Mi pintor- Quinta parte

Este relato es mas dedicado para mujeres, es posible que el hombre que lo lea se aburra. Espero que a las pocas chicas que lo lean le guste. Un beso

-Antonella colmaste la paciencia de Julieta, ¿qué carajos quieres?

-No quiero nada, solo venía a visitarte, por cierto ¿le contaste que ibas a tener un hijo conmigo?

Después de que Julieta se había ido de la cocina y Antonella comenzara hablar de nosotros, un paño fuerte nos cubrió con una tensión intensa. Era tan incómodo estar hablando de este tema, sabiendo que en cualquier momento podría entrar mi chica.

-Antonella, a ti no te importa si se lo digo o no, no es de tu maldita incumbencia – Estaba tan enojado que en cualquier instante iba a explotar.

-Marco tranquilízate- se dirigió mi madre con una voz dulce y encantadora – Y tu Anto, no vengas a boicotear las cosas, él le dirá todo en su respectivo momento.

-Eso lo sé, solo era recordándolo – Esta estúpida quería echarle más leña al fuego – Tranquilos ya me voy- Se paró de la silla y se fue, como si nada hubiera pasado.

Al poco rato, mi madre soltó un suspiro, creo que era para dispersar la tensión – Marco, ¿le vas a pedir matrimonio a July?

-¿Cómo lo sabes?

-La trajiste a la casa, es algo un poco lógico.

-La verdad madre, quiero que me des tu opinión.

-Mi querido Marco- Ella comenzó a dirigirse hacia mí. Dejo su fregadero y secándose las manos se sentó al frente – No la conozco mucho, pero la verdad es que la amo – Sonó una de las más grandes carcajadas que mi arrugada madre emitió, estaba llena de verdad, sabiduría y amor. Ella quería lo mejor para mí.

Después de un momento en silencio, que realmente no era incómodo, sino de meditación, ella hizo ademan de hablar, pero cerró la boca. Estaba tratando de elegir las palabras correctas para explicar.

-Marcos… Antonella es una chica estupenda, muy buena, pero sabía que ella no te hacia feliz. Y cuando paso aquello, sabía que no estabas para nada contento, pero sabía que como muchacho responsable ibas a manejar la situación. Por cierto ¿le dijiste a July sobre eso?

-Eh…no.

-No esperes mucho para decirle, explícaselo antes de que Antonella suelte el buche. Sé que es muy adelantado, pero quiero darte algo- saco del bolsillo un anillo plateado, con un larimar bien tallado en la punta, era diminuto pero llamativo, gracias a los pequeños detalles- era de tu abuela y me dijo que se lo diera a mi hijo o a mi nieto, era algo tradicional –me lo entrego con toda la delicadeza.

Mire el hermoso pero sencillo anillo –Gracias – Ya sabía lo que tenía que hacer.

Salí de la casa al poco rato, estaba seguro de que mi madre me apoyaba en cualquier cosa que hiciera. Lo primero en mi lista era explicarle a July la situación con Antonella y después el anillo. Esperaba encontrarla en el jardín, pero no fue así. Para mayor sorpresa me topé con la anormal e irritante de mi hermana.

-¿La estas buscando? Ella salió, creo que se dirigió a la ciudad.

-¡Es mentira! Ella está en la cabaña –respondió mi hermano más atrás. Fulmine con la mirada a mi hermana para recibir la risa más estúpida que hubiera podido dar.

Camine hasta allá, iba organizando las palabras y oraciones para decir lo correcto. Al entrar en el aposento, siento un silencio cómodo y dulce, lo menos que podía imaginar era encontrármela dormida. Posiblemente el cansancio la mato o el enojo con Antonella.

La encontré en la cama descansando, tenía un semblante de paz. Me detuve a verla y me encontré con arrugas del cansancio, del estrés y las que más me encantaron: de la risa. Era lógico que siempre se riera. Me sorprendí al ver unas facciones aniñadas, unos ojos pequeños, con una nariz redonda y minúscula, con unos labios carnosos pero rosa pálido, casi blanco.

Era extraño el poder de atracción que sentía sobre ellos, mientras más los miraba más deseaba besarlos. Me acerque deliberadamente y presione mis labios contra los de ella. Era un beso único, me decía que ella era la indicada.

Mis ojos fueron descendiendo, encontrándome con unos hombros desnudos. Quería olerla, sentir el calor que transmitía. Acerque mi nariz a su hombro derecho, el olor era exquisito: coco. Me había dicho que era su olor artificial favorito. Pero este estaba ligado al de su piel e irradiaba una fragancia sensual.

