir de nuevo”.
Solo que ahora mi tarea sería que ella estuviera consciente al cien por ciento.