Anhelaba  percibir más su perfume, lo hice mientras daba pequeños besos a su clavícula. Di gracias porque tenía el sueño profundo. Esa esencia me daba ganas de hacerle el amor, tenerla, tocarla como una flor. Quite la sabana, para encontrarme con un cuerpo casi desnudo.  Solo tenía unas tangas de flores. Me reí por dentro gracias a esas bragas, se veía la niñez e inmadurez en ellas.

Me dirigí a la cama y me acosté a su lado, deseaba contemplarla, algo me atraía, me incitaba a que lo hiciera. Comencé a tocar su pelo, no puedo negar que mi propósito era despertarla, por lo tanto fui con delicadeza. Sobe su pelo, sus parpados, sus labios, repase su arco de cupido, su nariz, hasta que pronuncio mi nombre muy bajito y claro.

Jure que estaba despierta, di un brinco de felicidad; pero no, seguía durmiendo. Me detuve por un momento y me reí bajito.

-¡Marcos!

Me pego un susto, pero ella se asustó más, al ver su reacción de miedo, solté una carcajada enorme y creo que volvió en sí.

-¿Qué paso? ¿Por qué estás aquí?

-Bueno, quería hablar contigo de algo, pero puedo esperar si todavía estas en estado de coma.

-Mmm, estoy en mi quinto sueño aun, pero sé que es sobre Antonella, así que es mejor que lo digas ahora, lo tomare mejor.

-¿Prometes escuchar antes de reaccionar? – Asintió – Pues, veras, Antonella era mi ex, en un pasado nos íbamos a casar porque me había dicho que estaba embarazada. Como nos conocimos desde pequeños, pues en mi familia ya sabía todo – Hice una pausa para ver su reacción, pero tenía los ojos cerrados y una mueca en la boca.

-Continua, no me he dormido – Respondió aun con los ojos cerrados.

-Ok, un día, mi hermana la escucho hablando con alguien, explicándole que no estaba embarazada, si no que ella me había engañado para poderse casar. Lógicamente mi hermana me lo dijo y yo no sabía a quién creerle, así que fui hacerle un examen de sangre, ella estaba negada y eso me dio indicios de que mi hermana decía la verdad. Nadie lo sabe, excepto nosotros, creen que ella perdió el bebe y que yo no pude soportarlo por eso terminamos. No la quiero, iba a terminar con ella cuando me dijo que estaba embarazada.

Espere a que ella dijera algo, la mueca se había borrado, aún tenía los ojos cerrados, pero estaba tan quieta en la cama, no sé si estaba analizando la situación o que.

-Entonces ¿Siguieres que no me ponga celosa cuando ella este rondando por aquí?

-Algo así

Abrió los ojos de par en par – Es imposible, solo quiero ser la única que te mire con deseo, pero voy a ser un poco madura, no me rebajare a ella. Pero aparte de eso te creo, no estoy molesta contigo. – Respire aliviado, no hablamos hasta un rato – Ya que estamos en confesiones, necesito que sepas algo, yo soy estéril, tengo ovarios poliquísticos. Tenía que decirte.

Un silencio incomodo invadió la habitación, sabía que ella esperaba una respuesta de mi parte, July que no iba a decir más nada al menos que yo lo hiciera. Para mí fue un pequeño trauma, todo mi futuro paso por delante. Para muchos hombres esto hubiera sido excelente, pero yo deseaba tener hijos con la mujer que amo.

-Permíteme un momento para analizar.

Salí de la cabaña y me senté en una silla que estaba afuera. Fue un largo tiempo, pensando la realidad, al final termine por pensar que podríamos adoptar. Volví a entrar y ya ella estaba cambiada.

-July, comprendo y esto lo pasaremos juntos. Perdóname si reaccione mal – El anillo que mi madre me dio lo guarde para otra ocasión.

El resto del día paso normal, hasta la noche. Ya entrada la noche, mientras todos dormían, July y yo nos sentamos en el porche.

-Sabes July, gracias por decirme.

-Gracias a ti por contarme lo de Antonella.

-Aunque quiero tener hijos con la mujer que amo y fue doloroso al principio, pero en realidad me encantaría ir paso por paso, quiero que te cases conmigo – Saque del bolsillo el anillo, vi a  July con un rio de lágrimas y una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Sí! Quiero casarme contigo.

Sonreí y le di un beso.